Los factores que han modificado el metabolismo de los seres
Hans Magnus Enzensberger, quizá hoy el ensayista más prestigioso de Alemania, nació en Kaufbeuren en 1929 y estudió literatura alemana y filosofía. Su poesía, lúdica e irónica pero sin perder su carácter lírico, se recoge en los libros Defensa de los lobos, Escritura para ciegos, Poesías para los que no leen poesías, El hundimiento del Titanic o La furia de la desesperación. Entre su ingente obra ensayística cabe destacar Detalles, El interrogatorio de La Habana, Para una crítica de la ecología política, Elementos para una teoría de los medios de …ver más…
Hasta que un día apareció el diablo de los números. Robert se alegró de no soñar esta vez con un pez hambriento, y de no deslizarse por un interminable tobogán desde una torre muy alta y muy vacilante. En su lugar, soñó con una pradera. Lo cu-
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rioso es que la hierba era altísima, tan alta que a Robert le llegaba al hombro y a veces hasta la cabeza. Miró a su alrededor y vio, justo delante de él, a un señor bastante viejo, bastante bajito, más o menos como un saltamontes, que se mecía sobre una hoja de acedera y le miraba con ojos brillantes. -¿Quién eres tú? -preguntó Robert. El hombre le gritó, sorprendentemente alto: -¡Soy el diablo de los números! Pero Robert no estaba de humor para aguantarle nada a semejante enano. -En primer lugar -dijo-, no hay ningún diablo de los números. -¿Ah, no? ¿Entonces por qué estás hablando conmigo, si ni siquiera existo? -Y en segundo lugar, odio todo lo que tiene que ver con las Matemáticas. -¿Por qué? -«Si dos panaderos hacen 444 trenzas en seis horas, ¿cuánto tiempo necesitarán cinco panaderos para hacer 88 trenzas?» Qué idiotez -siguió despotricando Robert-. Una forma idiota de matar el tiempo. Así que ¡esfúmate! ¡Largo! El diablo de los números se bajó con un elegante salto de su hoja de acedera y se sentó al lado de Robert, que en protesta se había sentado entre la hierba, alta como un árbol. -¿De dónde te has sacado esa historia de las trenzas? Seguro que del colegio. -¡Y de dónde si no! -dijo Robert-. El