Unitarios y federales
876 palabras
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Yo ya no sabía qué hacer, nada me preocupaba, absolutamente nada ni nadie... Y fue cuándo lo vi. Un destello de luz me cegó y ahí estaba… inmóvil, ¿qué era? No lo sé, bueno, aún no lo sabía… me quedé atónita al verlo… era mi cuerpo que yacía inmóvil en el suelo, todo a mi alrededor estaba hecho un caos. Mi madre entró a la habitación, gritó aterrorizada al verme tirada en el suelo, quise gritar, pero al parecer no podía escucharme, la desesperación invadió mi ser, una sensación de angustia me abrazó… Mi mamá salió del cuarto, entró nuevamente con su celular en la mano, marcó un número, y cuándo ella empezó a pedir ayuda, yo me desvanecí, de pronto no sabía que estaba ocurriendo, me desmayé. Al despertar, nuevamente vi mi cuerpo que
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Salí al pasillo de mi habitación, o al menos en la que se encontraba mi cuerpo. Caminé a la sal en la cual mi novio estaba sentado aún con ese escepticismo que se cargaba, me senté a su lado quería pasar un poco de tiempo con él. Tenía la mirada hacia el suelo, pero al alzarla, y con ello mi vista vi a una pequeña niña que me sonreía de una forma siniestra, me dio mucho miedo al ver así a la pequeña, ¿podía verme? Me acerqué y esta caminó hacia la salida el patio del hospital. La perdí de vista, pero una vez más el miedo se apoderó de mi, pues los árboles de durazno y cerezo daban un ambiente macabro bajo la luz de la luna. Regresé a la sala, y volví a sentarme junto a mi novio. Después de un rato, lo seguí hasta la habitación ahora que sabía que jamás podría volver, me resigné y me asomé a la ventana. Pero grande fue mi sorpresa al ver otra vez a esa niña, bajo los árboles de durazno, esta vez, la luz de la luna era de un color rojo, era algo demoniaco, pues era como ver a un demonio que te acecha a las puertas del infierno, esperando una oportunidad para llevarte a ahí. Era un miedo, un terror, no lo resistía, aquella niña seguía mirándome con insistencia, tal vez quería que yo saliera, pero creía que salir era peligroso,