Angel del campo y el pinto
Ángel Efrén de (o del) Campo Valle (Ciudad de México, 9 de julio de 1868 - Ibídem, 8 de febrero de 1908), novelista y periodista mexicano. Conocido por su seudónimo Micrós fue precursor de la novela realista.
Estudios y primeros años
Huérfano desde los cuatro años, sus tíos maternos se hicieron cargo de él y estudió sus primeras letras en los colegios de Canónigo Díaz y de don Emilio Bas de México. En la Escuela Nacional Preparatoria, tuvo a Ignacio Manuel Altamirano como maestro y como compañeros a Luis González Obregón, Luis G. Urbina, Victoriano Salado Álvarez, Balbino Dávalos y Federico Gamboa, quienes también cultivaron las letras. Al estudiar el primer año de letras murió su madre y tuvo que dejar la carrera …ver más…
Con calma maternal daba las migas de pan en leche al tierno niño, lo acostaba en un rincón envuelto en trozos de alfombra, lo arrullaba en el regazo y en horas de quehacer lo exponía al sol tibio de la mañana; ahí reposaba el Pinto cazando moscas al vuelo, dando paseos cortos, oliendo las juntas del embaldosado y acostándose de nuevo, previas las vueltas de ordenanza.
Creció, y comía entonces las sobras que daba a su ama una familia de la vivienda principal. Su vida era sedentaria; se reducía a vegetar y no salía del zaguán de la casa, porque sentía un temor invencible por los transeúntes, los coches y los perros más grandes que él. Cuando el ama salía, lo dejaba encerrado, y más de una vez se oyeron tras la puerta aullidos lastimeros a los que respondían frases coléricas de los vecinos nerviosos.
Vivían arriba dos niños que al irse al colegio le arrojaban un pedazo de pan y al volver le hacían un cariño, diciéndole con voz muy dulce: “Pintito, toma”, y tronándole los dedos lo llamaban en dirección a la escalera. Él los hubiera seguido, pero le inspiraba serios temores aquella ascensión peligrosa y, sobre todo, la opinión de su ama. Un día se decidió a subir, los Angulo lo colmaron de cariños, lo hicieron corretear por el corredor, enseñándole y escondiéndole un pañuelo que desgarraba a mordiscos, y los hacía exclamar con infinito placer: “¡Sabe jugar al toro!” Ya era amigos: ya el pobre Pinto seguía a la criada hasta el colegio, y con disimulo