Los Peor
Jerónimo en el relato no queda ciego, pero en los últimos años de su vida conoce a un ciego. Don Félix, quien recorría las calles josefinas y quien enseña a Jerónimo a manejarse por la ciudad con los ojos cerrados, como si fuera ciego, lo que consigue después de practicar con un bastón. Lo cual se puede llegar a relacionar con la ceguera sufrida por el santo. Al igual que el santo solicita ser enterrado en una colina, Jerónimo pide ser enterrado al lado del árbol de Polifemo. Ambos son enterrados bajo la tierra.
“…Jerónimo le puso la mano en el hombro y se presentó a si mismo: -Buenos días señor, yo soy Jerónimo Peor…-. El ciego le agradeció la ayuda y se presentó también bajo el nombre de “Don Félix” y presentó a Cristalino, su perro. El perro lamió a Jerónimo y Jerónimo también lamió al perro y ambos se simpatizaron. Durante la conversación supo Jerónimo que el viejito había sido vendedor de lotería desde el año treinta, cuando perdió la vista, y que una fundación de beneficencia le había traído al perro de Bélgica...”
Ibid. Página 58-59
Jerónimo durante sus años de labor como franciscano, aprendió a curar con hierbas. Y cada día aprendía más sobre ellas. Tenía un jardín, amaba las flores y los árboles. Los animales eran parte de su vida: los pájaros, las cucarachas, las mariposas, las ratas, El Último Gallo de Ayer, Cristalino, las