Sobre la índole del amor masculina en cien años de soledad
En su obra Del amor y otros demonios, Gabriel García Márquez define: “El amor es un sentimiento contranatura, que condena a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre, tanto más efímera cuanto más intensa”[1].
Sin embargo, sería apresurado concluir de esto que el amor es, para el colombiano, solamente una especie de enfermedad “inevitable, dolorosa y fortuita”, al decir de Proust, porque en su obra
--abarcadora como pocas de las pasiones humanas-- hay espacio para toda clase de amor; desde el regido por sus propias leyes, incontenible, desbordado, hasta el deseo moldeado poco a poco, detenido, retaceado; desde la pasión por el saber, por el desciframiento, hasta la afirmación más absoluta de la praxis; …ver más…
García Márquez pasó su primera infancia en una casa muy parecida a esa, grande y antigua con un patio perfumado de jazmines, donde su abuela, Tranquilina Iguarán, lo embelesaba y aterrorizaba a un tiempo con historias fantásticas que ella aseguraba que sucedían en realidad. Allí también vivía su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, a quien el autor definió como “la persona con quien mejor comunicación he tenido jamás”[9]. Su estadía en esta casa fue un puente de paz tendido por sus padres hacia sus abuelos, que no aprobaban el matrimonio de su hija con un telegrafista, uno de los “aventureros” de la “hojarasca”, como llamaban despectivamente a los inmigrantes de la fiebre del banano que habían llegado a Aracataca, el pueblo donde su madre y sus abuelos eran una de las familias más antiguas y respetadas. Los recuerdos de su infancia, el abuelo como prototipo del patriarca familiar, la abuela como portadora de un universo sobrenatural y mágico, la vivacidad del lenguaje campesino, aparecen, transfigurados por la ficción, en muchas de sus obras ( La hojarasca, Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera) y el mundo caribeño, desmesurado y fantasmal de