- Resumen
- ¿Transversalidad en el
currículo de educación
profesional? - Fundamento de la transversalidad
en el currículo - Un currículo
didáctico - La veracidad en el
currículo - Formación de valores,
como unidad, inmersa en la temática de las
disciplinas - Dimensión social del
currículo
El currículo como herramienta básica de
estructura de
educación es obligatorio en muchos países, el
problema es cómo crearlo, como construirlo, cómo
configurarlo y cómo adaptarlo para que pueda cumplir el
propósito para el cual ha sido concebido. Teniendo en
cuenta que el ser humano vive en sociedad, es
necesario entonces que éste se centre en la persona, como
generadora del pensamiento,
el
conocimiento y la voluntad para que su actuación en
esa sociedad sea productiva en todo sentido.
En un mundo cambiante permanentemente, es necesario
adquirir la suficiente capacidad de adaptación a las
transformaciones actuales y venideras, pero el hombre se
debe centrar en el momento histórico-socio-cultural que le
corresponde vivir y es por esto que su accionar, su praxis, y sus
realizaciones han de estar contextualizadas, por lo tanto se
propone la transversalidad en el currículo de
educación profesional para que su eje central traspase,
permeando en formación de valores a unos adultos que se
supone, poseen un conocimiento
previo y que aún tienen una apertura cognitiva con
capacidad de asimilación de situaciones contextuales
reales, que por medio de una adecuada socialización y con la guía de un
conductor acertado pueden aportar de sí, para producir el
cambio, o al
menos el principio de cambio necesario para lograr una sociedad
más justa, más equitativa y más
humana.
As a basic tool of the educational structure, the
curriculum is
mandatory in many countries; the problem is how to create it, how
to construct it, how to design it and how to adapt it, so that it
can reach the purpose for which has been conceived. Given the
fact that the human being lives in society, therefore, it is
necessary that the curriculum be centered in the person as a
maker of the thought, the knowledge and the will so that his
performance inside the society is productive in all
senses.
In a world that changes constantly it’s necessary
to acquire enough capacity of adaptation to the present and
future transformations, but man must center his self in the
historical and socio-cultural moment that has to live and, for
this reason, his actions, his praxis and his accomplishments
should be placed in a context; therefore, it’s necessary to
propose a transversal line in the curriculum of professional
education so that its central idea cross as a permeating
formation in values to an adult population that is supposed to
have a previous knowledge and still has an openness to the
knowledge with the ability to understand different, contextual
and real situations that, through an adequate socialization and
with the guide of a good leader is able to make his
contributions, in order to make a difference or, at least, the
beginning of the necessary change to reach a more just, equal and
human society.
¿TRANSVERSALIDAD EN EL CURRÍCULO DE
EDUCACIÓN PROFESIONAL? O ¿UN CURRÍCULO PARA
LA FORMACIÓN DE VALORES?
La sociedad se construye día a día y es
precisamente la universidad como
máximo rector de la formación personal, el un
agente de transformación social que dinamiza esta construcción. Las comunidades y su tejido
social tienen problemas y la
formación universitaria se debe cuestionar a qué
situaciones problemáticas puede y debe encontrar una
respuesta a este cuestionamiento en su sistema
educativo. Es pertinente entonces formar a los universitarios
de manera sistematizada e intencional en una escala adecuada
de valores sociales y actitudes
coherentes, con base en las experiencias vividas en la actualidad
para lograr la formación de una persona consciente y
activa socialmente, adaptable y competitiva en un entorno
histórico cultural que le tocó vivir, pero
también justa y solidaria.
Para que puedan estructurarse soluciones
parciales a los problemas sociales es necesario que la educación
superior universitaria, promueva la creatividad y
la originalidad bajo propuestas viables que integren la magnitud
de la problemática, con la elaboración de un
planeamiento
didáctico, ético y práctico que involucre
los valores en
los temas contenidos en los programas que
ofrezca la institución en las distintas las
disciplinas.
La construcción de un currículo pertinente
no sólo deberá corresponder entonces a uno de los
objetivos
principales del quehacer universitario, sino que deberá
tender a fortalecer la integridad de la praxis en los campos en
que el estudiante se desenvolverá en un futuro como
profesional.
De acuerdo con este planteamiento, la formación
de valores, no debe corresponder a una unidad aislada, inmersa en
el conglomerado temático que se imparte en la
institución; antes por el contrario, debe hacer presencia
en una sucesión de situaciones reales y concretas del
contexto social en el que ocurren los acontecimientos
histórico-culturales del momento, para poder de esta
forma impartir una formación que sea garante de un
ejercicio profesional corresponsal con la situación
problemática que se está vivenciando, para que en
conjunto y en actuación colectiva se tomen determinaciones
acertadas que empiecen a formar barreras de saneamiento moral que
produzcan efectos curativos a la praxis invasora de antivalores,
tan común en la época actual.
FUNDAMENTO DE LA
TRANSVERSALIDAD EN EL CURRÍCULO
Los vertiginosos cambios a los que se ve abocada a
asumir la persona que inserta en la actual sociedad observa
perpleja las transformaciones, impulsadas por la economía y la
técnica, que han modificado significativamente las
relaciones sociales tanto en el ámbito público como
privado. Los avances en todos los campos son indiscutibles y
junto a ellos, se observan también la permanencia de
la pobreza, la
incontenible brecha que profundiza desigualdades
económicas y sociales tanto en el entorno inmediato como
en el lejano, que inmisericordemente son la causa de tensiones en
la convivencia entre grupos y
personas. Estas tensiones desembocan en situaciones
problemáticas, tales como la corrupción
(número uno en algunos países), la violencia, los
conflictos
bélicos, las desigualdades sociales y económicas,
la discriminación por sexo y/o
pertenencia étnica, el consumismo, el hambre, las
migraciones, la degradación del medio
ambiente. Frente a ello es indispensable estructurar y
fomentar acciones de
cambio permanente y ha de ser la institución educativa,
especialmente la que ofrece niveles profesionales la que produzca
importantes iniciativas para promover el cambio de conciencia, de
pensamiento, de actuación y de convivencia, de ahí
se hace prioritaria la necesidad de formar en valores a los
estudiantes que van a ocupar cargos de desempeño profesional, para que puedan
actuar con coherencia en los ámbitos de
intervención social.
¿Cambiar, entonces, el esquema mental de la
persona?
Un cambio de mentalidad en parámetros acertados,
recobra aquí vital importancia, para que el objetivo de la
formación de valores en la transversalidad aplicada al
currículo no sea solamente un componente momentáneo
como cumplimiento de un objetivo sino el condicionamiento
necesario "centrado en la persona" (González, SF, p. 9),
es decir que no sólo abarque la comprensión de los
fenómenos que ocurren a su alrededor, sino que se
interioricen, se inmiscuyan en ellos y puedan ser incorporados en
su esquema mental, para que el estudiante se sensibilice ante la
situación que se vive a su alrededor.
Actuamos bajo una esperanza vacilante y frágil.
La incertidumbre del porvenir proviene de una mentalidad de
crisis y
derrota, de corrupción e injusticia, de pérdida
de certeza en progreso y en futuro. El hacer bastiones de lucha
para un cambio de paradigmas
mentales corresponde al campo de la educación
fundamentada en la formación integral de la persona que en
las puertas de su desempeño profesional aún se
encuentra sin rumbo, titubeando ante los cambios y con temor a
enfrentar la realidad. Hay que actuar a tiempo y
empezar desde ahora, construyendo los pilares de la sociedad que
hará historia a partir de hoy.
Edgar Morin traduce su análisis acertado frente al problema:
"Ahora, ciertamente, frente a esta situación fracasan los
métodos
tradicionales de análisis de la realidad y se impone, como
no deja de repetirnos Edgar Morin, un "rearme intelectual", el
cual postula una capacidad de problematización creciente y
la movilización de todas las cualidades intelectuales
para hacer frente a la complejidad de la realidad"
(González Moena, p. 65).
¿Qué nos plantean estos pensadores?: El
final de unas ideologías obsoletas, abstractas para el
realismo y
perniciosas para la construcción de salidas efectivas de
situaciones que están enmarcadas en el campo de los
antivalores y que a diario se presentan en todos los estamentos
en los distintos niveles.
¿Qué se debe estructurar entonces en el
currículo para producir un cambio de pensamiento coherente
con el momento histórico social que vivimos?
Al tratar sobre la teoría
de la complejidad y lanzar propuestas para la integración del saber, sobre le pensamiento
de Edgar Morin, Sergio Gonzalez Moena fundamenta
epistemológicamente sus conceptos, entendiendo a la
universidad como: "El espacio y el nivel educativo más
adecuado para analizar y promover esta integración de los
distintos saberes es la universidad, ya que ella se encuentra
abierta por naturaleza a
la universalidad del saber y su nombre sugiere la unidad dentro
de la diversidad" (González Moena 1997, p. 80). A este
concepto se
podría añadir además que la creatividad
adaptada al contexto, para producir un efecto que contenga un
sentido de pertenencia y que sea pertinente a las necesidades de
la sociedad, es ante todo el criterio que debe regir a quienes se
encargan de producir currículo. Esta herramienta
(obligatoria en nuestro medio), por fortuna permite cierta
flexibilidad, aunque también obliga a incluir algunos
estereotipados esquemas de acondicionamiento que ciertamente no
producen los efectos positivos que faciliten la formación
de una adecuada mente abierta a ideologías que posean el
carácter necesario para preparar a la
persona con el fin de que pueda asumir posturas concretas ante
las situaciones que se presentan en un momento
determinado.
Es imperativo, entonces, que el continuismo no prospere
en el currículo, que en él, se marquen
parámetros de posiciones ante los contenidos tratados en todos
los campos, que en él, se terminen las importaciones
innecesarias de experiencias extranjeras; es preciso adaptar la
práctica al medio y a las necesidades; por ejemplo, temas
recargados de estadísticas extranjeras, adaptarlos al
medio; contenidos vendados ante los peligros inminentes,
correrles las vendas; exponer abiertamente ventajas y peligros de
prácticas cotidianas, socializando el monumental material
vivenciado que poseemos. La exposición
permanente de una posición frente a un valor forma a
la persona y adecúa a su vez un pensamiento colectivo,
necesario para la transformación que se busca.
¿Qué ganarían la institución
y el estudiante con un paquete completo de estructuración
ética
en ponencias magistrales? Para la institución
universitaria, correspondería aproximadamente al
equivalente del contenido de la conocida frase "arar en el
desierto" y para el estudiante, sería el "relleno"
obligatorio para la obtención de un título. Es
preferible un timón acertado, una revisión de la
orientación en los contenidos de las temáticas y
una guía con un pensamiento transformador, innovador,
creativo y centrado en vivencias concretas de necesidades
sentidas.
Centrado en el paradigma
cognitivo, al tratarse de currículo didáctico debe
poseer entonces, una fundamentación filosófica,
epistemológica (para un cambio de paradigmas), conceptual
y pedagógico que orientado a un diseño
de rescate de valores, proponga matices de nuevas
ideologías, tendencias y pensamientos.
Es claro que la quietud y la estática
del conocimiento corresponden a un ayer que no puede permanecer
si se quiere buscar la brillantez del mañana. El
currículo didáctico debe apartarse del pasado
mítico o del retorno al fundamentalismo que le impiden
conquistar realidades nuevas y muy posiblemente, mejores. Es
entonces el momento de empezar a indagarnos, a cuestionarnos y a
concientizarnos sobre las necesidades fundamentales para
estructurar el tipo de formación profesional que garantice
conocimientos basados en la tecnología y en las
humanidades.
Los valores no se intuyen, los valores se forman en la
persona a partir del conocimiento, de la experiencia, de las
vivencias y desde la dimensión cognitiva, el hombre, como
ser capaz de raciocinio los estructura para el establecimiento de
una praxis adecuada. Los conceptos de valor marcan así la
pauta para su normatividad Jiménez Vélez muestra la
utilidad de
los conceptos en la educación: "El estudio, del desarrollo
humano y la apropiación de los conceptos desde lo
educativo sólo se ha visto desde lo racional (esto se
evidencia desde la formulación de los currículos y
en los procesos
evaluativos utilizados), originando un proceso de
reducción y de mala interpretación de otras dimensiones que se
deben potenciar a nivel humano [aquí cabe decir los
valores…] … Procesos vistos como manifestaciones instintivas"
(Jiménez Vélez 2000, p. 22).
En síntesis,
los valores se enseñan, deben ser didácticos y por
lo tanto, es imperativo abordarlos en el currículo como
materia
rectora de su eje transversal. Por otra parte, la didáctica universitaria juega un papel
importante en la creatividad, puesto que el cerebro de un
adulto trabaja con base en lo que conserva y lo que conoce,
según Vigotsky: "El
cerebro no se limita a ser un órgano capaz de conservar o
reproducir nuestras pasadas experiencias, es también un
órgano combinador, creador, capaz de reelaborar y crear
con elementos de experiencias pasadas, nuevas normas y
planteamientos. Si la actividad del hombre se redujera a repetir
el pasado, el hombre sería un ser vuelto exclusivamente
hacia el ayer e incapaz de adaptarse al mañana diferente.
Es precisamente la actividad creadora del hombre la que hace de
él un ser proyectado hacia el futuro, un ser que
contribuye a crear y que modifica su presente. (Vigotsky 1929).
Es el currículo entonces el que debe apropiarse, mediante
la inyección del conocimiento, de la formación del
ser humano para enseñarle a actuar y a adaptarse a los
cambios para que pueda lanzarse con firmeza al futuro que le
espera.
¿Creación de crisis y
sustitución de ideología?
De hecho asistimos a una crisis de valores que
esquematizados en una ideología permanecen como
momificados en el presente, entonces, más bien se
podría pensar en una concientización de un estado de
crisis al cual estamos asistiendo en este momento
histórico. La crisis de ideología presentada o
provocada deja un vacío que hay que llenar
rápidamente. El hombre no puede vivir sin pensar en un
futuro, sin una esperanza que lo obligue a mejorar para lograr
alcanzar una meta, pero el problema es: ¿Qué meta
se quiere obtener? ¿Quién dirige la barcaza del
cambio?
El sentido y la finalidad de lo que se quiere cambiar lo
indican inexorablemente las experiencias presentes en nuestro
rededor cercano y lejano, lógicamente con un orden de
prioridades que no obedecen a un capricho sino a realidades que
comparadas taxativamente con sociedades
ubicadas a distancias cada vez más superiores, muestran
resultados en mayores o menores grados de descomposición
que la nuestra, entonces ahí es donde nos vemos en la
obligación de pensar, crear y actuar para proceder a
efectuar las reformas del caso.
La búsqueda de un rumbo acertado, es entonces,
una tarea que nos compete a todos, por medio de instrumentos,
metodologías y técnicas
que permitan adoptar decisiones radicales para enderezar el
recorrido.
La correspondencia entre lo que se plantea con lo que
específicamente se practicará equivale a la
adopción de currículos veraces, con
capacidad de ofrecer una formación integral para un
desempeño profesional.
El posicionamiento
del currículo frente a lo que al estudiante le va a servir
en un futuro forma parte de la honestidad en la
conformación del mismo. La veracidad debe ser uno de los
principales ejes transversales que atraviese cada uno de los
programas y por ende que trascienda a todas las disciplinas. En
el momento de creación, conformación o
transformación curricular, la institución
universitaria deberán pensar en brindar una oferta sin
sofismas de distracción como ejemplo de primera mano de
uno de los valores que afirma la confianza y dispone la mente de
quien acude a ella ávido de conocimientos y con una
apertura a lo nuevo y a lo que cree fundamental para su vida
futura, especialmente en su desempeño laboral.
El inquietante mundo de la obediencia a normatividades y
reglamentaciones obsoletas impuestos por los
gobiernos y el entendimiento de una competencia
insana en el ámbito educativo han hecho que muchas
instituciones
atiendan campos abstractos, obsoletos o sofisticados con el
único objeto de materializar utilidades o politizar ideas,
ideales o personas que más que beneficio a una sociedad le
causarán males que ahondarán más el abismo
en que se encuentran y esto ocurre porque quien acude a estas
instituciones encuentra obnubilado y cegado buscando una punta de
lanza que lo dispare a donde la realidad jamás le
permitirá alcanzar.
FORMACIÓN DE
VALORES, COMO UNIDAD, INMERSA EN LA TEMÁTICA DE LAS
DISCIPLINAS
Partiendo de la premisa de que el proceso formativo es
algo personal que depende de las motivaciones, capacidad y
voluntad del que se forma; y el otro es el que se entiende como
un proceso, más que algo acabado o terminado
(Formación Inicial – Formación Continua), hay que
tener en cuenta que el proceso de formación es una
acción
multidimensional, en la cual interactúan la
institución, las personas, los saberes, las valoraciones,
los procedimientos,
el medio, etc. Los cambios en el diseño curricular
están referidos a los valores, los ejes o núcleos
sobre los cuales se estructura el diseño curricular,
la
organización del currículo, a la
integración de saberes, de personas de facultades
universitarias y el medio, la focalización,
actualización, relevancia y concentración de los
conocimientos teóricos y prácticos.
El tema de los valores y su respectiva aplicabilidad,
como unidad integradora inserta en la academia de las
disciplinas, no sólo debe cubrir las necesidades de
estudio, sino las personales, es decir, la integración,
casa, calle, institución; familia,
compañeros, sociedad; mi actuación, tu
actuación, la de los demás. Vista así, en la
realidad de esta complejidad, es donde se permean todos campos de
la persona, se secundan o se constriñen sus pensamientos y
por ende se penetra en su interior para permitir el cambio de
mentalidad que se quiere.
Desde la concepción pedagógica, el
currículo se debe elaborar para que marque una huella en
quien se aplique y si el concepto de currículo corresponde
a la definición propuesta por Julián De
Zubiría que es "la caracterización de los
propósitos, los contenidos, la secuenciación, el
método,
los recursos
didácticos y la evaluación" (De Zubiría Samper 2002,
p. 17) se deduce lógicamente que la transversalidad que se
le incluye en la formación de valores debe ser diferente
para cada disciplina, es
decir, no es lo mismo formar en valores a un matemático
que a un filósofo o a un psicólogo.
El currículo oculto o la estructura para formar
integralmente al ser, es decir, la transversalidad
implícita para cada campo debe ser de carácter
obligatorio para favorecer el cambio social si se busca una
formación para combatir los males y los vicios que
corrompen en la época actual a instituciones y
personas.
En este orden de ideas, el paso a seguir sería la
identificación de las características propias,
concernientes al campo laboral, de los desempeños en cada
disciplina, y de acuerdo a ellos introducir distintos elementos
que regidos por pautas conductuales elegidas con pertinencia y
criterio histórico cultural, se incluyan en el
currículo y logren permear desde los propósitos
hasta la evaluación.
Los elementos contenientes en el currículo no se
transmiten en tratados ni en cátedras, ni en ejercicios
específicos, pero sí se exponen abiertamente en la
temática y la secuenciación y lógicamente se
evalúan en los criterios de contenido, de práctica
y de actuación. Por último, lo más
importante: deben tender a crear capacidad de análisis con
criterio social y fijación mental.
La transversalidad puede ser tan amplia como queramos,
incluso, además de permitirse ser invasora, se puede dar
en distintas direcciones y admite también su retroalimentación, es decir los nuevos
conceptos adquiridos, pueden ser relanzados para formar nuevos
criterios.
Es cierto y bien conocido que en la formación,
incluyendo la universitaria, las personas no logran producir
cambios en los conceptos adquiridos en forma espontánea,
los cuales son muy resistentes al cambio; esta resistencia viene
determinada por el origen de los conceptos espontáneos,
útiles algunos, perjudiciales otros y altamente
predictivos en la vida cotidiana por su organización en forma de teorías
o pirámides de conceptos (Pozo, 1989). Para la
organización del currículo es importante contar con
un alumno poseedor de un conocimiento previo así sea
erróneo y su educador lo debe tener muy presente ya que
constituyen la teoría con la cual el alumno opera en la
vida cotidiana, y a través de situaciones
didácticas bien pensadas y planificadas debe generar
conflictos sociocognitivos que produzcan un desequilibrio en sus
estructuras
cognitivas con ayuda de su profesor
mediador y de sus compañeros más aventajados
(Vigotsky, en Coll y otros, 1992) de esta manera los educandos,
desde su teoría y a través de situaciones
didácticas adecuadas vivencian una nueva práctica
que les permitirá modificar sus estructuras y construir
una nueva teoría, la cual podrá ser nuevamente
modificada si enfrenta un nuevo conflicto
sociocognitivo, y así tenemos al estudiante en una
actitud nueva,
revisando permanentemente su teoría según los
resultados de su práctica, por lo tanto fijará sus
nuevos pensamientos en un vaivén entre
teoría-práctica-teoría-práctica-teoría-práctica-teoría
….. hasta el infinito.
Es importante, entonces, tener en cuenta la metodología que se utilizará para la
formación de valores en el estudiante, de ello depende el
éxito
que se alcance. En el aspecto cognitivo hay que tener presente
que "la capacidad de almacenar y procesar la información en los seres humanos –a
diferencia de los computadores- varía con la edad y la
experiencia. La capacidad que tengan en un momento dado de poner
en funcionamiento su estructura cognitiva es llamada
disposición; por tanto se refiere a la suficiencia que
tenga la capacidad cognoscitiva para las tareas de aprendizaje" (De
Zubiría, Julián 2000 p. 129). Es diferente formar
niños,
formar jóvenes o formar adultos; los gustos son distintos
y de ahí el grado de atención que se logre para la
captación del conocimiento o para la valoración de
un hecho, de acuerdo con De Zubiría, Julián: "El
principio sobre la linealidad y la continuidad en la
educación –que postula la pedagogía tradicional- ha sido desvirtuado
por la psicología
genética
al identificar los cuatro grandes períodos evolutivos y al
encontrar diferencias significativas en la comprensión y
explicación del mundo en cada uno de ellos. La escuela
Histórico-cultural, por su parte, desde una óptica
psicopedagógica, logró identificar las actividades
dominantes a cada período, desde el juego infantil
hasta la actividad colectiva predominante en los adolescentes"
(De Zubiría 2000, p. 70).
Partiendo de la premisa de que el aspecto cognitivo
está satisfecho y de que se motive para crear una
excelente disposición se procede a la formación de
un criterio que el currículo debe tener expreso y claro en
su lineamiento para finalizar con una fijación mental
adecuada en cuanto a norma, criterio y actuación de la
persona. Al hablar en sentido social se asocian unos intereses
comunes a un número determinado de personas, por ello es
vital fijar el tipo de intereses que se quieren plantear en un
currículo y desde ahí tratar de formar el criterio
del estudiante porque como lo dice De Zubiría: "Nuestros
intereses crean filtros que moldean y dirigen la percepción" (De Zubiría,
Julián 2000, p. 67).
La formación de valores no es o no debe ser
sólo un componente de la educación que
adecúe criterios. A esta formación también
hay que agregar la competencia para el ejercicio profesional en
cuanto al reconocimiento de la capacidad personal para ello, en
circunstancias concretas, en su forma de ser y de vivir, guiados
por criterios de respeto, solidaridad,
justicia y
comprensión. Es por ello que la formación de
valores considerada como un modo de educación más
que una educación especializada debe estructurarse
transversalmente en el currículo y no ser impartida
independientemente con currículo propio. De esta manera se
logra el objetivo de afecta no sólo al conjunto de las
áreas curriculares sino que, además,
permearía a los tres tipos de contenidos de aprendizaje:
los que permiten conocer; aprender a aprender y hacer; y aprender
a vivir juntos y a ser.
Desde el punto de vista anterior la perspectiva
holística y sistémica se convierte en la
razón de ser de la promoción de la formación de valores
inserta en transversalidad en el currículo. Por esto para
su construcción se debe tener en cuenta que a fin de
cumplir con el perfil propuesto para el tipo de ser humano a
formar, en la concepción requerida, el modelo
curricular integral deseable debe tener las siguientes
características:
- Globalidad: Que atraviese los aspectos formativos:
humanísticos, científicos y
tecnológicos. - Realista: Que parta de situaciones y problemas y
vivencias concretas. - Adaptable: Contextualizado en el marco
histórico cultural actuante en la sociedad presente. En
pocas palabras que permita cambios. - Flexible: Que pueda declinar a alternativas cada vez
más viables y benéficas. - Armónico: Que tenga capacidad de influir en la
persona como ser humano, como profesional, como asistente, como
actuante y como protagonista. - Envolvente: Que traspase las barreras de los
prejuicios y pueda lograr una fijación
mental. - Pertinente: Fundamentado en las exigencias que le
plantea su disciplina y su perfil profesional, en un contexto
relacionado con la situación socio-regional prospectiva
del entorno donde se desempeñará el
egresado.
¿Formación de valores en el
currículo? o ¿Formación de valores en la
institución universitaria?
La formación de valores vinculada a los
currículos a través de las diferentes ofertas
institucionales para preparar a la persona para su
desempeño en el campo laboral, es un medio para impulsar
la calidad en la
educación de profesionales, permitiendo de este modo abrir
espacios para la relación de la institución con su
entorno y así poder retroalimentarse con la realidad
social, de acuerdo con Gómez.: "Los valores cimentan su
orden de importancia en las necesidades, conocimientos e
intereses que nacen en el seno mismo de las comunidades
educativas y que propugnan por la humanización de espacios
que lentamente se han ido sumergiendo en la automatización y en el cumplimiento de
tareas" (Gómez, Daniel, 1999. p. 58). Por esto es
importante la apertura de espacio para que la universidad forme
personas adaptables a los cambios, comprometidos con la vida
social del momento, con las responsabilidades inherentes a la
pertenencia a una comunidad, al
desarrollo de
la solidaridad en su entorno social y a la preservación y
construcción de su ambiente.
En cuanto a los propósitos del currículo
expresa Julián de Zubiría: "Los reglamentos
educativos están llenos de caracterizaciones del hombre
como ‘ser integral’ al cual hau que ayudar a formar
‘en la libertad y
para la libertad’, mediante su promoción
‘valorativa’ y la generación de condiciones
que garanticen la ‘calidad académica’, el
‘desarrollo intelectual’ y el ‘ejercicio de su
autonomía’; los contenidos están llenos de
informaciones que atentan contra el desarrollo del pensamiento y
la creatividad de los estudiantes, y plagados de normas que
prescriben lo divino y lo humano, impidiendo una formación
en valores" (De Zubiría 2000, p 20). En la actualidad, la
gran mayoría de los currículos existentes contienen
algo en mayor o menor grado sobre valores y si no lo tienen, por
lo menos han sido bellamente tratados y redactados en la
filosofía de la institución, en su misión o
en su visión, pero en muchas ocasiones no pasa de
ahí, todo permanece en el papel o en el computador; no
ha pasado nada, no ha habido una mínima
preocupación o voluntad siquiera por realizar una
socialización conciente entre la comunidad educativa y
menos aún, una proyección social de
promoción y concientización para elaboración
de nuevos criterios o apertura de actualización de los
mismos. Es decir, en muchas instituciones, los valores
están abocados a estar circunscritos únicamente en
el currículo.
Ahora bien, si éste se pasa a la práctica,
en orden a la integración al currículo de la
transversalidad para la formación de valores hay que tener
en cuenta, ante todo, los aspectos necesarios para la convivencia
en sociedad y no sólo la convivencia sino la
integración de la persona en la sociedad a la cual
pertenece, con sus aportes y sus recepciones, sus cualidades, sus
calidades, sus carencias y sus deficiencias. Es en este sentido
en el que ha de estructurarse un currículo pertinente, y
con los elementos capaces de brindar a los contenidos que va a
afectar la suficiente fuerza de
persuasión para lograr los objetivos
propuestos.
Por supuesto, esta fuerza de persuasión por
sí sola no obra, tiene un intermediario, un transmisor en
que descansa, un guía que la conduce y que es quien
deberá configurar la ruta de acuerdo a los elementos
tratados en cada caso; este guía es el profesor o
catedrático que en cada disciplina o materia es el
encargado de la transmisión del conocimiento y el que ha
de velar permanentemente porque, desde el trazo de los objetivos
hasta la evaluación final se llegue a la meta de la
fijación en sus alumnos de unos criterios conformes con lo
que se quiere obtener, atendiendo a los tópicos inherentes
a su respectivo campo para lograr el modelo de ciudadano y de
persona que creemos que es necesario promover en la sociedad
actual.
Es una realidad objetiva que los profesores o
catedráticos, porque ya actúan en una universidad,
están en proceso creciente de pérdida de la
vigencia del lenguaje,
entonces estamos en un lenguaje que confunde, un lenguaje que
oculta la realidad de los hechos. En esta sucesión de
hechos, al profesorado se le escapa de las manos la posibilidad
de intervenir sobre la práctica misma, porque otras
fuerzas, otros agentes, otras tendencias están tomando los
poderes de decisión de la forma de impartir la
práctica del currículo. El poder de convocatoria
para la toma de decisiones de criterio está fuera del foco
inherente a la disciplina respectiva y la falta de prontitud en
cuanto a la actualización de los conocimientos del
educador, en no pocas ocasiones van dejando campos descubiertos
en los alumnos que se van convirtiendo en caldo de cultivo de
filosofías y éticas incoherentes con las que se
pretenden impartir en la universidad.
La actitud del profesor en la institución
formadora de valores y el código
que formule y practique para su transmisión son la base
del éxito de la aplicabilidad curricular en la
transversalidad para la formación integral del alumno. De
ahí se deriva que la universidad podría crear un
currículo para la formación de sus educadores; no
suena utópica esta propuesta si se tiene en cuenta que los
criterios de selección
de maestros se ha hecho con base en la filosofía que
ostente la institución universitaria. Se podría
afirmar que la clave, lo más difícil y lo
más necesario es, precisamente, un cambio de mirada para
una integración alumnado – profesorado que
algún día sean capaces de crear, formar,
fortalecer, configurar o adoptar:
- Sentido de pertenencia institucional y social.
Amor por lo
que les rodea. - Conciencia de la existencia en una sociedad que vive
un momento histórico cultural determinado. - Conciencia ecológica y respeto por la
naturaleza y por el congénere. - Compromiso con la propia identidad:
personal, regional y social. - Sentido de solidaridad y carencia de
egoísmo. - Capacidad crítica y criterio propio, desde la
persona como integrante de una sociedad. - Capacidad de rigor y exigencia personales y
comunitarios. - Capacidad de asumir los cambios.
Cuando se tengan presentes estas fortalezas, la persona
podrá a la par haber sido formada en valores prioritarios
como la honradez, el respeto, la solidaridad, la tolerancia, la
honestidad, la creatividad, la responsabilidad social, la constancia, el
patriotismo, y otros muchos valores para actuar en la sociedad
como profesionales.
Por todo lo anterior es importante perfilar en el
estudiante:
- La capacidad de trabajo en
equipo para construir el tejido social que queremos,
pensando siempre en que el hombre no está solo, vive en
comunidad y esta comunidad necesita de su aporte. - La capacidad de liderazgo
inherente al título que ha de obtener para que su
posicionamiento sea el adecuado. - Una persona con iniciativa para elaborar propuestas
que conduzcan a soluciones de problemas existentes. - Un pensador en sí mismo y en los demás,
con mentalidad comunitaria. Capaz de elaborar proyectos para
beneficio de todos. - Una persona creativa; que esté a la vanguardia,
capaz de convertir la individualidad en colectividad.
Investigador y generador de innovaciones. - En resumen, alguien con visión futurista,
conocedor y pragmático.
DIMENSIÓN
SOCIAL DEL CURRÍCULO
La integración de la formación de valores
en el currículo como un eje que atraviese su ensamble debe
pretender ser propender por ser dinámica y significativa, sin dejar de ser
repetitiva para obtener la fijación mental necesaria,
precisa tomar como referente la propia vida del estudiante tanto
en el ámbito institucional como en el familiar y social y
apostar para que su introducción en la vida de la comunidad,
sea una introducción global y envolvente.
La formación de valores debe integrarse en el
currículo como algo vivo que impregne el conjunto de la
vida universitaria y que afecte, por tanto, a la vida en general.
No puede entenderse como una parcela del saber ni tampoco
sólo como el conjunto de contenidos de aprendizaje que
identificamos como actitudes, valores y normas.
Las formas de interacción son a veces bastantes
invisibles, sutiles y, en muchas ocasiones, contradictorias con
los propios contenidos, y los objetivos que se tratan de divulgar
y desarrollar a través de los currículos. La
educación que se genere debe ser entendida desde la
perspectiva de problemáticas existentes en el medio, de
socializaciones de situaciones claras y palpables en las que nos
encontramos, como las propiciadas por situaciones de abandono y
corrupción o el conjunto de situaciones naturales y
escenarios universitarios que, asistidos por la experiencia y "el
saber hacer" de unos catedráticos profesionales, permitan
que los que se están formando construyan su personalidad
en interacción con el contexto histórico-cultural
de la sociedad a la que pertenecen, porque el hombre es esencia y
presencia y posee una mezcla que en ningún momento se
puede filtrar: "Descendemos simultáneamente del
pensamiento y del sentimiento" (De Zubiría, Miguel 1998 p.
126)
La propuesta de la formación de valores como eje
transversal curricular se convierte en esta forma en la parte
central de una formación para un accionar y una
aplicabilidad de conocimientos en el medio en que el profesional
se desenvuelva.
En la medida en que sea posible crear el clima propicio
para elaborar un proyecto
educativo que sea propio, no mimético ni normativista y
susceptible de ser considerado como referente, en especial, en el
ámbito de los valores y en el de las formas de abordar las
cuestiones sociales y, en concreto, en
la construcción de un pensamiento propio, con criterio,
convencimiento y aceptación, el currículo,
estará cumpliendo su función.
DE ZUBIRÍA SAMPER, Julián. Tratado de
pedagogía conceptual : Los modelos
pedagógicos. Bogotá : Fundación
internacional de pedagogía conceptual Alberto Merani,
2000. 132 p.
DE ZUBIRÍA SAMPER, Miguel. Mentefactos I.
Bogotá : J. A. Vega Impresos, 1998. 238 p.
GÓMEZ VARGAS, Daniel. La ética en nuestro
medio. Bogotá : Universidad El Bosque, 1999.
GONZÁLEZ MOENA, Sergio. Pensamiento complejo : En
torno a Edgar
Morín, América
Latina y los procesos educativos. Bogotá : Cooperativa
Editorial Magisterio, 1997. 106 p.
GONZÁLEZ, Luis. SF. Teorías educativas,
concepciones curriculares y corrientes pedagógicas.
Revista
Universitaria (CINDA). Chile.
JIMÉNEZ VÉLEZ, Carlos Alberto. Cerebro
creativo y lúdico : Hacia la construcción de una
nueva didáctica para el siglo XXI. Bogotá
: Cooperativa Editorial Magisterio, 2000. 181 p.
VIGOTSKY, Lev. Pensamiento y lenguaje. En
Compilación de obras (Vol. 2). Moscú : Ediciones de
la Academia de Ciencias
Pedagógicas, 1983.
Por:
Harold Romana Mena
Lic. Educación con énfasis en
pedagogía
Esp. Docencia
Universitaria
Esp. Educación Personalizada
Doctorante en Ciencias Pedagógicas.