programado para matar
Lilí conde
¡Horror! Esto no es un campamento de cacería. Estoy en Cozumel y en el suelo, Lidia y mi madre quietas y sangrando. Yo las maté. Era mi vida o la de ellas. Lidia empuñó el revólver y me gritó: “te acabo, drogadicto estúpido. Te advertí que no te quería aquí”, y cortó cartucho. Me le fui encima y como pude, le quité el arma y la maté. Mi madre corrió hacia mí gritando lo de siempre:” ¡Estorbo, cobarde, asesino!” quiso golpearme como lo hizo miles de veces durante mi niñez y pubertad. No pensé. Sólo sentí un odio almacenado a presión desde mi niñez y el miedo a su carácter de hombre; disparé. Se sacudía como pato herido. Y le di el tiro de gracia. Eso es todo.
Lilí – David, creo que eso fue el clímax …ver más…
¡Otro gallo me cantara si me hubiera educado mi padre!
Desde que fue pequeño se vio como los años iban marcándolo poco a poco. Sufrió mucho, pues tanto la madre como sus múltiples amantes abusaron de él no sólo verbalmente y físicamente. Maltratándolo, golpeándolo tantas veces que hasta perdió la cuenta, golpeándolo sin razón alguna. De esta forma se fue acumulando odio y rencor. Todos estos sentimientos negativos crecían conforme cada paliza que David recibía de su madre, y por alguna de sus amantes.
Odiándolo por el simple hecho de ser un “varón” sin importarle que fuese su hijo, carne de su carne, sin importarte que lo anduviera 9 meses en su vientre. Nada de eso le importo un dio en el cual lo único que le paso por la cabeza fue quemarlo. Solo quería ver que su propio hijo ardiera en llamas. Ni los gritos, ni las lágrimas podían para a aquella mujer que tenía como fin verlo en llamas.
Era tan diferente la forma de interactuar entre Marcela, su madre, y sus amantes. En cierto punto le causaba envidia, pues ellas podía estar todas juntas en la mesa ya sea comiendo o riendo. Y él en su cuarto, viendo lo libre que era su gato, que iba por las casas con tanta delicadeza.
Aun después del embarazo de su hermana la mama nunca la maltrato, no la abuso, ni le levanto la voz. Pues marce la era una mujer. Y por la gracia de serlo cambiaba rotundamente su trato hacia ella.
Todos los insultos venían acompañados de golpes, “¡Eres un llorón, un cobarde! ¡Eres como tu