La extensión universitaria en la Sociedad moderna en el marco de las Universidades de modalidad a distancia
(Estudio de Caso: Universidad
Nacional Abierta-Venezuela,
2003-2005)
- Fundamentos de la
extensión universitaria - Tecnología
del trabajo de extensión
universitaria - Asistencia
técnica - Acción
social - Bibliografía
general
CAPÍTULO I
FUNDAMENTOS DE LA
EXTENSIÓN UNIVERSITARIA
La Extensión como una de las tres funciones
universitarias
Las Universidades, por definición técnica,
son instituciones de enseñanza superior con potestad reconocida
para otorgar grados académicos. En la acepción
original del término, una facultad la componía un
grupo de
estudiantes que se reunían para compartir instalaciones
académicas y alojamiento. Cada facultad era parte
integrante de una corporación llamada universidad, palabra
que constituía una abreviatura de la expresión
latina universitas magistrorum et scholarium (gremio
—o unión— de maestros y estudiantes),
organizada para el beneficio mutuo y la protección legal
de este colectivo. En la actualidad, una facultad puede ser
independiente o estar asociada a una universidad.
Las universidades modernas surgieron a partir de
instituciones existentes en Europa occidental
durante la edad media, ya
en la edad antigua existían centros relevantes de
enseñanza superior, tanto en el Próximo y en el
Lejano Oriente como en Europa. Algunas de estas instituciones
orientales mantienen aún su actividad.
En Grecia, la Academia de Platón
y el Liceo de Aristóteles fueron escuelas avanzadas de
filosofía. Durante el periodo helenístico, que se
inició en el siglo IV a.C., Atenas atrajo a muchos
estudiantes romanos, entre los que se contaron más tarde
estadistas y escritores como Cayo Julio César, Marco Tulio
Cicerón, Augusto y Horacio. Durante esta época le
correspondió el mismo rango a la ciudad egipcia de
Alejandría, con sus importantes bibliotecas y
museos, que atraían a sabios y estudiosos del Oriente
Próximo.
Las academias judías de Palestina y Babilonia,
donde fue redactado el Talmud, promovieron proyectos
intelectuales
tanto religiosos como seglares desde el año 70 a.C.
hasta el siglo XIII. La Universidad de Nalanda, situada en el
norte de la India, y en la
que alumnos indios y chinos estudiaban el budismo,
siguió activa hasta el siglo XIII. En China
florecieron instituciones dedicadas a los estudios superiores a
partir del siglo VII, y en Corea, a partir del XIV. La
Universidad al-Azhar de El Cairo (Egipto), de
más de 1.000 años de antigüedad, es la
autoridad
central para el islam. Otra
institución islámica de la misma época es la
Universidad al-Qarawiyin de Fez, en Marruecos.
Las universidades europeas occidentales evolucionaron a
medida que los estudiantes fueron acudiendo a diversos centros
donde prestigiosos profesores impartían sus
enseñanzas sobre temas de particular interés.
El idioma no suponía impedimento alguno ya que tanto las
clases como los debates se desarrollaban en la lengua
universal, el latín. Hacia el siglo XII, París se
había establecido como núcleo para la
instrucción y difusión de la teología y la
filosofía, y la Universidad de París se
convirtió en modelo para
las universidades que más tarde se fundarían en el
norte de Europa. La Universidad de Bolonia, en Italia,
constituía el centro para el estudio del Derecho, y
sirvió de modelo a las universidades italianas y
españolas. A partir del siglo XIII se establecieron
universidades en Francia,
Inglaterra,
Escocia, Alemania,
Bohemia y Polonia. Los estudiantes procedentes de un mismo
país se reunían en las denominadas "naciones" para
ayudarse y protegerse entre sí. De estas comunidades
surgió el concepto de
facultad o colegio (del latín collegium,
‘sociedad’). Las universidades de
la edad media tenían el derecho no sólo de
suspender los estudios cuando las condiciones de las urbes donde
estaban ubicadas resultaban contraproducentes sino también
de otorgar títulos académicos que incluían
el privilegio de poder
enseñar en cualquier país cristiano.
Algunas universidades italianas, como fue el caso
de la de Ferrara, contribuyeron a transmitir las ideas
humanísticas renacentistas a las instituciones del norte
de Europa. Bolonia fue el gran centro del siglo XVII para el
estudio de la medicina y la
biología.
La Universidad de Leiden, en los actuales Países Bajos,
establecida en 1575, atrajo a estudiantes de todo el continente
deseosos de investigar las nuevas ciencias. En
el siglo XVIII se convirtió en un importante centro de
estudios legales y atrajo a muchos estudiantes de Escocia. La
Universidad de Salamanca, fundada en el siglo XIII, marcó
durante los siglos XVI y XVII la pauta para el establecimiento de
instituciones tanto en España
como en Centroamérica y Sudamérica.
La Universidad de Wittenberg fue marco
del comienzo de la Reforma protestante (1517) iniciada por
Martín Lutero, que en aquella época impartía
clases en este centro. Sus discípulos divulgaron sus
enseñanzas por toda Alemania, Escandinavia y Europa del
este. La Reforma protestante que se produjo en Suiza
implicó a la Universidad de Ginebra, cuyos profesores y
estudiantes contribuyeron a difundir las doctrinas del
teólogo Juan Calvino por toda Europa y
Norteamérica.
Ya en Norteamérica, los
calvinistas fundaron en Nueva Inglaterra el Harvard College (que
se convertiría más tarde en Universidad de
Harvard), la más antigua universidad de este país.
La tradición calvinista llevó también a la
fundación del Yale College (que se convertiría
luego en la Universidad de Yale) y del College of New Jersey (hoy
Universidad de Princeton). Otros enclaves coloniales fueron el
King’s College (hoy Universidad de Columbia), el
Queen’s College (en la actualidad Universidad Estatal
Rutgers) y el Dartmouth College.
La primera institución seglar de
enseñanza superior que se estableció en Rusia fue la
Universidad Lomonósov de Moscú, fundada en 1755 por
el científico Mijaíl Vasílievich
Lomonósov, de quien tomó su nombre. Esta
universidad creció, al igual que otros claustros seglares
rusos, bajo la influencia extranjera y en especial alemana. Las
universidades de Vilna y Dorpat, aunque fundadas con
anterioridad, tenían sobre todo un carácter confesional.
La primera universidad americana se
fundó en Santo Domingo en 1538, luego fueron erigidas
la de Lima y la de México en
1551. En la conquista del Nuevo Mundo estaba implícita la
creación de ciudades como centros culturales. Ya a fines
del siglo XVI muchas ciudades de la América
de habla hispana poseían colegios universitarios,
seminarios y universidades. Siguieron luego los privilegios
universitarios para las de Quito y
Santafé, en 1685 y la de Guatemala en
1687. También tuvieron universidad Charcas y
Córdoba, en el Río de la Plata, durante el siglo
XVII, lo mismo que San Miguel de Chile y Mérida de
Yucatán (México). En el siglo XVIII, La Habana,
Caracas y San Felipe de Chile tuvieron universidad, al igual que
Buenos Aires,
que se constituyó como Universidad Pública del
Río de la Plata.
La era que siguió a la
Revolución
Industrial, con el auge de las clases medias,
proporcionó en gran medida el ímpetu necesario para
el desarrollo de
la enseñanza superior en Europa. Durante el siglo XIX, las
universidades alemanas se convirtieron en fuentes de
investigación influyentes y en ejemplos de
libertad
académica. La Universidad de Berlín era
célebre por sus estudios de filosofía, la de
Gotinga por la literatura y las matemáticas, la de Heidelberg por los
matemáticos y los estudios clásicos, la de Leipzig
por la psicología
y la de Jena por la pedagogía. Muchos estudiantes extranjeros
realizaban sus doctorados en universidades alemanas.
Dentro de las instituciones
británicas fundadas durante este periodo se incluyen las
universidades de Londres y Durham (las primeras universidades
inglesas establecidas tras la edad media), así como las
universidades de Manchester, Liverpool, Leeds y Gales. A
diferencia de la Universidad de Oxford y de la Universidad de
Cambridge (fundadas en los siglos XII y XIII, respectivamente),
que poseían una ideología en cierto modo conservadora,
signos de
prestigio social y representantes del sistema imperante
y de la clase
dirigente, estas nuevas instituciones, conocidas de forma popular
con el nombre de "universidades de ladrillos" atrajeron
estudiantes y profesores de avanzadas ideas sociales y políticas,
tal y como se vio más tarde materializado en el grupo de
los jóvenes airados, escritores que estudiaron o
enseñaron en estas universidades tras la II Guerra
Mundial.
Entre las instituciones europeas nacidas en el
siglo XIX se encuentran las de Berlín (Alemania), San
Petersburgo (Rusia), Atenas (Grecia), Bucarest (Rumania) y
Sofía (Bulgaria). En la India, las universidades de
Calcuta, Bombay y Madrás, todas establecidas en 1857,
fueron instituidas como centros examinadores de acuerdo con la
Universidad de Londres.
El desarrollo de las universidades chinas se
vio retrasado por la agitación social existente en este
país durante el siglo XIX y principios del
XX. La Universidad de Pekín fue fundada en 1896, aunque la
mayoría de las demás facultades e instituciones
técnicas datan de la década de 1930
o son posteriores a la II Guerra Mundial. En Japón
cabe mencionar las universidades de Tokio (1877) y Kioto
(1897).
Durante el siglo XIX y hasta la
actualidad, los estudiantes universitarios han estado
vinculados a la vanguardia del
pensamiento
radical y revolucionario. Las universidades rusas crecieron en el
siglo XIX tanto en número como en importancia, y hasta la
Revolución
Rusa de 1917 ofrecieron carreras en los campos de las
ciencias, la literatura rusa y la historia, además de
estudios clásicos, siendo asimismo núcleos de
doctrinas y actividades políticas radicales y
revolucionarias. El gobierno
suspendía de forma periódica los privilegios
académicos y encarcelaba tanto a estudiantes como a
profesores, aunque este control no pudo
contener el desarrollo del pensamiento revolucionario. Las
medidas restrictivas y represivas adoptadas por las autoridades
administrativas y gubernamentales, tal y como sucedió en
la Rusia zarista y en Alemania durante las décadas de 1920
y 1930, desembocaron a menudo en protestas y disturbios y en el
cierre de numerosas facultades. Durante la posguerra, y
en particular durante las décadas de 1950 y 1960, se
establecieron muchas universidades en el Reino Unido, en Alemania
y en muchos países de Asia y
África.
La década de 1960 fue
también un periodo de agitación estudiantil, como
la que se produjo en Estados Unidos a
raíz de las protestas surgidas contra la guerra de
Vietnam. En esta época, la universidad española se
convirtió en un foco de oposición y crítica
muy activa contra el régimen autoritario acaudillado por
el general Francisco Franco, que seguía rigiendo los
destinos de la nación
30 años después de concluida la Guerra Civil. En
1965, José Luis López Aranguren, uno de los
más ilustres pensadores críticos procedentes del
cristianismo y
catedrático de Filosofía, era privado de su
cátedra por sus críticas a la política franquista.
El mismo destino sufrieron personalidades de la cultura como
el también catedrático de Derecho Político y
lúcido ensayista Enrique Tierno Galván, que
más tarde sería alcalde electo de Madrid desde
1979, y el poeta y profesor
universitario José María Valverde, entre otros.
Estos conflictos se
recrudecieron a raíz del eco alcanzado por la
rebelión acaecida en mayo de 1968, protagonizada por los
estudiantes y los obreros de París, y que se
extendió a Berlín, California y la ciudad de
México, donde se produjeron el 2 de octubre de 1968 los
denominados sucesos de Tlatelolco en la plaza de las Tres
Culturas. A partir de 1969, la universidad española
asumió la vanguardia de la lucha contra el franquismo y
una línea crítica que se mantendría durante
los años siguientes respecto a la consolidación del
régimen democrático.
En Argentina, la rebelión
universitaria de Córdoba de 1919 es, por lo general,
considerada como la primera manifestación reformista
universitaria. En la misma, la Iglesia
perdió todo su poder y de allí surgieron la educación
universitaria gratuita y la participación de los alumnos
en los planes de estudio. Asimismo la agrupación
Franja Morada, relacionada con el partido Unión
Cívica Radical, surgió de aquella rebelión y
conduce aún hoy los destinos de muchos centros de
estudiantes.
En el Cono Sur, los movimientos
universitarios iniciados a finales de la década de 1950,
desembocaron, una década después, en movilizaciones
masivas de ciudades enteras que iniciarían la
mayoría de los movimientos insurgentes. La principal de
ellas fue el llamado Cordobazo, ocurrido en Argentina en 1969,
que terminaría derrocando al gobierno militar del general
Juan Carlos Onganía. Asimismo, durante los años de
las dictaduras militares de la década de 1970, miles de
estudiantes argentinos, chilenos y uruguayos fueron detenidos por
los regímenes militares.
Más recientemente, en 1989, la plaza de
Tiananmen de Pekín fue escenario de manifestaciones
estudiantiles prodemocráticas que desembocaron en
violentos enfrentamientos con el Ejército y la
policía. Los sucesos de Tiananmen lograron una amplia
cobertura por parte de los medios de
comunicación de todo el mundo.
La década de 1970, tomaron auge las
universidades a distancia, que ofrece cursos de
carácter universitario a todo tipo de personas a
través de la
televisión, la radio y el
correo. La primera universidad a distancia se creó en el
Reino Unido en 1971.
Con el surgimiento de las Universidades a distancia,
aparecieron aspectos fundamentales de interacción ideológica y cultural de
estas instituciones con la comunidad a la
que se debía como entidad formadora. El producto final
de esta intencionalidad de acción
social es lo que se conoce como Extensión
Universitaria.
La Extensión Universitaria, según el Prof.
Nelson Freites, viene a ser el pilar conceptual e
ideológico de la Universidad Reformista, junto a la
enseñanza y la investigación (funciones
básicas de las Universidades Modernas), desarrolla y
multiplica su actividad y su alcance.
En este siglo XXI, la Extensión Universitaria
está transitando su momento más importante. Los
paradigmas de
formación, integración y
calidad que debe encarnar la Universidad y la
aceleración de los procesos
(tecnológicos, demográficos, urbanos, ambientales,
sociales, productivos, económicos, entre otros) en el
país y en el mundo, hacen de las Universidades, la unidad
base para interpretar la extensión en su sentido
más amplio, relacionándola en los más
diversos aspectos de vinculación con la sociedad y el
medio, no sólo transfiriendo, sino y fundamentalmente
escuchando, aprendiendo y reflexionando sobre el contenido de los
mensajes.
No es suficiente abrir las puertas de la universidad
pública al medio, no alcanza con ofrecer lo que sabemos
hacer, ni con hacer lo que nos demandan; hoy la Universidad debe
hacer lo que es necesario. Es necesario salir y formar parte. El
desafío es escuchar, integrar a la Universidad con la
Sociedad e involucrarse para elaborar una respuesta útil y
comprometida, no sólo con el futuro, sino con el
presente.
Marco Jurídico actual y
prospectivo
Bases legales que sustentan el trabajo
extensionista en educación
superior
CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA
BOLIVARIANA DE VENEZUELA
Gaceta Oficial N° 36.860 del jueves 30 de
diciembre de 1999.
Artículo 102
La educación es un derecho humano y un deber
social fundamental, es democrática, gratuita y
obligatoria. El Estado la
asumirá como función
indeclinable y de máximo interés en todos sus
niveles y modalidades, y como instrumento del conocimiento
científico, humanístico y tecnológico al
servicio de la
sociedad. La educación es un servicio público y
está fundamentada en el respeto a todas
las corrientes del pensamiento, con la finalidad de desarrollar
el potencial creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de
su personalidad
en una sociedad democrática basada en la valoración
ética
del trabajo y en
la participación activa, consciente y solidaria en los
procesos de transformación social consustanciados con
los valores de
la identidad
nacional, y con una visión latinoamericana y
universal. El Estado, con la participación de las familias
y la sociedad, promoverá el proceso de
educación ciudadana de acuerdo con los principios
contenidos de esta Constitución y en la ley.
Artículo 103
Toda persona tiene
derecho a una educación integral, de calidad,
permanente, en igualdad de
condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las
derivadas de sus
aptitudes, vocación y aspiraciones. La educación
es obligatoria en todos sus niveles, desde el maternal hasta el
nivel medio diversificado. La impartida en las instituciones
del Estado es gratuita hasta el pregrado universitario. A tal
fin, el Estado realizará una inversión prioritaria, de conformidad con
las recomendaciones de la
Organización de las Naciones Unidas.
El Estado creará y sostendrá instituciones y
servicios
suficientemente dotados para asegurar el acceso, permanencia y
culminación en el sistema educativo. La ley
garantizará igual atención a las personas con necesidades
especiales o con discapacidad y a
quienes se encuentren privados de su libertad o carezcan de
condiciones básicas para su incorporación y
permanencia en el sistema
educativo. Las contribuciones de los particulares a proyectos
y programas
educativos públicos a nivel medio y universitario
serán reconocidas como desgravámenes al impuesto sobre la
renta según la ley respectiva.
Artículo 109
El Estado reconocerá la autonomía
universitaria como principio y jerarquía que permite a los
profesores, profesoras, estudiantes, estudiantes, egresados y
egresadas de su comunidad dedicarse a la búsqueda del
conocimiento a través de la investigación científica,
humanística y tecnológica, para beneficio
espiritual y material de la Nación. Las universidades
autónomas se darán sus normas de
gobierno, funcionamiento y la administración eficiente de su patrimonio
bajo el control y vigilancia que a tales efectos establezca la
ley. Se consagra la autonomía universitaria para
planificar, organizar, elaborar y actualizar los programas de
investigación, docencia y
extensión. Se establece la inviolabilidad del recinto
universitario. Las universidades nacionales experimentales
alcanzarán su autonomía de conformidad con la
ley.
LEY ORGÁNICA DE
EDUCACIÓN
Gaceta Oficial N° 2.635 del 28 de julio de
1980
NOTA:
Se deroga la Ley de Educación del 22-07-1955,
la Ley de Escalafón del Magisterio Federal del 20-07-1944
y todas las disposiciones que colidan con la presente
ley.
Artículo 3°
La educación tiene como finalidad fundamental el
pleno desarrollo de la
personalidad y el logro de un hombre sano,
culto, critico y apto para convivir en una sociedad
democrática, justa y libre basada en la familia
como célula
fundamental y en la valorización del trabajo; capaz de
participar activa, consciente y solidariamente en los procesos de
transformación social, consustanciado con los valores de la
identidad
nacional y con la comprensión, la tolerancia, la
convivencia y las actitudes que
favorezcan el fortalecimiento de la paz entre las naciones y los
vínculos de integración y solidaridad
latinoamericana.
La educación fomentará el desarrollo de
una conciencia
ciudadana para la conservación, defensa y mejoramiento del
ambiente,
calidad de
vida y el uso racional de los recursos
naturales y contribuirá a la formación y capacitación de los equipos humanos
necesarios para el desarrollo del país y la promoción de los esfuerzos creadores del
pueblo venezolano hacia el logro de su desarrollo integral,
autónomo e independiente.
Artículo 4°
La educación, como medio de mejoramiento de la
comunidad y factor primordial del desarrollo nacional, es un
servicio publico prestado por el Estado, o impartido por los
particulares dentro de los principios y normas establecidos en la
ley, bajo la suprema inspección y vigilancia de aquel y
con su estimulo y protección moral y
material.
REGLAMENTO GENERAL DE LA LEY ORGÁNICA DE
EDUCACIÓN
Gaceta Oficial N° 36.787 del 15 de septiembre de
1999
Artículo 6°
La finalidad de la educación establecida en el
artículo 3º de la Ley Orgánica de
Educación y la que ésta le asigne a cada nivel y
modalidad del sistema educativo, deberá alcanzarse a
través de los planes y programas de estudio y demás
elementos del currículum y mediante la utilización
de programas abiertos de aprendizaje, de
los medios de
comunicación social y de otros recursos destinados a
contribuir al desarrollo integral del individuo y de
la comunidad, los cuales se elaborarán y aplicarán
conforme a las regulaciones del ordenamiento jurídico en
materia
educativa.
LEY DE UNIVERSIDADES
Transcrito de la Gaceta Oficial N° 1.429
Extraordinario del 8 de septiembre de 1970
Artículo 2°
Las Universidades son Instituciones al servicio de la
Nación
y a ellas corresponde colaborar en la orientación de la
vida del país mediante su contribución doctrinaria
en el esclarecimiento de los problemas
nacionales.
Artículo 3°
Las Universidades deben realizar una función
rectora en la educación la cultura y la ciencia.
Para cumplir esta misión,
sus actividades se dirigirán a crear, asimilar y difundir
el saber mediante la investigación y la enseñanza;
a completar la formación integral iniciada en los ciclos
educacionales anteriores; y a formar los equipos profesionales y
técnicos que necesita la Nación para su desarrollo
y progreso.
Artículo 9°
Las Universidades son autónomas. Dentro de las
previsiones de la presente Ley y de su Reglamento, se disponen
de:
1. Autonomía organizativa, en virtud de la cual
podrán dictar sus normas internas;
2. Autonomía académica, para
planificar, organizar y realizar los programas de
Investigación, docentes y de
extensión que fueren necesarios para el cumplimiento de
sus fines;
3. Autonomía administrativa, para elegir y
nombrar sus autoridades y designar su
personal docente, de investigación y
administrativo;
4. Autonomía económica y financiera para
organizar y administrar su patrimonio.
Artículo 138
En cada Universidad, adscrita al Rectorado,
funcionara una Dirección de Cultura, la cual
fomentará y dirigirá las actividades de
extensión cultural de la Universidad, contribuyendo a
la formación del alumnado y a la difusión de la
ciencia y la
cultura en el seno de la colectividad.
REGLAMENTO PARCIAL DE LA LEY DE
UNIVERSIDADES
Gaceta Oficial N° Extraordinario del
Artículo 2º
(…) A los efectos indicados en los
Artículos 2º y 3º de la Ley, las
Universidades deberán orientar sus programas de
formación profesional a la satisfacción de las
necesidades del país y en sus actividades de
investigación y extensión, propender
especialmente a la resolución de los problemas de
interés nacional. En sus labores se conservará la
continuidad del proceso educativo, asegurando la formación
física,
intelectual, cultural y social del estudiante por medio de
actividades adecuadas a estos fines. En tal sentido podrán
organizar Congresos, Seminarios, Charlas, Conferencias y
cualesquiera otros medios de
divulgación científica (…)
DECRETO 836 DEL REGLAMENTO GENERAL DE
UNIVERSIDADES
Gaceta Oficial N° Extraordinario del
Artículo 93º
(…) La Dirección de Extensión
Universitaria, constituirá en centro de promoción
cultural, técnica y social que vincula a la
institución universitaria con la comunidad regional y
nacional (…)
Políticas y Lineamientos nacionales en materia
de Extensión Universitaria
Haciendo una revisión documental y personal, se
alcanzó entrevistar a importantes representantes de la
Extensión Universitarias en centros de estudios Superiores
de Venezuela ( Carlos David Rojas, Coordinador de
Extensión Universitaria del Colegio Universitario
Fermín Toro, Extensión Guanare; Nelson Freites,
Coordinador de Extensión Universitaria de la Universidad
Centro Occidental Lisandro Alvarado de Barquisimeto, entre
otros); definiendo lo que constituye las políticas
lineales que en el ámbito nacional de Venezuela rigen la
Extensión Universitaria.
Pero antes de puntualizarlas es fundamental apreciar que
eso que apreciamos como Extensión Universitaria tiene
como descriptivo una función continúa, la cual se
ha de entender en dos grandes áreas: extensión de
la cultura y extensión de los servicios.
En la estructura
institucional la extensión de la cultura y
extensión de los servicios, se encuentran generalmente
ubicadas en dependencias diferentes, tanto académicas como
administrativas, lo que en ocasiones genera falta de coordinación interna y duplicación
de funciones. Por ello, cada institución, de acuerdo con
su perfil y oferta de
programas, deberá analizar la estructura interna de la
función y hacer las adecuaciones necesarias para mejorar
su funcionamiento y operación.
Dada la diversidad de acciones de la
Extensión Universitaria, en sus áreas cultura y
servicios, se hace conveniente que se aborde su planeación
y operación de manera integral, independientemente de la
ubicación de las distintas dependencias.
Para ello las líneas guías que
deberían regir la Extensión Universitaria, aparte
de lo descrito en el Reglamento de la UNA y en la Ley de
Universidades, serían:
• Revisar y fortalecer los proyectos de
extensión de la cultura para que incidan directamente en
la formación integral de los estudiantes;
• Impulsar la formación de los profesores
de carrera a nivel de posgrado, su incorporación en
cuerpos académicos efectivos y su participación en
los programas de extensión;
• Mejorar la articulación de la
extensión con la docencia y en su caso, con la
investigación. Esto requiere un esfuerzo institucional y
una dirección al más alto nivel. Son aspectos a
considerar en el plan de
desarrollo institucional y en los planes específicos del
trabajo de extensión.
En cuanto al financiamiento
es necesario enfocar:
• Mejorar las capacidades de gestión
externa de recursos de las áreas responsables de la
función, incluyendo aquellos que provengan de los
organismos internacionales;
• Lograr un mejor posicionamiento
de la función frente al entorno con el propósito de
incrementar los ingresos por
servicios; y
• Realizar gestiones para incrementar los recursos
asignados a la función, ante las instancias
correspondientes u otros organismos similares.
En cuanto a la situación de quienes trabajan en
la extensión de la cultura y los servicios, es importante
considerar:
• Impartir cursos sobre administración general de la Educación
Superior a los responsables de la extensión de la
cultura y los servicios y seminarios específicos sobre la
función para favorecer la regulación
administrativa;
• Diseñar criterios e instrumentos de
evaluación para reconocer los productos del
trabajo de académicos y extensionistas en los programas de
estímulos de las instituciones educativas;
• Consolidar la infraestructura física y
lograr que la extensión cuente con los espacios necesarios
para el desarrollo óptimo de sus funciones;
• Establecer, en el marco de los Consejos
Regionales, políticas regionales que fortalezcan el
trabajo y la colaboración interinstitucional, a
través de los Corredores Culturales Regionales y otros
mecanismos específicos acordes al contexto
regional;
• Afinar los mecanismos en el marco de
relación con las instancias nacionales de
planeación, concertación y financiamiento, en apoyo
a los programas que desarrollen las Universidades;
• Impulsar procesos formativos más abiertos
y flexibles, y establecer los criterios para que se reconozcan,
en los planes de estudio, aquellas actividades y cursos de
extensión relacionados con los programas, a fin de
contribuir a una formación más integral;
• Generar medidas internas en cada una de las
instituciones Universitarias que contribuyan al logro de los
objetivos y
estrategias para
el fortalecimiento de la función;
• Fortalecer los mecanismos de colaboración
entre las universidades públicas, los institutos
tecnológicos públicos, las instituciones
particulares y las instituciones de investigación, en
proyectos en los que se aprovechen las ventajas y las fortalezas
institucionales. Con ello se podrá ampliar la cobertura de
las actividades de la función de extensión, mejorar
su calidad e impacto y optimizar los recursos.
Como señala el Reglamento de la Universidad
Nacional Abierta, la extensión es una de las funciones
principales. El
conocimiento creado o transmitido a través de
instancias de docencia e investigación, encuentra su
desarrollo pleno mediante la extensión universitaria. De
ella depende la articulación entre el conocimiento
acumulado en la Universidad y las distintas necesidades de la
sociedad venezolana.
El conjunto de conocimientos científicos,
tecnológicos, humanísticos y artísticos,
producto del desarrollo histórico de la
institución, no conforman una "reserva". No se encuentran
"depositados", o "cristalizados" en estructuras de
escaso dinamismo. Por el contrario, conforman una masa
crítica disponible, un caudal estratégico de saber
transmisible a los distintos actores de la sociedad. La
extensión procura la transferencia de este saber, en
condiciones de alta calidad y óptima adecuación a
las necesidades presentes y futuras del escenario
económico y social.
Las acciones de extensión adquieren el
carácter de acciones de transferencia de conocimientos
disponibles y utilizables, del mayor nivel de excelencia, en
función de las demandas y requerimientos de los distintos
actores económicos y sociales.
Estas acciones de transferencia de conocimiento no son
privativas de una cultura específica, ni de un conjunto
reducido de disciplinas intervinientes. La distinción
analítica entre el conocimiento
científico y tecnológico, humanístico, o
artístico, hace referencia a áreas
homogéneas de saber común y su posibilidad de
transferencia en relación a demandas cualitativamente
diferenciadas al contexto universitario.
El "perfil" de extensión de la Universidad se
encuentra ligado a distintos factores. Por una parte, al
desarrollo relativo de la institución y al nivel de
excelencia logrado por sus investigadores y especialistas. Por
otra parte, se relaciona con las necesidades estructurales de la
sociedad, que precisa de conocimientos especializados para
superar el estancamiento y alcanzar grados superiores de
bienestar.
Esta adecuación entre el conocimiento de alto
nivel acumulado, el capital humano
disponible y los problemas más críticos del
desarrollo
económico y social, constituye el sujeto mismo de la
extensión.
Organizar los recursos disponibles, identificar los
problemas y las demandas del medio económico social,
efectivizar las acciones de transferencia, y transformar la
realidad en la cual se opera, conforma en sí misma, una
forma de tecnología.
Tecnología que podría denominarse aquí,
Extensión Universitaria.
Definición de Extensión Universitaria,
naturaleza,
finalidades
La Extensión Universitaria se define,
según Juan José Jiménez Martínez,
Vicerrector de Extensión Universitaria de la Universidad
de Almería, España, en documento de la Universidad
de Almería publicado en su página web en el
año 2002, como la presencia e interacción
académica mediante la cual, la Universidad
aporta a la sociedad en forma crítica y creadora, los
resultados y logros de su investigación y docencia, y por
medio de la cual, al conocer la realidad nacional enriquece y
redimensiona toda su actividad académica
conjunta.
Extensión, desde una universidad
democrática, autónoma, crítica y creativa,
parte del concepto de la democratización del saber y asume
la función social de contribuir a la mayor y mejor calidad
de vida de la sociedad.
La Extensión Universitaria es el conjunto
de actividades conducentes a identificar los problemas y demandas
de la sociedad y su medio, coordinar las correspondientes
acciones de transferencia y reorientar y recrear actividades de
docencia e investigación a partir de la interacción
con ese contexto.
Por otro lado, en definición del profesor Nelson
Freites, UCLA (2003), la Extensión Universitaria es la
interacción creadora entre Universidad y Comunidad,
mediante la cual el quehacer cultural se vincula con el
fenómeno social a fin de producir las transformaciones
necesarias para el logro de una mejor calidad de vida.
La Extensión Universitaria, desde un punto de vista
crítico, es el empleo de los
conocimientos ya acumulados en la Universidad y de las
capacidades de sus docentes e investigadores para desarrollarlos,
adaptarlos y aplicarlos a fines útiles para la
comunidad.
Para quien fuera catedrático de la Universidad de
los Andes, Alfonso Gándara Feijoo, en un documento
manuscrito de 1995, concibe la Extensión Universitaria
como el motor
transformador que implica la existencia de un sujeto u organismo
creador (o elaborador o procesador), que
ofrece y da a parte o a toda la comunidad destinataria un objeto,
una reflexión, un valor que la
sociedad recibe, asimila, aprovecha, disfruta, acepta, recrea,
cuestiona o rechaza.
En este mismo sentido, Ángel J. Cappelletti,
quien fuera filósofo y estudioso del pensamiento
anarquista latinoamericano, en uno de sus ensayos acerca
de la presencia de las Universidades en el siglo XX (1994),
expone que la Extensión Universitaria no es una
actividad unidireccional sino que debe producirse un "diálogo"
permanente entre el que da (Universidad) y el que recibe
(Sociedad y Medio), lo que significa que el sujeto que da, el que
extiende, se enriquece en forma permanente. Esta
bidireccionalidad explica la gratificación y el
sentimiento de enriquecimiento del sujeto emisor.
La Extensión Universitaria, citando nuevamente a
Juan José Jiménez Martínez, cumple un rol
de formación continua de la propia comunidad universitaria
en su conjunto total y de profesionales, dirigentes y
empresarios; un rol en la divulgación científica y
de la diversidad cultural; un rol en la transformación
social y el desarrollo
comunitario y un rol en la transferencia tecnológica,
con visión estratégica del
desarrollo.
La Extensión Universitaria tiene como
destinatarios a la sociedad en general, los sectores excluidos y
marginados, las empresas
productivas de bienes y
servicios, el sector
público y ONG´s
(tercer sector); y la propia comunidad universitaria.
La Extensión Universitaria tiene como
ejecutores a docentes e investigadores, alumnos avanzados,
graduados y personal técnico no docente.
De todas estas definiciones, la siguiente es
quizás la que sintetiza de la mejor manera nuestra
visión de la Extensión Universitaria en el marco de
la Universidad Nacional Abierta de Venezuela, como
institución insigne de la Educación a distancia:
ofrecer algo a la sociedad, intentar enriquecerla en su
bagaje cultural, brindarle una herramienta, un conocimiento, una
idea, una creación, informar y compartir algo: una
técnica, un invento, un descubrimiento, un avance, que
puede ser un libro, una
mejor calidad de vida o una posibilidad de
desarrollo.
FINALIDAD DE LA EXTENSIÓN
UNIVERSITARIA:
· La Extensión Universitaria como
función integradora y como proceso pedagógico se
expresa fundamentalmente a través de programas y
proyectos, los cuales se gestionan a partir de la metodología de la promoción
cultural;
· La Extensión Universitaria está
llamada a desempeñar un papel esencial en el rescate de
los saberes populares y la defensa de la identidad nacional de
nuestros pueblos, en el contexto globalizador;
· Se aboga porque la Extensión
Universitaria se asuma como un proceso desde el ser humano y para
el ser humano;
· La Extensión Universitaria es una
vía para potenciar el capital activo
y el elemento socializador para el desarrollo
sostenible;
· La Extensión se hace factible desde el
intercambio de saberes entre las comunidades intra y
extrauniversitarias;
· La docencia y la investigación tienen en
la Extensión un elemento liberador y creativo del
potencial humano;
· El estudiante debe ser el principal agente de
cambio y por
tanto protagonista de la Extensión;
· La Extensión Universitaria debe promover
que los procesos de comunicación sean interactivos e
integradores, con nuevos códigos, donde se estudien,
investiguen y evalúen dichos procesos;
· Todo proyecto
educativo es en esencia un proyecto cultural;
· La universidad debe contribuir a formar un
ciudadano capaz de ser, conocer, hacer y relacionarse;
corresponde a la extensión tributar en particular a que
los individuos sean capaces de ser y convivir; y
· El vínculo entre las políticas
culturales y educativas en la Educación Superior es
esencial para el desarrollo armónico de la
Extensión Universitaria.
Las actividades de Extensión
Universitaria:
(Académicas, Sociales y Culturales)
– Las actividades sistemáticas que
transfieren al entorno extrainstitucional los conocimientos y las
experiencias producidos por la investigación mediante su
aplicación o adaptación, de manera que se produzca
un enriquecimiento en la relación entre la universidad y
los diversos sectores de la comunidad (instituciones, empresas y
grupos
sociales);
– Las actividades formativas de grado que
mediante la capacitación, prevención,
orientación, información y difusión o
asesoramiento a la comunidad, permitan complementar con la
práctica, la formación teórica curricular,
desarrollando valores de solidaridad y responsabilidad
social como una estrategia
indispensable de la vida en sociedad;
– La acción social como una modalidad de la
extensión caracterizada por acciones y actividades
como las mencionadas en el párrafo
anterior, que aporten un beneficio a las comunidades de la
región y del país, como forma de contribuir a la
resolución de necesidades y problemas
concretos;
–Las actividades de tipo académico como los
cursos libres de capacitación, la educación
continua o de actualización, las actividades de
información y difusión científico –
tecnológica tales como seminarios, congresos,
exposiciones, talleres, presenciales o por libros,
revistas, folletos, videos, CDs, programas de radio, tv o
internet, que
permitan hacer accesible a los diversos sectores que lo
requieren, el conocimiento que produce y sistematiza la
universidad; y
– Las actividades culturales y deportivas.
Las necesidades de la Extensión
Universitaria:
- Urgencia de capacitar a la comunidad universitaria
para realizar el trabajo extensionista; - Se reconoce la necesidad de la planificación estratégica para la
Extensión Universitaria; - Necesidad de un programa
extensionista universitario con carácter contextual
desde un proyecto de país; - Los medios de comunicación universitaria, al
igual que los medios de difusión masiva, deben reflejar
la vida universitaria y su proyección
comunitaria; - El campo de la comunicación organizacional universitaria
reclama atención; - La comunicación no ha sido conceptualizada
como proceso educativo vital en la docencia, la
investigación y la Extensión, siendo esta
última el marco propicio del proceso
comunicativo; - Es urgente la concientización y el
reconocimiento por parte de las autoridades universitarias del
papel de la Extensión como elemento clave en la vida
intra y extrauniversitaria; - Necesidad de perfeccionar los instrumentos de
evaluación para la extensión.
Existe una demanda
sostenida y creciente de las instituciones públicas y
privadas de vincularse con las actividades universitarias y
comienza a desarrollarse una mayor conciencia universitaria de la
necesidad de vincularse con la Comunidad, de involucrarse con los
problemas cotidianos y de trabajar al ritmo y con los tiempos que
el problema o la demanda requieran; no obstante, la visión
transversal e integrada de la Extensión en las distintas
unidades aún es baja, por lo que todavía predomina
el trabajo vertical, compartimentado y muchas veces
desarticulado.
La casi totalidad de las actividades de extensión
son autogestionarias y comienza a ser necesario un presupuesto dado
por la propia Universidad, que baje los niveles de vulnerabilidad
de las iniciativas – hoy dependientes en forma casi absoluta de
recursos externos-, que permita dar respuesta a demandas
elementales, así como canalizar proyectos de importancia
institucional que no cuentan con financiamiento externo,
definiendo prioridades en función de un plan de trabajo
integral.
Evolución histórica
La incorporación de una "tercera función",
diferenciada de las tradicionales de docencia e
investigación y orientada a extender la acción de
las universidades más allá de sus linderos
académicos, responde a una preocupación que no es
reciente.
Históricamente, la idea de que las instituciones
de educación superior mantengan relaciones con las
comunidades de su entorno inmediato y con la sociedad en general,
adquiere toda su magnitud con la creación de los Land
Grant Colleges en los Estados Unidos de Norteamérica.
Estos tienen su origen en 1862, mediante el Morril Act, el cual
institucionaliza sus acciones de formación y sus
actividades hacia las comunidades rurales. Una segunda ley (Hatch
Act, 1887) les otorga los medios necesarios para apoyar el
desarrollo de investigaciones
aplicadas y acciones experimentales.
Desde entonces, los Land Grant Colleges han
desempeñado un papel fundamental en el desarrollo tanto de
la agricultura
como de la industria en
las regiones en que fueron establecidos, ya que, en las
diferentes modalidades de servicios que han prestado a las
comunidades, se han incluido tanto cursos especiales como el
desarrollo de técnicas adecuadas a necesidades
específicas que, además de contribuir a la
solución de problemas concretos, han tenido repercusiones
en diferentes ámbitos de la educación superior
norteamericana. Por una parte, se logró eliminar el
privilegio mantenido por las disciplinas académicas en
detrimento de las técnicas y las artes; por otra,
facilitó la diversificación de programas en el
nivel de educación superior de este país, frente a
la rigidez de los perfiles de enseñanza de las
universidades europeas. En la práctica, desde el siglo XIX
los Land Grant Colleges han sido los que, de manera más
directa, asumen la tercera función -el servicio a la
comunidad- que se generaliza en las instituciones de
educación superior, lo cual ha permitido que algunos de
éstos lleguen a formar parte -en una estrategia de
complementariedad de prestigiadas universidades norteamericanas
(California, Cornell, Wisconsin, etcétera). Evidentemente,
esta situación refleja la presencia de cierta
ideología social y educativa, donde la búsqueda de
la democratización ha permitido desarrollar relaciones
estrechas entre la universidad y la sociedad.
Las universidades europeas, con algunas excepciones
sobre todo entre las inglesas y las nórdicas, mantienen la
concepción original de la universidad como el gremio de
maestros y discípulos dedicados al oficio de aprender los
saberes, aunque con matices distintos debido a los modelos que
les sirven de base. La mayoría de los países de
Europa septentrional toman el modelo de la Universidad de
París; el modelo de Bolonia es adoptado por la
Universidad de Salamanca y por las universidades de Europa
meridional, y va a inspirar, a través del esquema de
Salamanca, la mayoría de las universidades de
América Latina.
El modelo de Bolonia -en el que predomina la
participación de los estudiantes- explica, en alguna
medida, la evolución histórica de la
universidad latinoamericana y el surgimiento de la "tercera
función".
En América
Latina, ni la universidad surgida en la época de la
Colonia ni la que nace en el periodo republicano muestran
interés especial por extender su ámbito de
acción más allá de sus muros.
La primera, creada bajo el modelo de la de Salamanca,
fue una universidad típicamente clasista, que
respondía a la política del imperio español:
se abrió para atender solamente a un sector muy reducido
de la población: aquel que ejercía el
dominio de la
sociedad, es decir, peninsulares y criollos. El resto de la
población es "educado" por los frailes y misioneros, como
una más de las obras caritativas que deben
emprender.
Los gobiernos republicanos originados por los
movimientos independentistas no lograron modificar con
profundidad las estructuras sociales, y solamente las autoridades
españolas fueron sustituidas por los criollos.
La universidad en diversos países, cuando no fue
suprimida, comenzó a adoptar modelos extranjeros,
especialmente el que creó el régimen
napoleónico. Se sustituyó la concepción de
la universidad hispánica por el modelo del conglomerado de
escuelas profesionales, separando la
investigación-creación del conocimiento de esa
institución, dando origen a estructuras específicas
como las académicas y los institutos.
En virtud de que la atención de la universidad
latinoamericana estaba centrada en la formación de
profesionales, se marginó con ello el interés por
la ciencia y la cultura, a menos que formara parte de la
enseñanza de una profesión; sus actividades hacia
el exterior -científicas y culturales se redujeron a la
celebración de "veladas literarias" o a la
publicación de algunos títulos.
Los abogados sustituyeron a los clérigos como
figuras fundamentales en la universidad latinoamericana de la
república y prácticamente se convirtieron en el
"producto típico" de éstas durante el siglo XIX y
comienzos del XX. De la misma manera en que, durante la Colonia,
la Universidad formaba a los eclesiásticos, en su nueva
etapa debería legitimar a los nuevos funcionarios del
Estado.
Como señala Medina Echavarría, "las
universidades latinoamericanas, como fiel reflejo de las
estructuras sociales que la independencia
no logró modificar, seguían siendo los 'virreinatos
del espíritu' y conservaban, en esencia, su
carácter de academias señoriales".
Esta situación se prolonga hasta las primeras
décadas del siglo XX. Durante el periodo anterior, las dos
entidades -universidad y sociedad- habían convivido sin
mayores conflictos, en la medida en que la primera no
hacía sino responder a los requerimientos de las clases
dominantes de la segunda, especialmente de quienes, al poseer el
poder económico y político, tenían el
control sobre la universidad.
El primer cuestionamiento profundo que se hace a la
universidad latinoamericana se produce en 1918, en
Córdoba, Argentina. Numerosos autores coinciden en
señalar que este movimiento de
reforma marca el ingreso
de América Latina al siglo XX, así como el ascenso
de las clases medias urbanas. Como es sabido, el movimiento de
Córdoba no consistió exclusivamente en una
reivindicación de tipo académico, sino que
pretendió lograr otras de carácter
político-social, que trasformarían el
carácter de la universidad y permitirían el acceso
de las clases medias, que veían en ésta la
vía idónea para el ascenso político y social
que hasta entonces había sido privilegio de las clases
superiores.
Este movimiento de reforma universitaria no es ajeno a
los profundos cambios que se producían en otros
países de América Latina y que marcaban ya la
preocupación generalizada por una mayor democracia y
por la modernización de la sociedad. En el Manifiesto
Liminar (1918) se expresan los principales aspectos considerados
en la reforma universitaria. Cabe señalar, entre
otros:
– Autonomía universitaria (económica,
administrativa, política, docente);
– la docencia libre;
– la reorganización académica:
creación de nuevas escuelas y facultades, mejoramiento de
la formación cultural de los profesionales;
– democratización del ingreso a la universidad y
asistencia social a los estudiantes;
– extensión universitaria, fortalecimiento de la
función social de la universidad, proyección al
pueblo de la cultura universitaria y atención a los
problemas nacionales;
– unidad latinoamericana; y
– participación de la comunidad universitaria en
sus órganos de gobierno.
Se configura desde este momento la llamada
"misión social de la universidad" que, en esencia,
pretende vincular a ésta con la población y con la
vida del país en general, para lo cual deben
instrumentarse acciones tales como la colaboración
obreros-estudiantes, la universidad popular, etc.
Con base en planteamientos tales como "vincular la
universidad con el pueblo", "el derecho de todos a una
educación integral", "devolver al pueblo los beneficios
derivados de pertenecer a la clase privilegiada que asiste a la
universidad y que el pueblo paga", se inicia un esfuerzo
importante encaminado a incorporar la extensión
universitaria y la difusión cultural a las tareas
institucionales, llegando a consagrarse como la tercera
función, junto con la docencia y la investigación,
hacia la década de los treinta en la legislación de
la mayor parte de las universidades.
Esta orientación o vocación social de la
universidad, que pretende materializarse a través de la
función de extensión, constituye un rasgo
típico de las instituciones de educación superior
latinoamericana y las distingue de sus homólogas de otros
países (Europa y los Estados Unidos).
El incluir la función de extensión y
difusión cultural en la legislación universitaria
representa prácticamente un compromiso institucional que
da lugar a un gran número de iniciativas y acciones con
diverso carácter y orientación, en función
de la interpretación que cada país,
régimen político o institución hacen de
ella. En algunos casos, ha llegado a constituirse en una amenaza
al régimen político vigente, al
considerársele como un factor de movilización
popular; en otros no deja de ser un escaparate de la producción artística
universitaria.
El primer enfoque estuvo presente en muchas
universidades latinoamericanas, y coincidía con el
fortalecimiento de la corriente de pensamiento que cuestionaba
las teorías
desarrollistas y buscaba nuevas vías para romper la
dependencia y el subdesarrollo.
En 1949 se celebró el Primer Congreso de
Universidades Latinoamericanas. En él se ratificó
esa orientación o función social de la universidad
y su expresión a través de la función de
extensión: se enfatizó el postulado de que la
universidad es una institución al servicio de la
comunidad, que debe realizar una acción sistemática
y permanente de carácter educativo, social y cultural para
acercarse a los problemas del pueblo, resolverlos y orientar a
las fuerzas colectivas.
Por lo que se refiere a la extensión, las
propuestas se orientaron hacia la creación de áreas
especializadas dentro de las universidades que pudieran coordinar
todas las acciones destinadas a "proyectar" el quehacer
universitario a todas las esferas e individuos que forman parte
de la vida nacional.
Durante la misma reunión se aprobó la
"Carta de las
Universidades Latinoamericanas" que, en general, se
constituyó en el ideario de la Unión de
Universidades de América Latina (UDUAL) que se creó
en ese Congreso. Entre sus principios se señala que la
universidad deberá "contribuir a la elevación del
nivel espiritual de los habitantes de la comunidad
latinoamericana promoviendo, difundiendo y transmitiendo la
cultura", manteniéndose siempre atenta a la realidad "para
que no sea solamente una entidad que acumula cultura y trasmite
el saber, sino un sistema activo de funciones que beneficien a la
colectividad en que encuentra su génesis
vital".
La UDUAL convocó, en 1957, a la Primera
Conferencia
Latinoamericana de Extensión Universitaria y
Difusión Cultural, que se realizó en Santiago de
Chile, y emitió un conjunto de planteamientos y
recomendaciones que trataron de puntualizar la teoría
latinoamericana en el campo.
El concepto de extensión universitaria que se
postuló en aquella reunión
señala:
La extensión universitaria debe ser
conceptuada por su naturaleza, contenido, procedimientos y
finalidades, de la siguiente manera: Por su naturaleza, la
extensión universitaria es misión y función
orientadora de la universidad contemporánea, entendida
como ejercicio de la vocación universitaria. Por su
contenido y procedimiento, la
extensión universitaria se funda en el conjunto de
estudios y actividades filosóficas, científicas,
artísticas y técnicas, mediante el cual se
auscultan, exploran y recogen del medio social, nacional y
universal, los problemas, datos y valores
culturales que existen en todos los grupos sociales.
Por sus finalidades, la extensión universitaria debe
proponerse, como fines fundamentales, proyectar dinámica y coordinadamente la cultura y
vincular a todo el pueblo con la universidad. Además de
dichos fines, la extensión universitaria debe procurar
estimular el desarrollo
social, elevar el nivel espiritual, intelectual y
técnico de la nación, proponiendo imparcial y
objetivamente ante la opinión pública, las soluciones
fundamentales a los problemas de interés general.
Así entendida, la extensión universitaria tiene por
misión proyectar, en la forma más amplia posible y
en todas las esferas de la nación, los conocimientos,
estudios e investigaciones de la universidad, para permitir a
todos participar en la cultura universitaria, contribuir al
desarrollo social y a la elevación del nivel espiritual,
moral, intelectual y técnico.
Esta primera formalización de la función
de extensión tuvo una repercusión muy amplia, y
durante varias décadas sirvió como base para la
formulación de políticas, programas y acciones
institucionales.
Una análisis del concepto permite apreciar
varias situaciones interesantes: la universidad se nos presenta
como entidad casi mecánica, con capacidades que rebasan
ampliamente los márgenes de acción, no sólo
de una institución sino del sistema educativo globalmente
considerado. Estas capacidades la colocan, entonces, en una
posición indiscutible de superioridad, apartada del resto
del conjunto social, y las acciones que se desarrollan a partir
de esta concepción tienen un carácter eminentemente
paternalista que se encubre en el planteamiento "liberador". Es
decir, que la universidad, consciente de su condición de
institución elitista y privilegiada de la sociedad,
pretende remediar esta situación, al menos parcialmente,
llevando algunos de los conocimientos y servicios que ella
produce hacia los grupos desfavorecidos. Es claro que la
universidad es quien decide qué es lo que debe hacerse
llegar a ellos, dado que el pueblo, al no estar "educado", no
tiene capacidad de decisión. No hay mayor relación
o acercamiento a éste para determinar necesidades,
acciones, formas y contenidos, ya que la universidad, depositaria
del saber y conocedora del rumbo que debe tomar la sociedad,
conduce a ésta por tal vía.
Como señaló Darcy Ribeiro: "la
extensión cultural es frecuentemente una actividad de
carácter más o menos demagógico que se
ejerce a veces extramuros a veces en la misma universidad,
esparciendo caritativamente una niebla cultural a personas que no
pudieran frecuentar cursos de nivel superior."
El peso de esta orientación de la función
de extensión marcó fuertemente su desarrollo, ya
que la mayor parte de las universidades, convencidas o no de
ella, emprendieron numerosos conciertos, conferencias,
exposiciones; eventualmente, algún tipo de cursos y
campañas de alfabetización, bufetes
jurídicos, campañas de salud y limpieza,
etcétera, muchas veces a través del servicio
social, que plantea una forma de participación de los
estudiantes en estos procesos de extensión de los
beneficios de la educación superior. En términos
generales, esta orientación ha conservado su vigencia, al
menos en las formas de acción, ya que el discurso
original ha permitido la fuerza que le
dieron en su momento una filosofía y una sociología sólidamente construidas y
que alcanzaron aceptación en muchos
países.
En otras reuniones se revisó el planteamiento
original. La Segunda Conferencia Latinoamericana de
Extensión Universitaria y Difusión Cultural,
celebrada en México en 1972, replantea algunos aspectos:
se cuestiona fundamentalmente el carácter asistencialista
de la extensión, la falta de participación de
la sociedad en las decisiones que le conciernen, y se propone,
con una fuerte influencia de las teorías y experiencias de
Freire en el terreno de la alfabetización, que la
extensión y la difusión deben ser liberadoras en el
sentido de que tienen que favorecer la concientización de
los individuos sobre su realidad para que asuman el compromiso de
actuar sobre ella, trasformándola.
La extensión trata de adoptar un nuevo enfoque
que la presenta como un proceso de comunicación entre
instancias situadas en un mismo nivel, donde no existe
jerarquía y los mensajes actúan en una doble
vía modificando tanto a la universidad como a la
comunidad, gracias a la interacción permanente que se
establece entre ellas.
En esa Segunda Conferencia, la "tercera
función" quedó definida de la manera
siguiente:
Extensión Universitaria es la
interacción entre universidad y los demás
componentes del cuerpo social, a través de la cual
ésta asume y cumple su compromiso de participación
en el proceso social de creación de la cultura y de
liberación y transformación radical de la comunidad
nacional.
Los objetivos que se le asignan son:
I- Contribuir a la creación de una conciencia en
todos los sectores sociales, para favorecer así un
verdadero cambio liberador de la sociedad.
II- Contribuir a que todos los sectores alcancen una
visión integral y dinámica del hombre y el mundo,
en el cuadro de la realidad histórica-cultural y del
proceso social de emancipación de la América
Latina.
III- Promover, como integradora de la docencia y la
investigación, la revista
crítica de los fundamentos de la Universidad y la
concientización de todos sus estamentos, para llevar
adelante un proceso único y permanente de creación
cultural y transformación social.
IV- Contribuir a la difusión y creación de
los modernos conceptos científicos y técnicos que
son imprescindibles para lograr una efectiva
transformación social, creando a la vez la conciencia de
los peligros de la transferencia científica, cultural y
tecnológica, cuando es contrario a los intereses
nacionales y a los valores
humanos.
En cuanto a sus orientaciones, la extensión
deberá:
I- Mantenerse solidariamente ligada a todo proceso que
se dé en la sociedad tendiente a abolir la
denominación interna, externa, y a la marginación y
explotación de los sectores populares de nuestras sociedades.
II- Estar despojada de todo carácter paternalista
y meramente asistencialista, y en ningún momento ser
transmisora de los patrones culturales de los grupos
dominantes.
III- Ser planificada, dinámica,
sistemática, interdisciplinaria, permanente, obligatoria y
coordinada con otros factores sociales que coinciden con sus
objetivos y no sólo en su ambiente nacional sino promover
la integración en el ámbito
latinoamericano".
Como puede apreciarse en estos señalamientos, la
extensión aunque conserva una importante
orientación sociopolítica, comienza a precisar
su carácter académico, estableciendo la necesidad
de articulación con las otras funciones de docencia e
investigación, y definiendo los contenidos que debe
comprender en sus acciones. Después de esta II
Conferencia, no se ha efectuado ninguna otra con ese
carácter. Cada uno de los países de América
Latina en sus instituciones ha desarrollado la tercera
función de acuerdo con esos lineamientos bajo una
interpretación diversa, matizando en función de sus
necesidades alguno de los campos de contenido o una estrategia en
particular.
Los desarrollos, en consecuencia, han sido desiguales a
la importancia que se otorga a la función frente a las
otras dos: docencia e investigación.
Esta importancia se otorga no sólo a partir de
ciertas declaraciones de principios sino, fundamentalmente, como
resultado de las presiones de la sociedad hacia las
universidades. En el caso de la función de
extensión, las características del desarrollo de la
educación superior en América Latina no han
favorecido, por las razones que se han señalado en
múltiples análisis, el cumplimiento o la
materialización de la mayoría de los conceptos y
orientaciones que se le adscribieron en diversos
momentos.
De la misma manera, los cambios producidos en la
ideología que sustentaba esos principios han provocado
que, paulatinamente, las universidades traten de adaptarse a las
condiciones sociales e institucionales vigentes, ya que, de no
hacerlo, se corría el riesgo de
presentar disfuncionalidades entre la universidad y el entorno
sociopolítico, es decir, entre demandas que debían
ser satisfechas por la universidad y las respuestas que
ésta consideraba que debía otorgar. La demanda
fundamental hecha a las universidades ha sido, desde la
década de los sesenta, atender a las necesidades de
formación de una población en aumento constante.
Los esfuerzos, entonces, se han orientado a mejorar los sistemas de
enseñanza; esto ha provocado un desequilibrio entre las
funciones, en detrimento evidente de la investigación
pero, sobre todo, de la extensión.
La investigación ha encontrado, paulatinamente,
formas de articulación con la docencia, por lo que su
situación es más definida.
Por otra parte, el desarrollo de la
investigación, patente en el avance científico y
tecnológico, hace indiscutible su inclusión dentro
de las tareas universitarias.
La extensión, no habiendo logrado ni su
definición en la institución ni su
vinculación con las otras funciones, y habiendo reducido
su actividad a la realización de eventos sin una
clara intencionalidad, es percibida como una función
accesoria, que puede ser suprimida o reducida al mínimo
sin afectar el trabajo de la institución, situación
que caracteriza el estado actual de la función en la
mayoría de nuestros países.
En algunos países, europeos y en los Estados
Unidos de Norteamérica, el desarrollo reciente de la
llamada "tercera función" de las universidades ha
obedecido, sobre todo, a las necesidades de democratizar el
proceso de transmisión del conocimiento, buscando nuevas
modalidades de docencia para poblaciones con necesidades
específicas. De ahí han surgido nuevas formas de
interacción entre la universidad y la comunidad -o
comunidades- que han conformado paulatinamente la noción
de "servicio público" de éstas.
En una primera acepción, la función de
servicios comprende el conjunto de actividades de la universidad,
y traduce el hecho de que, en última instancia, toda
actividad de investigación y docencia es un servicio a la
comunidad. La segunda, por el contrario, enfatiza la
autonomía de esta función y la considera como una
actividad que se ejerce paralelamente a las de docencia e
investigación, y no a través de ellas; en
consecuencia, constituye un elemento más o menos
diferenciado dentro de la estructura institucional, cuyo
propósito fundamental es el de dar respuestas
específicas a las necesidades de una población
claramente distinta de la comunidad universitaria, con la que
mantiene una comunicación directa que permite a
ésta identificar y enunciar esas necesidades. Por ello,
aunque la demanda de la población consista en una
actividad de docencia e investigación, tienen
características específicas en cuanto a su
propósito inmediato, su forma y su contenido. En estas dos
opciones, que pudieran parecer más objetivas, se
encuentran también varias indefiniciones y riesgos.
En la primera de ellas, simplemente se insiste en la
relevancia y pertinencia de las actividades que desarrolla la
universidad, es decir, en la necesidad de que tanto la
enseñanza como la investigación mantengan una
relación más estrecha con los problemas reales,
concretos de la sociedad, de los cuales se mantiene prudentemente
alejada la institución.
Aunque ésta es una necesidad evidente, una
insistencia indiscriminada puede hacer que se presente un riesgo:
que en aras de la aplicabilidad del conocimiento se llegue a
concebir a la comunidad como un lugar de ensayo o
práctica de lo que se realiza en la universidad, generando
una especie de imperialismo
cultural que no haría sino provocar una desconfianza mayor
de la población hacia la universidad.
La segunda acepción, que parece haber logrado el
consumo de las
instituciones, requiere de la precisión de los niveles y
estrategias de interacción entre universidad y comunidad,
de manera que aquélla no se convierta en la
"estación de servicio", sujetas a las tensiones y demandas
indiscriminadas de la sociedad e incapaces de responder a ellas
sino de manera superficial.
En general, se han logrado identificar algunos de esos
niveles y estrategias. Cabe señalar entre
éstas:
a) La utilización mutua de recursos materiales y
humanos entre las dos instancias: uso de infraestructura
(salones, laboratorios, equipo industrial, medios de
comunicación, profesores y alumnos, profesionales en
ejercicio como docentes, etcétera);
b) el desarrollo de respuestas a solicitudes de la
comunidad, sean cursos de educación continua, actividades
culturales o investigaciones aplicadas;
c) participación en grupos o comités de
análisis de problemas y búsqueda conjunta de
soluciones; eventualmente, incluye también la
aplicación y supervisión de la solución
adoptada.
De acuerdo con estos planteamientos, el "servicio"
constituye una respuesta a una solicitud de un grupo o de la
comunidad globalmente considerada, que supone el reconocimiento
de la competencia de la
universidad para establecer un nuevo tipo de relación con
ésta, y rebasa ampliamente la mera distribución de actividades de
enseñanza o culturales al exterior de la universidad. Las
contradicciones y problemas que se presentan corresponden, sin
duda, a una definición insuficiente de los lazos entre
universidad y sociedad y el tipo de servicios que deben
presentarse.
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