Hipias menor platon
Platón
HIPIAS MENOR
INTRODUCCIÓN
Aunque el estilo de Platón es evidente en todo el diálogo, no cabe duda de que la estructura, el planteamiento y la argumentación siguen el esquema socrático. No obstante, en ningún otro diálogo la discusión ha sido llevada al absurdo hasta el punto que lo ha sido aquí. Quizá la poca apreciación que Platón sentía por Hipias le indujera a mostrar la debilidad con que el sofista podía abordar una discusión razonada. Aun así, no deja de ser un problema el desvío de la lógica con el que procede el desarrollo del diálogo.
Parece evidente que Hipias gozaba de consideración entre sus contemporáneos. Las mismas referencias platónicas que le suelen poner en ridículo por su vanidad dejan ver, …ver más…
Pero a continuación se entra en una discusión que ya nada tiene que ver con textos ni personajes literarios. Tras una serie de razonamientos queda sentado que aquel que técnicamente es capaz de hacer bien una cosa es, sin duda, el más capacitado para hacerla mal, pues sólo él, si quiere hacerla mal, la hará mal sin error, a diferencia del inexperto que por casualidad podría hacerla bien alguna vez. Extrapolando este razonamiento al ámbito moral se llegará a decir, en 376b, que «...es propio del hombre bueno cometer injusticia voluntariamente y del malo, hacerlo invoIuntariamente». Aunque, como ya se ha dicho, tampoco Sócrates admite esta conclusión, no lo admite más que por intuición, ya que los razonamientos, único apoyo de Sócrates en la búsqueda de la verdad, le han llevado a esa conclusión. Ésa es la aporía del diálogo: lo que los razonamientos han demostrado no lo puede admitir una consideración objetiva de puro sentido común. Platón se debate aquí todavía en los problemas del pensamiento socrático. Se mezclan los ámbitos del conocimiento y la moral y prevalece el espíritu dialéctico.
NOTA SOBRE EL TEXTO
La traducción se ha llevado a cabo sobre el texto de BURNET, Platonis Opera, vol. III, 1903 (reimpresión, 1974).
HIPIAS MENOR
ÉUDICO, SÓCRATES, HIPIAS
363a
ÉUDICO. - Tú, Sócrates,