Paradigma marxista
La Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos no había previsto la invasión y el gobierno del Presidente Carter la consideró una verdadera afrenta.
Los motivos de los soviéticos eran insondables, y el Presidente Carter estimó que la invasión colocaba a la URSS en posición de interrumpir el flujo de petróleo desde el Golfo Pérsico, lo que constituía “la amenaza más grave a la paz mundial desde la Segunda Guerra Mundial”. La respuesta de la administración Carter y de la administración Reagan que la sucedió fue armar a grupos de oposición a la Unión Soviética, con el fin de dar a entender que esa invasión era inaceptable en el plano internacional. Este enfoque tuvo buenos resultados y los soviéticos terminaron por retirar sus fuerzas en 1989, pero generó consecuencias no previstas ni deseadas.
La invasión de Afganistán por los soviéticos creó un entorno político profundamente paradójico. La presencia de las fuerzas soviéticas parecía ser suficiente para sostener el Estado afgano, pero su fuerte dependencia del apoyo soviético para su supervivencia limitó su capacidad de ganarse un apoyo normativo generalizado. Así pues, el apoyo soviético no ofrecía una estrategia para un régimen sostenible y duradero, sino un sistema de soporte de vida y, cuando éste dejó de existir a fines de 1991, el régimen comunista en Kabul se derrumbó con rapidez. En efecto, el Estado