Cuentos Y Leyendas De Ecuador
Contenido
INDICE 1 1. CANTUÑA 3 2. EL GALLITO DE LA CATEDRAL... 4 3. BRUJAS SOBRE IBARRA 6 4. EL SAPO KUARTAM SE TRANSFORMA EN TIGRE 7 5. ¿HASTA CUÁNDO PADRE ALMEIDA? 8 6. LA CAJA RONCA 1 11 7. LA CAJA RONCA 2 12 8. EL DUENDE 13 9. LA PIEDRA ENCANTADA 15 10. LOS GAGONES 16 11. LOS HIJOS DEL PADRE CHIMBORAZO 17 12. EL CHUZALONGO 18 13. LA DAMA TAPADA 21 14. LA BRUJA 22 15. EL LAGO DEL DIABLO 23 16. LA LEYENDA DEL CEDRÓN 24 17. EN BUSCA DE UN TESORO A TRAVÉS DE LOS OJOS DE MI PRINCESA 25 18. UNA MADRE ES SAGRADA EN LA VIDA 26 19. EL CURA SIN CABEZA 1 27 20. EL CURA SIN CABEZA 2 28 21. NI PARA DIOS NI PARA EL DIABLO 29 22. EL DIABLO DEL RETAMAL 30 23. EL HUAMBRA …ver más…
A la muerte de Cantuña se descubrió en el subsuelo de la casa, bajo un piso falso, una fragua para fundir oro. A un costado había varios lingotes de oro y una cantidad de piezas incas listas para ser fundidas.
2. EL GALLITO DE LA CATEDRAL...
En los tiempos en que Quito era una ciudad llena de imaginarias aventuras, de rincones secretos, de oscuros zaguanes y de cuentos de vecinas y comadres, había un hombre muy recio de carácter, fuerte, aficionado a las apuestas, a las peleas de gallos, a la buena comida y sobre todo a la bebida. Era este don Ramón Ayala, para los conocidos "un buen gallo de barrio".
Entre sus aventuras diarias estaba la de llegarse a la tienda de doña Mariana en el tradicional barrio de San Juan. Dicen las malas lenguas que doña Mariana hacía las mejores mistelas de toda la ciudad. Y cuentan también los que la conocían, que ella era una "chola" muy bonita, y que con su belleza y sus mistelas se había adueñado del corazón de todos los hombres del barrio. Y cada uno trataba de impresionarla a su manera.
Ya en la tienda, don Ramón Ayala conversaba por largas horas con sus amigos y repetía las copitas de mistela con mucho entusiasmo. Con unas cuantas copas en la cabeza, don Ramón se exaltaba más que de costumbre, sacaba pecho y con voz estruendosa enfrentaba a sus compinches: "¡Yo soy el más gallo de este barrio! ¡A mí ninguno me ningunea!" Y con ese canto y sin despedirse bajaba por las