De la fuerza de imaginacion
De la fuerza de imaginación
Miguel de Montaigne
Fortis imaginatio generat casum, dicen las gentes disertas. Yo soy de aquellos a quienes, la imaginación avasalla: todos ante su impulso se tambalean, más algunos dan en tierra. La impresión de mi fantasía me afecta, y pongo todo esmero y cuidado en huirla, por carecer de fuerzas para resistir su influjo. De buen grado pasaría mi vida rodeado sólo de gentes sanas y alegres, pues la vista de las angustias del prójimo angustíame materialmente, y con frecuencia usurpo las sensaciones de un tercero. El oír una tos continuada irrita mis pulmones y mi garganta; peor de mi grado visito a los enfermos cuya salud deseo, que aquellos cuyo estado no me interesa tanto: en fin, yo me …ver más…
A la fuerza de imaginación atribuyen algunos las cicatrices del rey Dagoberto y las llagas de San Francisco. Otros el que los cuerpos se leven de la tierra. Refiere Celso que un sacerdote levantaba su alma en éxtasis tan grande, que su cuerpo permanecía largo espacio sin respiración ni sensibilidad. San Agustín habla de otro a quien bastaba sólo oír gritos lastimeros, para ser trasportado instantáneamente tan fuera de sí, que era del todo inútil alborotarle, gritarle, achicharrarle y pincharle hasta que recobraba de nuevo los sentidos. Entonces declaraba haber oído voces, que al parecer sonaban a lo lejos, y echaba de ver sus heridas y quemaduras. Que el accidente no era fingido sino natural, probábalo el hecho de que mientras era presa de él, la víctima no tenía pulso ni alentaba.
Verosímil es que el crédito que se concede a las visiones, encantamientos y otras cosas extraordinarias provenga sólo del poder de la fantasía; la cual obra más que en las otras en las almas del vulgo, por ser más blandas e impresionables. Tan firmemente arraigan en ellas las creencias, que creen ver lo que no ven.
Casi estoy por creer que esos burlones maleficios con que algunas personas suelen verse trabadas (y no se oye hablar de otra cosa) reconocen por causa la aprensión y el miedo. Por experiencia sé que cierta persona de quien puedo dar fe como de mí mismo, en la cual no podía haber sospecha alguna, de debilidad ni encantamiento, habiendo oído relatar