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DON MARCO FIDEL SUÁREZ
EL ÚLTIMO DISCURSO
DE DON MARCO FIDEL SUÁREZ
SAN FRANCISCO DE ASÍS*
L
a desproporción que suele notarse entre la conducta de algunos hombres, y su suerte, es un enigma que atormenta la razón. ¿Por qué hay buenos que viven y mueren abatidos, mientras que muchos malos somos o parecemos dichosos? Algunos pensadores tratan de responder a esta pregunta con reflexiones filosóficas; pero la verdad es que sus esfuerzos no logran aquietar el corazón en presencia de aquella desigualdad, tan ordinaria como incomprensible. Sin embargo, aunque las cavilaciones carecen de lámpara para iluminar completamente aquel arcano, la historia sí ofrece un dato capaz de ilustrarlo y de podarle su …ver más…
Y pudo coronar esa obra rompiendo la guadaña gigantesca de la muerte con el poder de la vida invisible, descubierta y cultivada por el genio y la virtud, a quienes servían un microscopio y un sueldo de pocos francos.
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Thomas K. Cheyne, The historian’s History, II, 169.
EL ÚLTIMO DISCURSO DE DON MARCO FIDEL SUÁREZ • SAN FRANCISCO DE ASÍS
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En el círculo, pues, de aquello que llamamos gloria y grandeza los mortales, alucinándonos con brillos fugaces y deleznables dimensiones, Cristo Dios pudo situarse en el plano de Andrés II, de Cristóbal Colón o de Luis Pasteur, como dueño de ciencia, caridad y valentía acrisoladas, aunque meramente naturales. Pero no lo hizo así, porque la porción que escogió como Hombre
Dios fue precisamente opuesta a aquellas hazañas, una vez que lo que se apropió fue la riqueza en la pobreza, el bienestar en el sufrimiento y la gloria en la humillación, según la palabra de Bossuet.
Cristo en efecto, no tuvo una piedra para reclinar su cabeza; no poseyó otros bienes que el vestido que le tejió su Madre y que le despedazaron sus verdugos; en su vida preparatoria vivió del trabajo de sus manos, y en su vida pública la beneficencia proveyó a su sustento cuando El reemplazó aquel ejercicio con el de médico divino y celestial maestro; y en sus discursos, en sus parábolas, en los brotes de su energía divina, la codicia era el blanco de
sus