En esta exposición
sistemática acerca de las técnicas de
estudio se ha resumido intencionalmente este aparte por las
siguientes razones:
El tema del uso correcto del castellano es en
sí mismo tan extenso y complejo que abarcaría
muchas páginas llenas de reglas, alternativas,
consideraciones, posibilidades, etc., lo cual resultaría
una especie de tratado gramatical revuelto con otras cosas como
estilo y ortografía. Un resultado de tal naturaleza,
además brusco y rudimentario por falta de
especialización del autor, sería antitécnico
ya que no proporcionaría la ayuda que se pretende dar a
los estudiantes universitarios.
Toda la problemática del lenguaje
está consignada en los libros
especializados, libros que
además son comunes y se hallan a disposición de
todos en la mayor parte de las bibliotecas.
Muchos de estos aspectos son conocidos ampliamente por
los estudiantes, por lo menos en forma teórica. Los
cursos de la
primaria y del bachillerato siempre han hecho énfasis en
el castellano, la
ortografía, la literatura, el estilo, etc.,
y por tanto, lo que puede hacer falta en una revisión
rápida de estos aspectos teóricos (cuestión
que puede hacerse recurriendo a la bibliografía
especializada), y una puesta en práctica de tales aspectos
haciéndolos más funcionales y más adecuados
al estudio universitario y a la vida profesional.
Y por último, porque en atención a la metodología moderna, lo que requiere el
estudiante en estos casos es el descubrimiento de sus fallas y la
orientación para buscar y aplicar las soluciones
factibles, y no la simple enumeración de reglas y
postulados que exigirían un esfuerzo desaforado de
la memoria
para pasar luego los resultados al archivo de los
recuerdos poco prácticos.
A partir de estas consideraciones iniciales se plantea
con franqueza que no se trata de establecer las reglas
mágicas para que un estudiante llegue a ser un "escritor
perfecto" o un "orador perfecto". La perfección no es una
característica humana, y quienes la
persiguen con insistencia acaban por morir desesperados. Se trata
sólo de buscar la manera técnica para utilizar bien
los principales recursos del
idioma y así poder expresar
y comunicar nuestros pensamientos reduciendo al mínimo las
ambigüedades y demás defectos.
Con este propósito advertimos las principales
fallas que tradicionalmente presenta la mayoría de los
estudiantes universitarios en cuanto al tratamiento del idioma,
para luego dirigir la mirada hacia las fuentes de
posibles soluciones
prácticas.
LAS FALLAS
IDIOMÁTICAS MÁS COMUNES
Si consideramos el lenguaje
como la posibilidad de expresar y comunicar nuestras ideas y
conceptos, y en general todos nuestros hechos de conciencia, y si
además nos damos cuenta que esa expresión y esa
comunicación se llevan a cabo mediante la
palabra hablada o escrita, tenemos ya los puntos fundamentales
para descubrir nuestras fallas y acercarnos a la
interpretación de lo que debe ser el castellano funcional
para nosotros.
"Saber escribir" y "saber hablar" son dos condiciones
esenciales para un profesional. Muchos éxitos previstos y
anhelados en la vida profesional se escaparán de nuestras
manos si no logramos comunicarnos con eficiencia. Esto
puede aplicarse también a la época de estudiantes
en la cual hay que poner en práctica y a diario la
comunicación efectiva, sobre todo cuando se trata de
presentar exámenes, intervenir en discusiones y sustentar
temas. El estudiante muchas veces falla en este tipo de labores,
no propiamente por falta de conocimientos sino por fallas de
expresión.
Lo que le pasa al estudiante, es que adolece de una
patología del lenguaje, o
sea, de una especie de pérdida de la capacidad expresiva.
Es posible que para algunos casos extremos no se trate de una
pérdida sino tal vez de una ausencia congénita de
los elementos de expresión; en todo caso, para unos y
otros, el resultado es el mismo.
En general, y de modo más concreto, lo
que importa al estudiante es el lenguaje de
redacción, ya sea para comunicarse por
escrito a través de un sistema de
símbolos convencionales debidamente organizados, o
también para comunicarse de viva voz mediante la
expresión oral. Ahora bien, lo que aquí se intenta
es poner de manifiesto las fallas encontradas en ese lenguaje de
redacción.
Se ha hecho una exploración de tales fallas entre
los estudiantes universitarios de los primeros y segundos
cursos de la
mayor parte de las carreras pro fesionales, y se ha logrado
también una tipificación simple de las mismas para
llegar a dividirlas en tres categorías. De esta manera se
han determinado: a) fallas generales tanto en la expresión
escrita como en la expresión oral; b) fallas propias de la
expresión escrita; y c) fallas propias de las
expresión oral.
A continuación se relatan según la
frecuencia en que se presentan.
Fallas generales de la
expresión
Los cinco aspectos negativos siguientes son los
más acentuados en los estudiantes universitarios de los
primeros años, y podría decirse que son las causas
de otros problemas que
se relacionan más adelante.
a) Fallas en la construcción gramatical, sobre todo
por desconocimiento u olvido de la estructura
de la oración y del orden lógico de sus partes,
así como de los aspectos funcionales relativos a la
coordinación, la subordinación y
la concordancia.
b) Pobreza en el vocabulario común y en
el vocabulario técnico de redacción. No se
distinguen los elementos formativos del léxico ni pueden
manejarse con propiedad
los sinónimos. Todo esto se agrava por cuanto no se
tiene a disposición el vocabulario auxiliar de
redacción.
c) Mal uso de los términos, pues no se
efectúa siempre la correcta relación entre los
términos y los conceptos que aquellos representan. Esta
falla es en parte, una consecuencia lógica e inmediata de la pobreza en
el vocabulario.
d) Distorsión de conceptos e ideas, es
decir, falta de comunicación efectiva. Esto es
consecuencia de todo lo anterior, aparte de que también
puede tener causas directas en la falta de
argumentación, o sea, en el desconocimiento de los temas
que se tratan.
e) Estilo rudimentario. Es difícil, por
no decir imposible, filiar el estilo de los alumnos, ni cuando
se les escucha ni cuando se les interpreta a través de
escritos. Podría decirse que, según la
ocasión y el momento psicológico lleno de
alternativas, hablan o escriben forzadamente como si se tratara
de una labor extraña, sin que queden mayores
oportunidades para manifestar las propias actitudes
personales.
Aunque por regla general a una determinada manera y
disposición de pensar corresponde una modalidad de
escribir o de hablar que da el sello de pertenencia de quien
escribe o habla, tal sello o estilo no se define en los
estudiantes.
Fallas específicas en la expresión
escrita
Esta clase de expresión tiene condiciones y
exigencias relacionadas con el medio de comunicación
específico que es la escritura,
condiciones y exigencias que a menudo ni siquiera se tienen en
cuenta provocando las fallas que se anotan a
continuación.
a) Fallas ortográficas, que obedecen
más que todo a un descuido inveterado y a la poca o nula
costumbre de hacer las debidas distinciones en la procedencia
de los términos. Parece que, en general, en nuestro
estudiante falla de continuo la técnica de la
"ortografía al oído" y
entonces se impone la necesidad de recurrir a las normas
ortográficas, cuestión que tampoco se
hace.
b) Falta de claridad en la escritura. Son pocos
los estudiantes que se preocupan por presentar en sus escritos
una "buena letra", produciendo amontonamientos innecesarios,
letras, silabas y palabras incompletas, mala partición
de las palabras en sílabas, unión de palabras,
etc., todo lo cual dificulta la
comunicación y perjudica mucho al propio estudiante,
sobre todo en la presentación de exámenes y
pruebas
escritas.
c) Falta de orden general en los escritos, que
está relacionada con algunas de las fallas anteriores,
pero que sin duda se debe principalmente a deficiencia en la
conceptualización y a la poca capacidad organizativa y
distributiva. La ilación entre las partes de un escrito
promueve definitivamente la comunicación. Muchos
estudiantes parecen escribir tomando ideas y conceptos
indiscriminadamente de una y otra parte del tema, sin
importarles lo que es básico y lo que es derivado,
auxiliar o explicativo. Tal situación produce
confusiones en quienes tienen que leer esos
escritos.
Fallas específicas en la expresión
oral
El lenguaje de redacción hablado presenta otras
exigencias, propias y diferentes de las de la expresión
escrita. El lenguaje hablado es, o debe ser, más
persuasivo, y por tanto ha de producir mayores y más
intensos efectos que el lenguaje escrito, sobre todo porque
está limitado por el tiempo de la
exposición y porque va dirigido a un
auditorio presente que por este sólo hecho crea una
expectativa ante lo que va a oír. Las fallas de este tipo
de expresión en el estudiante se resumen
así:
a) Fallas en la pronunciación. Algunos
estudiantes presentan deficiencias en la vocalización
hasta tal punto que en ocasiones queda la duda en quienes los
escuchan. de si pronunciaron una u otra palabra, parecidas en
la fonética pero diferentes en el significado. Esto,
desde luego rebaja el poder de
comunicación y hace que se pierda casi totalmente el
único objetivo que
se pretende al hacer una exposición oral.
b) Nerviosismo manifiesto en las exposiciones en
público, aun en las ocasiones en que el auditorio
está compuesto por los mismos compañeros de
curso.
En parte y en algunos casos, este nerviosismo puede
tener un origen psicológico, pero después de
hacer algunas pruebas
complementarias se ha encontrado que la principal causa es la
falta de seguridad en
el expositor. La inseguridad
se debe casi con exclusividad a las fallas de conocimiento, por tanto, en estos casos gran
parte de ese nerviosismo puede atribuirse a esta
causa.
c) Falta de expresión mímica,
pues no se aprovechan debidamente esos poderosos auxiliares que
son los gestos los ademanes y en general las actitudes
que todo buen orador pone en práctica y con los cuales
transmite gran parte de los sentimientos que desea
comunicar.
Cómo corregir estas fallas
Una vez establecidas las principales y más
frecuentes fallas que en mayor o menor grado se relacionan con el
uso del lenguaje por parte del estudiante, se hacen las
siguientes recomendaciones prácticas para tratar de
corregirlas:
a) tomar conciencia de
tales fallas; b) recurrir a las fuentes
proveedoras de soluciones, y c) estudiar lo pertinente en esas
fuentes y poner en práctica todos esos aspectos hasta
lograr escribir y hablar bien.
Tomar conciencia de las fallas
Está comprobado que en la mayoría de los
estudiantes universitarios hay una inconsciencia acerca de estas
deficiencias por más que todos hayan cursado gramática, lenguaje y estilo. Tal vez por
el método
memorístico y disfuncional con que se estudiaron tales
materias no se previó la necesidad de poner en
práctica esos conocimientos, y entonces vino el olvido y
la persistencia de los errores.
Pero para tomar conciencia en este caso no basta notar
que generalmente hablamos y escribimos mal. Se requiere
también visualizar las causas tratando de particularizar
en cada una de esas fallas, y para ello debemos considerar una
serie de relaciones como las que se exponen a
continuación.
a) Las fallas en la construcción gramatical a menudo son
problemas de
sintaxis, de orden lógico de la oración y de
composición. Hay que aprender a reconocer la unidad de
la oración y su estructura,
las articulaciones del sujeto y del predicado y las
oraciones simples y compuestas.
b) La pobreza del
vocabulario se debe más que todo a una deficiencia de
lectura,
pero también a la imposibilidad de establecer las
normas técnicas
de la lexicografía, que como parte de la metódica
de la expresión ayuda con repertorios útiles.
Dentro de estas técnicas
está la de distinguir entre los léxicos
necesarios, o sea, los que ayudan a encontrar la
expresión verbal adecuada para una idea o concepto
específicos, los léxicos complementarios, cuya
misión
es contribuir al perfeccionamiento del lenguaje habitual
mediante la adición de circunstancias históricas,
semánticas, de régimen y de
interpretación, y los léxicos accesorios, que
ayudan a la buena expresión técnica y
científica y que por lo mismo se definen y relacionan
con las diferentes artes y ciencias,
llegando a constituirse en una especie de vocabularios
técnicos especializados por áreas de conocimiento.
c) El mal uso de los términos está
íntimamente relacionado con la etimología de las
palabras, es decir, con su explicación genética y estructural. Las palabras
tienen "procedencia", conforman "familias", y en la mayor parte
de los datos se
configuran por elementos bien determinados, como los prefijos,
las raíces y los sufijos, cuya presencia y
ubicación en la palabra determinan su
significado.
d) La distorsión de los conceptos y las ideas
es un problema de semántica (tratado de los
significados), pero también tiene sus causas en las
fallas etimológicas, y desde luego a ello también
contribuye la falta de consistencia en los
conocimientos.
e) Los problemas del estilo son de fácil
solución. El estilo es fácil de formar o de
reconstruir puesto que es algo potencial en cada uno de
nosotros. Se trata entonces de desarrollar esa potencialidad
teniendo en cuenta ciertos aspectos favorables como las
conocidas normas de la estilística moderna.
Además, para la formación o reconstrucción
del estilo existen otras ayudas también aprovechables
por el estudiante, como las frases proverbiales que nos
permiten adornar nuestras exposiciones con aspectos de
ejemplaridad, los refranes y la contraposición de
conceptos que generalmente exaltan el saber popular, y los
modismos, que son maneras particulares de expresión en
una lengua.
Otro aspecto importante a tener en cuenta en la
formación del estilo lo constituyen las diversas
modalidades en que éste puede darse y las circunstancias
más adecuadas para poner en práctica cada una de
tales modalidades. Es bueno saber en qué consisten y
cuándo deben usarse: el estilo común, el estilo
técnico, el estilo analítico, el estilo
sintético, etc.
f) Los errores de ortografía son causados por
el desconocimiento general de la gramática, por falta de léxico,
por deficiencias semánticas y etimológicas, y por
el desconocimiento de las reglas ortográficas más
simples. Así pues, estos errores aparecen en
último término como la consecuencia de muchas
fallas, por tanto, a medida que vayamos adquiriendo destreza en
aquellos aspectos nuestra ortografía mejorará
ostensiblemente.
g) La falta de claridad en la escritura y
el desorden general en los escritos, obedecen al hecho de no
reflexionar acerca de las condiciones externas de lo que
pretendemos escribir, y a un consecuente y morboso
apresuramiento al escribir, muchas veces
injustificado.
En realidad, no importa la belleza ni el tipo de la
letra. Lo que interesa es que sea legible para las demás
personas y que esté condicionada a las normas más
o menos estandarizadas que permiten a cualquier persona
interpretar los símbolos de la escritura
corriente.
Además, el desorden general en lo que se
escribe denota una falta de madurez intelectual en quien
escribe (o en quien habla), y una falta de organización conceptual, lo cual
corresponde al grado de conocimiento que se posea.
h) Las fallas en la pronunciación, como se
anotó antes, pueden ser de orden fisiológico. El
lenguaje es también un proceso
fisiológico para el cual se requiere el normal
funcionamiento de los órganos de la fonación.
Pero a menos que se tenga una deficiencia en tales
órganos, las fallas en la pronunciación se deben
a otros aspectos, como pequeños y transitorios traumas
psíquicos, nerviosismo y otras circunstancias similares
que por lo regular son corregibles.
i) El nerviosismo también puede ser de origen
sicótico, aunque a menudo se debe a la falta de dominio y de
control del
tema que se expone y, por consiguiente, es fácil
encontrar la solución.
j) Por último, la falta de expresión
mímica puede deberse al carácter
introvertido de algunas personas y al desconocimiento de normas
simples al respecto.
Lo primero es difícil de solucionar, aunque no
imposible, en tanto que lo segundo es una falta de adiestramiento solucionable si se le destina
tiempo y
energías.
Las fuentes proveedoras de
soluciones
Para concluir este tema, nos remitimos a las fuentes que
pueden ilustrar e informar sobre los principales asuntos tratados
aquí. En principio se citan algunos textos de estudio
disponibles y de consulta general, y luego se hace referencia a
las obras que por su especialidad y sus formas didácticas
son las más útiles para casos concretos.
Entre las primeras pueden mencionarse las
siguientes:
La gramática castellana. Primero y segundo curso,
de Amado Alonso y Pedro Henrlquez Ureña.
El alma de la palabras. Diseño
de semántica general, cuyo autor es el Padre Félix
Restrepo. S.J.
La ortografía en América, del mismo autor que
escribió la obra anterior.
Lecciones de pronunciación, de Luis
Flórez.
La lengua
española, del mismo autor anterior y
Temas de Castellano, también de Luis
Flórez.
Entre las obras que merecen mayor consideración
de nuestra parte están las siguientes:
En primer lugar, y en referencia a la mayor parte de los
temas expuestos:
Alonso, Martín,
Ciencia del lenguaje y del estilo, 7a. edición,
Aguilar, 5. A., Madrid, 1966.
Esta obra en un mismo volumen se
distribuye en tres libros: teórico, sinóptico y
práctico.
El libro
teórico se refiere a la metodología del lenguaje, al vocabulario, a
los léxicos y a los postulados de la estilística
moderna.
El libro
sinóptico lo constituye una serie de claves, como el mismo
autor las denomina, para la consulta fácil y rápida
en asuntos de etimología, morfología, expresión literaria y
asuntos complementarios. Este segundo libro puede ser una fuente
permanente de consulta para el estudiante.
El libro práctico es igualmente importante y vale
la pena dedicar un tiempo para seguirlo con detenimiento, pues se
desarrolla a través de ejercicios que son muy
productivos.
Otras dos obras de mucha importancia para cualquiera que
desee aprender con propiedad el
manejo del idioma son:
Bello, Andrés,
Gramática de la lengua castellana, y Cuervo,
EnVino José, Notas a la gramática de la lengua
castellana, de Axarés Bello.
La edición tradicional de estas dos obras las
presentan en un solo volumen. Una de
las más conocidas tiene como referencia: Buenos Aires,
Ediciones Anaconda, 1945. Desde luego que para estas obras, que
son verdaderos clásicos de la lengua, no importan el
año ni el número de la edición, ni si se
presentan en un solo volumen o en dos. Lo más importante
es saber que éstas han sido la fuentes principales que han
informado a la mayoría de los demás autores y
tratadistas, y que por tanto están respaldadas por la
más alta idoneidad.
En cuanto hace referencia al estilo, lo más
recomendable es la lectura
continua de buenos libros, de obras famosas clásicas y
modernas, además de la práctica constante y de la
autocrítica. Aunque la principal dificultad es la falta de
tiempo, son recomendables obras de conjunto como la que referimos
a continuación:
Nueda, Luis, Mil libros. Recuerdos
bibliográficos, 5a. edición, Aguilar, Madrid,
1956.
"Reseñas claras y fieles del contenido de
más de un millar de volúmenes de ciencia,
filosofía, religión, literatura, etc.",
y
"Las doctrinas e hipótesis más trascendentales de
diversas materias: los pensamientos más bellos y profundos
de los hombres más eminentes de todos los
tiempos".
Estas dos notas bastan por sí solas para ameritar
y recomendar el libro sí se desean los efectos propuestos
alrededor del estilo, y para remitirnos a un arsenal de
conocimientos generales muy útiles en cualquier
profesión o carrera.
Una obra de consulta que dará magníficos
resultados a quienes la usen es la Enciclopedia del idioma, de
Martín Alonso, obra que se presenta en tres
volúmenes y que es un verdadero complemento para los
libros que se han citado antes,
Por ultimo, se recomienda también el uso de un
buen diccionario de
la lengua española. Un diccionario
propio ofrece un sinnúmero de ventajas, especialmente
cuando se trata de resolver dudas ortográficas y problemas
de significado, por ello debe permanecer siempre en mesa o
escritorio de trabajo.
Dejamos hasta aquí la cita de obras y autores
convenientes para el estudio y la comprensión del idioma
castellano. Resta ahora recomendar una vez más la lectura de
estas fuentes, y la constante aplicación práctica
de las normas que se aprendan.
1. ¿En qué consiste y para qué
sirve el uso correcto del castellano como técnica de
estudio?
2. ¿Cuáles procedimientos
deben seguirse para superar las fallas
idiomáticas?
Héctor Estigarribia