- La Revolución Francesa y
los Derechos de la mujer - El primer feminismo
británico - Los orígenes del
feminismo histórico (1789-1870) - Los inicios del feminismo
norteamericano - El feminismo social en
España - El desarrollo del movimiento
feminista: el triunfo del sufragismo
(1870-1939) - El auge del feminismo
norteamericano - La radicalización del
sufragismo: el caso británico - La oposición al
sufragismo - Feminismo y movimiento
obrero - El feminismo en la Europa
mediterránea - Emancipación de la mujer
y feminismo en España
La independencia
económica adquirida por las mujeres y la elevación
de sus niveles educativos coadyuvaron de manera decisiva a la
ampliación del apoyo social de los movimientos en pro de
la igualdad de
los derechos de la
mujer, nacidos en los lustros finales del siglo XIX y
representados paradigmáticamente por las sufragistas. De
hecho, el movimiento de la mujer que
cristaliza en los años sesenta representa un cambio
cualitativo respecto del discurso, el
eco y apoyo social de los movimientos
sufragistas.
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El movimiento feminista actúa en un doble
plano: la demanda de la
igualdad entre los sexos, mediante modificaciones en el orden
jurídico y político que hagan factible dicha
igualdad, a través de las campañas en favor del
divorcio, del
derecho de aborto, de la
igualdad de salarios, la
no-discriminación por razones de sexo…, que
desembocarán en los ochenta en la reivindicación de
políticas de discriminación positiva -establecimiento de
cuotas para las mujeres en todos los planos de la vida social-
destinadas a corregir en la práctica la tradicional
discriminación de la mujer,
progresivamente eliminada en el orden jurídico; de otro
lado, el discurso feminista al desarrollar una crítica
global a la sociedad
patriarcal se dirige desde la reivindicación de la
autonomía e independencia de las mujeres a la defensa de
nuevos valores
asociados a la feminidad para plantear un cambio sustantivo en
las formas de organización y relación
social.
En 1949 Simone de Beauvoir publicó Le
deuxième sexe -el segundo sexo-, obra inaugural del
feminismo de
la segunda mitad del siglo XX. El 18 de agosto de 1960 se inicio
en los Estados Unidos la
comercialización de la píldora
anticonceptiva, que puso en manos de las mujeres un instrumento
básico en el control de su
sexualidad. En
1963 Betty Friedan publicaba The feminine mystique -la
mística de la feminidad-, obra básica con la de
Beauvoir en la fundamentación del discurso feminista, en
años posteriores le seguirán The dialectic of
sex -la dialéctica del sexo- de Shulamith Firestone
(1970), The female eunuch -el eunuco hembra- de Germaine
Greer (1970), Women´s estate -la condición de la
mujer- de Juliet Mitchell (1971), Sexual politics
–Política
sexual- de Kate Millet (1971), The politics of
women´s liberation -la política de la
liberación de la mujer- de Jo Freeman (1975), por
sólo citar algunos de los más relevantes
títulos de una abundantísima literatura que dotó
de contenidos teóricos y argumentos al movimiento
feminista.
En mayo de 1966 se creó en Italia la Liga
para la Institución del Divorcio, en diciembre tuvo
lugar la primera manifestación masiva en favor del
divorcio en Italia (Roma). Este mismo
año, 1966, ve la luz la
National Organization of Women, presidida por Betty
Friedan, que persigue el reconocimiento legal de la igualdad de
los derechos entre
los sexos mediante la combinación de manifestaciones y
actos públicos y su funcionamiento como lobby
destinado a presionar a las instituciones
–Gobierno,
Congreso, Tribunal Supremo y Estados federados- en favor de los
derechos de la mujer en los Estados Unidos, pronto contó
con decenas de miles de afiliadas.
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La igualdad de derechos entre los sexos fue el
caballo de batalla del feminismo de los setenta. La
reivindicación de la legalización del aborto
polarizó en esos años las movilizaciones del
movimiento feminista. En julio de 1967 se legalizó
el aborto en
Gran Bretaña, en diciembre se presenta públicamente
el Women´s Liberation Movement británico. El
13 de septiembre de 1968, coincidiendo con la crisis del
SDS -Sozialisticher Deutscher Studentenbund-, las
universitarias del SDS impulsaron el movimiento feminista en
Alemania
Federal. En febrero de 1970 se fundó en Italia el
Movimento di Liberazione della Donna, en diciembre el
Parlamento aprueba la ley de divorcio,
por las mismas fechas nacía el Mouvement de
Libération des Femmes en Francia. En
ese mismo año se creó en Gran Bretaña el
Comité Nacional de Coordinación de los grupos del
movimiento de liberación de la mujer. En marzo de 1971
tuvo lugar la primera de las grandes manifestaciones del
movimiento feminista británico en Londres, bajo los lemas:
a igual trabajo igual
salario; igualdad
de oportunidades en la enseñanza y el mundo laboral; libre
circulación de los métodos
anticonceptivos y liberalización del aborto;
guarderías gratuitas y
públicas.
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En abril de 1971 varios cientos de mujeres
-entre las que se encontraban Simone de Beauvoir, Jeanne Moreau y
Marguerite Duras- firmaron un manifiesto en Francia en el que
declaraban haber abortado y reclamaban la legalización del
aborto. En junio 374 mujeres hicieron lo mismo en Alemania
federal con ello nació el movimiento Aktion 218 en
favor de la legalización del aborto. Ese mismo año
se fundó en Austria el Aktion Unabhängiger Frauen
–Acción
de Mujeres Independientes-. Los días 12 y 13 de marzo
de 1972 se celebra en Francfort del Meno -RFA- el Primer Congreso
Federal de Mujeres. En 1974 se aprobó por el Parlamento
francés la nueva ley del aborto presentada por la diputada
centrista Simone Veil. En enero de 1975 se celebró en
Italia la primera conferencia
nacional sobre el aborto organizada por el movimiento de
liberación de las mujeres y el Partido Radical, en julio
se presentaron 800.000 firmas solicitando un referéndum
sobre el aborto, en diciembre se celebró en Roma una
manifestación que congregó a decenas de miles de
personas convocada por las organizaciones
feministas en favor de la legalización del
aborto.
Ese mismo mes de diciembre de 1975 entraron en
vigor en Gran Bretaña la Sex Discrimination Act y
la Equal Pay Act que reconocen la igualdad absoluta de
ambos sexos. Del 6 al 9 de diciembre se celebraron en Madrid
las Primeras Jornadas Nacionales por la
liberación de la Mujer, era la
presentación pública del movimiento feminista en
España,
que mantendrá un creciente protagonismo social hasta 1983.
En 1975 tuvo lugar en Islandia la primera huelga general
de mujeres, que logra paralizar al país. El 12 de abril de
1981 se aprobó en España la ley de divorcio y en
febrero de 1983 el gobierno socialista presentó al
Parlamento la ley de despenalización del aborto, se
iniciaba con ello el declive de las movilizaciones del movimiento
feminista, una vez reconocidas legalmente sus principales
reivindicaciones.
El 26 de julio de 1978 nació Louise
Brown, la primera bebé-probeta del mundo, se iniciaba con
ello un sostenido avance en las técnicas
de reproducción in vitro que abren
nuevas posibilidades para el control de la maternidad por las
mujeres. El desarrollo de
la genética y
las técnicas reproductivas en los últimos quince
años a abierto un profundo debate sobre
el alcance ético de determinadas innovaciones en las que
el movimiento feminista ha ocupado posiciones punteras. El 8 de
agosto de 1981 se celebró en París una marcha
pacifista convocada por la asociación internacional
Mujeres por la Paz, organización que adquiere un
peso específico en los movimientos por la paz y
antinuclear, otra de sus manifestaciones más
significativas fue el campamento de mujeres de Graham Common. En
1983 el partido feminista de Islandia Alianza de Mujeres
consigue tres escaños en el
Parlamento.
2.1. LA
REVOLUCIÓN FRANCESA Y LOS DERECHOS DE LA
MUJER
Aunque antes de la revolución
hubo mujeres que desde una posición individual plantearon
reivindicaciones en pro de la igualdad femenina (un ejemplo es la
ilustrada española Josefa Amar con sus libros
Importancia de la instrucción que conviene dar a las
mujeres (1784) o el Discurso sobre la educación
física y moral de las
mujeres (1769)), hubo que esperar a la Revolución
Francesa para que la voz de las mujeres empezara a expresarse
de manera colectiva.
Condorcet |
Entre los ilustrados franceses que
elaboraron el programa
ideológico de la revolución destaca la figura
de
Condorcet
(1743-1794), quien en su obra Bosquejo de
una tabla histórica de los progresos del Espíritu
Humano (1743) reclamó el reconocimiento del papel social
de la mujer. Condorcet comparaba la condición social de
las mujeres de su época con la de los esclavos.
Tras el triunfo de la revolución en 1789 pronto
surgió una contradicción evidente: una
revolución que basaba su justificación en la idea
universal de la igualdad natural y política de los seres
humanos ("Liberté, Egalité, Fraternité"),
negaba el acceso de las mujeres, la mitad de la población, a los derechos políticos,
lo que en realidad significaba negar su libertad y su
igualdad respecto al resto de los individuos.
"El hábito puede llegar
a familiarizar a los hombres con la violación de sus
derechos naturales, hasta el extremo de que no se
encontrará a nadie de entre los que los han perdido que
piense siquiera en reclamarlo, ni crea haber sido objeto de una
injusticia.
(…) Por ejemplo, ¿no han violado todos ellos el
principio de la igualdad de derechos al privar, con tanta
irreflexión a la mitad del género
humano del de concurrir a la formación de las leyes, es decir,
excluyendo a las mujeres del derecho de ciudadanía? ¿Puede existir una
prueba más evidente del poder que crea
el hábito incluso cerca de los hombres eruditos, que el de
ver invocar el principio de la igualdad de derechos (…) y de
olvidarlo con respecto a doce millones de mujeres?"
Condorcet
"Essai sur l’admission des femmes au droit de cité",
1790
en PAULE-MARIE DUHET
Las Mujeres y la Revolución
Barcelona, 1974 Ed. Península
Olimpia de |
La autora teatral y activista
revolucionaria
Olimpia de Gouges
(1748-1793) fue la protagonista de la
contestación femenina. En 1791 publicó la
Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana
(1791) que era, de hecho, un calco de la Declaración de
Derechos del Hombre y del
Ciudadano aprobada por la Asamblea Nacional en agosto de
1789.
La comparación entre ambos textos es
esclarecedora:
"Los representantes del pueblo francés,
constituidos en Asamblea Nacional, considerando que la
ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos del hombre
son las únicas causas de los males públicos y de
la corrupción de los gobiernos (…)
reconocen y declaran (…) los siguientes derechos del hombre y
del ciudadano.
Las madres, las hijas y las hermanas, representantes de la
nación, piden ser constituidas en
Asamblea Nacional. Considerando que la ignorancia, el olvido o
el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas
causas de las desgracias públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto
exponer en una solemne declaración los derechos
naturales, inalienables y sagrados de la mujer
(…)"
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Parafraseando el gran documento programático de
la revolución, Olimpia de Gouges denunciaba que la
revolución hubiera olvidado a las mujeres en su proyecto
igualitario y liberador.
Así afirmaba que la "mujer nace libre y debe
permanecer igual al hombre en derechos" y que "la Ley debe
ser la expresión de la voluntad general; todas las
Ciudadanas y los Ciudadanos deben contribuir, personalmente o por
medio de sus representantes, a su formación".
El programa de Olimpia de Gouges era claro: libertad,
igualdad y derechos políticos, especialmente el derecho de
voto, para las mujeres.
Sin embargo, el planteamiento feminista no era compartido por los
varones que dirigían la revolución, incluso entre
los más radicales de ellos.
"Los enragés (facción más
radical de los revolucionarios) no se habían
atraído solamente a los más revolucionarios de
los sans culottes parisinos, también se habían
atraído a su órbita a las mujeres más
revolucionarias.
En 1793 crearon la "Sociedad de las Republicanas
Revolucionarias" (…) En su entusiasmo, unas llegaron a vestir
la escarapela tricolor sobre su peinado y otras, el gorro
frigio e, incluso, el pantalón rojo. Pero la fuerza de
sus enemigos fue tal que fracasaron en sus empeños. Uno
de ellos, Chaumette, misógino notorio, llegó a
decir: ¿Desde cuando le está permitido a las
mujeres abjurar de su sexo y convertirse en hombres?
¿Desde cuando es decente ver a mujeres abandonar los
cuidados devotos de su familia, la
cuna de sus hijos, para venir a la plaza pública, a la
tribuna de las arengas (…) a realizar deberes que la naturaleza
ha impuesto a los
hombres sólamente?"
Elaborado a partir de GUÉRIN,
D.
La lucha de clases en el apogeo de la Revolución Francesa,
1793-1795
Madrid, 1974, Alianza Editorial
Napoleón |
El encarcelamiento y ejecución de
Olimpia de Gouges durante el período de la dictadura
jacobina simbolizó el fracaso de las reclamaciones
feministas durante la revolución.
El Código
Civil napoleónico (1804), en el que se recogieron los
principales avances sociales de la revolución,
negó a las mujeres los derechos civiles reconocidos para
los hombres durante el período revolucionario (igualdad
jurídica, derecho de
propiedad…), e impuso unas leyes discriminatorias,
según las cuales el hogar era definido como el
ámbito exclusivo de la actuación
femenina.
2.2. EL PRIMER
FEMINISMO BRITÁNICO
Mary Wollstonecraft (1759-1797) inicia con
su obra Vindicación de los Derechos de la Mujer (1792) la
larga tradición del feminismo anglosajón.
Contraria al absolutismo de
los reyes, señaló la conexión existente
entre ese sistema
político y las relaciones de poder entre los sexos.
Los hombres ejercían una verdadera tiranía
absolutista sobre las mujeres en el ámbito de la familia y
la casa.
Mary |
Para Wollstonecraft, la clave para
superar la subordinación femenina era el acceso a la educación. Las
nuevas mujeres educadas no sólo alcanzarían un
plano de igualdad con respecto a los hombres, sino que
podrían desarrollar su independencia económica
accediendo a actividades remuneradas.
Wollstonecraft, sin embargo, no dio importancia a las
reivindicaciones políticas y no hizo referencia al derecho
de voto femenino.
"Ya he advertido sobre los malos hábitos que
adquieren las mujeres cuando se las confina juntas; y pienso
que podría extenderse con justicia
esta observación al otro sexo, mientras no se
deduzca la inferencia natural que, por mi parte, he tenido
siempre presente, esto es, promover que ambos sexos debieran
educarse juntos, no sólo en las familias privadas sino
también en las escuelas públicas. Si el matrimonio es
la base de la sociedad, toda la humanidad debiera educarse
siguiendo el mismo modelo, o si
no, la relación entre los sexos nunca merecerá el
nombre de compañerismo, ni las mujeres
desempeñarán los deberes peculiares de su sexo
hasta que no se conviertan en ciudadanas ilustradas, libres y
capaces de ganar su propia subsistencia, e independientes de
los hombres (…) Es más, el matrimonio no se
considerará nunca sagrado hasta que las mujeres,
educándose junto con los hombres, no estén
preparadas para ser sus compañeras, en lugar de ser
únicamente sus amantes (…)"
Mary Wollstonecraft
Vindicación de los derechos de la mujer
Madrid, 1977, Ed. Debate
Entre los pensadores liberales británicos destaca
la figura de
John Stuart Mill (1806-1873), quien, junto a su
mujer Harriet Taylor Mill
(1807-1856), publicó El Sometimiento de la Mujer en
1869.
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Mill sitúa en el centro del debate
feminista la consecución del derecho de voto para la
mujer: la solución de la cuestión femenina pasaba
por la eliminación de toda traba legislativa
discriminatoria. Una vez suprimidas estas restricciones, las
mujeres superarían su "sometimiento" y alcanzarían
su emancipación.
"El principio regulador de las actuales relaciones entre
los dos sexos –la subordinación legal del uno al
otro- es intrínsecamente erróneo y ahora constituye
uno de los obstáculos más importantes para el
progreso humano; y debiera ser sustituido por un principio de
perfecta igualdad que no admitiera poder ni privilegio para unos
ni incapacidad para otros".
John Stuart Mill y Harriet Taylor
Mill
El sometimiento de la mujer
1869
La libertad individual facilitada por la
desaparición de impedimentos legales permitiría el
desarrollo de la
personalidad de las mujeres y el pleno ejercicio de sus
capacidades. Se trataba, en suma, de aplicar el principio del
"laissez faire", dogma básico del liberalismo, a
la problemática femenina.
El libro de Mill
tuvo un enorme impacto. Aparecido en 1869, fue un elemento clave
de la expansión e internacionalización del
movimiento sufragista. Ese mismo año se editó en
Estados Unidos, Australia, Nueva Zelanda, Francia, Alemania,
Austria, Suecia y Dinamarca, y al siguiente apareció en
Italia y Polonia, suscitando el interés y
la reflexión de muchas mujeres entre las clases más
cultas.
John Stuart Mill presentó al Parlamento inglés
en 1866 una demanda a favor del voto femenino. Su ulterior
rechazo provocó que en 1867 naciera el primer grupo
claramente sufragista británico: la National Society for
Woman’s Suffrage (Asociación Nacional para el
Sufragio de la
Mujer), liderada por
Lydia Becker
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. LOS
ORÍGENES DEL FEMINISMO HISTÓRICO
(1789-1870)
En el Antiguo Régimen la desigualdad
jurídica de los miembros de la sociedad era la norma.
Nobles y clérigos gozaban de privilegios (exención
fiscal,
monopolio de
los altos cargos públicos, leyes y tribunales especiales)
vedados a la gran mayoría de la población (el
tercer estado o
estado llano). La ausencia de derechos políticos (voto) y
libertades (expresión, reunión, religión) era otra
característica clave del Antiguo Régimen.
En el caso de las mujeres, la mitad de la población, a
todo lo anterior se le debía unir su función
social circunscrita a lo doméstico, a las labores de la
casa, de la procreación y del cuidado de los hijos; y su
subordinación legal al hombre, padre o esposo.
La Revolución Francesa (1789) y las demás
revoluciones liberal-burguesas plantearon como objetivo
central la consecución de la igualdad jurídica y de
las libertades y derechos políticos.
Pronto surgió la gran contradicción que
marcó la lucha del primer feminismo: las libertades, los
derechos y la igualdad jurídica que habían sido las
grandes conquistas de las revoluciones liberales no afectaron a
la mujer. Los "Derechos del Hombre y del Ciudadano" que
proclamaba la revolución francesa se referían en
exclusiva al "hombre" no al conjunto de los seres humanos.
A partir de aquel momento, en Europa Occidental
y Norteamérica se inició un movimiento, el
feminismo, que luchó por la igualdad de la mujer y su
liberación. Durante ese período, el principal
objetivo del movimiento de las mujeres fue la consecución
del derecho de voto. Nacía así el movimiento
sufragista.
"El feminismo ha sido, como movimiento social, una de
las manifestaciones históricas más significativas
de la lucha emprendida por las mujeres para conseguir sus
derechos. Aunque la movilización a favor del voto, es
decir, el sufragismo, haya sido uno de sus ejes más
importantes, no puede equipararse sufragismo y feminismo. Este
último tiene una base reivindicativa muy amplia que, a
veces, contempla el voto, pero que, en otras ocasiones,
también exige demandas sociales como la eliminación
de la discriminación civil para las mujeres casadas o el
acceso a la educación, al trabajo
remunerado (…)"
NASH, Mary y TAVERA, Susanna:
Experiencias desiguales:Conflictos
sociales y respuestas colectivas (Siglo XIX)
Madrid, 1995, Ed. Síntesis,
p. 58
2.3.
LOS INICIOS DEL FEMINISMO NORTEAMERICANO
El movimiento feminista en Estados Unidos se
consolidó rápidamente debido a las condiciones
socio-políticas y económicas propias de la sociedad
americana.
Partiendo de un sistema
político teóricamente democrático, el
feminismo nació ligado a los movimientos protestantes de
reforma religiosa que propugnaban una regeneración moral
de la sociedad y al abolicionismo.
La importante participación femenina en movimientos
humanitarios por la abolición de la esclavitud
ayudó a la rápida concienciación de las
mujeres. La analogía entre los esclavos sin derechos y las
mujeres era evidente.
Las condiciones sociales y culturales en EE.UU. fueron
especialmente favorables para la extensión de los
movimientos femeninos. Las prácticas religiosas
protestantes que promovían la lectura e
interpretación individual de los textos
sagrados favorecieron el acceso de las mujeres a niveles
básicos de alfabetización, lo que provocó
que el analfabetismo
femenino estuviera prácticamente erradicado a principios del
siglo XIX. A diferencia de Europa, desde mediados del siglo XIX
nos encontramos con una amplia capa de mujeres educadas de
clase media
que se convirtieron en el núcleo impulsor del primer
feminismo.
El primer documento colectivo del feminismo norteamericano lo
constituye al denominada Declaración de Seneca Falls ,
aprobada el 19 de julio de 1848 en una capilla metodista de esa
localidad del estado de Nueva York.
"La historia de la humanidad
es la historia de las repetidas vejaciones y usurpaciones por
parte del hombre con respecto a la mujer, y cuyo objetivo
directo es el establecimiento de una tiranía absoluta
sobre ella. Para demostrar esto, someteremos los hechos a un
mundo confiado. El hombre
nunca le ha permitido que ella disfrute del derecho
inalienable del voto. La ha obligado a someterse a unas leyes
en cuya elaboración no tiene
voz.
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Le ha negado derechos que se conceden a los hombres
más ignorantes e indignos, tanto indígenas como
extranjeros. Habiéndola privado de este primer derecho
de todo ciudadano, el del sufragio, dejándola así
sin representación en las asambleas legislativas, la ha
oprimido desde todos los ángulos.
Si está casada la ha dejado civilmente muerta ante la
ley.
La ha despojado de todo derecho de propiedad,
incluso sobre el jornal que ella misma gana.
Moralmente la ha convertido en un ser irresponsable, ya que
puede cometer toda clase de delitos con
impunidad,
con tal de que sean cometidos en presencia de su
marido".
Declaración de Seneca Falls
(1848)
Elisabeth Candy |
En este documento se expresa por primera
vez lo se podría denominar una "filosofía feminista
de la historia". Una filosofía que denunciaba las
vejaciones que a lo largo de la historia había sufrido la
mujer.
Tras la guerra de
Secesión (1861-1865), el movimiento feminista que
había ligado en gran medida su suerte al abolicionismo
sufrió una gran desilusión. Pese al triunfo del
bando nordista, partidario de la supresión de la
esclavitud, la XIV enmienda de la Constitución, que otorgaba el derecho de
voto a los esclavos negros liberados, le negó a la mujer
el derecho de sufragio.
La reacción fue inmediata
Elisabeth Candy Stanton (1815-1902)
y
Susan B. Anthony (1820-1906) crearon la
Asociación Nacional por el Sufragio de la Mujer (National
Woman Suffrage Association), primera asociación del
feminismo radical americano, independiente de los partidos
políticos y de los movimientos de
reforma.
Susan B. |
1. ¿Cuáles son las características
singulares de Estados Unidos que propiciaron un desarrollo precoz
del movimiento feminista?
2. Elabora una breve biografía de
Elizabeth Cady Staton y Susan B. Anthony.
3. Resume las principales ideas recogidas en el fragmento de la
Declaración de Seneca Falls.
4. ¿Cuáles fueron los motivos que llevaron a la
creación de la Asociación Nacional pro el Sufragio
de la Mujer?
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2.4. EL FEMINISMO SOCIAL EN
ESPAÑA
En nuestro país la existencia de una sociedad
arcaica, con escaso desarrollo industrial, con una fuerte
ascendencia de la Iglesia
Católica y fuertes jerarquizaciones de género en
todos los ámbitos de la vida social, dio lugar a que el
feminismo tuviera durante el siglo XIX una menor presencia e
influencia social que en otros países.
En un país en el que la práctica
política estaba circunscrita a un minoría social
(voto censitario) y en el que las prácticas electorales
(adulteración de las elecciones) y el protagonismo del
ejército (pronunciamientos) marcaban la dinámica política, no nos debe
extrañar que el feminismo pionero no se centrara en
reivindicaciones políticas, como el derecho de sufragio,
sino que se basara en demandas sociales, buscando el
reconocimiento de sus roles sociales como tal género
femenino (maternidad y cuidado de la familia) y en la exigencia
de los derechos civiles.
Las dos grandes figuras son Concepción Arenal
(1820-1893) y Emilia Pardo Bazán (1851-1921).
La escritora gallega
Emilia Pardo Bazán denunciaba en la
España Moderna (1890) que los avances culturales y
políticos logrados a lo largo del siglo XIX (las
libertades políticas, la libertad de cultos, el mismo
sistema parlamentario) sólo habían servido para
incrementar las distancias entre sexos, sin promover la
emancipación femenina.
La penalista
Concepción Arenal insistió
en múltiples escritos en que el papel de madre y esposa
eran fundamentales en la vida de las mujeres, pero subrayando que
la experiencia de la vida femenina no podía centrarse en
el ejercicio exclusivo de ese rol.
En el terreno educativo fue donde más
avanzó el feminismo español.
Las iniciativas del Krausismo tras 1850 y de la
Institución Libre de Enseñanza (1876) buscaban un
avance en la educación, la enseñanza y la cultura
femenina.
No obstante, el modelo varió poco y en las escuelas se
siguió trasmitiendo pautas de comportamiento
basadas en la función doméstica de la mujer.
Concebida como "ángel del hogar", su labor debía
dedicarse en exclusiva a los quehaceres domésticos y al
cuidado de la familia.
La resistencia a la
generalización de la enseñanza femenina fue muy
acentuada. El reconocimiento oficial del derecho a la educación
superior no se produjo hasta 1910. A lo largo de todo el
siglo XIX, el analfabetismo femenino se mantuvo en tasas
enormemente altas que rondaban el 70% en muchas zonas a fines de
la centuria.
En el caso español, hasta principios del siglo XX no se
puede hablar con propiedad de un movimiento colectivo de
emancipación femenina.
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3. EL DESARROLLO DEL
MOVIMIENTO FEMINISTA: EL TRIUNFO DEL SUFRAGISMO
(1870-1939)
Los cambios políticos, económicos y
sociales que vinieron unidos a lo que los historiadores han
denominado "Segunda Revolución
Industrial", iniciada en la década de 1870, provocaron
una clara aceleración del movimiento feminista en el
último tercio del siglo XIX.
El mayor protagonismo y seguimiento del feminismo
estuvo condicionado por claros cambios sociales en los
países más desarrollados.
http://www.spartacus.co.uk/Wwork.htm
En Gran Bretaña, por ejemplo, a principios del
siglo XX el 70.8% de las mujeres solteras, entre 20 y 45
años, tenían un trabajo remunerado.
También en el Reino Unido, en 1850 se observaba como el
número absoluto de mujeres solteras mayores de 45
años había crecido entre las clases medias.
La "carrera del matrimonio" registraba así un cierto
retroceso para muchas mujeres, no sólo como proyecto de
vida, sino también como opción
económica.
Otro elemento clave lo constituyó la incorporación
de la mujer al trabajo durante la Primera Guerra
Mundial para sustituir a los hombres que habían
marchado al frente. La consciencia de su valor social
alentó sus demandas del derecho de sufragio.
Los principales objetivos del
movimiento feminista siguieron siendo los mismos: el derecho
de voto, la mejora de la educación, la capacitación profesional y la apertura de
nuevos horizontes laborales, la equiparación de sexos en
la familia como medio de evitar la subordinación de la
mujer y la doble moral sexual.
La gran novedad vino de la amplia movilización colectiva
que supo dirigir el movimiento sufragista en determinados
países.
Con los países anglosajones al frente, la evolución en el mundo europeo fue muy
diversa:
"El sufragismo aparece como una forma de
encuadramiento de mujeres de todas las clases
sociales, a pesar de sus distintas ideologías y
objetivos, pero coincidentes en reclamar el derecho a la
participación política, uno de
cuyos requisitos es el voto, para reformar la
legislación y la costumbre y, en consecuencia, la
sociedad (…)
El sufragismo surgió en los países que adoptaron
el régimen capitalista, países de clase media
poderosa y con unos ideales democráticos asentados en
sus instituciones políticas (…)
En los países nórdicos apenas se dio sufragismo
debido a la mentalidad progresista imperante y al peso social
de la mujer, que facilitaron la equiparación
jurídica de los sexos.
Una evolución diferente presentó el mosaico de
países del este procedentes de los Imperios centrales:
austro-húngaro y alemán, turco y ruso. El
desmoronamiento de los primeros tras la Primera Guerra Mundial
(Alemania, Austria, Checoslovaquia, Polonia) trajo reformas muy
progresistas, el voto femenino entre ellas, sin existencia
previa del sufragismo (…)
En Rusia fue
posible después de una auténtica
revolución, la bolchevique, que trastocó los
fundamentos del orden tradicional.
En el caso de los estados surgidos del Imperio
turco, Yugoslavia, Grecia y
Bulgaria, el peso de la tradición era todavía muy
fuerte y no hubo sufragismo ni reformas tocantes a la
situación femenina.
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Por último, en los países
occidentales cabría diferenciar entre los protestantes
(Inglaterra,
Holanda…): más modernos y evolucionados, y más
prósperos económicamente, y los católicos
(Italia, España, Portugal…) : atrasados, tradicionales
y conservadores (…) En los países protestantes hubo un
movimiento sufragista fuerte, y sólo gracias a su lucha
se consiguieron las reformas y el voto. En los católicos
apenas se dio el movimiento sufragista y sólo tras mucha
batalla femenina y muy tarde, caso de Italia, o por el
reformismo de sus gobernantes, caso de España, se
obtuvieron estas conquistas".
FRANCO RUBIO, Gloria Ángeles
"Siglo XX" Historia Universal
Madrid, 1983
Historia 16
Obtención del derecho al voto
de las mujeres de algunos países
Nueva Zelanda | |
Australia | |
Finlandia | |
Noruega | |
Dinamarca | |
Islandia | |
Holanda | |
Rusia | |
Reino Unido | 1918 (+30 |
Alemania | |
Suecia | |
Estados Unidos | |
Irlanda | |
Austria | |
Checoslovaquia | |
Polonia | |
España | |
Francia | |
Italia | |
Suiza | |
3.1. EL AUGE DEL
FEMINISMO NORTEAMERICANO
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A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, las
feministas americanas iniciaron una activa campaña por la
consecución del sufragio. Dirigidas por
Susan B. Anthony (1820-1906),
Lucy Stone (1818-1893) y
Elisabeth Cady Stanton (1815-1902) y
encuadradas desde 1890 en la Asociación Nacional Americana
por el Sufragio de la Mujer (National American Woman
Suffrage Association), encaminaron sus esfuerzos a conseguir el
voto en los diversos estados y a forzar un cambio en la
constitución norteamericana.
"Ahora que, como resultado de la lucha por la
igualdad de oportunidades y debido al uso de maquinaria, se ha
operado una gran revolución en el mundo de la economía, de manera
que donde pueda acudir un hombre a ganarse un dólar
honradamente también puede ir una mujer, no hay forma de
rebatir la conclusión de que ésta tiene que estar
investida de igual poder para poderse proteger. Y ese poder es el
voto, el símbolo de la libertad y de la igualdad, sin el
cual ningún ciudadano puede estar seguro de
conservar lo que posee y, por lo tanto, mucho menos de adquirir
lo que no tiene".
Susan B. Anthony
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La mujer quiere el pan, no el voto
El voto femenino fue siendo aprobado mediante consultas
populares en diversos estados: Wyoming (1869), Utah (1870),
Colorado (1893), Idaho (1896), Washington (1910),
California (1911), Oregón, Arizona y Kansas (1912) y
Nevada y Montana (1914).
En 1917 fue elegida en Montana la primera congresista de
los Estados Unidos, Jeanette Rankin.
Finalmente, en 1919, el presidente Wilson, del partido
demócrata, anunció personalmente su apoyo al
sufragio femenino.
En 1920 quedaba aprobada la XIX Enmienda a la Constitución
que otorgaba el derecho de voto a las mujeres.
Enmienda XIX de la Constitución de Estados
Unidos
"El derecho de los ciudadanos de Estados Unidos al voto no
será negado ni limitado por los Estados Unidos o por
cualquier estado por razón del
sexo".
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3.2. LA RADICALIZACIÓN DEL SUFRAGISMO: EL CASO
BRITÁNICO
El movimiento sufragista británico se
dividió en dos tendencias: una moderada y otra radical,
partidaria de la acción directa.
Millicent Garret Fawcet (1847-1929) encabezó a las
sufragistas moderadas que se agruparon en la Unión
Nacional de Sociedades de
Sufragio Femenino (National Union of Women's Suffrage Societies).
En 1914, esta asociación llegó a contar con
más de 100.000 miembros, y centraba su labor en la
propaganda
política, convocando mítines y campañas de
persuasión siguiendo siempre una estrategia de
orden y legalidad.
Millicent Garret |
"Quizás la sutil violencia
utilizada por las sufragistas trataba de disminuir nuestro
orgullo de sexo; íbamos a enseñarle al mundo como
conseguir reformas sin violencia, sin matar gente y volar
edificios, o sin hacer las otras cosas estúpidas que los
hombres han hecho cuando han querido alterar las leyes (…)
Nosotras queríamos mostrar que podíamos avanzar o
conseguir la libertad humana a la que aspiramos sin utilizar
violencia alguna. Hemos sido decepcionadas en esta
ambición pero todavía podemos dar a nuestras
almas el consuelo de que la violencia registrada no ha sido
formidable y de que las más fieras de las sufragistas
están más preparadas para sufrir daño
que para infligirlo".
Millicent Garret Fawcett
(1912)
en BELL,S.C. & OFFEN,K. M.
Women, the Family and Freedom. The Debate in documents
Stanford, 1983
La ausencia de resultados de la estrategia moderada hizo
que a principios de siglo
Emmeline Pankhurst (1858-1928) creara la
Unión Social y Política de las Mujeres
(Women’s Social and Political Union). Sus miembros eran
conocidas como las "suffragettes".
Mientras en el Parlamento se discutía las reformas
legislativas que permitieran el acceso del voto a la mujer, la
WSPU, además de los tradicionales medios de
propaganda como los mítines y las manifestaciones,
recurrió a tácticas violentas como el sabotaje, el
incendio de comercios y establecimientos públicos, o a las
agresiones a los domicilios privados de destacados
políticos y miembros del Parlamento.
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"Nos tiene sin cuidado vuestras
leyes, caballeros, nosotras situamos la libertad y la dignidad de
la mujer por encima de toda esas consideraciones, y vamos a
continuar esa guerra como lo hicimos en el pasado; pero no
seremos responsables de la propiedad que sacrifiquemos, o del
perjuicio que la propiedad sufra como resultado. De todo ello
será culpable el Gobierno que, a pesar de admitir que
nuestras peticiones son justas, se niega a
satisfacerlas"
Emmeline Pankhurst
Mi propia historia (1914)
Citado en MARTÍN GAMERO, A.:
Antología del feminismo
Madrid, 1975
A la creciente represión gubernamental, las
"suffragettes" respondieron con huelgas de hambre en la
cárcel a las que la
administración respondió con la brutal alimentación
forzada.
La respuesta del gobierno a las protestas contra esta cruel
práctica fue realmente original. El parlamento
aprobó la conocida como "Ley del Gato y el Ratón"
por la cual las mujeres, es decir, los "ratones", serían
liberadas por las autoridades, el "gato", cuando su estado
físico fuera preocupante. Sin embargo, una vez recuperadas
físicamente volvían a ser detenidas y
encarceladas.
Antes de la guerra mundial, la virulencia de la protesta
sufragista hizo que los partidos políticos comenzasen a
reconsiderar su actitud ante
el voto femenino.
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La primera guerra mundial marcó una tregua en las
demandas sufragistas, y tras el conflicto, en
el que las mujeres acumularon méritos como la mano de obra
que permitió el funcionamiento de la economía, el
sufragio femenino tuvo que ser finalmente reconocido.
En 1918, una nueva ley electoral permitió las
británicas de más de 30 años obtuvieron el
derecho de voto. Diez años después, en 1928, una
nueva ley, la "Equal Franchise Act", hizo que, por fin,
todas las mujeres mayores de edad alcanzaron el anhelado derecho
de sufragio.
3.3. LA
OPOSICIÓN AL SUFRAGISMO
Desde nuestra perspectiva actual y teniendo en cuenta
los principios ilustrados y liberales en que se basaba la
reivindicación de la igualdad de voto, parece
extraña la enorme oposición a la que tuvo que hacer
frente la reivindicación sufragista.
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¿Cómo se explica la resistencia que
durante largas décadas se enfrento al derecho de sufragio
femenino?
Los argumento basados en la discriminación por
género fueron los que prevalecieron. Deshacer las
tradicionales barreras entre lo público, terreno
masculino, y lo privado, terreno femenino, autorizando el acceso
de las mujeres al espacio público era considerado como un
peligro para el orden social establecido y para el reparto de
roles por género.
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Estudiantes de medicina del
hospital de Middlesex (Londres) protestan en 1861 ante la posible
presencia de una mujer estudiante, Elisabeth Garett
Anderson
"Nosotros, los estudiantes abajo firmantes,
consideramos que los resultados de la mezcla de sexos en la
misma clase pueden ser bastante desagradables.
Es muy probable que los profesores se sienta cohibidos ante la
presencia de mujeres, y no puedan referirse a ciertos hechos
necesarios de forma explícita y clara.
La presencia de mujeres jóvenes como espectadores de la
sala de operaciones es
una ofensa a nuestros instintos y sentimientos naturales, y
está destinada a destruir esos sentimientos de respeto y
admiración que todo hombre en su sano juicio siente
hacia el otro sexo. Esos sentimientos son un signo de la
civilización y del refinamiento"
Muchos hombres, y bastantes mujeres, estaban
convencidos de que cuestionar abiertamente el prototipo femenino
de "ángel" y "reina" del hogar, abriría
incertidumbres respecto al futuro de la institución
familiar y de su capacidad como reproductora del sistema social.
De hecho, fue la percepción
del sufragismo como una amenaza a la familia lo que
impidió su aceptación
social.
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El caso británico es el mejor ejemplo de
movilización anti-sufragista, no sólo entre los
hombres sino también entre las mujeres.
En noviembre de 1908, se fundó en Londres la Liga Nacional
de Mujeres Anti-Sufragio (Women's National Anti-Suffrage League).
Su primera presidenta fue la popular novelista,
Mary Ward.
Los líderes de la Liga Anti-Sufragio insistían en
que la gran mayoría de las mujeres británicas no
estaban interesadas en conseguir el derecho de voto y
advertían contra el peligro de que un pequeño grupo
de mujeres organizadas forzaran al gobierno a cambiar el sistema
electoral.
Un buen ejemplo de la mentalidad de estas mujeres lo podemos ver
en las manifestaciones de Lady Musgrave, presidente de la
sección de East Grinstead de la Liga Anti-Sufragio, en un
mitin en 1911, recogidas en un periódico:
"(…) afirmó estar completamente en contra
de la extensión del derecho de voto a las mujeres, ya
que pensaba no sólo no traería ningún bien
a su sexo, sino que, por el contrario, haría mucho mal.
Citando las palabras de Lady Jersey afirmó: "No
pongáis sobre nosotras esta carga adicional". Las
mujeres, en su opinión, no eran iguales a los hombres ni
en resistencia ni en energía nerviosa, incluso, en su
conjunto, tampoco en inteligencia".
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Sin embargo, la realidad económica y
política de la Primera Guerra Mundial y de su consiguiente
posguerra, obligó a que la sociedad incorporara al
escenario público a madres y esposas. Su concurso fue
decisivo en el esfuerzo económico durante la guerra. La
consecución del derecho de voto fue un reconocimiento
colectivo a los méritos acumulados.
3.4.
FEMINISMO Y MOVIMIENTO OBRERO
Los movimientos feministas y sufragistas estuvieron
dirigidos por mujeres de procedencia burguesa. A pesar de que los
planteamientos feministas eran interclasistas, sus ideas no
lograron penetrar ampliamente en los ambientes obreros. Ni
feministas, ni sufragistas consiguieron nunca movilizar
ampliamente a las mujeres trabajadoras.
Los propios ideólogos del primer movimiento
obrero, en la primera mitad del siglo XIX, mantuvieron posturas
contradictorias respecto a la igualdad de derechos de la
mujer.
Flora Tristán (1803-1844), hija de
un criollo peruano y una francesa, es la gran pionera del
feminismo socialista.
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"A vosotros, obreros que sois las víctimas de
la desigualdad de hecho y de la injusticia, a vosotros os toca
establecer al fin sobre la tierra el
reino de la justicia y de la igualdad absoluta entre la mujer y
el hombre. Dad un gran ejemplo al mundo (…) y mientras
reclamáis la justicia para vosotros, demostrad que sois
justos, equitativos; proclamad, vosotros, los hombres fuertes,
los hombres de brazos desnudos, que reconocéis a la mujer
como a vuestra igual, y que, a este título, le
reconocéis un derecho igual a los beneficios de la
unión universal de los obreros y obreras".
Flora Tristán
La Unión Obrera
1843
Esta posición contrasta claramente con la
misoginia de alguno de los primeros ideólogos del
movimiento obrero como Ferdinand
Lasalle (1825-1864) y, sobre todo,
Pierre-Joseph Proudhon (1809-1864). Este
último afirmaba claramente que una mujer igual al hombre
significaría "el fin de la institución del
matrimonio, la muerte del
amor y la
ruina de la raza humana". El lugar ideal para la mujer era el
hogar. Para Proudhon las cosas estaban claras:
"no hay otra alternativa
para las mujeres que la de ser amas de casa o
prostitutas".
Sin embargo, fueron
Karl Marx (1818-1883),
Friedrich Engels (1820-1895) y
August Bebel (1840-1913) los que establecieron
las bases del pensamiento
socialista sobre la "cuestión de la mujer".
Engels en su libro "El origen de la familia, la propiedad privada
y el Estado"
(1884) equiparaba la dominación de clase con la
dominación de la mujer por el hombre. Sin embargo,
para él como para Marx, la
emancipación de la mujer sólo se haría
realidad tras una revolución socialista que liquidara el
capitalismo.
Por consecuencia, la lucha de las mujeres debía
subordinarse, o como mucho ir unida, a la lucha de clases, ya
que, de hecho, no había diferencia alguna de
objetivos.
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Para Marx y Engels, la igualdad política entre
los sexos era una condición necesaria para la plena
emancipación de la sociedad. Además, los fundadores
del socialismo
científico entendían que la base fundamental de la
emancipación femenina era su independencia
económica frente al hombre.
"La mujer es un ser libre e inteligente, y como tal,
responsable de sus actos, lo mismo que el hombre; pues, si esto
es así, lo necesario es ponerla en condiciones de libertad
para que se desenvuelva según sus facultades. Ahora bien,
si relegamos exclusivamente a la mujer a las funciones
domésticas, es someterla, como hasta aquí, a la
dependencia del hombre, y, por lo tanto, quitarle su libertad.
¿Qué medio hay para poner a la mujer en condiciones
de libertad? No hay otro más que el
trabajo".
Congreso de la Federación Regional
Española de la AIT
Zaragoza (1872)
Cit. NASH,M. (Ed.)
Més ennllà del silenci. Les dones à la
història de Catalunya
Barcelona, 1988
Corresponde a
August Bebel, dirigente socialista
alemán, el mérito de ser el primer
teórico marxista que escribió de una forma
específica sobre la mujer en su libro La mujer y el
socialismo (1879).
"La mujer de la nueva sociedad será plenamente
independiente en lo social y lo económico, no
estará sometida lo más mínimo a ninguna
dominación ni explotación, se enfrentará al
hombre como persona libre,
igual y dueña de su destino".
August Bebel
La mujer y el socialismo
1879
Por último, hay que destacar,
dentro de la socialdemocracia alemana, la figura de
Clara Zetkin (1857-1933). Creadora del
Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, fue la gran
propulsora del feminismo en la Segunda Internacional o
Internacional Socialista. En 1907, se celebró, bajo sus
auspicios, la I Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas.
Esta organización llegó a agrupar 174.751 afiliadas
en 1914.
3.5.1. EL
FEMINISMO EN LA EUROPA MEDITERRÁNEA
En Francia, el feminismo experimentó un intenso
desarrollo como movimiento organizado a partir de 1860. Sin
embargo, sus conexiones con el republicanismo anticlerical hizo
que la mayor parte de las mujeres, muy influenciadas por la
Iglesia Católica, se mantuvieran al margen del
movimiento.
Destacan figuras como
Nelly Roussel (1872-1922) y Madeleine
Pelletier (1874-1939) que fueron pioneras en plantear temas como
la libertad sexual y el control de la
natalidad.
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En otro orden de cosas, figuras como Coco Chanel
revolucionaron la moda femenina,
liberándola de los opresivos atuendos a las que
habían sido obligadas las mujeres en las décadas
anteriores.
En Italia, la situación se caracterizó por
un mayor peso de la Iglesia Católica y la consiguiente
falta de movilización de las mujeres. La gran figura del
sufragismo italiano fue
Anna Maria Mozzoni (1837-1920).
En ambos países hubo que esperar a que acabara
la Segunda Guerra
Mundial para que se concediera el sufragio femenino en
1945.
3.5.2.
EMANCIPACIÓN DE LA MUJER Y FEMINISMO EN
ESPAÑA
- El
retraso del movimiento feminista en una sociedad
tradicional
Sufragistas y feministas- La
conquista del voto femenino
EL RETRASO DEL MOVIMIENTO FEMINISTA EN UNA SOCIEDAD
TRADICIONAL
Durante el siglo XIX y principios del XX, el feminismo
español tuvo como movimiento social una menor envergadura
que en la mayoría de los países desarrollados
europeos.
Siempre estuvo más centrado en reivindicaciones de tipo
social, como el derecho a la educación o al trabajo, que
en demandas de igualdad política.
Nunca adoptó la acción directa violenta como
estrategia de combate ni alcanzó un grado destacado de
militancia. En consecuencia, la resonancia social de las
feministas españolas fue bastante reducida.
El modelo de género establecido en la sociedad liberal
española garantizaba la subordinación de la mujer
al varón y establecía unas pautas muy estrictas
para su actuación social.
El sistema de
dominación, muy jerárquico, actuó en dos
niveles:
1. Una legislación basada en la
discrimación de la mujer: los Códigos Civil (1889),
Penal (1870) y de Comercio
(1885).
"La mujer casada no disponía de
autonomía personal o
laboral, tampoco tenía independencia económica y ni
tan siquiera era dueña de los ingresos que
generaba su propio trabajo. Debía obedecer al marido,
necesitaba su autorización para desempeñar
actividades económicas y comerciales, para establecer
contratos e,
incluso, par realizar compras que no
fueran las del consumo
doméstico. La ley tampoco reconocía a las
trabajadoras casadas la capacidad necesaria para controlar su
propio salario y establecía que éste debía
ser administrado por el marido. El poder del marido sobre la
mujer casada fue reforzado, además, con medidas penales
que castigaban cualquier trasgresión de su autoridad: por
ejemplo, el Código
Penal estableció que la desobediencia o el insulto de
palabra eran suficientes par que la mujer fuera encarcelada.
Asimismo, el doble estándar de moral sexual le
permitía al hombre mantener relaciones
sexuales extra-matrimoniales y se las prohibía de
forma tan tajante a la mujer que las diferencias quedaron
explícitamente manifiestas en la legislación
relativa al adulterio y a
los crímenes pasionales. El Código Penal
establecía que si el marido asesinaba o agredía a
la esposa adúltera o al amante de ésta, al ser
sorprendidos, sólo sería castigado con el destierro
durante un corto espacio de tiempo. En la
misma situación, las penas impuestas a la mujer eran mucho
más severas: al ser considerado parricidio el asesinato
del marido, la sentencia era siempre prisión
perpetua."
NASH, Mary y TAVERA, Susana
Experiencias desiguales: conflictos sociales y respuestas
colectivas (Siglo XIX)
Madrid, 1995
Ed. Síntesis
2. Un control social informal mucho más sutil y,
por consecuencia, más eficaz.
El dominio del
género masculino se basaba en la idea de la "domesticidad"
que establecía los principales arquetipos femeninos
("ángel del hogar", "madre solícita", "dulce
esposa"…), su función social y su código de
conducta.
"Desde ‘mujer casada, la pierna
quebrada’, son innumerables los refranes españoles
que limitan la actividad de la mujer al círculo de los
quehaceres domésticos, y, en nuestra clase media, esta
idea está profundamente arraigada (…) la
preparación de la mujer para algo que no sea estrictamente
el matrimonio, aparece todavía, a la mayoría de las
gentes como una cosa insólita y que, no sólo no
debe ser tomada en consideración, sino que debe ser
severamente reprobada o –lo que es peor- ridiculizada
(…)"
NELKEN, Margarita
La condición social de la mujer (1919)
Madrid, 1975
Todavía a fines del siglo XIX, la
subordinación de la mujer era justificada basándose
en una supuesta inferioridad genética: la función
reproductora convertía a la mujer en un ser pasivo,
inferior, incompleto, y, en resumen, un mero complemento del
hombre, es decir, del ser inteligente.
Esta opinión no era exclusiva de los grupos más
conservadores o reaccionarios del país. El escritor
catalán, Pompeu Gener, ideológicamente adscrito al
republicanismo federal y, por consecuencia, ligado a los sectores
más progresistas del país, afirmaba lo
siguiente:
"En sí misma, la mujer, no es como el
hombre, un ser completo; es sólo el instrumento de la
reproducción, la destinada a perpetuar la especie;
mientras que el hombre es el encargado de hacerla progresar, el
generador de la inteligencia, (…) creador del mundo
social."
Pompeu Gener
"La Vanguardia"
26 Febrero 1889
ACTIVIDADES
1. Enumera las desigualdades jurídicas entre el
hombre y la mujer según la legislación liberal
española del siglo XIX. Agrúpalas en desigualdades
de tipo económico, social, sexual…
2. Explica el concepto de
"doble moral sexual" ¿Crees que sigue todavía
existiendo? Razona tu respuesta.
3. Explica el concepto de "domesticidad" aplicada a la mujer
4. Escribe algún chiste, refrán… que defienda la
desigualdad de los sexos. ¿Cuál es tu
opinión sobre ellos?
5. La función reproductora, la maternidad, era vista por
mucha gente como uno de los factores claves que explicaban la
inferioridad de la mujer. ¿Conoces algún adelanto
médico que haya supuesto en este sentido un avance clave
para la emancipación de la mujer?
SUFRAGISTAS Y FEMINISTAS
Pese al retraso del movimiento feminista español,
diversas mujeres iniciaron la defensa de la idea de la igualdad
femenina.
Dolors Monserdà (1845-1919) defendió los
derechos de la mujer desde una perspectiva nacionalista catalana
y profundamente católica.
Teresa Claramunt (1862-1931), obrera textil y militante
anarcosindicalista, reivindicó el papel de la mujer como
madre que trasmite valores ideológicos a sus hijos. Si
estos valores eran igualitarios y anarquistas se estaría
poniendo las bases para una nueva sociedad.
María de Echarri (1878-1955), concejal del
Ayuntamiento de Madrid e inspectora de trabajo del Instituto de
Reformas Sociales, promovió, desde una perspectiva de
feminismo católico, algunas medidas de mejora laboral para
las obreras. Destaca la llamada "Ley de la Silla" de 1912, por la
cual los empresarios debían proporcionar una silla a todas
las mujeres que trabajan en la industria o el
comercio.
A partir de los años 20, el feminismo
español comenzó a añadir demandas
políticas a las reivindicaciones sociales.
En 1918 en Madrid se crea la Asociación Nacional de
Mujeres Españolas (ANME). Formada por mujeres de clase
media, maestras, escritoras, universitarias y esposas de
profesionales, sus dirigentes Maria Espinosa, Benita Asas
Manterola ,
Clara Campoamor o
Victoria Kent planteaban ya claramente la
demanda del sufragio femenino.
Junto a esta asociación surgen múltiples
agrupaciones. Entre ellas destaca la Cruzada de Mujeres
Españolas, dirigida por la periodista Carmen de Burgos, y
que protagonizó la primera manifestación callejera
pro sufragio en Madrid en mayo de 1921.
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LA CONQUISTA DEL VOTO FEMENINO
Pese a los
esfuerzos de las primeras sufragistas españolas, la
concesión del voto femenino en nuestro país no
puede ser atribuida a la presión de
los grupos feministas o sufragistas. Si bien la
movilización sufragista había alcanzado por primera
vez cierta resonancia social, el sufragio femenino fue otorgado
en el marco de las reformas introducidas en la legislación
de la Segunda República española (1931-1936). La
coherencia política de los políticos que se
proclamaban democráticos obligó a una
revisión de las leyes discriminatorias y a la
concesión del sufragio femenino.
El proceso, sin
embargo, fue bastante complejo y paradójico.
Era opinión general, tanto en los partidos de izquierda
como de derecha, que la mayoría de las mujeres,
fuertemente influenciadas por la Iglesia católica, eran
profundamente conservadoras. Su participación electoral
devendría inevitablemente en un fortalecimiento de las
fuerzas de derecha.
Este planteamiento llevó a que importantes feministas como
la socialista
Margarita Nelken (1898-1968) y la
radical-socialista
Victoria Kent (1897-1987), que habían
sido elegidas diputadas a las Cortes Constituyentes de 1931,
rechazaran la concesión del sufragio femenino. En su
opinión, las mujeres todavía no estaban preparadas
para asumir el derecho de voto, y su ejercicio siempre
sería en beneficio de las fuerzas más conservadoras
y, por consecuencia, más partidarias de mantener a la
mujer en su tradicional situación de
subordinación.
Clara
Campoamor (1888-1972), también diputada y
miembro del Partido Radical, asumió una apasionada defensa
del derecho de sufragio femenino. Argumentó en las Cortes
Constituyentes que los derechos del individuo
exigían un tratamiento legal igualitario para hombres y
mujeres y que, por ello, los principios democráticos
debían garantizar la redacción de una Constitución
republicana basada en la igualdad y en la eliminación de
cualquier discriminación de sexo.
Al final triunfaron las tesis
sufragistas por 161 votos a favor y 121 en contra. En los votos
favorables se entremezclaron diputados de todos los
orígenes, movidos por muy distintos objetivos. Votaron si
los socialistas, con alguna excepción, por coherencia con
sus planteamientos ideológicos, algunos pequeños
grupos republicanos, y los partidos de derecha. Estos no lo
hicieron por convencimiento ideológico, sino llevados por
la idea, que posteriormente se demostró errónea, de
que el voto femenino sería masivamente
conservador.
La Constitución de 1931 supuso un enorme avance
en la lucha por los derechos de la
mujer.
Artículo 23
"No podrán ser fundamento de privilegio jurídico:
la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la
riqueza, las ideas políticas, ni las creencias
religiosas."
Artículo 36
"Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de veintitrés
años, tendrán los mismo derechos electorales
conforme determinen las leyes."
La Constitución republicana no sólo
concedió el sufragio a las mujeres sino que todo lo
relacionado con la familia fue legislado desde una perspectiva de
libertad e igualdad: matrimonio basado en la igualdad de los
cónyuges, derecho al divorcio, obligaciones
de los padres con los hijos…
La ley del divorcio (1932) supuso otro hito en la
consecución de los derechos de la mujer.
El régimen republicano estaba poniendo a España en
el terreno legal a la altura de los países más
evolucionados en lo referente a la igualdad entre los hombres y
las mujeres. Sin embargo, en este aspecto como en tantos otros,
la guerra civil y la dictadura de Franco dieron al traste con
todo lo conseguido, devolviendo a la mujer a una situación
de dominación en el marco de una España franquista
impregnada de valores tradicionales y reaccionarios.
1743 Condorcet publica
Bosquejo de una tabla histórica de los progresos del
espíritu humano
1791 Olimpia de Gouges
publica la Declaración de los Derechos de la Mujer y la
Ciudadana
1792 Mary Wollstonecraft
publica Vindicación de los Derechos de la Mujer
1843 Flora Tristán
publica La Unión Obrera
1848 Declaración de
Seneca Falls (Nueva York)
1869 Wyoming es el primer
estado de EE.UU. en otorgar el derecho de voto
femenino
1869 John Stuart Mill
publica El sometimiento de la mujer
1879 August Bebel publica
La mujer y el socialismo
1884 Friedrich Engels
escribe El origen de la familia, la propiedad privada y el
estado
1893 Nueva Zelanda es el
primer país que concede el derecho de sufragio a las
mujeres
1897 Lydia Becker y
Millicent Fawcet fundan la Unión Nacional de Sociedades
para el Sufragio de la Mujer (National Union of Women's Suffrage
Societies – NUWSS).
1903 Emmeline Pankhurst y
sus seguidoras abandonan la NUWSS y forman la Unión
Política y Social de las Mujeres (Women's Social and
Political Union - WSPU)
1906 Finlandia, primer
país europeo que otorga el sufragio femenino
1907 Bajo la presidencia de
Clara Zetkin, se reúne la I Conferencia Internacional de
Mujeres Socialistas
1912 En España se
aprueba la denominada "ley de la silla"
1913 El Parlamento
británico apueba la "ley del gato y el ratón" (Cat
and Mouse
Act)
1917 Jeanette Rankin,
primera mujer elegida miembro del Congreso de los Estados
Unidos
1918 Se funda en Madrid la
Asociación Nacional de Mujeres Españolas
(ANME)
1918 El Parlamento
británico aprueba una ley electoral que otorga el sufragio
a las mujeres mayores de 30 años
1920 Se aprueba la XIX
enmienda a la Constitución de EE.UU. por la que todas las
mujeres mayores de edad obtienen el derecho de voto
1931 La Constitución
española de la II República otorga el derecho de
sufragio a las mujeres mayores de edad
1945 Las mujeres consiguen
el derecho de voto en Francia e Italia
María del Rocío Saro
Avalos