El placer que no tiene fin
Autor: William Ospina
Hay un relato de Ray Bradbury en el cual, tiempo después de la era industrial y de las grandes guerras tecnológicas, la humanidad sobreviviente ha prohibido el recuerdo del pasado que obró tantas destrucciones sobre la naturaleza y sobre la vida.
En el presente de esa historia, lo que antes eran los grandes lagos norteamericanos es ahora un profundo cañón de llanuras polvorientas al que llaman El Abismo de Chicago. No existen ya pantallas luminosas ni prodigios tecnológicos, y aunque está prohibido hablar del pasado, hay un niño cuya fascinación es ir a un parque donde un anciano furtivamente le cuenta cómo era el mundo antes de la gran catástrofe, cuando había árboles y pájaros, …ver más…
Pero no, no es eso: es que ya hoy la mayor parte de los niños del mundo no tienen acceso a esos bienes fabulosos de la técnica. No ha sido necesaria la muerte de la civilización tecnológica para que incontables seres humanos no puedan participar de ella. Pero aunque todas esas pantallas, esos estudios y esas factorías desaparecieran, o no estén en condiciones de proveer sus magníficas máquinas de sueños a tanta humanidad necesitada de soñar, todavía nos queda el consuelo de que los niños serán siempre perfectamente capaces de ver lo que no está ante ellos, lo que no es más que el hilo de un relato, lo que apenas una voz cálida y amorosa, paciente y protectora, les vaya contando.
Me gusta imaginar esto por otra razón. Porque en la antigüedad no importaban solamente las historias que los niños siempre supieron ver de esa forma mágica, sino que importaba también la atmósfera en que esas historias se oían, la persona que las relataba, el ritmo en que los hechos eran narrados. El relato, con sus correspondientes visiones, era también un tipo de relación entre las personas.
Contar historias a los niños es una de las más poderosas maneras de expresar el amor que se siente por ellos. Los niños no sólo oyen la historia, también sienten que alguien se las está contando. Ese hecho es importante, porque uno de los frutos de esa magia fue siempre el amor y la gratitud que los niños sienten por esos seres que les