El pagare
Cuento corto
Arrastrando sus pies por el húmedo piso del tercer subsuelo del castillo, el hombre de oscuro atuendo ingresó a la celda del poeta. Pidió a los guardias que se retiraran y apoyó un candelabro de tres velas sobre el suelo de la celda.
En un rincón, se encontraba el reo. El hambre, la sed y la permanente oscuridad de la pétrea bóveda le habían quitado el espíritu vivaz que hubo de mostrar alguna vez, hace ya más de diez años.
El hombre replegó su capucha y desplazó la luz hasta ubicarla cerca del sentenciado. Notando que la luz hacía daño a los ojos acostumbrados a las sombras, el recién llegado sonrió. El preso se refregó los ojos hasta calmar el dolor y, desgarrando los harapos que le cubrían la