El Diablo Estaba Enfermo
Bruce Elliot
THE DEVIL WAS SICK, Bruce Elliot. Copyright 1951 by Fantasy House, Inc.. Permission by the author.
Traducción de Jaime Piñeiro. En: "Los mejores relatos de anticipación", Editorial Bruguera, primera edición en agosto de 1969.
Habían transcurrido evos desde que un paciente violento de verdad atravesó por la fuerza el umbral del Asilo de Cuerdos, Había pasado tanto tiempo, que el ojo del observador ya no se detenía para leer las palabras fundidas en el duradero cristometal que figuraba en la entrada. Antaño un desafío a lo desconocido, el tiempo las había convertido en una frase típica: “Un malvado no es más que un héroe enfermo". La autenticidad de tal divisa era probada, ya no merecía …ver más…
Su investigación había dado resultado.
Silbando alegremente penetró en el archivo y comenzó a trabajar. Oprimiendo el botón que mostraba las letras d-i-a y d-e-m-o, esperó a que el intrincado sistema de relés ejecutase su función. Con un suave zumbido resbalaron por el tubo neumático los carretes adecuados.
Tres semanas más tarde decidió que poseía más conocimientos sobre diablos, demonios y "otras bestias de piernas largas que vagan durante la noche" que cualquier otro habitante de la tierra. Acleptos movió la cabeza pensativo. ¡Pensar que el hombre había descendido tan bajo como para creer en tales cosas!
Se vio obligado a trabajar horas extraordinarias en la máquina de traducir. Todo cuanto había encontrado estaba escrito en latín. ¡Y pensar, también, que durante todos sus años de estudio jamás había oído hablar de aquella lengua!
¡Qué basura! Acleptos se indignaba al descubrir la existencia de una época en la que el homo sapiens había creído en tales tonterías. Increíble, pero aquello ocurrió muchísimos años antes. Se encogió de hombros. Llegó el momento de ponerse a trabajar sobre el problema básico. Su más íntimo amigo, Ttom, entró en el laboratorio de investigación. Ni siquiera le había hecho una visita. ¡Ni tampoco le había comunicado su éxito!
_¿Qué...?
Ttom examinó de una ojeada la impecable estancia verde. Sobre la mesa de cristal, un cocodrilo disecado le miraba fijamente. Descansando contra su escamosa piel había vasijas de