La Sonata Del Diablo
Hace mucho tiempo atrás en un pueblo llamado Augsburgo vivió un músico llamado Niesser, hábil para fabricar instrumentos musicales. Poseía grandes riquezas, tanto así que sus colegas menos afortunados lo difaman a sus espaldas diciendo que lo había adquirido todo con fraudes y acciones poco honorables.
Su hija Ester, única heredera de su fortuna, no poseía conocimiento alguno sobre música y para el viejo era causa de penosas reflexiones no poder dejar a nadie la herencia de su talento, que estimaba tanto como sus propias riquezas. Pero, a medida que Ester crecía, pensó que su nieta podía ser una estirpe musical. Cuando su hija estuvo en edad de casarse, decidió planear un concurso donde el premio sería la mano de …ver más…
A la mañana siguiente, la casa de Niesser quedó abarrotada por la multitud de personas que se presentaron para concursar en tan dichoso evento. Cuando llegó la hora, Fanz tomó el cuaderno y se dirigió a la casa. Quienes lo conocían se compadecían de él a causa de su amor por la hija del músico. Se decían unos a otros:
—¿Qué pretende Franz con su papel en la mano? ¡Pobre muchacho! ¿No será que pretende competir con los demás?.
Se anunció que los rivales podrían avanzar para inscribir su nombre. El último en presentarse fue un extranjero, al que todos dejaron pasar. Nadie lo había visto antes ni sabía de dónde venía. Su fisonomía era tan desagradable, su mirada tan fuera de lo normal, que Niesser no pudo impedir decir a su hija en voz baja que esperaba que la sonata de aquel hombre no fuese la mejor.
— Comencemos —anunció Niesser —. Juro que entregaré a mi hija, que veis sentada a mi lado, con una dote de cien mil florines, a quien componga la mejor sonata y sepa ejecutarla también mejor que nadie.
—¡Y tendréis que cumplir con vuestra promesa! –dijo el extranjero dando unos pasos en dirección a Niesser.
—La cumpliré —dijo el músico de Augsburgo, aunque la sonata fuese compuesta por el mismo diablo en persona y ejecutada por él.
Todos callaron, temblorosos. Solo el extranjero sonrió.
El extranjero, tomó asiento y desenrolló su sonata. Dos hombres, que nadie había visto aparecieron, se colocaron a su lado con sus instrumentos, y esperaron la señal para