Relaciones industriales
[Cuento. Texto completo]
Jack London
Sólo esto, de todo, quedará.
Arrojaron los dados, y vivieron.
Parte de lo que juegan, ganarán
Pero el oro del dado lo perdieron.
Los dos hombres descendían el repecho de la ribera del río cojeando penosamente, y en una ocasión el que iba a la cabeza se tambaleó sobre las abruptas rocas. Estaban débiles y fatigados y en su rostro se leía la paciencia que nace de una larga serie de penalidades. Iban cargados con pesados fardos de mantas atados con correajes a los hombros y que contribuían a sostener las tiras de cuero que les atravesaban la frente. Los dos llevaban rifle. Caminaban encorvados, con los hombros hacia delante, la cabeza más destacada todavía, y la vista clavada en el …ver más…
Por todas partes lo rodeaba un horizonte blando y suavemente curvado. Las colinas eran bajas. No había ni árboles, ni arbustos, ni hierba... nada sino una desolación tremenda y aterradora que atrajo inmediatamente el miedo a sus ojos.
-¡Bill! -susurró una y dos veces- ¡Bill!
Se agazapó en medio del agua lechosa como si la vastedad del paisaje ejerciera sobre él una fuerza avasalladora y lo aplastara brutalmente, consciente del horror que provocaba. Comenzó a temblar como un palúdico, hasta que la escopeta se le deslizó de entre las manos y cayó al agua salpicándolo. Aquello lo despertó. Luchó con el miedo, se dominó, y buscó a tientas bajo el agua hasta recuperar el arma. Corrió un poco el fardo hacia el hombro izquierdo, con el fin de liberar del peso a su tobillo dislocado. Luego, encogiéndose de dolor, avanzó lenta y cautelosamente hasta la orilla.
No se detuvo. Con una desesperación que rayaba en la locura, sin hacer caso del dolor, subió presuroso la pendiente hasta alcanzar la cima de la colina tras de la cual había desaparecido su compañero. Sólo que su andar era aún más grotesco y cómico que la cojera vacilante del que lo había precedido. Al llegar a la cresta, lo que se ofreció a su vista fue un valle somero totalmente desprovisto de vida. Luchó de nuevo contra el miedo, lo dominó, corrió el fardo aún más hacia el hombro izquierdo y bajó a trompicones la pendiente.
El fondo del valle estaba encharcado de un agua que el espeso musgo mantenía,