La sangre y la esperanza

12251 palabras 50 páginas
La Sangre y la Esperanza

Nicomedes Guzmán

Primera Parte: El Coro de los Perros.

La Viruta (pag. 17 - 18)

Bajo, de una estatura que traicionaban apenas unos cuantos edificios de dos pisos, arrugado, polvoriento, el barrio era como un perro viejo abandonado por el amo.

Era la vida. Era su rudeza. Y eran sus compensaciones. Y nosotros, los chiquillos de aquella época, éramos el tiempo en eterno juego, burlando esa vida que, de miserable, se hacia heroica.

Allá, la calle San Pablo. Acá, el deposito de tranvías y los grandes talleres de la Compañía Eléctrica.

Éramos niños. Y no había obstáculos para nosotros... si cabían miserias, rudezas y dolores, casi no los sentíamos, porque ahí estaban los mayores para sufrir y
…ver más…

5 (pag. 26 - 28)

Mi padre regreso a la casa al atardecer del día siguiente. Venia ronco, cansado, ojeroso y, no obstante, feliz. La huelga había sido bien organizada.

Por la noche, mi padre nos llevo a Zorobel y a mi a una velada que se realizaba en el Coliseo de los Tranviarios, en memoria de los muertos en el encuentro de la madrugada del día anterior. (...) el salón de espectáculos, construido a medias por entonces, estaba atestado. (...) de desplomarse, habrían cortado de golpe la vida de los cientos de hombres que dormían debajo, sobre el suelo pelado, tapados escasamente con raídas y sucias prendas. Estos hombres, que roncaban, tiritando, eran trabajadores venidos de la pampa salitrera durante la cesantía de esos años. Tenían su albergue allí, en el Coliseo.

6 (pag. 28 - 29)

Fue desde entonces que se endureció la vida para Zorobabel. Era una dureza que el no sentía, porque - un dia me lo confeso – se hizo el propósito de amarla como fuera, en memoria de su padre; ¡amar esa vida y sus sacrificios con el mismo corazón cordial que el viejo había tenido siempre abierto para ella!.

Yo veía brillar de felicidad sus ojos de gato, cuando alabábamos los callos y ampollas que daban honra a sus manos de pequeño hombre. Trabajaba de aprendiz en una fundición. Un peso veinte diario, por esos años, era un gran salario para un niño. (...) la madre se unió en vida común con su amante, llamado Cabeza de tope por la gente. Yo nunca

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