Durante la primera mitad del siglo xx, la economía española mostró una gran atonía y su actividad se desarrolló bajo los patrones de un país prioritariamente agrario, el 50 % de la población activa estaba empleada en la agricultura. La guerra civil vino a acentuar los males endémicos. A primeros de la década de los cincuenta se inició un proceso de desarrollo autárquico que tomó como punto de partida una política de rápida industrialización basada en la sustitución de importaciones. Las empresas públicas se creaban para alcanzar este objetivo; esta política supuso un proceso de desconexión de la economía española respecto a la economía internacional.
España contaba con un mercado doméstico, pobre y relativamente pequeño (28