La mision del juez ante ley injusta
Y al decir esto el pequeño gnomo1 iba y venía, de un lugar a otro, a cortos saltos, por la honda cueva que le servía de morada; y hacía temblar su larga barba y el cascabel de su gorro azul y puntiagudo.
En efecto, un amigo del centenario Chevreul -cuasi Althotas-, el químico Fremy, acababa de descubrir la manera de hacer rubíes y zafiros.
Agitado, conmovido, el gnomo -que era sabidor y de genio harto vivaz- seguía monologando.
-¡Ah, sabios de la edad media! ¡Ah Alberto el Grande, Averroes, Raimundo Lulio! Vosotros no pudisteis ver brillar el …ver más…
Ahí lo tenéis.
Todos soltaron la carcajada. ¡Qué cascabeleo!
-¡Eh, amigo Puck!
¡Y dieron su opinión después, acerca de aquella piedra falsa, obra de hombre o de sabio, que es peor!
-¡Vidrio!
-¡Maleficio!
-¡Ponzoña y cábala!
-¡Química!
-¡Pretender imitar un fragmento del iris!
-¡El tesoro rubicundo de lo hondo del globo!
-¡Hecho de rayos del poniente solidificados!
El gnomo más viejo, andando con sus piernas torcidas, su gran barba nevada, su aspecto de patriarca, su cara llena de arrugas:
-¡Señores! -dijo- ¡que no sabéis lo que habláis!
Todos escucharon.
-Yo, yo que soy el más viejo de vosotros, puesto que apenas sirvo ya para martillar las facetas de los diamantes; yo, que he visto formarse estos hondos alcázares; que he cincelado los huesos de la tierra, que he amasado el oro, que he dado un día un puñetazo a un muro de piedra, y caí a un lago donde violé a una ninfa; yo, el viejo, os referiré de cómo se hizo el rubí.
Oíd:
***
Puck sonreía curioso. Todos los gnomos rodearon al anciano cuyas canas palidecían a los resplandores de la pedrería, y cuyas manos extendían su movible sombra en los muros, cubiertos de piedras preciosas, como un lienzo lleno de miel donde se arrojasen granos de arroz.
-Un día, nosotros, los escuadrones que tenemos a nuestro cargo las minas de diamantes, tuvimos una huelga que conmovió toda la tierra, y salimos en fuga por los cráteres de los volcanes.
El mundo estaba alegre,