El terror de ser mujer
Autora: Paquita Madariaga
Gran ironía. Uno de los aviones norteamericanos que bombardeó Afganistán fue un BI- B Lancer, pilotado por una mujer. Parece haber una justicia escondida en el hecho de que los implacables enemigos de las mujeres en ese país fueran castigados, precisamente, por uno de esos seres a quienes ellos desprecian y tratan peor que a los animales. Atrapadas en sus burkas –esas mortajas que las cubren de pies a cabeza desde donde apenas ven el mundo a través de una ventanita- las mujeres afganas son asesinadas a pedradas por adulterio, relegadas al analfabetismo, aprisionadas en sus casas y entregadas a sus maridos en calidad de esclavas. La que se pinta las uñas se arriesga a que le …ver más…
Las salas de cine cerraron, la música cesó, las bailarinas fueron ejecutadas, las estudiantes expulsadas de sus colegios. Un ejército de hombres cegado por la distorsión de una religión de paz y amor instauró un régimen, en el que las mujeres afganas no sólo no pueden educarse, sino tampoco pueden trabajar. A las afganas se les prohíbe dejar sus casas sin que las acompañe un hombre de la familia; no pueden comprar por sí solas y tienen que quedarse fuera de las tiendas mientras que el hombre realiza las compras. No es raro que en ese país desbordado de viudas de guerra, las calles estén llenas de mujeres que mendigan por tener un hombre que les compre comida. Y muchas de ellas abogadas, médicas, maestras. En Paquistán algunas mujeres llevaban burkas. Ninguna de mis amigas, desde luego, se las ponían, pero sí aquellas jóvenes a quienes sus familias tradicionalistas o sus maridos se las habían impuesto. Cierta vez visité el harem de un potenciado local del Peshawar, que seguía al pie de la letra la más estricta versión de la religión, por lo menos, en cuanto a las mujeres se refería. Mi experiencia fue terrible. Cerca de una docena de mujeres se hallaban encerradas como pajarillos en el segundo piso de la enorme y desvencijada mansión. Vestían burkas negras, pero con las caras descubiertas por estar ante una mujer, aquellas prisioneras se reían sin cesar. No sabían qué hacer. Me llamó la atención