Guion Príncipe Y Mendigo
(se llevo al príncipe Eduardo a la casa)
En el despacho del príncipe quedó Thomas, se observó, en todas las posturas delante del espejo, maravillado de su propia elegancia, luego se paseó, imitando al príncipe, sin dejar de mirarse en el espejo. Después desenvainó la espada, se inclinó, besó su hoja y la colocó cruzada sobre su pecho, tal como lo había visto hacer cinco o seis semanas antes, a modo de saludo, al teniente de la Torre a un noble caballero, en el momento de hacerle entrega de dos prisioneros: los grandes lores de Norfolk y de Surrey. Tomás jugó con el puñal cuajado de piedras preciosas que colgaba sobre su muslo, examinó los costosos adornos del salón, se sentó en una de las sillas, y pensó en el orgullo que le produciría el que la pandilla del Callejón de las Piltrafas pudiera contemplarlo en toda su grandeza.
(De pronto entra lady Juana grey y se abalanza sobre el príncipe).
LADY JUANA GREY: Pasa algo señor mio?
MENDIGO: –Debo decirte la verdad, yo no soy ningún señor, sino únicamente el pobre Tomás Canty, del Callejón de las Piltrafas, en la City. Por favor, yo te suplico que me lleves a donde está el príncipe, para que él me devuelva mis harapos y dejarme marchar de aquí sin sufrir daño alguno. ¡Apiádate de mí y sálvame!
(En eso ya se había arrodillado)
Mientras él permanecía en el suelo mudo de terror, volaban por el palacio terribles noticias. De lacayo a lacayo, de gran señor a gran dama, de piso en piso y de salón en salón, entre