I. GUERRAS DENTRO DE NUESTRO CUERPO

El francés Louis Pasteur dio al traste con muchos bichos. En ese entonces, las atrocidades de las guerras se sumó con la ignorancia de una ciencia que apenas nacía: la microbiología.
A un italiano llamado Lazzaro Spallanzani se le ocurrió esterilizar cultivos y al hacerlo notó que no eran virulentos cien años antes que Pasteur.
Pasteur empezó de químico con malas calificaciones; algo parecido le ocurrió a Einstein. Debió haber sido interesante para él descubrir que el ácido tartárico es una revoltura de cristales que no giran la luz polarizada. Muchas sustancias tienen la cualidad de hacer girar el plano de un rayo de ese tipo de luz. Pasteur descubrió que el ácido tartárico era una mezcla de …ver más…

Los antibióticos de la familia de la penicilina sirvieron porque no permitían a las bacterias formar su pared celular; los animales como nosotros no tenemos paredes celulares, así que los antibióticos no nos hacen nada. La sepsis es resultado del envenenamiento de la sangre por bacterias resistentes a antibióticos; pero mientras el sistema inmunitario está batallando contra la infección, las bacterias están echando toxinas a la sangre. El sistema inmunitario, al tratar de proteger el cuerpo, manda muchos elementos que provocan una fiebre demasiado alta, una caída de la presión sanguínea, un sangrado interno y hasta un choque mortal. Los laboratorios ya están investigando nuevas posibilidades y con las nuevas técnicas de ingeniería genética. También están buscando y probando compuestos producidos por la naturaleza. Los virus se reproducen más rápido de lo que imaginamos.
En 1992 le llamaron “encuentro” entre la viruela y las enfermedades de transmisión sexual. Los aztecas llamaban matlalzáhuatl a la viruela. Muchas enfermedades asolaban a la ciudad de México, desde 1570 hasta 1840, cuando llegó la “comisión de la vacuna” de España.
En 1796 se conocían las inoculaciones, gracias a las publicaciones del doctor José Ignacio Bartolache y de Don José Antonio de Alzate (. Éste último tenía un periódico llamado Gacetas de Literatura, y el doctor Bartolache ya en 1779 había publicado “instrucciones sobre como remediar a