Los bienes muebles e inmuebles
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
Para Mercedes, por supuesto.
En adelanto van estos lugares: ya tienen su diosa coronada. Leandro Díaz
Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados. El doctor Juvenal Urbino lo percibió desde que entró en la casa todavía en penumbras, adonde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para él había dejado de ser urgente desde hacía muchos años. El refugiado antillano Jeremiah de Saint-Amour, inválido de guerra, fotógrafo de niños y su adversario de ajedrez más compasivo, se había puesto a salvo de los tormentos de la memoria con un sahumerio de cianuro de oro. Encontró el cadáver cubierto con una …ver más…
La barba de Pasteur, color de nácar, y el cabello del mismo color, muy bien aplanchado y con la raya neta en el centro, eran expresiones fieles de su carácter. La erosión de la memoria cada vez más inquietante la compensaba hasta donde le era posible con notas escritas de prisa en papelitos sueltos, que terminaban por confundirse en todos sus bolsillos, al igual que los instrumentos, los frascos de medicinas, y otras tantas cosas revueltas en el maletín atiborrado. No sólo era el médico más antiguo y esclarecido de la ciudad, sino el hombre más atildado. Sin embargo, su sapiencia demasiado ostensible y el modo nada ingenuo de manejar el poder de su nombre le habían valido menos afectos de los que merecía. Las instrucciones al comisario y al practicante fueron precisas y rápidas. No había que hacer autopsia. El olor de la casa bastaba para determinar que la causa de la muerte habían sido las emanaciones del cianuro activado en la cubeta por algún ácido de fotografía, y Jeremiah de Saint-Amour sabía mucho de eso para no hacerlo por accidente. Ante una reticencia del comisario, lo paró con una estocada típica de su modo de ser: “No se olvide que soy yo el que firma el certificado de defunción”. El médico joven quedó desencantado: nunca había tenido