Esferas de piedra en Costa Rica. Enigma en el Delta del Diquís (página 3)
El
animal urbano
Las rutilantes luces de toda civilización actual,
emergen de la oscuridad de tan primitivos asentamientos tribales
y sus posteriores desarrollos.
De tal manera, el animal urbano de las principales ciudades, con
su vestimenta de moda;
automóvil moderno; teléfono celular; súper mercados; casa
con electricidad,
agua potable y
servicio de
Internet, etc. no
es humanamente distinto a los antiguos pobladores de nuestra edad
de piedra.
Ellos actuaron movidos por las mismas necesidades que nos ocupan
hoy día: Pan, abrigo, refugio. Salud, adquisiciones y
amor.
Lo que ha cambiado en los últimos 12.000 años de
agrupaciones humanas en América, es el estilo de
vida. Cambio por
demás espectacular.
Si el prodigio de una máquina del tiempo nos
permitiera traer a nuestra era a un infante de la edad de piedra,
veríamos que su desarrollo;
físico, mental, intelectual y emocional no será
distinto al de cualquiera de nuestros niños
civilizados.
Las primeras aldeas
La agricultura
como actividad principal en las productivas llanuras aluviales
del Delta, y la rica pesca
proporcionada por el caudaloso río Térraba y el
siempre fecundo Sierpe, constituyó el origen del gran
cambio, propiciando en primer lugar un aumento de la población. Este obligó al
establecimiento de aldeas permanentes.
Para sostener dichos cambios fueron necesarias las mejoras
paralelas de varias tecnologías primitivas, como los
utensilios cerámicos; herramientas
de madera; hueso
y piedra, dirigidas prioritariamente a las labores
agrícolas y procesamiento de alimentos.
La arquitectura
El estudio de las trazas de asentamientos humanos en el
Delta, evidencian edificaciones de planta circular, estas fueron
sin lugar a dudas basamentos para estructuras
cónicas, de uso habitacional y ceremonial.
Se tiene la falsa idea que los "Dikís" no edificaron
arquitectura al estilo mesoamericano ni andino, por razón
de estar cultural y tecnológicamente subdesarrollados con
respecto a aquellos.
La gran producción de esferas monumentales, su
estatuaria, metalurgia,
orfebrería y arquitectura, prueban su alto desarrollo
tecnológico y social.
Por otro lado, la edificación en piedra no fue de
ninguna manera funcional para los habitantes prehispánicos
del Delta.
La vivienda cónica constituye una sabia respuesta a los
determinantes climáticos y condiciones geográficas
de las regiones donde se encuentran. Las fuertes y constantes
lluvias, humedad, calor
bochornoso, vientos azotadores, y sobre todo los constantes
temblores. La zona es atravesada por dos importantes fallas
tectónicas, la Falla Costanera del Pacifico o Longitudinal
y la llamada Falla de Sierpe.
Estas condiciones naturales entre otras, fueron
parámetros básicos para la forma y la estructura del
tipo de viviendas, diseñadas a la justa medida del bosque
tropical lluvioso y sus condiciones.
Los "Dikís" acataron las pautas de la naturaleza
para perfilar sus viviendas y templos.
De la observación del macrocosmos se extrajo el
microcosmos habitacional.
Los espacios habitacionales donde vivieron, no solo fueron
humanizados sino que constituyeron el símbolo cotidiano de
su cultura.
Sus prácticas de construcción reflejan las respuestas
adaptativas al medio
ambiente, y la expresión simbólica de la
mitología plasmada en sus viviendas
Los modelos
arquitectónicos de las moradas amerindias de la zona sur
del país, se han podido reproducir gracias a la
conservación de tradiciones ancestrales, por parte de
grupos
sobrevivientes a más de cinco siglos de
colonización extranjera. Esta valerosa resistencia ha
sido encabezada en Costa Rica por
los grupos de origen chibcha, Bribrí-Cabecar
Los códices del
trópico
Los sorprendentes códigos de la vivienda
indígena van mucho más allá de lo
utilitario, y fueron recordatorio cotidiano de su excelsa
tradición cultural.
Los amerindios de la Zona Intermedia , no desarrollaron
escritura
alfabética, pero basta con entrar a un "U-suré"
(vivienda cónica de basamento circular) de la mano de un
chaman Bribrí, en la baja Talamanca, para reconocer en
ella toda una biblioteca de
conocimientos ancestrales.
Aquí " La Biblioteca Circular " imaginada por Jorge
Luís Borges,
palidecería al notar que la amplia gama de conocimientos
cifrados en cada detalle de la estructura física del aposento,
se desdoblan dimensionalmente por debajo de la base circular para
formar un mágico cono invertido, donde todo el simbolismo
adquirirá otra dimensión, reduplicándose en
sus significados.
Tan sofisticada codificación para quienes no pueden
concebir a nuestros aborígenes como seres inteligentes,
habrá de atribuírsele a los alquimistas medievales,
el hermetismo egipcio, la cábala hebraica, al mismo
Merlín, o a los dioses tecnotrónicos del espacio
sideral.
Lo cierto es que dentro de una cultura de visión animista,
donde todos los seres de la naturaleza y el universo
poseen vida propia, tales concepciones son más que
posibles y nuestros amerindios las desarrollaron de manera
sorprendente.
En el interior de estas aparentemente simples estructuras
arquitectónicas, denominadas "ranchos", cada objeto
físico: postes, horcones, aros, coronas, amarras, palmas,
etc. Sin excluir las tres piedras del fogón central. Toda
abertura dentro de la construcción, las distancias entre
piso y cúspide, poste y poste, la disposición de
espacios masculinos, femeninos y transicionales, amén de
un sin numero de elementos más, forman parte de un
alucinante código
ancestral. Los materiales
mismos utilizados en la edificación contienen
representaciones culturales que la tradición oral mantiene
vivas.
La sabiduría encerrada en el interior de la
funcional arquitectura aborigen, abarca desde la compleja
cosmovisión amerindia hasta las normas de
conducta
urbana más elementales.
Sus viviendas tienen un simbolismo uterino y protector, dentro de
las cuales se preserva la tradición y la semilla. La casa
es el matrimonio
universal de lo femenino y lo masculino, de lo celeste y lo
subterráneo, lo cultural y lo natural, lo claro y oscuro,
el sol y la
luna, nacimiento y muerte, afuera
y adentro, arriba y abajo. La casa es la conciliación de
los opuestos.
Los "Dikís" poseían una concepción
mágico-realista del universo. Sus
símbolos se asocian a una serie de ideas
cosmogónicas desde donde se integraron armoniosamente las
leyes sociales
con las naturales, que rigieron tanto en la sociedad como
en el entorno ambiental circundante.
El apasionante tema de la arquitectura amerindia y su
simbología, se sale de la jurisdicción de este
libro. Para
quienes deseen sorprenderse con ellas les recomiendo leer el
revelador trabajo del
arquitecto Alfredo González Chávez y el
antropólogo Fernando González Vásquez,
autores de " La Casa Cósmica de Talamanca" y "Poblados
Amerindios de Costa Rica" editados por la Editorial de la
Universidad de
Costa Rica.
La tribu
El conjunto de clanes que comparten costumbres, lengua,
cultura y territorio, conforman las tribus.
La primera organización social de los amerindios del
Diquís fue del tipo tribal. Las tribus se caracterizan por
relaciones familiares o de parentesco, igualitarias entre los
individuos de los diversos clanes, donde la propiedad de
los bienes es
colectiva.
El crecimiento de la población junto al de las aldeas dio
inicio al paso de una marcada diferencia social, en la cual la
sociedad tribal iniciará una transición hacia la de
tipo jerárquica o cacical.
Se dice que el concepto de la
esfera nace en ese periodo, mismo en el cual se consolidó
el maíz como
cultivo principal, desarrollándose además la
siembra de otras semillas, tubérculos y árboles.
Los recursos
hidrográficos y costeros fueron explotados, garantizando
variedad alimenticia. La cacería fue abundante por siglos,
gracias a la gran variedad de fauna dispensada
por la espesa jungla tropical que envolvió al Delta.
La cultura de los "Dikís" crecía sana y bien
alimentada. Por el mismo camino iban sus manifestaciones políticas,
religiosas y artísticas.
Reyes, caciques y sacerdotes.
La estructura tribal se hizo
insuficiente para sostener el progreso, dando espacio a una
organización de tipo cacical.
El excedente generado a partir de prácticas
agrícolas permitió a un grupo selecto
de individuos, librarse de algunas de sus tareas como productores
y asumir principalmente funciones de
naturaleza política o religiosa,
estableciéndose de forma paulatina una
jerarquización de la sociedad, hasta alcanzar cacicazgos
complejos (300-800 d.C.)
De tal manera surgieron de entre las aldeas, líderes
político-religiosos, comandados por la presencia de un
cacique, jefe o señor quien ostentaba el poder de las
comunidades indígenas. Su jerarquía solía
ser hereditaria, investida por una nobleza de sangre (los
parientes de su clan) La primordial función de
este señor principal, fue la de actuar como recaudador de
tributos y
redistribuidor de bienes. Por regla general, este alto personaje
tuvo el rango de rey, sacerdote y guerrero.
Las esferas de piedra aparecen en el Delta del Diquís, con
el inicio de esta sociedad cacical y bajo los auspicios de
sacerdotes y reyes.
Las fronteras del
reino
Sin embargo, muchas comunidades indígenas del
pasado, prefirieron permanecer en su antiguo nivel de tribu,
alejándose de los límites
territoriales – cada vez más amplios- establecidos
por los nuevos centros de poder, quienes abarcaban mayores zonas
de cultivo, caza y pesca, así como el control de toda
fuente de materia prima
para su progreso.
Los "Dikís" emplazaron grandes esferas de piedra para
denunciar sus territorios. La presencia de monumentos
esféricos en pequeñas aldeas, alejadas del centro
de poder (mega sitio Palmar-Sierpe) pudieron indicar entre otras
cosas que las tribus, poseedores de esferas, aunque alejadas
geográficamente de la capital,
formaban parte del gran cacicazgo y por tanto se hallaban
protegidas por él. En este sentido sirvieron como
símbolos inconfundibles de identidad.
Las relaciones de subordinación entre aldeas, fortificaron
el poder del rey de los "Dikís" quien gobernó desde
el centro de poder, delegando en caciques secundarios la
administración de las aldeas subordinadas.
Los territorios del reino fueron protegidos por letales
guerreros, quienes a su vez vigilaron las rutas de intercambio de
productos a
nivel local, regional y hasta extra regional. Esto
garantizó el crecimiento
económico, político y religioso del país
de las esferas.
Crecimiento dado por una sociedad trabajadora y bien organizada
quien se vio, por siglos, rodeada de seguridad
ciudadana, prosperidad material, certidumbre política
y confianza en sus guías religiosos, entre otros factores
básicos de desarrollo.
El impresionante legado cultural de este pueblo "Los
Dikís" rescatado por la arqueología da prueba de
ello.
Basado en diversos
estudios de estructura de poder entre los amerindios del grupo
chibcha en Costa Rica, elaboré el siguiente diagrama de
estratificación social.
En él podemos observar un complejo sistema cultural
que va desde el pueblo a la divinidad. Los tonos claros y oscuros
de los círculos, representan la participación
masculina (oscura) y femenina (clara) en las diversas actividades
sociales. Un círculo oscuro indica una actividad
eminentemente masculina y viceversa. Las actividades peligrosas o
contaminantes fueron reservadas, por norma general a los varones.
La mayoría de los grupos chibchas, concibieron la
divinidad de forma dual.
En la etnia
Bribrí-Cabecar, por ejemplo Sibö, el gran civilizador
reina desde el cenit de los cielos, en tanto Surá, su
contraparte, lo hace desde el nadir, en el interior de la tierra.
Cuando el indio muere su espíritu viajará hasta el
centro de la esfera terrestre, pues allí ubican su
paraíso.
El gran cacique esta representado por un triangulo, simbolizando
su triple potestad de sacerdote, rey y guerrero. El
semicírculo que corona al triangulo, señala su
procedencia divina y su facultad de mediar entre Dios y los
hombres.
La columna central del diagrama, representa a toda la fuerza
laboral de la
nación.
A la derecha las potencias religiosas o chamánicas, a la
izquierda las políticas o cacicales.
Es imposible meter dentro de un dibujito, toda una compleja
organización social, mas el ejemplo puede servirnos para
tener una idea gráfica del asunto.
Matriarcado
Desde remotas etapas en la evolución
humana, los hombres y las mujeres establecieron relaciones
equilibrantes para lograr la sobre-vivencia de nuestra especie.
De tal manera los varones abandonaban por largas jornadas
las aldeas en busca de sus presas animales. Por su
lado, ellas permanecían cerca de los asentamientos
tribales, recolectando alimentos vegetales y vigilando el
crecimiento de los infantes.
Su necesaria permanencia en las improvisadas aldeas las
convirtió en el corazón de
la vida social.
En tanto los hombres desarrollaban el músculo y las
cualidades atléticas necesarias para cumplir con su
peligroso trabajo y regresar ilesos a los hogares. Ellas se
convirtieron en expertas organizadoras sociales. Gestionando de
manera eficiente todos los asuntos de control y administración del asentamiento tribal,
así como los detalles de la vida comunitaria.
El primitivo y natural gobierno femenino
no pareció molestar a los varones, hasta que el
advenimiento y desarrollo de la agricultura –descubierta
por las mujeres- y la posterior domesticación de animales
los obligó a convivir más tiempo juntos.
Empezaron aquí las primeras batallas de una interminable
guerra de
sexos que nos ocupa hasta nuestros días.
Allí donde los hombres consiguieron usurpar el primigenio
gobierno femenino, se impuso el sistema
político patriarcal.
Allá donde las mujeres lograron sostener su ancestral
control, dominó el sistema matriarcal o
ginecocrático.
El estudio de los grupos de raíz chibcha, asentados por
milenios en la zona sur de Costa Rica, ha demostrado la
predilección de estos pueblos por el sistema de gobierno
matriarcal.
Me atrevo a deducir: Los "Dikís" vivieron y se
desarrollaron bajo un eficiente matriarcado. Con sus consecuentes
residencias matrilocales, esto es: la pareja se asentará
en los territorios del clan materno. Las descendencias
serán naturalmente matrilineales, en las cuales el linaje
se organiza siguiendo sólo la línea femenina y
todos los hijos pertenecen al clan de la madre.
Cuando escribo estas líneas no puedo evitar el
reverbero en mi memoria de las
palabras de la abuela materna quien más de una vez
sentenció: "Los retoños de mis hijas, mis nietos
son, sin más. La progenie de mis hijos varones, por
intermedio de la gracia de la fe… también son mis
nietos"
Hemos heredado de nuestros conquistadores un disfuncional y
arbitrario patriarcado, pero esto no ha sido obstáculo
para que desde el eje de la sociedad (la familia) nos
continúen gobernando las mujeres.
Las inusuales esculturas esféricas de los "Dikís"
evocan en nuestro inconciente colectivo el arquetipo de la
redonda preñez de las hembras, sus parabólicas y
sensuales curvas, la siempre femenina luna, la innegable
maternidad de la esfera terrestre y el fecundo glóbulo del
gameto materno.
No podemos aseverar, de ninguna manera, que estas fueron las
motivaciones inspirantes de los artífices de las esferas,
pero apuesto que la concepción esférica
nació en el seno de una eficaz sociedad matriarcal.
Por otro lado, cimentados en la evidencia
arqueológica, se puede afirmar: Las esferas de piedra
fueron construidas por una nación
amerindia, instalada desde tiempos inmemoriales en el Delta del
Diquís y sus regiones aledañas, donde desarrollaron
su enigmática cultura.
¿Cómo fueron hechas?
Para desengaño de los
vendedores de "Misterios irresolubles" la manufactura en
piedra de esferas monumentales, no alberga indescifrables
secretos, ni fue una obra imposible de realizar por parte de los
aborígenes amerindios .
Si bien el análisis de cualquier objeto artificial, no
siempre nos puede develar su razón de ser o significado
profundo, la configuración de la cosa misma nos
orientará hacia las muchas maneras, humanamente posibles,
de su fabricación.
Las esferas de piedra del Diquís no constituyen
excepción alguna a esta posibilidad.
Cuando se trata de objetos arcaicos complejos, (esferas
monumentales, por ejemplo) tendemos a atribuir la obra a dioses o
demonios. Esto por la simple costumbre moderna de considerar a
las gentes prehispánicas (si de asuntos americanos se
trata) como a infantes de subdesarrollada capacidad
cerebral.
Las letras siguientes pretenden mermar esa costumbre.
Vendedores de enigmas
Antes de abordar el tema, no puedo resistir la
tentación de hacer el siguiente comentario:
Los vendedores de enigmas no se caracterizan por develarlos, eso
seria como matar a la gallina de los huevos de oro. Ellos no
responden preguntas. En cambio son versados en formular
interrogantes pomposos, basados en premisas por lo general
falsas, o recurren al artilugio amarillista de exagerar datos. Veamos un
ejemplo:
Incompetencia científica
"¿De que manera pudieron lograr unos primitivos de
la edad de piedra, sin la concepción matemática
del número pi, sin la actual tecnología láser, sin
maquinaria de movilización, etc. esferas gigantes de
absoluta perfección?
La antropología oficialista insiste en
atribuir a burdas gentes prehistóricas, la inmaculada obra
de los dioses.
Pero si los salvajes precolombinos hicieron las esferas
¿Por qué no existe indicio alguno de las primitivas
herramientas que utilizaron? ¿Quien ha visto una esfera a
medio hacer?
¡No hay canteras de piedra a cientos de kilómetros
de donde aparecieron las esferas! ¿Cómo se explica
el traslado de miles de toneladas hasta los sitios de
hallazgo?
La precisión en los alineamientos de las esferas indicando
rutas marítimas y mapas estelares
¿fue dispuesta por bárbaros que ni siquiera
desarrollaron la escritura?
Es un hecho comprobado ¡Los aborígenes de Costa Rica
no conocieron el hierro, ni la
rueda y jamás poseyeron animales de tiro! Pero la
arrogancia científica no quiere reconocer su rotundo
fracaso en el gran misterio que rodea a las esferas de
piedra…"
Postulados de este calibre abundan en la Internet , las revistas
esotéricas, la prensa, algunos
libros y
programas
televisivos.
Los cazadores de misterios jamás llevarán sus
cámaras a "Olla Cero". Pequeña población
agrícola, situada en el mismo Delta del Diquís a
pocos kilómetros de Palmar Sur, en las faltas de la
Fila Grisera , rica en yacimientos
graníticos.
Allí pueden ver, entrevistar, fotografiar y filmar a un
humilde artesano que reproduce esferas con los mismos materiales
de las hechas hace dos mil años, sin usar herramientas de
hierro (sus cinceles son de piedra), sin sofisticados
cálculos matemáticos, sin tecnología
láser y por supuesto sin auxilio extra planetario.
Hombres y mujeres del pasado
La evolución fisiológica del cerebro humano no
ha experimentado ningún avance significativo en los
últimos doce mil años (cuando menos). Siendo
así, entre los "burdos primitivos" de la edad de piedra y
nosotros, la humanidad electrónica del siglo XXI, las diferencias
son meramente culturales.
La inteligencia
de los hombres y mujeres que poblaron antaño el Delta del
Diquís y toda América, no fue mayor ni menor a la
nuestra.
Por tanto abordaremos la medular pregunta ¿Cómo
fueron hechas las esferas pétreas de Costa Rica? apelando
al sentido común, (aunque no sea este el más
común de los sentidos) la
lógica
elemental, la experiencia humana en el ramo de la cantería
y escultura, agregando unas gotas de imaginación para
visualizar el proceso.
Pero ante todo, estudiaremos el asunto, con respeto y
admiración por las culturas que nos han antecedido en la
historia.
Bolas naturales
Antes de otorgar a tribus antiguas la creación de las
esferas, fue necesario demostrar de manera irrefutable su
artificialidad. Pues al principio se creyó eran
caprichosos productos de la naturaleza.
Esta sospecha se fundamentó en el
conocimiento previo de inmensas bolas pétreas de
formación natural, registradas en diversas partes del
mundo. Polonia, Nueva Zelanda, Portugal, México,
Eslovaquia, Australia, Túnez, Escocia, para mencionar
algunos.
Esferas artificiales
Los primeros científicos involucrados en el
análisis geológico de las piedras redondas de Costa
Rica, estuvieron de acuerdo al formular su postulado
general:
"Los monolitos esféricos del Diquís no son
formaciones naturales. Fueron esculpidos por manos humanas"
La observación de tres factores fundamentales fue
concluyente para confirmar la intencionalidad humana de
semejantes formaciones:
1) El tipo de material de los monolitos no se ha encontrado en la
naturaleza conformando esferas.
2) Se observaron huellas de cincelado intencional en las
muestras.
3) Se encontraron evidencias de
diferentes grados de picado y pulido manual en las
muestras analizadas.
Sin embargo aun no se descarta la sensata posibilidad de
que la naturaleza haya creado las preformas (bolas irregulares de
piedra) siendo estas acabadas por los aborígenes de la
zona.
Esto debido a la propiedad natural que posee el granito de ser
exfoliado por la acción
natural y milenaria de los agentes atmosféricos. No se han
encontrado preformas naturales de granito, pero la probabilidad de
su eventual formación deja abierta la tesis.
¿De qué están
hechas?
La materia
prima
Las esferas fueron fabricadas en tres tipos de
piedra:
a) grano-dioritas: nombre dado a varias rocas
ígneas relacionadas entre sí, en general de
color gris o
gris oscuro. Las rocas son cristalinas, tienen grano grueso y se
componen en su mayor parte de sílice y alúmina,
con algunos óxidos de hierro, cal y magnesio.
b) gabros: nombre general de un gran grupo de rocas
ígneas granulares. Son los equivalentes intrusivos del
basalto, y están compuestas por feldespatos. Las rocas son
pesadas y a menudo verdosas.
c) calizas: son rocas compuestas por materiales
conformados por la acumulación y consolidación de
materia mineral pulverizada, depositada por la acción del
agua y, en
menor medida, del viento o del hielo glaciar. Pertenecen junto a
las areniscas al tipo común de rocas
sedimentarias.
Los yacimientos
Los principales yacimientos de los dos primeros materiales, se
encuentran en las faldas de la cordillera de Talamanca a muchos
kilómetros de los sitios arqueológicos que muestran
esferas. Sin embargo los investigadores no descartaron la
posibilidad de encontrar afloramientos más
cercanos.
Así lo hicieron. Recientes exploraciones han dado con
vetas importantes de estos tipos de roca, localizados en las
filas montañosas que rodean el Delta, especialmente en la
Cordillera Costeña.
Los gabros y grano-dioritas son rocas muy pesadas del grupo
ígneo granular (graníticas) y mucho más
duras que las calizas, areniscas y el mármol. Su
extracción es por tanto, mucho más difícil.
Este tipo de rocas cristaliza a partir del magma enfriado
de forma muy lenta, a grandes profundidades bajo la corteza
terrestre. Según las condiciones bajo las cuales el magma
enfríe, las rocas que resulten pueden tener grano grueso o
fino.
La grano-diorita y los gabros fueron los materiales más
usados por los prehispánicos escultores de esferas, siendo
rara la aparición de las llamadas esferas blancas de
piedra caliza, pese a que los yacimientos de este material son
los más cercanos y abundantes en el Delta.
La producción de esferas se basó en el uso de
piedras duras y resistentes como lo son estas variaciones del
granito. La clara intención de nuestros escultores
indígenas, fue la de crear monumentos de alta resistencia
y duración.
Evidentemente desde el principio, los artesanos Dikís
estuvieron claros en los resultados por obtener.
Una larga tradición
Su manufactura se dio en un ininterrumpido periodo que abarca
más de un milenio. No aparecieron de la noche a la
mañana ni fueron una especie de moda fugaz.
Por más de mil años los escultores del Delta y sus
alrededores, labraron esferas. En el transcurso de ese milenio se
gestaron grandes transformaciones políticas, religiosas,
tecnológicas y culturales en la región. Las aldeas
crecieron junto a la agricultura. La cerámica innovó formas y matices. La
arquitectura de las viviendas experimentó notorios
cambios. La metalurgia llegó para deslumbrar a todos con
preciosas joyas de oro y cobre. El
desarrollo de la navegación trajo consigo las riquezas del
comercio. Toda
herramienta de trabajo evolucionó. Y en medio de la
espiral dinámica de la vida, la creación de
esferas se mantuvo intacta.
Quiero recalcar la idea de una sociedad
prehispánica, los "Dikís" que desarrolló y
mejoró, (conforme a las tecnologías surgentes en
las diversas épocas de su evolución) la instrumentación adecuada para transmutar
amorfas moles de granito en monumentos esféricos de gran
belleza, pulimento y perfección. Para lo cual requirieron
de conocimientos empíricos de matemática y geometría aparte de los principios de
mecánica básica para movilizar masas
voluminosas y pesadas.
La destreza para lograr la redondez de sus esculturas,
requirió de una comprensión detallada del
patrón de fractura en las rocas elegidas (esto es su
conducta ante el mazo y el cincel) y de técnicas
comunes a otros objetos escultóricos como lo son las de
picado y pulido.
Es improbable que tal discernimiento fuera adquirido, de la noche
a la mañana, por la iluminación mística algún
poderoso chaman. También es difícil imaginar a los
artesanos indígenas produciendo esferas casi perfectas
valiéndose de cálculos mentales y a simple
vista.
Más bien tal destreza parece ser el resultado de una larga
tradición escultórica, en la cual se fueron
acumulando y transmitiendo por lega-monismo (de boca a oído) de
una descendencia a otra, las técnicas y dominios
necesarios para realizar la obra.
La tradición escultórica de los "Dikís" y
sus ancestros fue amplia.
Crear esferas fue sin lugar a dudas el trabajo
manual de artesanos altamente especializados, quienes
poseían una sabiduría antigua, acumulada por
generaciones en el trabajo de la piedra.
Antes de hacer esferas dominaban ya las pericias del
cincel. Basta con observar la estatuaria de la región para
comprender esto. Los metates, por ejemplo, requirieron de mayor
destreza y precisión que las mismas esferas, las inmensas
lapidas fúnebres son verdaderas obras de arte, las
esculturas zoomorfas y antropomorfas, sencillamente exquisitas.
Por tanto, los hacedores de esferas, ya habían ensayado
con la densidad de
diversas rocas y sus relaciones entre peso y volumen.
Conocían la dureza, estructura y textura de los materiales
y la aptitud de estos para dejarse dividir, devastar, labrar y
pulimentar.
Observaron por cientos de años la mayor o menor
resistencia que presentan las diversas rocas al deterioro por la
acción del tiempo y los factores atmosféricos. En
suma, conocían su oficio.
De tal manera estos artesanos supieron seleccionar con gran
cuidado la materia prima óptima para sus diversos
propósitos.
Cientos de monumentales esferas sobrevivientes hasta nuestros
días, evidencian la preferencia ancestral de aquellos
escultores por las rocas de granito a las sedimentarias.
Además demuestran que esta producción especializada
no fue escasa, sino más bien abundante, por tanto de gran
demanda.
El granito es compacto, pesado, duro, difícil de labrar,
pero muy duradero y se deja pulir fácilmente. Cuando este
material es alisado y pulido se asegura su conservación,
pues entre menos irregularidades presente una roca granulosa, es
mayor su resistencia al medio ambiente.
Las calizas son más fáciles de trabajar, poco duras
pero menos resistentes, además no permiten pulido, si se
da afinamiento a la superficie la erosión
destruirá en muy corto plazo todo el trabajo
Por tanto el componente categórico para la elección
de la materia prima de las esferas, no fue de ninguna manera la
facilidad de éste al ser esculpido, sino más bien
la duración a largo plazo y la virtud de las piedras
escogidas para permitir delicados tratamientos de superficie.
¿De qué manera las
hicieron?
Echando mano –como lo he venido haciendo- de las
investigaciones aportadas por Ifigenia
Quintanilla, y de algunos otros datos extraídos de
distintas ramas de la ciencia:
geología,
antropología, arqueología, psicología y por
supuesto los aportes históricos del arte de la escultura y
cantería, describiremos una verosímil manera de
cómo pudo fabricarse, en tiempos prehispánicos, una
granítica y monumental esfera.
El núcleo de la esfera
Localizada la cantera se enviaron cuadrillas de
trabajadores para limpiar el terreno con azadas. Libres de
estorbos los especialistas aborígenes, armados con
instrumental primitivo pero eficaz, escogieron su bloque o
núcleo de la esfera, golpeando en la cantera con pesadas
masas para verificar la calidad de la
materia prima a obtener. Esta debió de estar libre de
fracturas e intrusiones que dañaran la integridad del
producto
terminado.
Luego de haber sido seccionado el bloque, en medio de una
algarabía de gritos de alerta, ordenes categóricas,
uno que otro chiste soltado por allí y sus consecuentes
risotadas. Los trabajadores movilizaron la materia prima haciendo
uso de crujientes palancas y pesados troncos de rodaje, que en su
acción desperdigan la corteza, esponjándose algunos
en el camino.
Poleas
dispuestas en asideros próximos multiplicaron la fuerza de
los nervudos brazos, que tiraban con decisión de las
chillonas cuerdas vegetales. Estas no siempre resistieron,
dejando tras su ruptura a más de una viuda y sus
consecuentes huérfanos.
Los menos fuertes pero dotados de mayor agilidad se lanzaban
hacia las cuñas de soporte para cambiarlas constantemente
de lugar, hasta colocar el pesado granito en el taller,
previamente construido en la misma cantera o muy cerca de ella.
Dispuesto en un lugar lo suficientemente plano para movilizar,
con relativa holgura, el bloque obtenido para el
trabajo.
El taller de la preforma
La infraestructura básica para manipular el bloque,
requirió de un área techada.
Recordemos que la región del Diquís es una de las
más lluviosas del país con precipitaciones anuales
que oscilan entre los 3500 a 5000 milímetros . Allí
cae agua durante casi nueve meses al año. Agreguemos
temperaturas de más o menos 30 grados centígrados y
la techada se nos hace indispensable. Además desde
cualquier enfoque, elaborar una escultura monumental no es un
proyecto a
corto plazo.
Si bien aquellos indígenas no inventaron los centros
comerciales tipo "mall" tampoco fueron tan estúpidos como
para dejarse matar por las inclemencias del tiempo antes de
terminar su obra.
Por tanto el taller propuesto esta enclavado en un área
amplia, fresca, ventilada, con buena iluminación y
parcialmente techada con hojas de suita, para proteger a los
trabajadores del fuerte sol y la abundante lluvia.
Afuera el canto de las aves, el
aullar de los congos y algún gruñido de jaguar en
celo, es opacado por el claro murmullo de las aguas de un
río próximo y el canto monótono de los
chamanes.
Dentro del taller podemos ver montones de leña junto a las
fragua, rollos de cuerda, cañerías de bambú,
andamios, palancas, escaleras, tarimas, masas, martillos,
percutores, picas, plantillas de madera, cordeles, guías y
demás herramientas primitivas para dar forma a la esfera
en sus primeras etapas.
Al la sombra de un árbol cercano, el curandero sana las
heridas de un trabajador cuya pierna fue aplastada cuando se
instaló el bloque.
Por aquí y allá hojas de platanillo revoloteadas
por moscas, exhiben la brillantez otorgada por los restos del
almuerzo, engullido minutos antes en tan ecológicos platos
desechables.
Vigiladas por el capataz de la obra se distinguen las
frescas tinajas que resguardan la energética
chicha…
En un ambiente más o menos así se procedió a
labrar la preforma, eliminando primero las irregularidades del
bloque.
Exfoliación del granito
Una propuesta interesante, basada en el hallazgo de "hojuelas de
esfera" es la del uso alternante de fuego y agua en la
elaboración de la preforma.
Calentando y luego enfriando bruscamente la piedra se pueden
provocar desprendimientos de capas en forma convexa.
Repitiendo este procedimiento se
desgajan mantos delgados de roca (como las capas de una cebolla)
hasta lograr un canto rodado de forma cercana a la
culminación esférica.
El procedimiento mencionado se produce gracias a la
foliación o equistocidad, cualidad de algunas rocas
metamórficas (entre ellas los gabros y grano-dioritas),
dada por la disposición de sus materiales en planos
paralelos. Esta disposición o foliación es el
resultado de la reorientación de los minerales que se
colocan en perpendicular a la dirección de la presión.
(Debemos aclarar que la técnica de exfoliación no
se pudo aplicar a las esferas de material calizo.)
En palabras más simples: si el granito presenta
foliación, (capas) entonces puede ser exfoliado (escamado)
para lo cual se calienta una zona del bloque recién
cortado de la cantera. Ya candente la sección de piedra es
enfriada con brusquedad utilizando grandes cantidades de agua
fría. Después el golpe preciso del mazo para
desprender la escama u hojuela de piedra, y luego repetir el
proceso cientos de veces hasta que a fuerza de quitar, el bloque
transmute a una forma de contundencia mas o menos redonda y
así… ¡La preforma ha sido creada!
La preforma
Hemos llegado al mejor momento para trasladar la masa
granítica redondeada, pues al bloque o núcleo de la
esfera, se le ha despojado a estas alturas del proceso laboral,
de una gran parte de material excedente. ¡Muchísimos
kilos de peso muerto ha quedado en el camino!
Por
otra parte, acabar la obra (esto es esferisar por completo la
preforma para luego alisarla y darle pulimento hasta el
preciosismo) en el taller de la cantera, alejado por decenas de
kilómetros de la aldea donde se expondrá,
sería arriesgar la integridad del producto final a
inevitables perjuicios, los cuales habrá de sufrir, en el
largo y abrupto viaje hasta el punto de entrega. La tosca
preforma en cambio, será capaz de soportar con estoicismo
tales injurias.
La proeza descomunal de la mencionada transferencia nos
ocupará una reflexión aparte.
Pero adelantaremos que a partir del logro de la preforma se
realizarán muchos procesos
más: esferizado, alisado, pulido, aplicación (en
algunos casos) de alto y bajo relieve,
pintura, etc.,
los cuales dependerán de la disponibilidad de recursos,
tiempo y fuerza de trabajo.
Talleres de acabado
La esfera básica
Para la realización de las antes mencionadas etapas se
contó con talleres de acabado final, ubicados cerca de los
lugares de entrega.
Allí la imperfecta preforma alcanzará su
óptima esfericidad matemática. Proceso en el cual
entran a escena los artesanos expertos. Armados con guías
precisas y escoplos certeros.
Serán ellos los responsables de la culminación de
un producto denominado "esfera básica" cuya rotunda
geometría deberá extremarse. Mas no
corresponderá a estos primitivos geometras, ulteriores
tratamientos de superficie.
La periferia de la recién terminada "esfera
básica", exhibe ahora su rigurosa perfección
simétrica, dicha perfección parece haber sido el
imperativo categórico de los artesanos "Dikís". Sin
embargo se nota en ella las decisivas huellas del puntual pero
pesado cincel. Su textura es áspera, por tanto irregular.
Esto no impidió considerarla a partir de este instante
como lo que es, un monumento realizado.
Tratamientos de superficie
La esfera fina
La decisión de cuanta fuerza laboral se invertiría
adicionalmente en la esfera básica, fue tomada con
seguridad por
los líderes sociales de los "Dikís": Reyes,
caciques y altos sacerdotes, conforme a los propósitos
específicos destinados para la esfera. El hallazgo de
estos monumentos, en diferentes ambientes sociales y con
distintos acabados de superficie, nos indica que su
utilización fue diversa.
De tal manera, el acabado final de los monumentos se dio en
relación con la importancia dada a los eventos,
posiciones y lugares donde se exhibieron las esferas.
Entre más finamente acabada estuviera la esfera, mayor
valor
confería al lugar de su emplazamiento.
Uno de los grandes problemas
enfrentado por el proyecto del Parque Temático de las
Esferas, es que si bien Lothrop y Stone, dejaron planos del
alineamiento y tamaño de las esferas, no registraron el
material de las mismas, esto es no especificaron cuales eran de
grano-diorita, gabro o arenisca, tampoco nos indican sus grados
de pulimento.
Tratar la superficie de la esfera fue uno de los pasos más
delicados. Requirió de escultores diestros en el picado
fino y una considerable inversión de tiempo y trabajo
(quizás esta fue una de las etapas mas lentas del sumario
total).
El tratamiento de superficie consiste en una faena continua y
estrecha de picar delicadamente sobre la superficie áspera
de la esfera básica, con el propósito de eliminar
las huellas groseras dejadas por las potentes cinceladas de la
etapa anterior.
Alisado y pulido
La esfera preciosa
Dependiendo de las exigencias, reales o sacerdotales, se
procederá o no con las etapas subsiguientes.
Alisar y dar pulimento a una esfera de granito requiere de una
intensiva faena de abrasión, labor por demás lenta
y trabajosa.
Para aminorar la aspereza se eliminarán las huellas del
picado, alisando parcialmente la superficie.
Si la pretensión es una superficie suave y regular, sin
huellas notorias de percusión, se procederá
entonces a un alisado total.
A partir de la obtención de una superficie lisa y no antes
se pueden iniciar los trabajos de pulido, hasta alcanzar la
extensión global, resultando de ello una textura muy fina
al tacto y reluciente a la mirada, donde las huellas del cincel y
la percusión fina desaparecen totalmente. Las materias
primas requeridas, para lograr estos finales procesos, son los
abrasivos como la arena y la roca triturada. Instrumentos de
desbaste fino, piedras pulidoras, cueros, etc. estuvieron
necesariamente involucrados en estas labores.
Alisar y pulir no fue un trabajo de especialistas, pues su
realización no requiere de conocimiento
experto alguno.
Posiblemente esta interminable labor fue realizada por
los hombres, mujeres, ancianos y niños de las aldeas
mismas donde fue entregada la esfera. Quizá, pulir la
esfera, fue parte de cotidianas ceremonias aborígenes, en
las cuales participó la comunidad entera.
Desde la obtención del "núcleo de la esfera" (el
bloque) pasando al desarrollo de la "preforma", de allí a
la obtención geométrica de "la esfera
básica" para convertirla luego de una tupida
percusión escultórica en "la esfera fina", y
después de interminables horas de lijar y bruñir,
se llegó a la culminación de una de las obras
más perfectas legadas por nuestros antepasados: "la esfera
preciosa"
No cabe duda. Aquello fue una gigantesca empresa, digna de
una raza de titanes, pero no imposible para nuestros
aborígenes.
¿Acaso la humanidad, de cualquier tiempo o latitud, ha
renunciado alguna vez a sus locas empresas, por
más absurdas, difíciles o utópicas que estas
parezcan ser?
¿Cómo las
transportaron?
El enorme tamaño y peso de las esferas
monumentales, las grandes distancias entre de los yacimientos de
granito y las poblaciones donde finalmente fueron expuestas y
halladas siglos después.
La abrupta topografía de la región, (cumbres,
valles, barrancos, ríos, canales, pantanos, etc.) Un
clima de altas
temperaturas y aguaceros constantes, sumado al tupido boscaje
primario que reinó en la era prehispánica, nos
dejan perplejos ante la descomunal labor efectuada por los
amerindios "Dikís", al trasladar pesadas esferas de piedra
desde los talleres, emplazados cerca o en las mismas canteras,
hasta los centros ceremoniales y de poder, o bien colocarlas en
sus limites territoriales, cementerios y lugares conmemorativos.
Es evidente: semejante labor sólo pudo haber sido
realizada por una cultura poseedora de una muy alta
organización socio-política.
Un linaje que a fuerza de sobrevivir en el Delta del
Diquís por miles de años, conoció a
perfección su topografía y clima.
Un grupo humano que evolucionó en el lujuriante
trópico de la baja Centro América, en el seno del
cual forjó su arquitectura, política,
filosofía, arte, religión y magia.
Los "Dikís" supieron instituir a una cuantiosa fuerza de
trabajo, la cual se avocó tanto en el traslado como en los
preparativos del terreno para transportar esferas
monumentales.
Proyectaron sus rutas de traslado, abriendo caminos entre la
densa foresta para empedrarlos luego y así soportaran el
flujo del tonelaje trasferido por los senderos.
En muchos casos se debieron ladear peñascos, cruzar
ríos o pantanos, vencer la densa vegetación y a los grandes árboles.
Aun así fueron trasladadas las pesadas bolas a
través de grandes distancias.
Los cilíndricos troncos de los árboles
sacrificados, les sirvieron para movilizarlas donde la
topografía lo permitió.
El antropólogo John Hoopes nos dice que la forma
esférica nació en el Diquís, por la
necesidad de mover grandes pesos, luego las esferas monumentales
fueron trasladadas a lomo de las más pequeñas.
Los expertos concuerdan en que las inmensas bolas fueron
movilizadas en la etapa de preformas, esto es la masa
granítica redondeada, dicho proceso como explicamos en el
capitulo anterior, se realizó cerca o en las canteras
mismas.
Movilizar la masa de granito redondeada, y no la esfera
terminada, permitió operaciones
más o menos bruscas a condición de no dañar
severamente la preforma.
El Delta del Diquís se caracteriza por un sistema de
canales, producto de la confluencia de los ríos Sierpe y
Térraba. Esto lo convierte en una zona especial para la
navegación. Además estos canales están
sometidos a inundaciones periódicas que aumentan su cauce
y profundidad. Sin duda los hacedores de esferas conocieron con
precisión matemática el ritmo de sus ríos,
canales y mareas.
Los "Dikís" transportaron esferas monumentales a la isla
Violines y hasta la isla del Caño a unos 17
kilómetros de la costa, superando el embravecido oleaje y
la boca de los ríos, para adentrase en alta mar con varias
toneladas de peso sobre sus embarcaciones, mismas que
forzosamente debieron estar muy bien diseñadas.
Si esto no los convierte en expertos navegantes, no se
que lo hará.
De tal manera el principal medio para acarrear las pesadas
esferas fue utilizando las rutas fluviales y marítimas.
Pero cualesquiera hubiesen sido los mecanismos de transporte
utilizados por nuestros aborígenes, la presencia antigua
de inmensas esferas intactas en el corazón del Delta del
Diquís, alejado de los yacimientos graníticos,
constata que los operativos de movilización fueron
realizados con gran eficiencia.
¿Qué edad tienen las
esferas?
Las esferas de piedra por si mismas
no pueden ser datadas. No existe ninguna técnica capaz
para determinar de manera incuestionable, la fecha en la cual
fueron labradas.
Su edad se estima por el método
geológico de la estratigrafía y según los
objetos arqueológicos asociados a las zonas donde estas
han sido encontradas.
Es posible fechar su contexto, pero las esferas quedan exentas de
ello.
Las pruebas del
carbono 14,
potasio argón, ni de otros tipos de análisis
radioactivos, son poco fiables para este efecto, pues
podrían darnos la edad de las rocas, pero no el tiempo en
que estas fueron esculpidas.
Los monolitos esféricos se han hallado junto a material
cerámico, con características que permiten a los
arqueólogos fechar los sitios entre 200 y 800 d.C. Y
de aquí hasta un par de siglos antes del contacto español.
Su creación coincide con el surgimiento y desarrollo de
una sociedad cacical altamente organizada. Es lógico
pensar que la confección de esferas empezó en el
momento idóneo, cuando la cultura de los "Dikís" se
encontraba preparada para culminar, sin borrones ni tachaduras,
una de las empresas más sorprendentes de la América
prehispánica.
Sin
Testigos
Una de las investigaciones más aburridas y menos
fructíferas, emprendidas para la elaboración de
este libro, fue la de buscar documentos
antiguos donde estuviesen registradas las incursiones
españolas en la zona del Diquís.
Mi vana esperanza fue la de encontrar alguna extraordinaria
descripción, que mostrara la sorpresa de
los conquistadores españoles al ver de frente tan
impresionantes monumentos redondos, y de paso borrar el nombre de
George P. Chittenden a quien la historia le atribuye ser la
primera persona en ver
estos monolitos (1939), después de permanecer ocultos por
siglos en las entrañas de la densa selva tropical.
Pero ningún conquistador español fue
testigo de la fabricación de esferas, de otra manera
hubiese quedado registro en sus
crónicas. La orden real los exigía a reconocer
todo, a saquear todo, a exterminar todo etc. sin olvidar el
debido registro de los sucesos.
Sin embargo no encontramos referencias de las esferas
del Diquís en sus memorias.
¡Ni siquiera fueron vistas!
Juan Vásquez de Coronado estuvo en el área
de Diquís en 1563. En una extensa carta enviada al
rey Felipe, con fecha del 2 de julio del mismo año,
describe la zona, los habitantes, las cantidades de oro
colectadas y otras posibles de adquirir. Narra batallas y
alianzas, la forma de vida de los aborígenes Coctos en la
península de Osa, de los Turucacas del Diquís y de
los Quepos más al norte. Ni una palabra referente a
esferas de piedra ni a nada parecido.
Si Vásquez de Coronado las vio, y se hizo el
desentendido. -No fuera ser que el rey o su séquito
eclesiástico le ordenaran investigar tan notable asunto,
privándolo de ulteriores botines de conquista–
jamás lo sabremos. Lo que sí sabemos es que los
Quepos, Coctos ni los Turucacas fueron hacedores de esferas.
Estos grupos amerindios, muy posteriores a los
"Dikís" jamás intentaron siquiera duplicar los
mencionados monolitos esféricos. Aparentemente el
método de fabricarlas se perdió con la cultura que
las hizo.
Guayabo de Turrialba, uno de los más importantes
sitios arqueológicos del país fue abandonado por
sus pobladores 100 años antes de la llegada de los
españoles. Su nombre también se esfumó con
ellos. Parece ser que nuestros enigmáticos "Dikís"
desaparecieron mucho antes de esa datación.
Si tomamos en cuenta la gran cantidad de años
transcurridos entre la fabricación de las primeras esferas
y el contacto español, sumando el hecho de que ninguna
cultura prehispánica costarricense desarrolló
escritura alfabética alguna, (nuestros petroglifos aun no
han sido descifrados) y agregando encima la pérdida
rotunda de cualquier tradición oral de nuestros actuales
aborígenes con respecto a las esferas, pues ningún
grupo cercano al Delta del Diquís: Bribrís,
Cabécares, Térrabas, Guaymíes y
principalmente Borucas, (los más cercanos a la
región) conservan una sola leyenda que haga mención
directa a las esferas de piedra. -Sobra mencionar que ninguno de
estos grupos étnicos fabricó esferas de piedra-
Tendremos con ello mas de una razón de peso para
justificar la causa por la cual el nombre propio de los
artífices de las esferas se diluyó hasta
desaparecer por completo de la memoria de
los pueblos.
Esto nos hace deducir que los "Dikís" son
más antiguos de lo querido y su desaparición se dio
varios siglos antes del arribo español.
Cronología de las incursiones españolas
a la zona del Diquís
El primer registro data de 1516. Hernán Ponce y
Bartolomé Hurtado partieron de la península de
Asuero en Panamá
hasta las costas del Delta.
Existen escasos registros de ese
osado viaje. La causa de esto es simple. Pocos sobrevivieron.
El registro describe de manera escueta a la tribu de los
Chiuchires que habitaron las costas de Golfo Dulce en la
Península de Osa, pero se presta mucha atención a los ornamentos de oro exhibidos
por los salvajes
En 1520 Gaspar de Espinoza y Francisco Pizarro, atraídos
por el oro del Diquís, navegan en su búsqueda, sin
embargo (según los registros) logran llegar hasta punta
Burica, en la actual frontera con
Panamá
En 1522 Gil González Dávila junto a su piloto
Andrés Niño, navegó desde el Golfo de
Chiriquí hasta el mismo Delta del Diquís. Con un
grupo de exploradores, Gil González marchó por
tierra hasta
la zona conocida hoy con el nombre de Palmar, no sin antes tomar
por asalto la villa del cacique Coto ubicada en las
cercanías del río que hoy lleva su nombre.
En 1563 Juan Vásquez de Coronado saqueó poblados
indígenas en la misma zona, varios documentos describen
con detalle su expedición de los cuales hice
mención al principio del presente artículo. En
dichos documentos la región del Diquís es nombrada
como provincia de Turucaca.
Cuarenta y siete años de incursiones y saqueos. Ninguna
expedición registra un solo encuentro con esferas.
La única turbia referencia española que
logré encontrar, fue en los anales sur-americanos de 1560.
En ella el colonizador del Perú, dicta al escriba sus
crónicas: "Escuché que los altos señores de
este imperio se reúnen cada cuatro años en el
país de las bolas donde al parecer reciben concejos de
grandes sabios"
Algunos creen que el "País de las Bolas" hace referencia
al mismo Delta del Diquís y los megalitos esféricos
sirvieron (entre otras cosas) para dar identidad a esta
región.
Es sorprende. Desde la llegada de los conquistadores en 1502
hasta la devastación de la selva en las llanuras aluviales
del Diquís, por parte de la compañía
bananera en1939, las esferas de piedra permanecieron ocultas al
ojo del hombre blanco
por cuatrocientos treinta y siete
años.
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