Ghostgirl
Un hilo de esperanza
Se derraman más lágrimas por plegarias atendidas que por las no atendidas. —Santa Teresa de Jesús
El que nada espera nunca sufre desengaños.
Salvo unos pocos poetas y monjes iluminados retirados en lo alto de un monte, los demás sí tenemos nuestras ilusiones. Es más, no es que las tengamos, es que las necesitamos. Alimentan nuestros sueños, nuestras esperanzas y nuestras vidas como una bebida energética con dosis extra de cafeína. Charlotte había dejado de vivir, pero no estaba dispuesta a dejar de soñar; si bien todo apuntaba a que alguien había dejado sus sueños en eterna espera.
G H I L M N P Q R
U V W
orirse de aburrimiento no era una opción. Charlotte Usher ya estaba muerta. Tamborileó sus …ver más…
Enderezó la espalda, cruzó las piernas a la altura de los tobillos, plegó sus huesudos dedos sobre los muslos, frunció los labios en una rígida sonrisita y prosiguió con… la espera. Charlotte se puso a cavilar; algo que, últimamente, hacía con excesiva frecuencia. Atragantarse con aquel osito de goma y morir en clase lo había cambiado todo, pero no todo era malo. La muerte hizo posible que madurara como persona mucho más de lo que lo hiciera en vida. Aprendió a valorar el trabajo en equipo, el altruismo y el sacrificio gracias a sus compañeros de Muertolo-
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ghostgirl El regreso
gía y al apoyo y condescendencia del profesor Brain. Incluso consiguió ir al Baile de Otoño con Damen, el chico de sus sueños. O algo parecido, por lo menos. Y lo más importante de todo, encontró una amiga íntima, un alma gemela, Scarlet Kensington, una conexión que había estado buscando toda la vida. Cruzó satisfecha al otro lado, esperanzada e ilusionada. Pero ahora, su futuro, el que tan luminoso se le presentara en aquel instante, se parecía cada vez más a un punto muerto. La vida en el Otro Lado no era ni mucho menos lo que Charlotte se esperaba. Antes que al paraíso se parecía al día después de Navidad. Cada día. Empezó a repasar la lista de lo que se «suponía» debería ocurrir y no había ocurrido. Nada de puertas celestiales ni arpas. Sólo más trabajo que hacer. A su llegada, recordó,