Los Brujos De Ilamatepeque

1480 palabras 6 páginas
Los Brujos de Ilamatepeque
Connubio en la noche
Pasó la Semana Santa con sus tradicionales ritos, sus Personificaciones los Pasos, el Prendimiento, los judíos, el Lavatorio de los Apóstoles, las Siete Palabras, el Santo Entierro, las procesiones, el Judas ahorcado, la Resurrección. La celebración de la Semana Santa ese año en Ilamatepeque fue maravillosa, por que no todos los años iba en Tata-Cura.
Eulalia Durán, a pesar de ser días grandes, los pasó abatida, sombría, silenciosa. Con nadie hablaba, de no ser con los Montoya, Tobías o Pedro. Y, cuando les dirigía la palabra, sólo era para preguntarles:
–¿Lo han visto? ¿Me quiere todavía? ¿No me irá a dejar sola?
Ellos la consolaban. Le transmitían razones. Una vez Tobías le trajo un
…ver más…

Cristóbal se fue atrás. Ella no se detuvo do Pedro y se dirigió directamente hacia “El Colegio”. Ya era de noche pero sus ojos descubrieron entre las sombras a su amado. Se abrasaron y Eulalia lloro un largo rato.
–No volveré a separarme de voz. Estaré dispuesta a seguirte a donde tú vallas.
–Eso no es posible Laya, cuando el cura se marche nos volveremos a casa. Hoy solo baje para verte.
Nadie nos volverá a tocar un pelo y entonces ya podremos formar nuestro cariño de verdad. Entonces no nos volveremos a separar. ¡Ah Layita cómo te encuentro! Debes haber sufrido mucho.
Eulalia comenzó a contarle de sus desgracias se las riñas con las muchachas, de sus desolaciones al lado de los suyos. Eulalia desbordó su corazón y sus palabras bajo las sombras de la noche.
Doroteo, cansado de estar sentado en la cocina, para no interrumpir a los enamorados, entro a la casa y se acostó sobre un petate. Eran muchos días de no dormir bajo techo, si no en el monte, bajo los árboles frondosos a la orilla del Ulúa o en las vegas pedregosas de Santa Lucía. Doroteo fue quedándose dormido con las manos puestas de almohada.
–Debiste dejar el cenzontle en casa. Déjalo dormir.
–Es mi única compañía, pues mi nana le torció el pescuezo a mi Lorito por que le enseñaste a decir “Cipriano te estoy esperando”.
– ¿Solo por eso?
–Es que en mi casa te odian a muerte. Cuando el cenzontle canta me parece

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