cuento latinoamericano: el gato
Héctor A. Murena —Héctor Alberto Álvarez— nació en Buenos Aires, Argentina, en 1923.
Fue narrador, poeta, ensayista y traductor. Escribió unos 20 libros de todos los géneros literarios, colaboró en la revista Sur y en el suplemento cultural del diario La Nación.
Falleció en Buenos Aires, en 1975.
Su obra: Primer testamento, Fragmentos de los anales secretos, La fatalidad de los cuerpos, Homo atómicus, Ensayos sobre subversión, El pecado original de América, El nombre secreto, Epitalámica, La cárcel de la mente, La metáfora y lo sagrado, El centro del infierno.
Póstumas: El secreto claro, Diálogos con D. J. Vogelman, Visiones de Babel.
El gato …ver más…
Leía un librito de tapas negras que había llevado en el bolsillo; pero también se paseaba durante horas por la pieza, esperando la noche, la salida. El gato apenas si lo miraba; al parecer tenía suficiente con dormir, comer y lamerse con su rápida lengua. Una noche muy fría, sin embargo, le dio pereza vestirse y no salió; se durmió en seguida. Y a partir de ese momento todo le resultó sumamente fácil, como si hubiese llegado a una cumbre desde la que no tenía más que descender. Las persianas de su cuarto sólo se abrieron para recibir la comida; su boca, casi únicamente para comer. La barba le creció, y al cabo puso también fin a las caminatas por la habitación. Tirado por lo común en la cama, mucho más gordo, entró en un período de singular beatitud. Tenía la vista casi siempre fija en las polvorientas rosetas de yeso que ornaban el cielo raso, pero no las distinguía, porque su necesidad de ver quedaba satisfecha con los cotidianos diez minutos de observación de las tapas del libro. Como si se hubieran despertado en él nuevas facultades, los reflejos de la luz amarillenta de la bombita sobre esas tapas negras le hacían sombras tan complejas, matices tan sutiles que ese solo objeto real bastaba para saturarlo, para sumirlo en una especie de hipnotismo. También su olfato debía hacer crecidos, pues los más leves olores se levantaban como grandes fantasmas y lo envolvían, lo hacían imaginar vastos bosques violáceos, el