Árbol de la esperanza: Antología de décimas hispanoamericanas (página 4)
mucho reír, mucho hablar.
Sin embargo, estoy contento;
esta vida a la ventura
me ha dejado una frescura
de niño desnudo al viento.
Sólo yo sé cómo siento
la belleza universal:
el oro, rosa y cristal
que arma la aurora al nacer,
y el talle de una mujer,
todo el bien y todo el mal.
ULTIMA
Quisiérame yo olvidar
de todo lo que viví,
de cuanta cosa escribí,
para volver a empezar.
Y entonces balbucear
una canción nunca oída,
primordial, indefinida,
inocente, incoercible
y sin título posible.
Pero se acaba la vida.
ALFONSO
REYES
(Monterrey, Nuevo León, México,
1889-1959). Uno de los más grandes humanistas y
polígrafos de
América.
No fue un poeta común y si bien restituyó a la
décima su carácter culto, asimiló elementos
del habla popular, elaboró fragmentos completamente
asonantados y de diferentes metros, conformó
acrósticos, encabalgó versos, etc.
Conocedor de la gran literatura peninsular
–a la que también le deben mucho sus textos-, Reyes
revitalizó la espinela y la dotó de nuevos aires, a
pesar de que sus mejores poemas no
fueron escritos en esta estrofa y de que las obras ocasionales
tengan gran peso en su vasta labor poética.
Como todo creador verdadero fue más allá del
esquema tradicional de la décima y se adentró en el
metro endecasílabo como sucede en Balada de los amigos
muertos", que finaliza con un cuarteto inesperado, o se
permitió jugar con las rimas, alternándolas con
gracia como en "A don Juan Manuel Villarreal", texto que
posee doce versos, y en Voto", escrita en Madrid en mayo
de 1917, la que, además, nos da la idea de cierta manera
de rimar en la redondilla inicial, utilizada en varias
composiciones suyas como son "Las quejas" (estrofa V), "Muchacha
con un loro al hombro" y "Para agradecer a Bernardo Ortiz de
Montellano su Primero sueño", entre otras.
Entendido en el arte de la glosa,
tal como ocurre en su texto "Glosa de mi tierra", en la
que el poeta nos presenta el paisaje de México entre
sedientas granadas, higueras y amapolas, y las urracas que
festejan el renacimiento
del día como atributos del suelo natal, reverenciado
tantas veces por él, y por eternas plumas precedentes,
Reyes es un decimista imprescindible en la historia
hispanoamericana de la estrofa.
Obra: Cartones de Madrid (1917); Visión de
Anáhuac (1917); El suicida (1917); El
cazador (1921); Cuestiones gongorinas (1927);
Simpatías y diferencias (1921-1926);
Homilía por la cultura (1938);
Capítulos de literatura española (1939 y
1945); Letras de la Nueva España (1948); La
antigua retórica (1942); Última Tule
(1942); El deslinde (1944); La crítica
en la Edad Ateniense (1945); Junta de sombras
(1949); Tentativas y orientaciones (1944); Norte y
Sur (1945); La X en la frente (1952);
Marginalia (1952); Discurso por Virgilio
(1931); Ifigenia cruel (1924).
LA DÉCIMA
Copla del campo americano
Para un homenaje a Espinel
Toque-taque, toque-taca
por nuestras tierras de sol:
octosílabo español
en el trote de la jaca.
La guitarra el pecho saca,
la espuela es un cascabel;
brota del suelo un laurel,
dibuja el machete un tajo,
y América corta un gajo
para Vicente Espinel.
GLOSA DE MI TIERRA
Amapolita morada
del Valle donde nací:
si no estás enamorada,
enamórate de mí.
I
Aduerma el rojo clavel
o el blanco jazmín las sienes;
que el cardo es sólo desdenes,
y sólo furia el laurel.
Dé el bonacillo su miel,
y la naranja rugada
y la sedienta granada
zumo y sangre –oro y rubí;
que yo te prefiero a ti,
amapolita morada.
II
Al pie de la higuera hojosa
tiende el manto la alfombrilla;
crecen la anacua sencilla
y la cortesana rosa;
donde no la mariposa,
tornasola el colibrí.
Pero te prefiero a ti,
de quien la mano se aleja:
vaso en que duerme la queja
del Valle donde nací.
III
Cuando, al renacer el día
y al despertar de la siesta,
hacen las urracas fiesta
y salvas de gritería,
¿por qué, amapola, tan
fría,
o tan pura, o tan callada?
¿Por qué, sin decirme nada,
me infundes un ansia incierta
-copa exhausta, mano abierta-
si no estás enamorada.
IV
¿Nacerán estrellas de oro
de tu cáliz tremulento
-norma para el pensamiento
o bujeta para el lloro?
No vale un canto sonoro
el silencio que te oí.
Apurando estoy en ti
cuánto la música yerra.
Amapola de mi tierra:
enamórate de mí.
LAS QUEJAS
Sátira de los expatriados
-Quéjome, España, de
ti.
-¿De mí, Coridón, por
qué?
–Tiempo ha que desembarqué,
y nunca he cobrado aquí
lo que en mis playas dejé.
-¡Ay Coridón, Coridón,
que en el lejano Catay
buscas lo que sólo hay
adentro del corazón!
-Y porque alejas de mí
a la dama que soñé:
que ni sus muros salté,
ni por sus trenzas subí
hasta el balcón de su fe.
-¡Ay Coridón, Coridón!
Tardado has trescientos años:
con la dama no hay engaños,
¡y habrá cerrado el
balcón!
-Quéjome, España, de ti.
-¿De mí, Coridón, por
qué?
-Con tus amores pequé,
con tu Dios me arrepentí,
y con todos me engañé.
-¡Ay Coridón, Coridón!
No sabes lo que te dices:
reincidencias y deslices
las flores del alma son.
-Y porque apenas bebí
tus soleras y probé
tus manteles, y tal fue
mi desazón, que me vi
como el patriarca Noé.
-¡Ay Coridón, Coridón!
Risa me inspiran tus llantos,
cuando duelos y quebrantos
son mi ordinaria ración.
-Quéjome, España, de ti.
-¿De mí, Coridón, por
qué?
-Con tu orgullo me encendí,
con tu humildad me quemé:
cenizas soy del que fui.
-¡Ay Coridón, Coridón!
Claro está que no me amas:
no sabes lo que son llamas
y arder con resignación.
No sabe, no, lo que son,
cuando a llorarlo se atreve,
ni las lagas del tizón,
ni las llagas de la nieve
que afligen mi corazón.
Me acusa con intención
cada vez que lo interrogo;
pero ¿y las penas que ahogo,
las conoce Coridón?
A LOS AMIGOS MOZOS
Saber, amigos, pretendo,
ya que me premiáis así,
¿Qué mérito halláis
en mí
porque voy envejeciendo?
Mas, si envejecí, ya entiendo
el premio que he merecido:
bastante causa ha tenido,
amigos, vuestro favor,
pues el mérito mayor
del viejo es haber vivido.
Sólo quisiera entender,
para aliviar mis recelos
-dejando a una parte, oh cielos,
la virtud de envejecer-,
¿qué más pude merecer
para contentaros más?
¿No envejecen los demás?
Pues muchos hay que merecen
más triunfos cuando envejecen,
y queme dejan atrás.
Sois poetas, tenéis alas,
aunque de distinta pluma;
sabios, filósofos, suma
de las más preciosas galas.
¿Qué cohetes, qué
bengalas
arden y suben así?
¿Qué mentido zahorí
puede opacar vuestras luces?
Me pregunto, y me hago cruces,
¿pues qué festejáis en
mí?
Cede y se arruga la piel
de las mujeres más bellas,
y las llamadas estrellas
sólo emulan al clavel
gracias al docto pincel.
Mas de vosotros oí
que vencéis los años y
que atravesáis las edades.
Sepa yo entonces, cofrades,
¿pues qué festejáis en
mí?
Necio el magnate si aspira
a los lauros de la fama,
pues ¡adiós a su soflama
en cuanto la pata estira!
Vosotros no, que la pira
superáis, vosotros sí
que valéis un Potosí
y pisáis terreno firme.
Queréis, entonces, decirme
¿pues qué festejáis en
mí?
No cualquier menguado enhebra
razones y ata y desata
conceptos de oro y de plata
que la admiración celebra.
Que ni la pintada cebra
ni el ardiente colibrí
fueran tan hermosos, si
vuestra voz no la propaga.
Juventud que así me halaga
¿pues qué festejáis en
mí?
Pero ¡silencio, atención!
Ya descubrí la charada:
que nadie me diga nada,
ya di con la solución.
Festejáis la vocación,
trazada en surco derecho,
y hasta la imagen, sospecho,
aunque en vil caricatura,
de una vida que perdura
sin dar asilo al despecho.
JORGE
GUILLÉN
(Valladolid, España, 1893- Málaga, 1984). Poeta
y crítico literario español, miembro de la
generación del 27. Recibió el premio literario
Bennet Award en Nueva York y el Premio Cer-vantes en 1976.
Entre los dictados de la tradición de la poesía
española y las vanguardias, la poesía de Jorge
Guillén es una de las más significativas de la
lengua. Poeta
muy preocupado por el mundo de las formas y las sonoridades, y
por la corrección de la expresión, publicó
algunas décimas donde son plausibles el desvelo por el
empleo de la palabra precisa y el cuidado formal, en
correspondencia con el resto de su poética.
Obra: Cántico (1928, 1936, 1945 y 1950),
Maremágnum (1957), … Que van a dar en la
mar (1960), A la altura de las circunstancias
(1963), Homenaje (1967), Aire nuestro (1968) y
Final (1982).
LA ROSA
A Juan Ramón
Jiménez
Yo vi la rosa: clausura
Primera de la armonía,
Tranquilamente futura.
Su perfección sin porfía
Serenaba al ruiseñor,
Cruel en el esplendor
Espiral del gorgorito.
Y el aire ciñó el espacio
Con plenitud de palacio
Y fue ya imposible el grito.
BELLA ADREDE
Sobre el hombro solitario,
Tal ligero de tan duro,
(mira a la aurora en apuro,
Fuga del lirio precario)
Guarda luces de un acuario,
(Feria marina en el cielo)
Ardua para el fiel desvelo,
Galatea, bella adrede.
(mira a la aurora. Ya cede
Lirios al mar paralelo.)
VERDE HACIA UN RIO
Pasa cerca, le adivino.
Con él cantan, y en follajes
Aún más sonoros -¡no
bajes
De prisa!- pero sin trino,
Los pájaros. Es más fino
Su gorjeo infuso en masa
Vegetal. ¿Quién acompasa
La dicha? Desciende el monte
Muy despacio. Ven. Disponte
Ya a lo mejor. Cerca pasa.
PERFECCION
Queda curvo el firmamento,
Compacto azul, sobre el día.
Es el redondeamiento
Del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula. Reposa,
Central sin querer, la rosa,
A un sol en cenit sujeta.
Y tanto se da el presente
Que el pie caminante siente
La integridad del planeta.
CLARA NOTICIA
Para Dámaso
Todos lo crean: las hojas
En el árbol y en el seto,
Esas moradas y rojas
Florecillas –tan concreto
Lo más puro- sobre hierba,
La penumbra que reserva
Sol ya azul en su retiro.
Mayo, sin verdad, su bien
Regalan amor. -¿A quién?
–Universo hacia
suspiro.
PENURIA
Pastan rebaños de ovejas
Por los montes del invierno,
Futuro el verde más tierno,
Y hasta las amas son viejas
En chopos de río. Tejas
Cubren adobes ahora
Sin ese matiz que dora
La tarde larga. Conduce
Todo hacia el sueño y su cruce:
Nada con noche incolora.
DANZA DE LOTOS
(Opera, Pekín)
Invisible poderío
Transporta doncellas, nueve,
Que resbalando con leve,
Leve desliz son un río,
O sus juncos, son rocío
De iniciación a temprana
Frescura, son esa gana
De respirar entre lotos
De paraísos remotos
Que están ahí: la
mañana.
ENLACE
Siento sed. Mi boca busca
Con una tensión de urgencia
Límpida corriente brusca,
Frescor en su violencia
Que ahonde hasta la raíz
Del ser. Soy así feliz
– Y con hambre. Necesito
Mundo, lo otro, mi pan,
Tantas cosas que ya están
Tendiendo hacia mí su grito.
TIEMPO ANTIGUO
(Aigua Xellida, Ampurdán)
La costa se curva en cala
Donde el mar se transparenta
Verde o casi azul con lenta
Fluctuación que resbala
Casi lisa. Llegando a la
Linde, corte de la roca,
Pinos hay que nunca toca
Pero atiende el oleaje.
(No, nadie fue aquí salvaje.
Brisa es luz hasta en la boca.)
DIA DE TRABAJO
Sensación de madrugada.
Debe de llover. Un ruido
También golpea mi oído,
Que ayuda a crear -la almohada
Lo está sintiendo en mi frente-
Una imagen de ese ambiente
De amanecer sin aurora.
El día es mandado obrero
Que afronta a la fuerza un
mero
Mundo sin sol y labora.
MANUEL NAVARRO
LUNA
(Matanzas, Cuba, 1894- La Habana, 1966).
Poeta.
Al decir de Virgilio López Lemus: En 1951 aparece
"Doña Martina", singular elegía en décimas
de Manuel Navarro Luna, con la que continúa la
tradición del canto élego en décimas, esta
vez en su momento pinacular, pues el conjunto de "Doña
Martina" sigue siendo la mejor elegía que en esta estrofa
se haya escrito en Cuba. No es oportuno citar aparte una de las
veinticuatro décimas que forman este canto, pues el
conjunto les da su realce y su valía.
Obra: Ritmos dolientes (1919); Corazón
adentro (1922); Siluetas aldeanas por Mongo Paneque
(1925); Refugio. Poemas. (1927); Surco (1928);
Cartas de la ciénaga por Mongo Paneque (1930);
Pulso y Onda (1932); Pulso y Onda (1939);
Poemas mambises (1935); La tierra herida
(1936); Doña Martina (1952); Poemas
(1963); Manuel Navarro Luna (Antología)
(1973).
DOÑA MARTINA
La luz mía, pura y tierna,
más de cien años brilló.
Como era una madre, yo
llegué a pensar que era eterna.
La sombra que nos gobierna
desde su sombra infinita,
un luminar necesita
para la muerte
alumbrar.
¡y ya tiene el luminar
de mi dulce viejecita!
Quien ilumina la vida
puede iluminar la muerte,
porque, al cabo, se convierte
en luz. La estrella perdida,
aun lastimada y herida
de su luz, constante y bella,
y nada alumbra como ella
los caminos de la cruz,
porque tan sólo de luz
está formada la estrella.
Llegué a pensar: si ella ha sido
cien años de luz, quizás
pueda vivir mucho más
de lo que hasta aquí ha vivido.
Porque quien así ha podido
tan larga vida vivir.
¡oh muerte, debe seguir.
con su lámpara encendida,
iluminando la vida
sin cansarse de morir.!
Acariciándola un día
sentí que su ancianidad
en piedra de eternidad
y de luz se convertía.
¡Qué alegría, qué
alegría
mi espíritu traspasó.!
¡Pero después que murió,
y ahora que ya no la veo,
nadie ha llorado –yo creo-
como estoy llorando yo!
II
Vivió cien años porque era
generosa cual ninguna.
De Doña Martina Luna,
como de la primavera,
puedes decir: ¡qué manera
de dar luz y de dar flor!
Todo lo que hace el amor
Doña Martina lo hizo
porque jamás ella quiso
dejar de hacer lo mejor.
Limpia, pura, trabajada
como una piedra de río,
cuando hizo dolor o frío
en la doliente barriada,
nunca faltó su mirada
de misericordia llena.
Allí donde era la pena
de los pobres, más brutal,
ella era siempre puntual
como agua de yerba buena.
Por los años sacudido
aquel noble corazón,
en cada nueva estación
estaba más florecido.
En la luz, firme y erguido
por el amor absoluto.
No dejó un solo minuto
de florecer y brillar,
ni en cada rama de dar
luz y trino, flor y fruto.
Ni un día, ni un solo día
de esperarme ella dejó
en su puerta, y siempre yo
parada, allí, la veía.
Al llegar, me sonreía
como ramita despierta.
¡Ya está muerta.ya está
muerta
mi viejecita adorada,
y sigue, sigue parada
esperándome, en su puerta.
III
En el barrio, su escuelita
era como una lección,
era como el corazón
de la heroica viejecita.
Aquella luz infinita
que irradiaba su bondad,
¡con qué limpia claridad
iluminaba la escuela
donde enseñaba una abuela
una inefable verdad!
En su regazo de perla
-¡luz de celestes armiños!-
viéndola siempre, los niños
no se cansaban de verla.
Tan dulce, que, por tenerla
cerca de ellos, y sentir
su dulzura, su latir
en milagrosos derroches,
se quedaban, muchas noches,
en la escuelita a dormir.
Toda la vida enseñando
a los niños a
leer,
la maestra llegó a ser
cual otro niño. Tan blando
fue su regazo, que cuando
la llevamos a enterrar,
yo vi a los niños llorar
a la maestra ancianita
cual se llora a una hermanita,
a una hermanita sin par.
En al mísera barriada
su escuela fue como
un templo
de gracia y luz: un ejemplo
de ternura iluminada.
Era como una mirada
hacia otro mundo mejor:
Un celeste resplandor
que aun apagado ilumina.
¡Cómo que es Doña Martina
que sigue enseñando amor!
IV
Ella me enseñó a leer
como ella enseñar sabía:
regalando la alegría
luminosa de su ser.
Era, más que una mujer,
un ala maravillosa;
el alero de una rosa
prendida en el arquitrabe
de la ternura. ¡Quién sabe
qué celeste mariposa!
La debo cuanto yo soy
si es que soy algo; le debo
hasta la luz que me llevo
de la luz en donde estoy.
Si pronto de aquí me voy
me iré con firme pisada,
y no será la jornada
tan difícil de seguir,
pues me queda por morir,
en realidad, casi nada.
Ha muerto lo que tenía
que morir, muriendo ella.
Ahora yo voy a la estrella
que hacia su seno me guía.
El dolor y la alegría
del mundo, quedan atrás.
¡Ya no ha de brillar jamás
la que cien años brilló!
¿Si tanto me acompañó.
no debo llorarla más?
¡Este dolor si es dolor.
pero en ti, muerte, no creo,
pues ahora que no la veo
yo la estoy viendo mejor!
En el pecho en que hay amor
no hay muerte. Para el que ama
el amor su pura rama
en estrella la convierte
y hasta con la misma muerte
después aviva su llama.
V
Debo estar agradecido
a mi madre, que vivió
más de cien años, y no
tuvo, al morir, un gemido.
Su rostro, de luz ungido,
en su ataúd sonreía.
¡Yo no sé lo que tenía
mi madre en la excelsitud
de la muerte: Su ataúd
con ella resplandecía!
¡Qué generosa mujer.!
¡Qué generosa y qué
buena!
Era toda de azucena
y toda de amanecer.
Por ser quien era; por ser
una madre, se esforzó
en vivir lo que vivió;
porque quiso acompañarme,
toda la vida, sin darme
lo que su muerte me dio.
Se fue quedando dormida
como se duerme una flor.
Si el más leve dolor
se fue apagando su vida.
No estaba enferma, ni herida
tampoco por el quebranto.
Y yo, que la amaba tanto
y ya muerta la veía.
no la lloraba.¡tenía
los ojos secos, sin llanto!
En su luz de primavera,
como era una madre fuerte,
escogió la mejor muerte
para que yo no sufriera.
Muerte de luz verdadera;
muerte para no llorar;
muerte sólo para andar
el camino que me cuadre,
donde, sin muerte, mi madre
yo sé que me ha de esperar!
VI
Como estaba acostumbrado
a verla todos los días.
a renovar alegrías
y esperanzas a su lado.
ahora, a veces, olvidado
de que ya en casa no está,
salgo a verla, y cuando ya
voy a trasponer su puerta.
¡vuelvo a saber que está muerta
y que verme no podrá.!
¡Con este dolor tan fuerte
que con su muerte me queda,
no, no es posible que pueda
acostumbrarme a su muerte!
¡Yo espero que ella despierte
en las sombras, algún día!
¡No importa que a esta agonía
que en mi garganta se anuda
responda la sombra muda
sobre su estancia vacía!
El que a su madre ha perdido
y la ha podido olvidar,
me debe ¡oh muerte!, enseñar
cómo se aprende el olvido.
Pues mi pecho es el latido,
puro y total, de su pecho;
aun desgarrado y deshecho
su corazón en la sombra.
yo siento que ella me nombra
de la sombra en cada trecho.
A la certidumbre asido
de que ella no iba a morir…
ahora no sé si vivir
en este andar sin sentido.
Soy como un mástil herido
sobre la cruz de una estrella.
Y en la luz, que amor destella,
hablo, pero no soy yo…
¡Morí cuando ella murió
y me enterraron con ella!
ANDRES ELOY
BLANCO
(Cumaná, Sucre, Venezuela,
1896, Ciudad de México, 1955). Poeta, narrador,
dramaturgo, biógrafo, orador y ensayista. Ocupó el
cargo de Ministro de Relaciones Exteriores durante la presidencia
del escritor Rómulo Gallegos.
Obtuvo el primer premio del Concurso Hispanoamericano de
Poesía convocado por la Real Academia Española en
1923.
Al decir del poeta colombiano Eduardo Carranza «Se entra
en la obra de Andrés Eloy Blanco como en una selva sonora
llena de deslumbramientos metafóricos. Vuelan rutilantes
imágenes y suena, a lo lejos, el mar de occidente. [.] su
poesía se caracteriza por su viril entonación, por
su dorado optimismo, por su joven gallardía, por su
fragancia y arrogancia. Hay en Andrés Eloy un épico
insigne que no alcanza a hogar el excelente lírico que en
él mismo habita.»
Y, el Poeta Nacional de Cuba, Nicolás Guillén,
señaló: «Sobre todas las cosas, poeta. Poeta
de su tierra y de su tiempo. Porque en Andrés Eloy la
poesía es una naturaleza
profunda, un modo de vida único y diverso.»
Obra: Tierras que me oyeron (1921); El Cristo de
las violetas (1925); Malvina recobrada (1931); Poda
(1934); La aeroplana clueca (1921-1928) (1935); El
pie de la Virgen (1937); Abigaíl (1937);
Barco de piedra (1937); Baedeker 2000 (1938);
La Juambimbada (1941-1944); Navegación de
altura (1941); Reloj de piedra (1943-1945);
Vargas, albacea de la angustia (1947); Los muertos
las prefieren negras (1950); El árbol de la noche
alegre (1950); Giraluna (1955).
LA MUSA POPULAR DESPIDE A FRANCISCO PIMENTEL
(JOB PIM)
«Te llevas la gracia
mía,
cajón de mi mala suerte,
y al recibirla, la muerte
se alegra con tu
alegría»
Piragua de los espantos,
canoa de la desgracia,
cajón de llevar la gracia
del mundo a los camposantos
y la gracia de los Santos
y la del Ave María,
e inconforme todavía
con la gracia que te alegra,
caja negra, caja negra,
te llevas la gracia mía.
Nunca llevó mejor carga,
ni patrón de más donaire,
ni mejor vela en el aire,
la navegación amarga;
fondeaderos de descarga
se aboyarán para verte
y en la playa de acogerte
vaciará tu cargamento
la sal de mi sentimiento,
cajón de mi mala suerte.
Yo le sembré los luceros
que en el corazón tenía
y era bueno como el día
de soltar los prisioneros;
se alegran los carceleros
con su gracia clara y fuerte,
la queja que el preso vierte
se devuelve al escucharlo;
se alegró la vida al darlo
y al recibirlo, la muerte.
Francisco: los «cuatro» mudos
cuelgan del jobo sin aves
saltó al bordón de tus graves
la prima de tus agudos;
y en los últimos saludos
la voz de la tierra
mía
pinta de noche sin día
su tapia sin trinitaria,
mientras la muerte sortaria
se alegra con tu alegría.
PALABREO DE LA MUERTE DE JOSÉ
MARTÍ
«Yo pienso cuando me alegro
como un escolar sencillo,
en el canario amarillo
que tiene el ojo tan negro»
Es preferible a pensar
quedarse sin pensamiento,
si el pensar es condimento
de un modo de agonizar;
la alegría es un altar
y en sus oficios integro
al pajarillo ojinegro
con tu palabra de alpiste;
yo no quiero pensar tiste,
yo pienso cuando me alegro.
Cuando habla de tiranía,
tu voz, Apóstol y Padre,
carga espina que taladre
tu globo de melodía,
pero, ante que pase un día
con el alma en cabestrillo,
enfermera y lazarillo,
tu alegre voz se levanta
y el alma retoza y canta
como un escolar sencillo.
Tú de tu Isla tomabas
pesares y alegrías;
y el morir que le ofrecías,
y el vivir que le dejabas;
y el canto con que cantabas
de la palma el estribillo,
del sol caribe el cintillo
en las maniguas agrestes,
dejó rumbitas celestes
en el canario amarillo.
No pensar: llanto estrellado
en el ojo de la Noche;
morir tú, sin el reproche
de no pensar lo soñado;
decir salvando y salvado:
-Tanto sufro, tanto alegro-,
y en el póstumo reintegro
llevarte, en el sueño mismo
la noche del despotismo
que tiene el ojo tan negro.
NICOLÁS
GUILLÉN
(Camaguey, Cuba, 1902 – La Habana, 1989). Fue
considerado como el Poeta Nacional de Cuba.
Según el crítico Virgilio López Lemus:
"Entre los poemas antológicos de la obra guilleniana,
algunos están escritos en décimas, como sus famosos
"Un largo lagarto verde" y la "Glosa" de tema amoroso. La
décima de Guillén es multitemática, y lo
mismo la encontramos en la clásica tradición
descriptivista del paisaje cubano, como en el amor, la
sátira política, y en
variadas ocasiones no teme convocar al mejor repentismo…"
En el prólogo a El libro de las
décimas, Ángel Augier –el mayor
estudioso de la obra de Guillén- escribió lo
siguiente: "En definitiva cada composición, cada estrofa
[…] constituyen un testimonio más del genio
poético de Guillén, donde el talento colectivo y el
personal se
han consustanciado para ofrecernos el goce de la obra
artística plena, cuyo acento nacional alcanza el
difícil brillo de la universalidad. "
Obra. Motivos de son (1930); Sóngoro
Cosongo. Poemas mulatos (1934); Claudio José
Domínguez Brindis de Salas, el rey de las octavas. Apuntes
biográficos (1935); Cantos para soldados y sones
para turistas (1937); España. Poema en cuatro
angustias y una esperanza (1937); Estampa de Lino
Dou (1944); El son entero. Suma poética.
1929-1946 (1947); Elegía a Jacques Roumain en el cielo
de Haití (1948) Versos negros (1950);
Elegía a Jesús Menéndez (1951);
Elegía cubana (1952); La paloma de vuelo
popular (1958); Buenos días, Fidel (1959);
Sus mejores poemas (1959);¿Puedes?
(1960); Canción puertorriqueña (1961);
Los mejores versos de Nicolás Guillén
(1961); Balada (1962); Poesías (1962);
Prosa de prisa (1962); Antología mayor
(1964); Poemas de amor (1964); Tengo (1964);
Che Comandante (1967); El Gran Zoo (1967);
Poemas para el Che (1968); Cuatro canciones para el
Che. (1969); Antología clave (1971);
Cuba: amor y revolución. (1972); El diario que
a diario (1972); Obra poética. 1920-1972
(1972-1973); La rueda dentada (1974); El
corazón con que vivo (1975); El libro de las
décimas (1984); El libro de los sonetos
(1984).
GLOSA
No sé si me olvidarás
yo sólo sé que te vas,
ni si es amor este miedo:
yo sólo sé que me quedo.
Andrés Eloy Blanco
1
Como la espuma sutil
en que el mar muere deshecho,
cuando roto el verde pecho
se desangra en el cantil.
No servido, sí servil,
sirvo a tu orgullo no más,
y aunque la muerte me das,
ya me ganes o me pierdas,
sin saber si me recuerdas
no sé si me olvidarás.
2
Flor que sólo una mañana
duraste en mi huerto amado,
del sol herido y quemado
tu cuello de porcelana:
quiso en vano mi ansia vana
taparte el sol con un dedo;
hoy así a la angustia cedo
y al miedo, la frente mustia…
No sé si es odio esta angustia,
ni si es amor este miedo.
3
Qué largo camino anduve
para llegar hasta ti,
y qué remota te vi
cuando junto a mí te tuve!
Estrella, celaje, nube,
ave de pluma fugaz,
ahora que estoy donde estás
te deshaces sombra helada:
yo no quiero saber nada;
yo sólo sé que te vas.
4
¡Adiós! En la noche inmensa
y en alas del viento blando,
veré tu barca bogando,
la vela impoluta y tensa.
Herida el alma y suspensa
te seguiré, si es que puedo;
y aunque iluso me concedo
la esperanza de alcanzarte,
ante esa vela que parte,
yo sólo sé que me quedo.
DECIMAS EN LA ELEGÍA CAMAGÜEYANA
Clavel de la madrugada,
el del celeste arrebol,
ya quema el fuego del sol
tu gran colora pintada.
Mi bandurria desvelada,
espejo en que yo me miro,
desde el humilde retiro
de la ciudad que despierta,
al recordar a mi muerta
se me rompe en un suspiro.
Aquí estoy, ¡oh tierra mía!
en tus calles empedradas,
donde de niño, en bandadas
con otros niños, corría.
¡Puñal de melancolía
este que me va a matar,
pues si alcancé a regresar,
me siento, desde que vine,
como en la sala de un cine,
viendo mi vida pasar.
Mi madre está en la ventana
de mi casa cuando llego;
ella, que fue llanto y ruego,
cuando partí una mañana.
De su cabellera cana
toma ejemplo el algodón,
y de sus ojos, que son
ojos de suave paloma,
latiendo de nuevo, toma
nueva luz mi corazón.
LUIS
CERNUDA
(Sevilla, España, 1902- Ciudad México, 1963).
Poeta y ensayista. Miembro de la generación del 27
española. Su creación en décimas,
inseparable de la totalidad que es la obra del gran poeta
sevillano, acoge los mismos temas y preocupaciones de la
trayectoria lírica cernudiana: las pasiones y miserias
humanas, la soledad ancestral del hombre, el
abandono, la búsqueda del placer, el goce de los sentidos.
Amor y muerte, paisaje, belleza, sueños, irradiación y desaliento, recorren las
pulidas estrofas octosílabas incluidas en la primera
sección de La realidad y el deseo, muestra del
conocimiento y
el dominio de la
métrica tradicional y de la estrecha relación de
esta poética con las de su generación, aunque
Cernuda es –junto a Lorca- quizá el poeta
español de mayores resonancias, y uno de los menos
apegados al gran discurso de su
país.
Obra: Perfil del aire (1927); Un río, un
amor (1929), Los placeres prohibidos (1931),
Donde habite el olvido (1934); La realidad y el
deseo (1940); Ocnos (1942); Variaciones sobre
tema mexicano (1950); Desolación de la Quimera
(1960).
I
Urbano y dulce revuelo
suscitando fresca brisa
para sazón de sonrisa
que agosta el ardor del suelo;
pues si aquel mudo señuelo
es caña y papel, pasivo
al curvo desmayo estivo,
aun queda, brusca delicia,
la que abre tu caricia
oh ventilador cautivo.
IV
Morir cotidiano, undoso
entre sábanas de espuma;
almohada, alas de pluma
de los hombros en reposo.
Un abismo deleitoso
cede; lo incierto presente
a quien con el cuerpo ausente
en contraluces pasea.
Al blando lecho rodea
ébano en sombra luciente.
VI
¿Dónde huir? Tibio vacío,
ingrávida somnolencia
retiene aquí mi presencia,
toda moroso albedrío,
en este salón tan frío,
reino del tiempo
tirano.
¿De qué nos sirvió el verano,
oh ruiseñor en la nieve,
si solo un orbe tan breve
ciñe al soñador en vano?
IX
El fresco verano llena
andaluzas soledades;
no acercarán amistades
la tierna imagen ajena.
Visos y dejos de pena
el agua me
robaría;
que la desdicha sonría
hasta que el viento la lleve.
Y en un molino de nieve
levanto una nevería.
XI
Es la atmósfera
ceñida;
sólo centellea un astro
vertiendo luz de
alabastro
con pantalla adormecida.
La música,
que aterida
en el papel hizo nido,
alisando su sonido,
tiende el vuelo del atril
a la rama de marfil
por la cámara en olvido.
XIII
Se goza en sueño encantado,
tras espacio infranqueable,
su belleza irreparable
el Narciso enamorado.
Ya diamante azogado
o agua helada, se desata
y humanas rosas dilata
en inmóvil paroxismo,
dejando sólo en su abismo
fugaz memoria de
plata.
XV
La luz dudosa despierta,
pero la noche no está;
hacia las estrellas va,
sobre el horizonte alerta.
El aire tierno
concierta
con esta cándida hora.
¿Qué labio forma sonora
dio a esa risa? La ventana
traza su verde persiana
en la enramada a la aurora.
XVII
No es el aire puntual
el que tiende esa sonrisa,
en donde la luz se irisa
tornasol, sino el cristal;
que de tan puro, imparcial,
su materia
transparente
hurta a los ojos, ausente
con imposible confín,
porque su presencia en fin
tan sólo el labio la siente.
XX
Los árboles
al poniente
dan sombra a mi corazón.
¿Las hojas son verdes? Son
de oro fresco y
transparente.
Buscando se irá el presente,
de rosas hechos y penas.
Y yo me iré. Las arenas
han de cubrirme algún hoy.
Canción mía, ¿qué te doy,
si alma y vida
son ajenas?
XXII
En soledad. No se siente
el mundo, que un mundo sella;
la lámpara abre su huella
sobre el diván indolente.
Acogida está la frente
al regazo del hastío.
¿Qué ausencia, qué desvarío
a la belleza hizo ajena?
Tu juventud nula,
en pena
de un blanco papel vacío.
XAVIER
VILLAURRUTIA
(Ciudad de México,
1903-1950). Poeta, crítico y dramaturgo.
En su multireeditada Historia de la literatura
hispanoamericana, el importante historiador de la literatura
y escritor, Enrique Anderson Imbert, afirma: «Villaurrutia
desintegra las cosas reales, cae en la soledad de ese
vacío, se pone a inventar allí otro mundo y se
angustia porque no sólo lo sabe irreal, sino porque duda
aun de su propia existencia personal. Sus
hipótesis están flotando sobre el
humor con que el poeta piensa en la Muerte. Las
diez décimas de "Décima muerte", que
están en ese libro
[Nostalgia de la muerte], son clásicas en la construcción, barrocas en las agudezas de
concepto y
existencialistas en la idea de que la muerte es una prueba de la
existencia y a fin de cuentas vivimos
para la muerte propia. Villaurrutia, tan calculador y frío
cuando se trataba de componer sus ideas y sus estrofas, estaba
agitado por la presencia de la muerte.»
Es uno de los poetas que con mayor intensidad cultivó
la décima en Hispanoamérica.
Obra: Reflejos (1926); Dama de corazones
(1928); Nocturnos (1933); Nostalgia de la
muerte (1938); Décima muerte (1941);
Autos profanos (1943); Invitación a la
muerte (1944); La mulata de Córdoba (1948);
Cantos a la primavera y otros poemas (1948);
Tragedia de las equivocaciones (1951).
DÉCIMA MUERTE
¡Qué prueba de la
existenciahabrá mayor que la suerte de estar viviendo sin
verte y muriendo en tu presencia!Esta lúcida concienciade
amar a lo nunca vistoy de esperar lo imprevisto;este caer sin
llegar es la angustia de pensarque puesto que muero existo.Si en
todas partes estás,en el agua y en
la tierra,en
el aire que me encierray en el incendio voraz;y si a todas partes
vasconmigo en el pensamiento,en
el soplo de mi aliento y en mi sangre
confundida¿no serás, Muerte, en mi vida,agua,
fuego, polvo y viento?Si tienes manos, que seande un tacto sutil
y blando apenas sensible cuandoanestesiado me crean;y que tus
ojos me veansin mirarme, de tal suerteque nada me desconcierteni
tu vista ni tu roce,para no sentir un goceni un dolor contigo,
Muerte.
Por caminos ignorados,por hendiduras secretas,por
las misteriosas vetasde troncos recién cortadoste ven mis
ojos cerradosentrar en mi alcoba oscuraa convertir mi
envolturaopaca, febril, cambiante,luminosa, eterna y pura,en
materia de diamante.No duermo para que al vertellegar, lenta y
apagada,para que al oír, pausadatu voz que silencios
vierte,para que al tornar la nada que envuelve tu cuerpo
yerto,para que a tu olor desiertopueda, sin sombra de
sueño,saber que de ti me adueño,sentir que muero
despierto.La aguja del instanterorecorrerá su
cuadrante,todo cabrá en un instantedel espacio
verdaderoque, ancho, profundo y señero,será
clásico a tu paso,de modo que el tiempo
ciertoprolongará nuestro abrazoy será posible
acaso,vivir después de haber muerto.En el roce, en el
contacto,en la inefable deliciade la suprema cariciaque desemboca
en el acto,hay el misterioso pactodel espasmo delirante en que un
cielo alucinantey un infierno de agonía se funden cuando
eres míay soy tuyo en un instante.Hasta en la ausencia
estás viva:porque te encuentro en el huecode una forma y
en el eco de una nota fugitiva;porque en mi propia salivafundes
tu sabor sombrío,y a cambio de lo
que es míome dejas sólo el temorde hallar hasta en
el saborla presencia del vacío.Si te llevo en mí
prendiday te acaricio y escondo;si te alimento en el fondode mi
más secreta herida;si mi muerte te da viday goce mi
frenesí¡qué será, Muerte, de ticuando
al salir yo del mundo,deshecho el nudo profundo,tengas que salir
de mí?En vano amenazas, Muerte,cerrar la boca a mi heriday
poner fin a mi vidacon una palabra inerte.¡Qué puedo
pensar al verte,si en mi angustia verdaderatuve que violar la
espera;si en vista de tu tardanzapara llenar mi esperanzano hay
hora en que yo no muera!DÉCIMAS DE NUESTRO AMOR
IA mí mismo me prohíborevelar
nuestro secretodecir tu nombre completoo escribirlo cuando
escribo.Prisionero de ti, vivobuscándote en la
sombríacaverna de mi agonía.Y cuando a solas te
invoco,en la oscura piedra tocotu impasible
compañía.
IISi nuestro amor
está hechode silencios prolongadosque nuestros labios
cerradosmaduran dentro del pecho;y si el corazón
deshechosangra como la granadaen su sombra congelada,¿por
qué dolorosa y mustia,no rompemos esta angustiapara salir
de la nada?
IIIPor el temor de querermetanto como yo te
quiero,has preferido, primero,para salvarte, perderme.Pero
está mudo e inermetu corazón, de tal suerteque si
no me dejas vertees por no ver en la míala imagen de tu
agonía:porque mi muerte es tu muerte.
IVTe alejas de mí pensandoque me hiere tu
presencia,y no sabes que tu ausenciaes más dolorosa
cuandola soledad se va ahondando,y en el silencio
sombrío,sin quererlo, a pesar mío,oigo tu voz en el
ecoy hallo tu forma en el huecoque has dejado en el
vacío.
V¿Por qué dejas entrever una remota
esperanza,si el deseo no te alcanza,si nada volverá a
ser?Y si no habrá amaneceren mi noche
interminable¿de qué sirve que yo hableen el
desierto, y que pidapara reanimar mi vida,remedio a lo
irremediable?
VIEsta incertidumbre oscuraque sube en mi cuerpo
y quedeja en mi boca no séqué desolada
amargura;este sabor que perduray, como el recuerdo, insiste,y,
como tu olor, persistecon su penetrante esencia,es la sola y
cruel presenciatuya, desde que partiste.
VIIApenas has vuelto, y yaen todo mi ser
avanza,verde y turbia, la esperanzapara decirme:
"¡Aquí está!"Pero su voz se oirárodar
sin eco en la oscurasoledad de mi clausuray yo seguiré
pensandoque no hay esperanza cuandola esperanza es la
tortura.
VIIIAyer te soñé. Temblandolos dos
en el goce impuroy estéril de un sueño oscuro.Y
sobre tu cuerpo blandomis labios iban dejandohuellas, señales, heridas…Y tus palabras
transidasy las mías delirantesde aquellos breves
instantesprolongaban nuestras vidas.
IXSi nada espero, pues nadatembló en ti
cuando me vistey ante mis ojos pusistela verdad más
desolada;si no brilló en tu miradaun destello de
emoción,la sola oscura razón,la fuerza que a
ti me lanza,perdida toda esperanza,es…¡la
desesperación!
XMi amor por ti ¡no murió!Sigue
viviendo en la fría,ignorada galeríaque en mi
corazón cavó.Por ella desciendo y
noencontraré la salida,pues será toda mi vidaesta
angustia de buscartea ciegas, con la escondidacertidumbre de no
hallarte.
EUGENIO
FLORIT
(Madrid,
España
1903- Miami, EUA, 1999). Poeta. En 1993 recibió el Premio
Fray Luis de León de la Universidad
Pontificia de Salamanca.
Incluido en la antología La décima culta en
Cuba (1963), Samuel Feijóo dijo que sus "lustrosas"
décimas: afincadas en El Cucalambé, [las
llevó] a una expresión más refinada, de
verba labrada.
Al decir del ensayista cubano Manuel García Verdecia:
En las décimas de Florit está la tierra y el
mar de la isla, la luz que los descubre, la brisa que los anima,
y juntos estos elementos fecundan una visión donde el
entorno no es mero paisaje, nada de escenario para fotos, sino
ámbito que informa y se transforma en el contacto con los
seres.
Obra: 32 poemas
breves (1927); Trópico (1928-1929) (1930);
Monólogo de Charles Chaplin en una esquina
(1931); Doble acento. Poemas. 1930-1936. (1937); Reino
(1936-1938) (1940); Cuatro poemas (1940); …Que
estás en los cielos (1946); La estrella.
Auto de Navidad (1947); Poema mío (1920-
1944) (1947); Conversación a mi padre (1949);
Asonante final (1950); Asonante final y otros
poemas (1946-1955) (1955); Antología
poética (1930-1955) (1956); Siete poemas
(1960); Hálito de esperanza (1965);
Antología penúltima (1970); Obras
completas (1991); Hasta luego (1992).
TRÓPICO
A Rufina, que nació al tiempo
de madurar la guayaba.
1
Por el sueño hay tibias voces
que, persistente llamada,
fingen sonrisa dorada
en los minutos veloces.
Trinos de pechos precoces,
inquietos al despertar,
ponen en alto el cantar
dorado de sus auroras,
en tanto que voladoras
brisas le salen al mar.
2
Eco y cristal vienen juntos
hasta la falda del monte.
Voz de escondido sinsonte
y de caudales presuntos
aprisionan en dos puntos
un silencio de mañana.
Eco gira por la vana
concreción de la maleza
y el cristal, ya río, empieza
a dividir su sabana.
3
Dulce María a su misa
de domingo va cantando
y el sol la sigue
besando
a la mitad con la brisa.
Ya desde lejos divisa
mal camino carretero;
pone en corazón entero
devoción dominical
y se hace camino real
todo el largo del potrero.
4
Húndese la luz inquieta
para abrirle unas pupilas
y puede el monte tranquilas
horas mirar por su grieta.
El agua, entonces sujeta,
rasga pretéritos lazos;
y, al saltar hecha pedazos
de fresca cristalería,
condensa la luz del día
con la sombra entre sus brazos.
5
Realidad de fuego en frío,
quiébrase el sol en cristales
al caer en desiguales
luces sobre el claro río.
Multiplícase el desvío
del fuego solar, y baña
verdes los campos de caña
y jobos de cafetal.
Luego vuelve a su cristal
Y en los güines se enmaraña.
6
Chirriar del grillo apresado
en ruedas de la carreta,
gira volcando en la veta
del camino verde prado.
Surge al fin, término ansiado,
máquina devoradora;
desmenúzanse en su hora
grumos de verde hecho nieve
y en bocas abiertas llueve
la blanca ilusión traidora.
7
Vi desde un pico de sierra
–con mi soledad estaba-
cómo el cielo se aprestaba
a caer sobre la tierra.
Nubes de color de
guerra
con fuegos en las entrañas
hundían manos extrañas
en las ceibas corpulentas
y la brisa andaba a tientas
rodando por las montañas.
8
Arde el sol y muerde el llano;
rabia de luz en la tienda.
Ay, río, que no te venda
tu dueño al americano.
Sombra de río y de guano;
agua fresca al mediodía
para mojar la falsía
del sol, que abusa en su cumbre.
Sol, cuando apagues tu lumbre
y se esté cayendo el día.
9
Vuelo de garza en el marco
de tan exigua laguna
que quiebra su luz la
luna
en la orilla, como un barco.
Güín osado sale en arco
y apunta a la garza en vuelo;
caen estrellas desde el cielo
a florecer en canciones
y vuelan los corazones
desde la jaula del cielo.
10
Sale nota del bohío
con luz del brazo a la tarde.
Deja, nota, que te guarde
para escucharte en el río.
Amplificarás tu brío
en el cóncavo cristal
y, al sentirte en aire igual
a clara estrella del cielo,
rimara con cielo y vuelo
el callado manigual.
11
Brillan luces voladoras
tan sueltas sobre la casa,
como luminosa masa
partida en tenues auroras.
Entre las brisas sonoras
son átomos de diamante.
Alza un brazo el caminante
al cruzar por la arboleda
y presa en la mano queda
una chispa titilante.
12
Flecha en un éxtasis verde,
ilusionada en su altura,
contempla la tierra dura
y en un suspiro se pierde.
Se empina a la luna y muerde
nácar azul de verano;
lo derrama sobre el llano
con pinceles de destreza
y se tiñe la cabeza
con seda de luna en guano.
2
MAR
A la memoria de
Rufina, muerta con el caramelo amargo
de una ola.
1
Tendrás el beso partido
por voluble tantas veces
como ya dentro floreces
en escamas. Encendido
más por el cielo caído
en regular geometría.
El alma tuya –tan fría-
no más, por el beso, muerta.
Alegre, al fin, a la cierta
siembra de luces del día.
2
Puse la mirada tensa
más que sobre ti, tan honda
–desprecio para la onda
y atención para la intensa
vida que en su seno piensa
mundo de niñez tranquila-,
tan honda, que ya no oscila
fija como está y ausente
para la vida tangente
a la encantada pupila.
3
Viaja en descenso feliz
para un resbalar de luz
sobre la mar, al trasluz,
quintaesenciado matiz.
Hay una fuga, un desliz
de materia. La altivez
perdida, vive otra vez
incierta vida sin voz.
Y la pupila precoz
bifurca falso doblez.
4
Mar, con el oro metido
por decorar tus arenas;
ilusión de ser apenas
por dardos estremecido.
Viven en cálido nido
aves de tu luz, inquietas
por un juego de
saetas
ilusionadas de cielo,
profundas en el desvelo
de llevar muertes secretas.
5
Roto en espinas al peso,
cielo, de urgente llamada;
por anhelo de ser nada
en marina cárcel preso,
ábrese suicida beso
de nube en sendas oscuras,
frágil a las inseguras
luces de mentido día
hundido ya en la sombría
cena de nubes futuras.
6
Suspiro de opuesta vida
llega por camino ignoto
ya con el anhelo roto
y la esperanza partida.
¡Si arena clara, encendida
fuese tumba! Ya lamento,
clama fracasado intento
de término. Su desvío
rechaza despojo frío
vuelo en ondas por el
viento.
7
Hoy, en voces de la
ausencia,
lejos de ti, por mirarte
cerca llega de tu parte
milagro fiel de tu esencia.
Mar para mí de presencia
grata en crepúsculo incierto,
lleva ingravidez de muerto
fantasma de ecos perdidos
entre los vagos sonidos
errantes de su desierto.
8
Castigos de un dios alado
corren sobre el mar, sin freno,
a dividir lo sereno
en pedazos. Azorado
lanza su queja. De lado
van, por agitada cumbre,
sombras en ansia –a la lumbre
escasa de rotos cielos-
tímida de ver sus vuelos
por azul de mansedumbre.
9
Luciente fuego saldrá
luego de cegarse inquieto,
en oscuridad sujeto
por aires ausentes. Ya
de nuevo rápido va
mordiendo sendas. Tan duro
–en el fecundar futuro-
arquero de flechas rojas
contra enemigas congojas
de ciego horizonte oscuro.
10
¡Gana por amplio camino
extensión tan dilatada!
Recuerdo, luz reflejada,
cierta en su pálido sino.
Mensaje de polvo fino
de la sonrisa caída,
ya por blanca desleída,
viene sola en el doblez.
Llega a la huérfana tez
por el arrullo dormida.
11
¡Si vinieras tantas veces
cuantas en luceros brillas!
¡Si en luces de maravillas
como en inquietud floreces!
Noche, pues te desvaneces
–eco de mares risueños-,
para huir de los pequeños
clavos del remordimiento
déjate el alma en el viento
mecida de tantos sueños.
12
Náufrago suspiro tanto
íbase en ondas ya lejos:
múltiples tenues espejos
para mi total quebranto.
Llanto risueño, y el llanto
medroso de lejanías,
navegaban en las frías
rutas, a quedar ausentes
de mí, por alados puentes,
en la fuga de mis días.
EMILIO
BALLAGAS
(Camaguey, Cuba, 1908-La
Habana, 1954). Poeta y traductor.
En el tomo II de la Historia de la Literatura cubana
(2003) se lee lo siguiente: «[las Décimas por el
júbilo martiano en el centenario del Apóstol
José Martí]
Son estrofas ocasionales para una celebración, juego de
ingenio sin hondura, hechas sólo de gracia verbal. La
religiosidad es totalmente externa, pero elemento de referencia
que está más cerca de la retórica popular
que de un sentido culto de la poesía.
La imagen que estas estrofas entregan de Martí
está constituida en el aire, de manera artificiosa, en
primer lugar por su comparación con Cristo. La
historicidad esencial de Martí aparece envuelta en ropajes
ideales y llega a los lectores en abstracciones vacías de
sentido. [.] Su desasimiento de todo acontecer, voluntad expresa
en casi toda su obra y factor inalienable de su poética,
preside la concepción de estas veinte estrofas. En el
plano formal no logra aciertos mayores ni más ricos que
los ya conocidos en sus sonetos, mejor factura desde
más penetrantes inquietudes.»
Sin embargo, en su breve volumen La
décima; panorama breve de la décima cubana,
Virgilio López Lemus anotó: Emilio Ballagas
escribió en los últimos años de su vida
valiosas décimas "al júbilo martiano", y el
conjunto de "Nuestra Señora del Mar", donde alcanza
momentos de misticismo y retoma una añeja tradición
de nuestra décima: el tema religioso. […] Con Ballagas,
lo religioso toma matices sensoriales (sensuales incluso), muy
típicos del cantor de Sabor eterno…"
Pese a cualquier interpretación de la obra, Las hermosas
"Décimas por el júbilo martiano. " escritas por uno
de nuestros más grandes poetas seguirán siendo un
poema espineliano de obligada referencia en la historia de la décima
cubana."
Obra: Júbilo y fuga (1931; 1939); Cuaderno
de poesía negra (1934); Pasión y muerte
del futurismo (1935); Elegía sin nombre
(1938); Sergio Lifar, el hombre del
espacio (1938); Sabor eterno (1939); (1939); La
herencia viva
de Tagore (1941); Nuestra Señora del Mar
(1943); Décimas por el júbilo martiano en el
centenario del Apóstol José Martí
(1957); Obra poética de Emilio Ballagas (1955);
Orbita de Emilio Ballagas (1965, 1972); Emilio
Ballagas (1973)
DÉCIMAS POR EL JÚBILO MARTIANO
EN EL CENTENARIO DEL APÓSTOL JOSÉ
MARTÍ
A mi hijo
1
Subid alondras del gozo,
jilgueros de la alegría
a saludar este día
de limpio viento en retozo.
Con juvenil alborozo
salid a ver la alborada
en que la patria alumbrada
por fulgores de blancura
siente que en la frente pura
le crece una llamarada.
2
¿Eres, Patria, realidad,
o el maravilloso sueño
de aquel que cifró su empeño
en salvar tu dignidad?
Vestida de claridad,
Cuba, tu imagen disfruto:
te miro cuajado fruto
de un cogollo que no vi,
firme raíz de Martí,
ala de vuelo absoluto.
3
Como en tierra labrantía
su corazón nazareno
repartió el Maestro bueno,
y en cada porción latía
su prolongada agonía
y su voluntad de hacer
sobre la cruz del deber
un milagro memorable:
¡trocar la sangre adorable
en la luz que habría de ser!
4
Porque si el grano no muere
será su estirpe abolida,
pero si entrega la vida
y darse a la tierra quiere,
vida prolongada espere
en vástagos vigorosos,
en encinares coposos
de perfumada madera,
en florida primavera
bajo cielos luminosos.
5
Mas tu simiente preciosa
después de bajar al suelo
alada tornóse al cielo
como un águila gloriosa.
Ahora su luz poderosa
prende en cada corazón
y hace universal razón
lo que pareció quimera.
(En los astros brilla entera
la divina ramazón.!)
6
Dialogo, Patria, contigo;
Martí, contigo converso,
descalzo y desnudo el verso,
maduro y abierto el trigo,
partiendo con gesto amigo
el fraterno pan candeal.
¡Oh, Martí, padre leal,
en la Patria redimida
eres blanca sal de vida
y Ella el sabor de la sal.
7
Y otras veces canto a solas
entre imponentes palmares.
O a la orilla de los mares
viendo jugar a la solas.
Recojo en las caracolas
aquel inefable acento
con que conmoviera al viento
el Cordero de Dos Ríos.
Infundo así nuevos bríos
a mi lírico instrumento.
8
¿Cómo era su voz, cómo
era?
¿Qué lucero ardía en su
frente?
¿Qué arcángel
adolescente
guardián suyo iba a su vera?
¿Quién puso a su cabecera
el lábaro vencedor?
¿Quién el diamante en temblor?
¿Quién la flamígera
espada?
¿Quién le puso en la mirada
tanto cielo y tanta flor?
9
Cuando tu vida contemplo,
cuando me alumbro en tu gloria,
miro el templo de la historia
abrirse… y entro en el templo.
Que si conmueve tu ejemplo
y arrebata tu elocuencia,
más asombra la paciencia
de escultor con que tu mano
logró en material humano
modelar una conciencia.
10
Conciencia de una nación,
cuerpo vivo de una idea
para que la Patria sea
más que remota abstracción
la cabal encarnación
del que con fiebre de
lava
y voz encendida y brava
proclamó por varios modos:
"Con todos y para todos,
Cuba libre, nunca esclava."
11
Sobre tu erguida cabeza,
novio altivo de la noche,
viste llover en derroche,
los rayos de la belleza.
Lumbre para tu tristeza
que en el anhelo lustral
de entregarse en manantial
y ser elegido lirio
que en la espada del martirio
pone el cuello virginal.
12
Di de nuevo la canción
que conmoviendo la roca
sale en llamas de tu boca
cantando su inmolación.
La historia de tu misión
quiero otra vez escuchar,
sentirte a mi oído
hablar
porque si hablas a mi oído
yo me alzaré redimido…
Y torna Martí a cantar.
13
Semilla de amores fui
que en la tierra pereciera,
el que de esta muerte muera
sabrá que no sucumbí
al ver que brotó de mí
un árbol maravilloso
donde un pájaro gozoso
vestido de claridad
un himno a la claridad
se saca del pecho ansioso.
14
Guarda en tu dormido seno
la diminuta semilla,
un mundo de maravilla
o la sierpe del veneno.
Siempre puede el hombre
bueno
del hierro hacer
oro fino,
de la ortiga blanco lino,
del carbón puro diamante
y de la cruz infamante
símbolo de lo divino.
15
Yo guardaba en mi simiente
alas de arcángel plegadas,
espumas iluminadas,
montes cual de lava ardiente
y la devoción ferviente
que por una patria esclava
siente el hijo que se clava
allá en lo hondo de sí
mismo
al ver que en oscuro abismo
encadenan su alma brava.
16
Del árbol labré el
madero
donde ansioso de dar luz
abrí los brazos en cruz
y sin gemir lastimero
consentí que el hierro fiero
mi carne mártir sajara
para que se consumara
el misterio redentor
de un hombre que por amor
a su pueblo se ofrendara.
17
Y la voz torna a callar,
mas la canción es tan vasta
que se va extendiendo hasta
perderse sobre la mar.
La mar le da su bramar,
el trueno su voz gigante
y en la montaña distante
se serena y se suaviza.
Por el cielo se desliza
en un carro deslumbrante.
18
El labio de tu poeta
purifica con tu ascua
para que oficie en tu Pascua,
Apóstol, Príncipe y Meta.
Llévame a tu luz secreta,
al Reino donde estás vivo.
Si fuiste arcángel cautivo
hoy libre estás en la muerte
y al abrir el ala fuerte
nos cobija redivivo.
19
Oh! tú, su pueblo escogido,
tierno vástago creciente;
espiga convaleciente
que lleva el grano dormido.
¿No miras cómo el ungido
su clara antorcha levanta?
¿No escuchas de su garganta
la admonición incansable
que blandida como un sable
suplica, apostrofa y canta?
20
Que aún vive Martí, mirad!
resurrecto como Cristo,
con un fulgor nunca visto
vive en nuestra libertad.
A Cuba le dice: «Andad!»
Y Cuba se transfigura
mostrando en la frente pura
la estrella que alumbra y mata,
fanal de límpida plata
que en la bandera perdura.
MIGUEL
HERNÁNDEZ
(Orihuela, Alicante, España, 1910-1942). Poeta y
dramaturgo. Fue uno de los poetas más intensos de la
Generación del 27.
Al decir del Premio Nóbel chileno Pablo Neruda:
[Miguel Hernández] "era ese escritor salido de la naturaleza
como una piedra intacta, con virginidad selvática y
arrolladora fuerza vital".
Connotado decimista de la lengua
española, aunque hasta ahora no se han realizado estudios
en profundidad de esta vocación hernandiana, logró
apresar instantes de alta poesía cuando invocó la
sucesión de paisajes implicados en su obra o se
aproximó a una gran densidad
expresiva, en instantes de conmoción por seres
aparentemente comunes que conoció en sus días
copiosos de fusiles. Dejó escritas décimas
estremecedoras, incomparables con las pertenecientes a autores
como Luis Cernuda y Jorge Guillén, pese a la indiscutible
importancia de ambos, también ilustres hacedores de
décimas.
La primera parte de la creación decimística
hernandiana aparece en el volumen Otros poemas
(1933-1934), donde se localizan veintiséis estrofas, de
las que sólo nueve responden a la estructura de
la espinela (abbaaccddc), intención manifiesta de
ir más allá de la tradicional distribución de rimas, de no conformarse
con una historia de cuatro siglos, hasta la época en que
se produjo el proceso
creacional del poietés de Orihuela.
Mar, belleza y amor se funden en la argamasa bullente de una
naturaleza indemne, trascendida por la voz del orífice que
asimiló profundamente a Góngora y a Machado, y
portó armas
consanguíneas de aquellas que acarrearon los grandes de la
Generación del 27 (Lorca, Aleixandre, Diego,
Guillén, Cernuda, Alberti), pero que logró
distinguirse en la coral magnífica por su hybris
y su fatum de poeta verdadero, cuando le cantó a
los frutos de la higuera y de la vid (recurrencias de toda su
obra) o cuando cinceló las estrofas "Día airoso
–con cometas", "Azahares-lunándose", "Clavel
–aún en rehenes" o la titulada, sencillamente, "Higo
–desconocido".
Entre las estanzas más recordables que Hernández
escribió, vale destacar el poema "Memoria del Quinto
Regimiento" que integra sus Poemas sueltos (1939) y el
titulado "Rosario, dinamitera", incluido en su libro Viento
del pueblo, texto en que
el poeta logró la hazaña de rozar la esencia
poética, a través de un tema si se quiere
circunstancial, sin caer en el panfleto al que generalmente
conducen tópicos sensibles relacionados con lo
efímero, si los poemas no nacen de lo entrañable de
una vivencia, no se tiene suficiente visión o no se es
protagonista -o al menos participante u observador- de (en) los
hechos.
Obra: Perito en lunas (1933); Imagen de tu
huella (1934); El rayo que no cesa (1936);
Viento del pueblo (1937); El hombre acecha
(1938); Cancionero y romancero de ausencias
(1938-1941).
HERMOSA
No tengas ningún creciente
de hermosura en tu hermosura;
¡ay!, sé hermosa simplemente,
patria de mi calentura.
No se eleve a más altura
cada instante de tu faz.
Ya que tu hermosura en paz,
sin plenos, me desespera,
déjalo a lo raso, haz
que no se colme guerrera.
ONDAS
La medida de tu hondura
tu superficie la marca
con una ambición: la barca,
propensa a la desventura.
Inclusive en tu hermosura,
exclusividades rondas.
Altas alusiones, ondas,
productos de tus vaivenes,
hacen que luzcan rehenes
y libertades escondas.
ESPUMAS Y CONCHAS
Lo oculto de tu presencia
eleva su nada al bulto:
lo presente de lo oculto
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