El Hombre De La Cara Amarilla
Quiero contarte como sucedió, pero no es fácil. Fue hace mucho tiempo, y aunque pienso con frecuencia en esto, todavía hay cosas que no entiendo. Quizá nunca las entenderé. ¿Por qué me fui a meter en esa máquina? Me refiero a una de esas máquinas que toman fotos instantáneas. Fue en la plataforma uno de la estación de ferrocarril de York. Cuatro fotos por 2.50 libras. Si quieres verla, probablemente la máquina sigue ahí. Nunca he regresado, así que no te lo puedo asegurar. El caso es que allí estaba yo con mi tío y mi tía, esperando el tren para Londres. Habíamos llegado con veinte minutos de anticipación y yo llevaba tres libras, lo único que me quedaba en el bolsillo. Podía haberme regresado al …ver más…
No era de suponerse que llegara mucha gente hasta esa parte de la plataforma. Al acercarme, de repente me di cuenta de que estaba solo. Puede que fuera mi imaginación, pero sentí que el viento soplaba, como si un tren se acercara a la estación. Sentí el viento frío en la cara, pero no había ningún tren. Me detuve un momento junto a la máquina, preguntándome qué iba a hacer. Una foto para la portada de mi cuaderno. Una para mi papá, que ahora iba a ver la foto más seguido que a mí, en la distancia, empezaba a sonar el altavoz de la estación. “El tren que está entrando en la plataforma dos es el de las 10:45 de Glasgow, con paradas en Darlington, Durham, Newcastle...”
La voz parecía muy lejana, como si ni siquiera estuviera dentro de la estación. Era como un murmullo del cielo. Deslicé la cortina y me metí en la cabina de la máquina. Había un banquito circular que podía justarse a distintas alturas, y se podía escoger entre varios fondos: una cortina blanca, una cortina negra o una pared azul. Los que diseñan estas cosas en verdad son muy imaginativos. Me senté y observé mi rostro en el cuadrado de vidrio oscuro frente a mí, donde estaba la cámara. Sólo alcanzaba a distinguir mi cara vagamente. Veía mi silueta, el pelo que me caía sobre la frente, mis hombros, el cuello abierto de mi camisa, Pero mi reflejo estaba oscuro, y como el sonido del altavoz, distante. No se parecía a mí. Parecía más bien como mi fantasma. ¿Titubeé entonces, antes de echar las