Cuento La Orgia
LA ORGÍA. (Germán Espinosa. Bogotá, 1961)
Es absolutamente irritante que un mago, un vulgar prestidigitador, posea una sala de espera similar a la de un dentista o un clínico. Aquí estoy, sin embargo, engolfado en meditaciones ridículas, a la espera de sus cuidados espirituales y rodeado por una enfadosa clientela de fámulas, pacotilleros, meretrices y vendedores de específicos.
¿No es humillante? La sala es pequeña, con varios asientos y una mesilla repleta de revistas y periódicos de hace por lo menos dos años. Los muros están recubiertos de un horrible papel con arabescos y flores cursis. Como no hay ceniceros, pueden verse aquí y allá, por el piso de madera, nerviosas colillas de cigarrillos, aplastadas a medio …ver más…
¿Cómo puede un canje tan trivial de palabras ser el preludio de acontecimientos ingratos? Hundí el acelerador y, poco más tarde, nos hallábamos en el ancho vestíbulo de Isabel Guerrero, circundados por voces amigas que nos instaban a seguir, a paladear un champaña de primer orden y a probar, así fuera por cortesía, el pavé de chocolate con que el ama de casa hacía como el ex libris de su inteligencia culinaria.
Pasamos a la sala. Una sala ostentosa en extremo. Muebles Luis XVI dorados, tapizados de arduos gobelinos franceses. Una gran mesa Boulle, un samovar ruso de plata, graciosos retratos familiares ejecutados por el ínclito pincel de Grau y, sobre consolas y repisas, candelabros de bronce y cristal, floreros de pretéritas dinastías chinas.... Sobre la rotonda de la segunda planta, una araña de bronce y baccarat estilo Segundo Imperio, de cuarenta y ocho luces. Todo como penetrado por un deseo de aguzar contrastes. De dar sonoras pero ilusorias bofetadas. De propender a cierta nerviosa elación muy propia de nuestra burguesía vicaria. Ese decorado, que tanto me inquietaba, me era familiar, sin embargo, de muchos años atrás; y llegaba a confundirse en mi espíritu con el cálido y deleitoso ambiente de los festejos de Reyes.
Entonces lo conocí. Estaba, en mitad del recinto, haciendo las delicias de todos. Confieso que me resultó simpático. Esfumaba monedas, estría largas tiras de