La explicitación del mito en la
Biblia establece que, como quiera que las ofrendas de
Abel eran del agrado de su progenitor Jehová, y sin
embargo a éste no le complacían las de Caín,
por ser de otra progenie y otra naturaleza
distinta y no de la suya, Cáin "mató" a su citado
hermano, y a consecuencia de ello fue excluído de la
comunidad de
Jehová, por lo que hubo de retirarse a "otras regiones",
creando su propia tribu (los Cainitas a que se refiere el
título del artículo, para diferenciarlos del otro
género:
los Abelitas). A partir de aquel momento Caín, al
haber elegido la libertad y la
autoconciencia en el camino espiritual en vez de la fe ciega de
su hermano, quedó maldito a los ojos de Jehová, que
por aquel entonces regía los destinos de la humanidad, y
desde entonces la descendencia cainita ha venido recibiendo toda
la aversión y desconfianza contrarias de dicha
Jerarquía espiritual.
De estos dos géneros humanos, los Cainitas
se distinguieron a partir de entonces por su dedicación a
las artes y las ciencias, al
conocimiento y
la tecnología, y al manejo del arte del fuego
(el "fuego astral" de las pasiones, instintos y deseos, es decir
del ámbito anímico personal
interno), siendo algunos de sus representantes Matusalem, creador
de la escritura, o
Hiram, arquitecto constructor del Templo de Jerusalem, de quien
luego trataremos en relación con la Sabiduría del
Templo y de las hermandades secretas. De la línea
Abelita proceden asimismo Seth, 3º hijo de la pareja
Adán y Eva, y posteriormente Salomón, y contando
con la complacencia y protección de la divinidad de
Jehová, se dedicaron a ser pastores y cultivadores de
la tierra, y
luego a ser sacerdotes de la religión devocional a
su Dios y asimismo a ser lideres y reyes.
En realidad los hijos de Caín descienden de los
Elohim de la Epoca Lunar que habían quedado rezagados en
el sentido de continuar impregnados por la Sabiduría por
el Fuego Kama lunar, y por ello se distinguen por el calor, el
entusiasmo y la pasión por la sabiduría de las
artes y las ciencias, mientras que los Elohim progenitores de los
hijos de Abel habían transcendido los deseos y esa
sabiduría "caliente" e impulsiva lunar, y ya no estaban
compenetrados de pasiones, por lo que la corriente de Abel-Seth
cuenta con unas sabiduría y devoción religiosas
divinamente inspiradas y libres de pasiones.
Caín masculino y Abel femenino
Originariamente la humanidad era masculino-femenina y
asexuada, hasta que, con ocasión del mito bíblico
de la "caída" y de la expulsión del Paraíso,
al principio de la Epoca Lemúrica aquella humanidad fue
disociada en los géneros masculino y femenino.
Después de que en la Epoca Hiperbórea el Sol se
separase de la Tierra
(marchando con el sol también el Cristo y sus
Arcángeles solares), y de que en la primera mitad de la
Epoca Lemur, por estar la luna unida a la Tierra, las condiciones
de vida fueran tan tremendamente rígidas que la
mayoría de las almas tuvieran que emigrar a los
demás planetas de
nuestro sistema solar,
ocurrió finalmente la separación de la luna de
nuestra Tierra, en cuyo momento volvieron tales almas y pudieron
empezar a encarnar, ocurriendo entonces tal división de
sexos y la encarnación sucesiva de los hombres.
Caín, como labrador de la tierra, fuerte y
vigoroso para trabajar el suelo y
elaborador intelectual de la materia,
representaba lo material, lo masculino, y Abel, como pastor que
no trabaja los rebaños del creador sino que solo los
cuida, simbolizaba lo femenino y lo espiritual. Caín se
dirige a la divinidad con el producto de su
esfuerzo, de su intelecto y su libertad, mientras que Abel acoge
receptivamente todo como espiritual y entrega los mejores frutos
como ofrenda a su Dios, que los recibe con toda complacencia, y
que extraña y desestima las artes y creaciones cainitas
fruto de su esfuerzo, por ser tan solo un producto material y
físico. Abel no transforma nada, acepta la realidad tal y
como la recibe elaborada por la divinidad, al revés que
Caín, no tiene que alcanzar la espiritualidad a
través de su propio esfuerzo, sino que la recibe como un
don, como una revelación.
Y esa es la diferencia primigenia que enfrenta desde su
origen a lo femenino y lo masculino: es femenino lo que es
inspirado espiritualmente, al ser recibido directamente de Dios
como un principio de inspiración, que le permitirá
ser sacerdote y pastor, mientras que lo que Caín tiene
para ofrecer y dar de sí es masculino, por ser propiamente
su trabajo humano
para transformar el plano físico como labrador de la
tierra, y sus descendientes como científicos o artistas,
procediéndose con todo ello a diferenciarse y dividirse
definitivamente la sabiduría espiritual femenina y
la ciencia intelectual masculina, el cerebro masculino
y el alma femenina.
Sin embargo esta presunta predominancia de lo espiritual en el
Abelita con respecto al Cainita no es más que aparente en
cuanto al apego a la materia de una y otra rama, como luego se
hará referencia. Tal y como sugiere Pedro Quiñones
en sus estudios sobre el tema, en el Cainita (ya sea hombre o
mujer)
está exaltado y predomina el "Animus", en términos
jungianos, mientras que en el Abelita está acentuado el
"Anima".
Pero en todo caso, a partir de entonces lo que es la
estricta diferenciación de sexos a la que se refiere el
mito bíblico, como creación de lo que es hombre y
mujer, ha de seguir existiendo en el proceso
evolutivo de ambos géneros humanos hasta que eventualmente
llegue el momento de su unificación y simbiosis, cuando se
rebase y trascienda su actual necesaria diversificación en
un alma espíritu que realice conscientemente ambos polos,
lo cual no hace sino ratificar la dialéctica hegeliana que
afirma que la realidad evoluciona confrontándose a
sí misma en movimientos sucesivos en medio de una realidad
dualista conflictiva que supone la tensión permanente
entre los pares de opuestos, entre la luz y las
tinieblas, entre el Bien y el Mal, entre el espíritu y la
materia, y en suma entre lo Masculino y lo Femenino.
Jehová-Abel versus
Lucifer-Caín
Tanto Caín como Abel son hijos de Dios, pero de
Dioses diferentes. El Dios de Abel (Jehová) introduce a
sus criaturas profundamente en el mundo físico,
haciéndoles mantener una consciencia e inspiración
dependientes de la divinidad, mientras que el Cainita no recibe
la inspiración de los dioses, sino que la consigue de su
propio Yo Superior, por medio del esfuerzo y el sacrificio
constante, en su contacto consciente con las fuerzas instintivas
de su estructura
inferior, tratando de modelar la materia conforme al
espíritu. Así como Abel procede de la
procreación de jerarquías obedientes al mandato de
Jehová durante la Epoca Lemur, hubo otras
individualidades, las llamadas luciféricas, o Agnisvattas
o Hijos de la Sabiduría, que se negaron a encarnar
y retrasaron su encarnación hasta la Epoca Atlante (suceso
conocido en el Génesis como "la Caída del Hombre").
Tal negativa no fue un mero acto de rebeldía o soberbia,
sino una cuestión de consciencia, pues por
imposición de Jehová, una vez producida la
separación de sexos, la procreación humana
había de realizarse de forma totalmente inconsciente e
instintiva, en estado de
ensueño y trance (con el fin de evitar la animalidad
sexual), por cuya razón las almas luciféricas, para
evitar tal estado de inconsciencia semianimal, se negaron a
encarnarse en cuerpos tan primarios y primitivos, hasta que se
produjera una evolución más humanizada.
Este impulso Luciférico de esperar hasta poder
controlar el cuerpo encarnado y dotarlo de una consciencia
despierta parte del principio de libertad y autoconciencia que
tales jerarquías luciféricas entienden como
consustanciales para el hombre,
así como del deseo de dotarle de un desarrollo
espiritual propio. Los descendientes de Caín usan la
sabiduría masculina para construir en el mundo externo, ya
que carecen de la sabiduría e intuición femeninas
que fluye en las almas Abelitas naturalmente por designio de su
progenitor divino. Los Cainitas tienen que trabajar con esfuerzo
y sacrificio ("con el sudor de su frente"), y en su necesidad
de espiritualizar la materia e integrarla producen el
llamado Ocultismo o Linea científica dentro del
conocimiento espiritual, que solo podrá ser conquistado
mediante un trabajo de adiestramiento
iniciático, en un sistema de grados
estrictamente establecido, que requería una prueba
específica para cada uno de los grados.
Paralelamente los Abelitas representan la antigua
sabiduría sacerdotal al recibir el
conocimiento espiritual (la Biblia) de forma femenina,
gratuita e intuitiva, por revelación.
Puede afirmarse que al Cainita, en lo transcendente y
espiritual de su mundo interno, le inspira el ente
luciférico que porta en su interior y que es quien le da
el fuego del entusiasmo, que le permitirá enfrentarse
solventemente a un mundo enemistoso y permanentemente
adverso por medio de su voluntad y esfuerzo, mientras que al
Abelita le protege y ampara permanentemente la divinidad que le
creó, y tiene una relación mucho más
fácil y sencilla con el mundo físico y las fuerzas
que lo rigen. Y así el Cainita, más que amar el
mundo, lo soporta y lo transciende por el conocimiento que tiene
sobre las fuerzas ocultas que lo dirigen y de su propia alma que
obligatoriamente le hace mirar y observar su estructura y
funcionamiento, pues, a causa de una "aparente" maldición
divina y por el hecho de no pertenecer a la linea generacional de
Jehová y de no someterse a sus designios, ha de
enfrentarse al Ahriman que como Señor del mundo material
rige la materia y con el que el Cainita ha de luchar en su
trabajo de transformación y regeneración sobre la
tierra.
La diferencia entre ambas ramas humanas puede observarse
en lo distintas que son las vías iniciáticas que
históricamente les ha caracterizado, pues así como
el Abelita evoluciona de afuera hacia adentro, y se ha venido
iniciando dentro de las coordenadas de la llamada
Iniciación Luciférica, mayoritariamente empleada
antes de la encarnación de Cristo (dirigida a la
consecución del nirvana espiritual), el Cainita
progresa en sentido contrario, de adentro hacia fuera, realizando
cambios y perfeccionamientos anímicos internos, para
aplicar las energías etéricas así liberadas
a la transformación de la materia, en un ámbito
básicamente ahrimánico compensado por las fuerzas
de Amor y Luz
crísticas del Verbo Cósmico hasta conseguir la
"Palabra perdida". El conocimiento oculto que el iniciando
Cainita adquiría versaba sobre la manera en que la
realidad está construída y la manera de
transformarla. Se puede afirmar que la iniciación
cainita es ahrimánica (basada en el estudio
disciplinado de la realidad material bajo la luz
luciférica y por medio del entrenamiento
oculto de las logias y cofradías), y que a la inversa la
iniciación abelita es luciférica (basada en
las Iglesias y religiones devocionales, al
amparo y sobre la
base de su positiva relación con la materia y el mundo
físico). A los primeros Lucifer les confiere una
clarividencia astral semiconsciente, y a los segundos
Jehová les facilita una inspiración etérica
inconsciente.
Por todo ello en su vida social el Cainita, en su
tirón luciférico hacia el espíritu y hacia
las alturas y en su desvinculación del mundo
físico, suele ser más reservado y selectivo,
socialmente inseguro y espiritualmente firme, mientras que el
Abelita, dominado por su "Alma grupal" y apoyado por los dones
gratuitamente a él otorgados por Jehová, es
más integrado y existoso socialmente, está mas
identificado con su personalidad y
con la apariencia fenoménica del mundo material y por
tanto está más atado a las atracciones y encantos
del mundo físico. El Cainita, en general, y si no deriva
hacia el lado adverso, "está en el mundo sin ser del
mundo", tiende a ayudar y redimir a los demás, y si
triunfa en su entendimiento de cómo está
construído el mundo, llegará a conocer las leyes de
funcionamiento oculto del mundo y se convertirá en un
sabio al servicio de
sus hermanos, todos los hombres sin excepción.
Prometeo-Lucifer-Caín y
Epimeteo-Abel
Prometeo robó a Zeus el Fuego divino para
permitir que los hombres procedieran de un modo consciente en la
senda de la evolución espiritual, transformando así
el más perfecto de los animales de la
tierra en un dios potencial y haciéndole libre de "tomar
por la violencia el
reino de los cielos". (véase la leyenda y el mito
prometéico en nuestro artículo sobre
"Hércules en Capricornio, El mito de Prometeo y
Cerbero" en el anterior número 7 de este Revista). El
Prometeo que sustrae el fuego (la luz de la consciencia) del Rey
del Olimpo, para entregárselo a los hombres para que
éstos adquirieran un alma principio de la autoconciencia y
dejasen de ser un rebaño de mansos semianimales provistos
solo de alma grupal, no es sino una lectura
mítica y metafórica de la encarnación en los
hombres de los Aginsvattas luciféricos, y
concretamente en los que serían los descendientes de
Caín, desveladores de la divinidad oculta por medio de la
llamada Inicación Luciférica.
De ahí la maldición que Zeus
(Júpiter para unos, para otros el mismo Jehová y
los Elohim o dioses opuestos a la autoconciencia inicial en el
hombre)) lanzó contra el "rebelde" titán Prometeo.
Encadenado a una roca, Zeus lo castigó enviándole
un buitre que sin cesar le iba devorando las entrañas
(alegoría de los apetitos y concupiscencias del cuerpo
astral), hasta que el iniciado Hércules, al fin, le
libró de tan cruel suplicio. Por eso Prometeo no es sino
un dios verdaderamente filántropo y gran bienhechor de la
humanidad, a la cual elevó hasta el intelecto y la
civilización, y a la que inició en el conocimiento
de todas las artes; es el aspecto divino del Manas que
tiende hacia el Buddhi y se funde con
él.
Prometeo, cuyo nombre significa "previsor", o "el que
piensa y ve por adelantado", o "el que ve el porvenir", es una
figura acerca de la cual Steiner se refiere como el Lucifer
Griego, por la intrínseca similitud de sus simbolismos
metafóricos. Prometeo despertó la consciencia en
los humanos, lo cual representaba un peligro a los ojos de Zeus
(o Jehová), por lo que Zeus encadenó a Prometeo en
las montañas del Cáucaso. Pero Prometeo era
paciente porque él conocía un secreto que no era
conocido por Zeus. En el futuro Zeus yacería con una mujer
mortal, Io, la cual dará a luz a un hijo que
comenzará una linea de descendencia que conducirá
al nacimiento de Hércules o Heracles, que significa "aquel
que es llamado por Hera". Este gran héroe, a quien Steiner
señala como presagio del Cristo Jesús,
crecerá hasta suceder a Zeus en su posición de
autoridad como
Legislador de los cielos. Hércules matará al buitre
que se está comiendo el hígado de Prometeo,
liberando entonces al gran Lucifer Griego.
Los Seres Luciféricos pertenecen al 2º Coro
de jerarquías creadoras o angélicas, (para los
hindúes son los Espíritus del Fuego o
Agnisvattas, los Manasaputras o Hijos de la Mente
Divina), por debajo de los Ahrimánicos (Dynamis o
Espíritus del Movimiento), y fueron los generadores de
los Angeles lunares del 3º Coro. A un nivel personal e
individual Lucifer es la primera de las Entidades suprasensibles
internas con la que debemos de ejercer nuestra misión de
regeneración. Su pecado histórico fue que, a
diferencia del resto de las Jerarquías Creadoras normales,
anhelaba disfrutar de autoconciencia desde un centro propio, con
su propia mirada y su propia comprensión, y por ello
encarnó separándose de la consciencia compartida de
las restantes órdenes de seres jerárquicos, en una
mente singularizada, prerrogativa ("el fuego de los dioses") que
antes que él solo manejaban los Elohim (los
Espíritus de la Forma o Potestades).
Si el principal hallazgo científico de todos los
tiempos ha sido el fuego, y, decía Steiner, la Quinta Raza
Raíz está regida por el Signo del Fuego, Prometeo
es su máximo representante, ya que aportó a la
humanidad el Fohat o Fuego del Espíritu o Pensamiento
Cósmico, la energía de Brama, creador del mundo. Si
Prometeo significa "El que piensa las cosas a priori, con
anticipación", el nombre de su hermano Epimeteo
significa "El que piensa las cosas a posteriori,
después de sucedidas", y el hombre de la Quinta Raza
tiene un tipo de pensamiento "Kama manásico"
(consciencia intelectual), que consiste en dejar que el mundo
trabaje sobre uno mismo y pensar en ello después. Sin
embargo fue Prometeo el precursor de lo que debiera de ser el
pensamiento anticipativo y creador, el pensamiento "Manas"
de los conceptos espirituales que debiera de caracterizar a esta
Quinta Raza.
Afirmaba Steiner que hay dos clases de seres humanos:
aquellos que se conforman y adhieren a las cosas tal y como las
reciben del mundo que encuentran, y aquellos que crean una nueva
vida a partir de lo inanimado. Los Hijos del Fuego, los Luciferes
Prometéicos, y sus descendientes Cainitas, que
ansían obtener el desarrollo espiritual por sus propias
fuerzas y con plena consciencia, aunque ello conlleve peligros,
para aportar al mundo la Sabiduría, la Belleza y la
Bondad. Y los que, como Epimeteo, asumen el estado del
mundo receptivamente, dejan transcurrir la vida y obedecen
religiosamente y conservan el status quo: son los Abelitas, hijos
de la sabiduría lunar de Jehová.
En la Leyenda de Prometeo el buitre (la astralidad, los
deseos del cuerpo astral) le devora el hígado (las fuerzas
de la Quinta Epoca, las fuerzas vitales y etéricas del
género humano) y de esta manera el hombre (encadenando
como Prometeo a la materia pétrea) tiene que pagar por su
afinidad con el Prometeo-Lucifer del mito, y es obligado a
convertirse en maestro de su propia naturaleza interna para no
continuar encadenado al mundo. Prometeo es el iniciado
arquetípico de la Quinta Epoca, el primer gran iniciado de
la humanidad, que debe de tomar sobre sí mismo la
totalidad del sufrimiento de la vida, y como él los
iniciados de la Quinta Epoca aportan alivio a la humanidad
encadenada en sus ataduras. El hombre ha de pagar, y
Zeus-Jehová está celoso de él, porque la
humanidad más tarde producirá sus propios iniciados
que asumirán el liderazgo de
la Sexta Epoca.
Prometeo permaneció encadenado en un cuerpo
físico, en donde las energías etéricas (el
cuerpo etérico), representadas por el hígado, eran
consumidas por el buitre de las pasiones (el cuerpo astral),
hasta que 30 años después el Iniciado Hercules mata
al buitre de las pasiones, y con la muerte del
centauro Quirón (el hombre de Jehová, medio hombre
espiritual medio animal), se posibilita la liberación de
Prometeo y que vuelva al Olimpo de los Dioses. El centauro deja
su lugar al hombre verdaderamente humano según la imagen
diseñada por Cristo. Y así Jehová pierde su
poder omnímodo sobre la Humanidad, y la Ley
Bíblica debe de ceder su lugar al mensaje
evangélico destinado a una humanidad libre.
La Iniciación, a ejemplo del Prometeo
Luciférico y Cainita, implica el descenso a los infiernos
subterráneos del instinto (la llamada Octava Esfera, el
Hades astral) para ganarse el derecho a la libertad real y volver
a ascender como individuo
autónomo no dependiente, dotado ya de la fuerza
hercúlea del poder-sabiduría de Prometeo/Lucifer,
para entregar a la humanidad su consciencia suprasensible
acrecentada y plenamente despierta, y en definitiva para ayudar a
todos los hombres a alcanzar su naturaleza dévica (como
10ª Jerarquía de Seres de Amor y Luz), de
acuerdo con el Plan
Crístico.
La Leyenda del Templo
La Sabiduría del Templo viene a
representar lo que la Ciencia
masculina (cainita) ha contrapuesto a la sabiduría
femenina (abelita), y que en realidad no es otra cosa que la
linea de desarrollo de la humanidad cainita, reelaborada por
Christian Rosencreutz, máxima autoridad de la Ciencia
Oculta, a partir de las antiguas cofradías de
constructores que más tarde darían origen a la
Francmasonería. Con la Iniciación Rosacruz
(o Cristiana), Rosencreutz estableció un método de
liberar y redimir a las entidades luciféricas sepultadas
en nuestra interioridad anímica, y hacer surgir al
Espíritu Santo o Sophia, ya emancipada de sus
cadenas opresivas, para convertirla en instrumento de
liberación para la humanidad.
La Leyenda del Templo nos cuenta que en un
momento dado de la historia vinieron a
coincidir las principales figuras representativas de ambas ramas
con ocasión de la construcción del templo de Jerusalem:
Salomón, descendiente de Abel y de Seth (rey de los
judíos), dotado con lo mejor de la
sabiduría inspirada y femenina de los hijos de
Jehová, e Hiram, el arquitecto al que encarga tal
construcción, de estirpe cainita, el mejor experto en
conocimiento oculto, artes y tecnología de su raza,
provisto de la sabiduría masculina de los hijos de
Caín elaborada a base del propio trabajo y esfuerzo
terreno.
Vino entonces a Jerusalem la reina de Saba,
Balkis, y tras quedar prendada al principio de la
sabiduría del rey, quiso conocer al arquitecto Hiram, del
que la leyenda cuenta quedó cautivada inmediatamente, lo
cual ocasionó los celos correspondientes de
Salomón. Y cuando la construcción del templo
llegó a su finalización, solo quedaba la pieza
maestra de Hiram: la fundición de bronce que había
de adornar el templo. Pero los tres aprendices de Hiram se
aliaron con el rey para perjudicar y echar al traste la mezcla de
metales
correspondiente, para desespero del arquitecto cainita, al que se
apareció su ancestro Tubal Caín, quien le dijo que
entrara en el fuego que empleaba para dicha fundición para
llegar al fondo y centro de la tierra, donde encontró al
mismo Caín, que le inició en el misterio de la
creación del fuego y de la fundición, y allí
le fue entregado además un martillo y un Triángulo
de Oro. A su
regreso pudo realizar eficazmente la fundición de los
metales y ganó la mano de la Reina de Saba, pero fue
atacado y asesinado por aquellos tres aprendices conspiradores.
Antes de morir Hiram pudo pronunciar algunas palabras, entre las
que dijo que Tubal Caín le anunció que
tendría una descendencia de hijos que terminarían
su obra de construcción del templo, e indicó donde
se encontraba el Triángulo de Oro, que solo podrían
hallar los que entendiesen el significado de esta
Leyenda.
Entre los diversos significados de la leyenda, nos
encontramos con que al constructor del templo de Salomón,
Hiram-Abiff (encarnación previa del mismo Rosencreutz), al
bajar al infierno y ver alli a su predecesor Caín, le fue
anunciado que Jehová-Adonai es enemigo de los Hijos del
Fuego a los que quiere destruir, y asimismo que tendría en
el futuro un hijo que daría origen a una raza, la Cainita,
que había nacido del sexo
hermafrodítico y no de la unión de los dos sexos,
(de cuya estirpe es prototipo precisamente Hiram), y esa nueva
raza reemplazaría a la actual raza de los hombres, y
daría lugar al fin del presente tipo de propagación
sexual instituído y patronizado originalmente por
Jehová. Tal sistema de reproducción no necesitará la
unión de dos sexos, y dará lugar a la
desaparición del sexo femenino. Será el hombre el
que produzca otro individuo a partir de sí mismo, mediante
el poder de la laringe. Cuando el lenguaje
sea penetrado por la sabiduría de Caín se
convertirá en creativo y el hombre podrá producir
su propia estirpe a través de la palabra, y entonces toda
la fuerza reproductiva se transferirá al hombre. Y
así la creación, que originalmente fué
realizada por los dioses, será confiada al hombre, a
través de la recuperación de la Palabra que se
perdió cuando se originó el sistema de los dos
sexos.
La Palabra está enterrada y escondida desde la
muerte de
Hiram, y aunque la palabra se conservaría en la
Francmasonería que también instituiría C.
Rosencreutz, el tiempo ha
venido a demostrar que la misma se ha falseado también, a
causa de decadencia de dicha institución. Es la laringe
masculina la que formará el órgano en el futuro, de
manera que la Palabra Perdida podrá ser reconquistada
cuando la sabiduría masculina pasiva se despierte a la
actividad. La Palabra Perdida significa la restitución de
los éteres que fueron arrebatados por Jehová a la
humanidad inmediatamente después de la encarnación
luciférica en la tierra (el Vril de Blavatsky), que
algunos Iniciados han podido anticipar y que proporcionará
el poder de sanación y de autoprotección, como una
coraza etérica, a los humanos que lo
conquisten.
La Francmasonería creó la Leyenda del
Templo como respuesta a la leyenda Bíblica, con el fin de
materializar la promesa que se le hizo a Hiram de que
tendría un hijo que fundaría una nueva raza que
recuperaría el poder de la Palabra perdida, mediante la
recuperación de la fuerza procreativa del espíritu,
lo que conllevaría la creación de una nueva raza
que reemplace a la antigua: la del hombre espiritual. Tanto
Masones como Rosacruces fueron fundados por la misma
individualidad Cainita: Hiram Abiff/C. Rosencreutz, un ser humano
tan elevado que llegó al "Hombre Espíritu" como
Cristo, y que trajo la corriente de misterios del Sur y los
Misterios de Dionisos, pero la separación histórica
de ambos Movimientos Rosacruz y de la Francmasonería
sobrevino posteriormente a causa de la conversión del
movimiento
masón en plataforma de determinados grupos de poder
oligárquicos contrarios al espíritu inicial de su
creador.
La sabiduría antigua sacerdotal y femenina de los
abelitas, hijos de Jehová, ha desaparecido con el materialismo y el
egoísmo, y también ha decaído la
sabiduría masculina que inicialmente se depositó en
la Francmasonería, y solamente, nos dice Steiner,
podrá resurgir una verdadera sabiduría espiritual
cuando aparezca una nueva sabiduría de carácter asexual. Y esa nueva
sabiduría ya no estará relacionada ni con la
sabiduría femenina inspirada que dió lugar a la
Biblia, ni con la masculina de la Leyenda del Templo, pues se
hallará en la auténtica Ciencia Espiritual, donde
el hombre y la mujer se
encuentren armoniosamente y en paz, en el conocimiento de los
planos superiores, de forma que en su día el sexo
masculino se hará con la fuerza procreadora que hoy
conserva la mujer como base de esa sabiduría abelita
femenina. Y así la división de los sexos
instituída por Jehova en la Epoca Lemúrica, que
luego se recapituló en la 3ª Epoca Postatlante con la
división entre Cainitas y Abelitas, dará lugar a
que, mediante la introducción gradual de la consciencia en
los procesos
metabólicos y reproductivos por parte de los iniciados
cainitas, éstos se harán con las fuerzas sexuales,
con las que se establecerán las bases de una nueva raza de
hombres espirituales que servirán de fundamento a la
futura 10ª Jerarquía de Seres de Luz, Amor y
Libertad.
Por
Emilio Sáinz Ortega
Director de Redacción de
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