Receta para espantar la tristeza
E l vendedor que lo atendió le dijo con gran espanto: -¡De su número, m i amigo, jamás le tendremos tanto! Y buscando el buen gato en tanta zapatería, fue así como reunió todo lo que requería. Zapatos de media estación, pantuflas con plantillas, chalas de verano sin talón, zuecos finos con hebillas.
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Uno a uno se los puso, sin dejar n i u n pie desnudo, más como loco de remate que como gato macanudo.
Oficina de reclamos Justo cuando el señor Lirón, descorre la ventanilla, el público que espera con reclamos lo aportilla. El Murciélago, enojado, aleteando se define: -¡No soy primo del vampiro que aparece en el cine! E l Loro, sin parar de hablar, refunfuña m u v en serio: -¿Creen que soy u n parlanchín que ya no tengo remedio? Y las brujas, pobres brujas, estirándose la estola: - S i no nos dejan tranquilas, ¡vamos a dejar la escoba! Las arañas enredadas en sus telas de colores, reclaman con gran empeño por ser causa de temores.
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También está el Lobo Feroz, quien con fuerte voz les grita: -Pero si no soy tan malo, ¡culpen a Caperucita! -¿Qué me dices, sabio Buho, qué pasa, por qué no hablas? -¿Y qué quieres que te diga? ¡Si no me sé ni las tablas! La ganada mala fama de madrastras convocadas, no se debe a su culpa... ¡es por los cuentos de hadas! Aunque son tan pequeñitos, hay que oír a los ratones, corretean por la sala reclamando por montones. U n cerdito limpiecito, con