Me propongo demostrar que Baruj Spinoza no es un
filósofo, sino un científico que filosofa. Primero,
es necesario destacar que para muchos historiadores de la ciencia
y la filosofía, Spinoza era un filósofo y no un
científico porque de acuerdo a su interpretación no
realizó ningún gran descubrimiento en física
o química, las dos grandes áreas que tuvieron un
importante desarrollo a partir del siglo XVII. Así queda
demostrado en un volumen que se publicó en la ciudad
holandesa de Dordrecht, reproducido por el Boston Studies in the
Philosophy of Science, que lleva por título Spinoza and
the Sciences. Ya desde la introducción, Marjory Grene se
pregunta cuál es la relación de Spinoza con las
ciencias.
En su ensayo, Nancy Maull afirma que Spinoza es un
extraño en la era de la ciencia, puesto que es un
racionalista en el universo empirista de la ciencia moderna. Una
vez que nos liberamos de la distinción entre ciencias
natural y humana podemos tomar la contribución de Spinoza
en áreas que aunque extrañas a las ciencias exactas
componen un programa científico. Spinoza contribuyó
al avance del conocimiento científico no a través
de leyes de gravitación, refracción sino a
través de los fundamentos metafísicos necesarios
para apoyar el método científico y anticipar las
doctrinas del siglo veinte en la hermenéutica.
Por su parte, David Savan no da por acreditada una
importante labor científica excepto cuando afirma que su
máxima contribución fue el análisis
científico de la Biblia, expuesto en el Tratado
Teológico-Político, y lo define como el fundador de
la hermenéutica científica. Joseph Agassi sostiene
que Spinoza era un practicante de la ciencia aunque no de la
física experimental, sino de la ciencia política
clásica (por sus contribuciones a esta disciplina en la
Ética, el Tratado Teológico Político y, en
especial, su obra inconclusa Tratado Político).
Finalmente, en la visión de Richard H. Popkin, era un
practicante de la hermenéutica científica. Aunque
para otros destacados analistas, el judío armstelodano fue
el precursor de Einstein (1). E inclusive de Sigmund Freud (2)
También hay quien afirma que Spinoza no fue un
científico aunque conocía la ciencia de su tiempo
(3).
En la época del maestro de Ámsterdam, el
motor que inspiraba a los hombres dedicados a realizar
experimentos en un laboratorio y que al final del día
exhibían como resultado de sus desvelos un nuevo compuesto
químico o una hasta entonces desconocida propiedad de la
materia, no tenía como fin descubrir los íntimos
secretos de la naturaleza ni sus procesos; al contrario, con
ellos procuraban hallar argumentos que hicieran concordar esos
descubrimientos con los principios religiosos entonces en boga, y
tampoco para dar mayor majestad a la naturaleza o al hombre sino
para corroborar la gloria del Dios de la fe verdadera. Al
respecto, es ilustrativo que los rudimentos prácticos que
conducían hacia un nuevo saber no se denominaran Ciencia y
que recibieran el título de Filosofía Natural o
Filosofía Experimental. Y sus cultores se llamaran
filósofos naturales y no científicos (figura que
aparece a fines del siglo XVIII y marca su impronta en las dos
centurias siguientes hasta la actualidad).
Al respecto, como ejemplo, son muy ilustrativas algunas
de las cartas que Henry Oldenburg (4) le envía a Spinoza
en las que le describe las tareas que cumplen en el Colegio de
Filósofos de Londres, luego convertido en Sociedad Real,
año 1662 (Considérese que los integrantes de la
Institución primitiva se denominaban filósofos)
(5).
Si bien Spinoza, en algunos casos, llevó a cabo
sus propias experiencias para corroborar el acierto o no de las
propuestas de otros investigadores (Ep. 6, 13, 41), estas nuevas
artes analíticas no hallaron eco en su praxis, porque, de
acuerdo a su criterio, dependían en grado sumo de
cualidades externas que conducen a entender la Naturaleza
según los sentidos (el calor y el frío, la fluidez
o solidez de las sustancias, la dulzura o amargura de los
compuestos), por lo cual no resultan totalmente convincentes como
lo serían si estuviesen de acuerdo a los razonamientos y
cálculos provistos por la Matemática, pues con
ellos los cuerpos pueden examinarse mientras se dividen hasta el
infinito así como las fuerzas que se requieren para
moverlos (Ep. 6). La Matemática ocupa un lugar esencial en
el pensamiento spinoziano pues permitió a los hombres
darse cuenta de los vulgares prejuicios a los que los
sometían doctrinas falsas y supersticiosas y orientarse
hacia el verdadero conocimiento de las cosas, ya que
aquélla trata no sobre los fines sino sólo sobre
las esencias y propiedades de las figuras (E,I, apéndice),
siendo la esencia de una cosa aquello que define y caracteriza a
la cosa. (E,II, definición 2).
En la búsqueda indeclinable de la esencia de las
cosas y a través de ella dar con el conocimiento acabado
de Dios y la Naturaleza que lo rodea, Spinoza compone un
método teórico cuyos fundamentos presentan a su
autor como un hombre de ciencia que, no obstante no realizar
descubrimientos de excelencia, ofrece la posibilidad de seguir
una regla que le permite ir más allá de una
experiencia exitosa para ofrecer, nada más y nada menos,
un conocimiento reflexivo que hiciera posible la
distinción de lo verdadero de lo falso. El sistema se
plantea por primera vez en el Tratado de la Reforma del
Entendimiento. Comenzado hacia 1661, según otros
biógrafos y comentaristas iniciado en 1658, quedó
inconcluso debido a "la dificultad de la obra, a las profundas
investigaciones y al infinito saber que
requería".
El tema central es la elaboración de un
procedimiento mediante el cual poder preparar nuestro
entendimiento o capacidades intelectuales para conocer a Dios de
manera clara y distinta. Para llegar a discernir la esencia de
una cosa y en consecuencia de la Naturaleza en la que participa,
Spinoza propone recorrer un método regido por un orden
necesario, fundamentado en el razonamiento y la
intelección (como se comprueba, deja a un lado la
experimentación).
El método, por lo tanto, es el conocimiento
reflexivo de las cosas. Para asegurar que la investigación
siga el ordenamiento conveniente, aconseja una atención
muy exacta y mucha aplicación destinadas a lograr una
percepción fina. A fin de ahorrar inútiles fatigas,
debemos determinar la meta hacia la cual procuramos dirigir
nuestros pensamientos. (TRE, 27-33). Una vez que se han reunido
todos estos elementos, se propone seguir sin interrupciones el
encadenamiento de las cosas y saber cómo resolver los
problemas antes de intentar resolverlos. Si se estudia sin orden,
nacen las dudas (TRE, 43). Es fundamental atender las cosas
reales y no extraer conclusiones de conceptos
abstractos.
Para indagar correctamente hay que partir de
definiciones exactas (TRE, 50). Para ello es necesario inferir
todas nuestras ideas de las cosas físicas, o sea, de seres
reales, siguiendo la sucesión de causas, de un ser real a
otro ser real, haciendo caso omiso de las cosas abstractas. Esta
serie de causas y de cosas reales se refiere exclusivamente a las
cosas fijas y eternas y no a los entes comunes sujetos al cambio
porque dada esa misma sujeción al cambio es imposible
determinar su esencia única y propia. Sin embargo, puede
considerarse a estas cosas singulares mudables (TRE, 57) como
resultado actual de las cosas fijas y eternas y a partir de
aquéllas por medio de nuestros sentidos y llevando a cabo,
según reglas y en un orden determinado, experiencias
suficientes determinar qué leyes eternas acontece a cada
una de ellas y adquirir conocimiento de su naturaleza
íntima y de la Naturaleza en la que se inscribe. (TRE,
59).
El ámbito que reserva Spinoza para la
concreción de su teoría del conocimiento radica en
el espíritu humano, ya que su esencia está
constituida por Dios (E, I, 13) y su característica
principal es que carece de la capacidad de querer o no querer
sino que se lo conduce a procurar algo por una causa determinada
(E, II, 48, Dem.). De allí que el método más
perfecto es el que enseña cómo dirigirlo hacia ese
objetivo. Mientras más conocimiento adquiere el
espíritu mayor conocimiento de sus fuerzas y del orden de
la Naturaleza, y esto le evitará caer en procedimientos
inútiles (TRE, 28). Conocer es la máxima apetencia
del espíritu ya que juzga útil todo lo que lo lleva
a perfeccionarse (E, IV, 27) y obrar sólo en la medida que
conoce (E, IV, 28, Dem.).
Este método de reforma del entendimiento permite
conocer la esencia de las cosas, que Spinoza denomina
conocimiento de tercer género, nos lleva a entender mejor
a Dios (E, II, 40, Esc. 2; E, II, 41; E, II, 42; E, V, 25) y a
tener una idea clara de la Naturaleza (TRE, 23). Es decir,
según una temprana declaración (Ep. 6), a tener un
mejor entendimiento y una idea clara de Dios y de la Naturaleza,
como una unidad equivalente. Una exacta correspondencia entre
ambos que no se puede definir según pautas meramente
sensoriales.
Con la finalidad de demostrar que su método
científico era aplicable a otras cuestiones no menos
importantes, una década después Spinoza lo
utilizó para realizar su célebre
interpretación de las Sagradas Escrituras, desarrollado en
el capítulo VII del Tratado Teológico
Político. En efecto, para la exégesis de los libros
santos debemos trazar de antemano un método seguro y para
ello el que está en completa conformidad con él es
el que sirve para interpretar la Naturaleza. Consiste en trazar
una historia fiel de los fenómenos para llegar
después, partiendo de datos seguros a definiciones exactas
de las cosas naturales. En el caso de la Escritura debe ante todo
hacerse una historia fiel de ella y formarse así un fondo
de datos y principios seguros, haciendo a un lado otros que no
están contenidos en la misma, teniendo siempre presente
que lo principal del texto bíblico son las narraciones
históricas y las revelaciones. Sin embargo, hace notar
Spinoza, los libros santos contienen muchas cosas que la
razón es incapaz de explicar. (TTP, VII, 6-10) Se deduce
entonces que tanto la Naturaleza como la Escritura se interpretan
a partir de sí mismas, sin el auxilio de cuestiones
extrínsecas a ellas.
Si comencé este ensayo con la tesis que Spinoza
no era un filósofo sino un científico que
filosofaba, es pertinente en este punto preguntarnos qué
entendía el maestro judío holandés por
filosofía.
En primer término, Spinoza poseía un
concepto que concordaba con los principios mecanicistas (el
mecanicismo sostiene que todo el Universo está determinado
por leyes. La única causa de las cosas es la influencia
física entre las entidades que conforman el mundo
material. Todo objeto es una máquina. Explica la realidad
en términos de materia, movimiento local, leyes naturales
estrictas y determinismo) de la época y la
filosofía no estaba ajena a ellos, sobre todo cuando se
trataba de explicar el orden y funcionamiento del mundo. Pero la
idea esencial que tenía Spinoza de la filosofía era
su capacidad de permitir pensar a los hombres, de la
búsqueda incesante de la verdad y que la libertad de
filosofar "estaba concedida a todos y dejaba ilesa la dignidad de
uno y otro (Ep. 13. A Henry Oldenburg, julio de 1663).
No existe en la doctrina spinoziana diferencia entre los
objetos a someter al análisis filosófico.
Podía tratarse tanto de experimentos sobre
hidrostática, anatomía o mecánica,
según le escribe Oldenburg (Ep. 29), como la posibilidad
de filosofar y observar la naturaleza humana a raíz de a
guerra entre Holanda e Inglaterra de 1665. En este sentido, es
revelador conocer los motivos que lo condujeron a redactar el
Tratado Teológico-Político, una obra que él
sabía que resultaría polémica: para
enfrentar los prejuicios de los teólogos que impiden que
los hombres puedan dedicarse a la filosofía y para
defender la libertad de filosofar y de decir lo que piensan. (Ep.
30) En una parte del texto, afirma que "la Filosofía tiene
por objeto la verdad y que sus fundamentos son nociones comunes
basados en la naturaleza" (TTP 14, 38).
En consecuencia, la Filosofía para Spinoza es un
procedimiento que le permite pensar, ir en busca de la verdad en
un marco de libertad y sin censura previa, observando siempre los
preceptos de la Mecánica. La idea de que la
Filosofía carece de entidad propia para explicar los temas
inherentes al hombre y su comprensión de Dios y el mundo
se pone de manifiesto varias veces en el Tratado de la Reforma
del Entendimiento. En varios apartados de dicho trabajo (TRE, 27
nota 2, 29, 33, 44, etc.) aclara que ciertos aspectos examinados
en ellos recibirían mayor estudio en otro volumen que
estaba preparando en esos años, que habría de
denominarse, precisamente, Filosofía. Sin embargo, el
texto final recibió el título de Ética
demostrada según el método geométrico. Una
explicación de esa enmienda figura en una carta a Wilhelm
van Blyen Bergh, al decir que la Ética, como es sabido,
debe fundarse sobre la metafísica y la física, pues
"la necesidad de las cosas atañe a la metafísica, y
el conocimiento de ésta debe ser siempre previo" (Ep. 27,
,3-6-1665). Aquí debe hacerse la salvedad de que la
metafísica del erudito holandés, de acuerdo a las
leyes mecanicistas, niega la existencia de las entidades
espirituales y, por lo tanto, está en un todo en
desacuerdo con un Dios espiritual. Por ese motivo, Spinoza
critica a los metafísicos junto a los teólogos y
predicadores con severidad (E, I, Apéndice).
Entonces, si Dios no es un ser espiritual,
¿qué es?
El año 1661 parece constituirse en un momento
clave en la vida intelectual de Spinoza. Ha escrito el Tratado de
la Reforma del Entendimiento, se encuentra redactando y
corrigiendo un opúsculo que sus biógrafos suponen
que es el Breve Tratado acerca de Dios, el hombre y su felicidad,
ha diagramado las primeras proposiciones de la Ética
demostrada según el orden geométrico y ha iniciado
una rica y variada correspondencia con Henry Oldenburg,
secretario del Colegio de Filósofos de Inglaterra, luego
designado por orden real como la British Royal Society. En ese
período de creatividad efervescente produjo la
definición más significativa de toda su obra: No
separo a Dios de la Naturaleza (Ep.6, 1661). ¿Cuál
es el significado de esta equiparación? ¿Acaso es
una igualdad que no asume reparos?
En el capítulo 1 de la primera parte del Tratado
Breve, Spinoza afirma y demuestra sin ambages que Dios existe.
Luego, que hay una sola sustancia, indivisible, eterna e
infinita, que es incapaz de producir otra sustancia. En el
segundo capítulo, escribe que Dios es sustancia, posee un
número infinito de atributos, cada uno de los cuales en su
caso es infinitamente perfecto. En la proposición 4 del
mismo apartado anota que en el intelecto infinito de Dios no hay
ninguna sustancia que no exista formalmente en la Naturaleza. Por
otra parte, la Naturaleza está compuesta de infinitos
atributos, perfectos en su género. Como hay una sola
sustancia, debe ser necesariamente compartida por Dios y la
Naturaleza. En consecuencia, se comprueba una relación de
equivalencia entre Dios y la Naturaleza.
Esta fórmula es fundamental en la doctrina
spinoziana y marca el comienzo de toda su producción
intelectual. En el orden de acotar expresiones para su mejor
demostración, Spinoza rechaza representar a Dios como un
hombre, compuesto de cuerpo y espíritu y sometido a
pasiones, siendo un cuerpo toda cantidad larga, ancha y profunda,
limitada según cierta figura lo cual está en
contradicción con el concepto de sustancia infinita e
indivisible definida para Dios, (E, I, 15, Esc), por esa
razón no admite que haya podido asumir la naturaleza
humana y que tal cosa sería tan absurda como afirmar que
el círculo asumió la naturaleza del cuadrado (Ep
73) .
Por otra parte, distingue en la Naturaleza dos
componentes: la Natura naturans y la Natura naturata.
Entendiéndose por la primera, la Naturaleza creadora, es
decir, Dios; y por la segunda, todo lo que hay de creado en ella.
(TB, I, caps. 8 y 9; E,I, 29, Esc.) Sin embargo, percibe la
necesidad de profundizar el concepto de esta distinción.
En la misma carta le comenta a Oldenburg que algunos entienden a
la Naturaleza como una cierta masa o materia corpórea. Con
lo cual está diciendo que al hablar de las esencias
debemos observar a la Naturaleza creadora, es decir,
Dios.
En este orden de pensamiento, la Naturaleza no es
determinable ni imaginable; en consecuencia, será
concebida intelectualmente. Cuando Spinoza afirma que la
Naturaleza es perfecta no usa un concepto imaginativo sino un
concepto intelectual. La Naturaleza no es inerte, posee un
principio de actividad interna; es un único individuo
cuyas partes se modifican continuamente de un gran número
de maneras sin que cambie el Individuo total. Todo en la
Naturaleza sucede de un modo eficiente, necesario y eterno. La
Naturaleza, es decir, Dios, es la vida, la potencia infinita. Los
seres y las cosas son en Dios o en la Naturaleza (6).
En resumen, la relación entre Dios y Naturaleza
queda expuesta cuando afirma que nada podemos conocer de la
Naturaleza sin ampliar a la vez nuestro conocimiento de la causa
primera, es decir, Dios (TRE, 50, nota 2). Y si, además,
tenemos de Dios el discernimiento como el del triángulo
cuyos tres ángulos son iguales a dos rectos (180º),
entonces toda duda desaparece (TRE, 43). En consecuencia,
penetrar la Naturaleza nos adentra en el entendimiento de Dios,
pero, en simultáneo, las leyes eternas e inexorables de la
Naturaleza nos dan la oportunidad de tener una mejor
comprensión de Dios. Por lo tanto, ante esta realidad,
¿cómo es posible determinar los principios de la
religión que se funda en ese Dios-Naturaleza?
Según el erudito holandés, la
religión no se entiende sin la moralidad. Porque mientras
la religión es conocer a Dios, origen de todo lo que
deseamos y hacemos por causa nuestra, la moralidad es el deseo de
hacer el bien que nace de la vida según la guía de
la razón. (E, IV, 37, Esc). El hombre que se guía
por la razón desea para los demás el bien que
apetece para sí mismo (E, IV, 46). Por consiguiente, si
deseamos y hacemos el bien a nosotros y a los demás
vivimos según los dictados de la razón y de esta
manera conocemos a Dios.
Una forma de comprender con mayor claridad este punto es
contrastar la Ética y el Tratado Teológico
Político (en adelante, TTP) y podemos hacerlo partiendo de
esta pregunta: ¿El Dios de la Ética es el mismo que
el del TTP? La respuesta es negativa.
No hay punto de contacto entre la teología y la
filosofía (o ética), según demuestra
Spinoza. (TTP, XIV, 15) porque en tanto que la teología es
la disciplina que presenta a la fe como el motor principal de la
creencia en Dios, la ética busca la verdad a partir de
nociones comunes y su fundamento es la historia universal del la
Naturaleza. (TTP, XV, 25)
El TTP es un análisis detallado de la Sagrada
Escritura que presenta a Dios como una entidad sobrenatural,
trascendente, alejado del mundo y que llega al conocimiento de
los hombres a través de una revelación. El profeta
interpreta las cosas reveladas sólo por medio de la fe
(TTP, I, 2-4), siendo la fe saber acerca de Dios lo suficiente
para no perder todo sentimiento de obediencia a sus decretos y lo
que puede saberse por ese sólo sentimiento (TTP, XIV, 13).
Esa obediencia no está inspirada ni en la razón ni
en la ciencia (TTP, XIV, 7) y donde ésta se encuentra
está necesariamente la fe, expresada en las buenas obras.
(TTP, XIV, 16) La fe conduce a la obediencia sin exigir tanto a
la verdad en la doctrina (TTP, XIV, 20). La fe de cada uno no
debe reputarse buena o mala sino en razón de la obediencia
(TTP, XIV, 22). De aquí se deduce que la fe y la
obediencia son artículos destinados a los hombres que como
cosas particulares de la Naturaleza no están sujetos a sus
leyes eternas, por eso pueden los dogmas ser buenos para unos y
malos para otros. La fe debe practicarse como se la entienda
(TTP, XIV, 33) dándole a todos la libertad de filosofar
(TTP, XIV, 39). La teología carece de reglas y por eso
permite la libre especulación, de aquí deriva la
guerra permanente que Spinoza mantuvo con los teólogos y
predicadores, que muchas veces acomodaban el sentido de la fe a
sus propias conveniencias, conflicto que se inició en sus
años juveniles y que originó que lo expulsaran de
la Sinagoga (hecho ocurrido 27 de julio de 1656, a los
veintitrés años de edad).
Ninguna de estas cualidades se observan en la
ética que al reproducir las reglas fijas y eternas de la
Naturaleza acomoda el pensamiento en el sentido que da la
razón, luz del espíritu. Fuera de ella, todos son
sueños y quimeras (TTP, XV, 23). La razón no puede
descubrir el dogma fundamental de la teología. (TTP, XV,
27) La autoridad de la Escritura no se puede establecer sobre
demostraciones matemáticas porque depende de la fe, de la
revelación (TTP, XV, 29). El poder de la Naturaleza es el
poder de Dios que ejerce un derecho soberano sobre todas las
cosas (TTP, XVI, 3) La Naturaleza no se encierra en los
límites de la razón humana sino que está
subordinada a un sinfín de leyes que abarcan el orden
eternal de todo el mundo del que el hombre es una pequeña
parte. Sólo por su necesidad, la Naturaleza determina los
individuos de un cierto modo a la acción y a la
existencia. (TTP, XVI, 10) No hay relación entre las leyes
de la Naturaleza y las leyes de nuestra razón (TTP, XVI,
11)
El texto bíblico enseña que existe un ser
supremo revelado a quien todos debemos obedecer para alcanzar la
salvación y que debemos adorar por la práctica de
la justicia y de la caridad para con el prójimo (TTP, XIV,
24-27). La religión no es especulación
filosófica y es completamente diferente a la ciencia (TTP,
XIII, 14) La Escritura no es una enseñanza
filosófica porque exige de los hombre obediencia (TTP,
XIII, 7). Por otra parte, las leyes de Dios no se pueden violar.
Únicamente podemos transgredir las leyes humanas (TB II,
24). Y como Dios y la Naturaleza son una sola y equivalente
existencia, no podemos transgredir las leyes de la Naturaleza
porque son divinas. En oposición a las reglas y ordenanzas
que aparecen en el libro sagrado, que se pueden vulnerar porque
fueron dadas por los hombres para los hombres.
En su fórmula Deus sive Natura (Dios, o sea la
Naturaleza), Spinoza define el rol esencial que posee la
Naturaleza en su caracterización de Dios y, como todo
científico del siglo XVII, inquieto e iconoclasta,
creyó encontrar en las leyes que rigen el medio natural el
mejor cimiento para su sistema lógico. De este modo, las
leyes eternas, inexorables e impersonales de la Naturaleza se
transfieren a la concepción de Dios, que es a su vez
eterno, inexorable e impersonal, cualidad esta última que
lo hace inmanente, es decir ubicado en el mundo, y a cuyo
conocimiento se llega por medio de la intuición y el
intelecto. El amor a Dios es un proceso intelectual y su
representación se lograría a través de una
ecuación universal, cuyo hallazgo desveló al
científico de Amsterdam. Por esa razón, digo que
Spinoza no es un filósofo, sino un científico que
filosofa.
NOTAS
Las abreviaciones utilizadas al mencionar las obras de
Spinoza, corresponden al siguiente diagrama:
TB: Breve tratado acerca de Dios, el hombre y su
felicidad (el número romano es la parte referida y el
número arábigo al capítulo)
TRE: Tratado de la Reforma del Entendimiento (el
número arábigo refiere al parágrafo
aludido)
Ep.: Epistolario (el número se refiere al
número de carta)
E: Ética demostrada según el orden
geométrico (el número romano es la Parte, el
arábigo la proposición, Dem=demostración;
Cor=corolario; Esc.=escolio)
TTP: Tratado Teológico Político (el
número romano es el capítulo y el arábigo,el
parágrafo)
1-Spinoza and the Sciences, ed. by Marjorie Grene and
Debra Nails, Vol. 91 of the Boston Studies in the Philosophy of
Science, Dordrecht: D. Reidel, 1986. Cf. Marjory Grene,
Introduction- xi-xix. Nancy Maull, Spinoza in the Century of
Science 3-13 pgs. David Savan: Spinoza: Scientist and Theorist of
Scientific Method. 95-123 pgs. Joseph Agassi: Towards a Canonic
Version of Classical Political Theory. 153-70. Richard H. Popkin:
Some New Lights on the Roots of Spinoza"s Science of Bible Study.
171-190. Michel Paty, Einstein and Spinoza, 267-303.
2-El filósofo que inspiró a Freud y
anticipó las neuro-ciencias, Diana Cohen Agrest, La
Nación, 2007.
http://adncultura.lanacion.com.ar/955834.
3-Spinoza y la ciencia, Alberto Relancio
Menéndez.
http://es.scribd.com/doc/28611923/SPINOZA-Y-LA-CIENCIA-Alberto-Relancio-Menendez-IES-Los-Realejos-y-FCOHC.
4-Henry Oldenburg (1620-1677), teólogo oriundo de
Bremen que llegó a Londres como agente diplomático.
Concluida su misión permaneció en la capital
inglesa en donde fue secretario de la British Royal Society, en
1662.
5-Ep. 3, 1661: "…En nuestro colegio
filosófico nos entregamos a hacer experimentos y
observaciones…las cualidades de las cosas pueden explicarse
por principios mecánicos y todos los efectos de la
Naturaleza pueden ser producidos por el movimiento, la forma, la
estructura y sus relaciones". Ep.11, 1663: "…el uso de la
química para confirmar los principios mecánicos de
la filosofía…". Ep. 16, 1663: "…nuestros
filósofos no abandonarán su misión
experimental…". Ep. 31, 1665: "Algunos de nuestros
filósofos se ocupan de fomentar los estudios
físicos… entre otras cosas, la naturaleza del
sonido".
6-Aproximación a la idea de la Naturaleza en
Spinoza, Luis Rodríguez Camarero,
www.dspace.usc.es
Autor:
Pablo A. Freinkel