1-
2- La Revolución de 1943.
Expectativas en el movimiento sindical
3- Reacción
oligárquica
4- Del 8 al 17 de octubre: la
ineficacia opositora y el oportunismo sindical
5- La formación del
Partido Laborista: expresión de la autonomía
obrera
6- La
organización del Partido Laborista
7- 1946.
Inmejorables condiciones y disolución del Partido
Laborista
8- Cipriano
Reyes: el coraje de Reyes frente al poder de
Perón
9- Conclusiones
El objetivo de
este trabajo es describir cómo el movimiento
sindical obrero pudo construir un partido político
autónomo que representase los intereses de la propia clase
trabajadora. Para eso haremos referencia a la relación que
la llamada "vieja guardia sindical" fue tejiendo con el gobierno de la
Revolución
que se alzó con el poder el 4 de
junio de 1943 derrocando al gobierno
conservador de Ramón S.
Castillo. Estos acercamientos fueron posibilitados por los
movimientos tácticos de Juan Domingo Perón, que
vio en la clase obrera, y en sus representantes, la baza para
sacar de la inoperancia a un gobierno que se vio eclipsado por la
falta de legitimidad popular.
La importancia de recalcar esta tácita alianza es
que es central para comprender los sucesos acontecidos en los
días de octubre de 1945, que decidieron la suerte política de Perón,
como también consolidó las intenciones del movimiento
sindical obrero de llevar sus luchas y reivindicaciones al campo
político. Desde esta perspectiva se podrá
comprender el porqué del surgimiento del Partido Laborista
como un organismo pensado desde el sindicalismo
para resguardar los beneficios que desde la Secretaría de
Trabajo y Previsión Perón supo
otorgarle.
Tomaremos de diversos autores la hipótesis de que fue esa vieja guardia
sindical la principal promotora de un partido que respondiese a
los intereses tradicionalmente obreros.
Asimismo se hará hincapié en mostrar que
la intención de los sindicalistas que llevaron adelante el
Partido Laborista fue la de mantener la autonomía frente a
la figura de Perón. Y fue justamente esa idea de independencia
la que iba a entrar en colisión con los intereses del
líder,
quien para mantener su proyecto
político debía asegurarse la adhesión
incondicional de las fuerzas que lo apoyasen.
Pese a que algunos de sus principales creadores, como
Cipriano Reyes, Luis Gay, opusieron resistencia a los
embates de Perón, el novel partido no tenía la
fuerza y
la
organización suficiente como para sobrellevar las
hábiles estrategias del
coronel, en su objetivo de
alinear a todo el sindicalismo
detrás de su figura.
Pero antes de adentrarnos de lleno en el proceso de
robustecimiento del movimiento obrero desde fines del año
1943, daremos un breve recorrido a la situación en que se
encontraba el país desde la década del 30, para
poder enmarcar
debidamente los sucesos a describir. Asimismo incluiremos
el estado en
que se encontraba el movimiento sindical en dicha
época.
El hundimiento financiero de la bolsa de New York en
octubre de 1929 marcó un punto de inflexión en la
política
mundial. En Argentina este
quiebre se reflejó en el derrocamiento de Hipólito
Hirigoyen a manos de los militares encabezados por José E.
Uuriburu. A partir de este suceso se va desplegar un decenio
manejado por las fuerzas conservadoras que manipularán a
su antojo tanto al Estado como a
los gobiernos que lo componían. El mecanismo estatal
será caracterizado por la intervención en los
asuntos del país a través de la negociación directa con los diferentes
sectores que lo constituían. Aunque algunos, como el
movimiento obrero, quedarán relegados a un papel
secundario, sin voz ni voto.
En el plano económico se dio comienzo,
específicamente a partir de 1933, al período
denominado como sustitución de importaciones.
Este reflejaba la contracción que los mercados
internacionales estaban sufriendo; por un lado las exportaciones
argentinas no encontraban mercados para su
recepción, y por el otro las importaciones que
otrora entraban en el país ahora se habían reducido
radicalmente. Pero esto no supuso una industrialización
profunda, que cambiara los términos de la economía
Argentina. Como señalan Murmis y
Portantiero1, la clase terrateniente
oligárquica que había hegemonizado el poder en la
corta vida del país seguía
ejerciéndólo, pero debido al cambio de la
coyuntura vio con buenos ojos que se impulsara un limitado
crecimiento industrial; basado principalmente en la
expansión de las industrias
preexistentes. Ya el Pacto Roca-Runciman le había
asegurado el cuidado de la relación comercial con Gran
Bretaña, que tan fundamental era para ese sector. De esa
forma quedaba resguardado su caudal de influencia y dinero para
seguir detentando el control del
país.
En lo que respecta a las relaciones exteriores, durante
los años 30 se lubricó la relación
triangular entre Argentina-Gran
Bretaña-E.E.U.U.. Este último había
comenzado a exportar hacia la Argentina grandes cantidades de
bienes de
consumo y
maquinarias, lo que no podía ser compensado con la
producción de alimentos del
país ya que Norteamérica era autosuficiente en ese
aspecto (como obviamente lo era en el industrial). A su vez
Estados Unidos
era también acreedor de Gran Bretaña, que
perdía mercados frente a su competencia. Esto
creó una relación trilateral que tendrá a la
Argentina como su vértice más débil.
Recién con los acontecimientos de la Segunda Guerra
Mundial ese lugar cambiará y el país
tendrá una posición más independiente frente
a las dos potencias.
El tibio giro dado hacia la industrialización
marcaría una tendencia que con los años
terminaría por acentuarse. Y este nuevo camino
generó que a partir de mediados de los años
30’ las industrias
comenzaran a necesitar mayor cantidad de mano de obra. Esta
formó una abigarrada masa, compuesta en gran forma por
hombres y mujeres venidos desde el interior en búsqueda de
una mayor prosperidad. Este desarrollo
industrial se caracterizó por un proceso de
acumulación sin distribución, lo que conllevó una
gran explotación de la mano de obra.
En la primera mitad de los años 30 este mecanismo
de explotación fue sufrido por los obreros sin que
éstos pudieran oponer resistencia. Se
debía principalmente a que el sindicalismo se había
quedado sin posibilidad de acción ante el daño
causado por la desocupación y las medidas represivas que
el empresariado utilizaba como medio para mantener su liderazgo. Sin
embargo a partir de 1935 la situación empieza a cambiar
gracias al ascenso del índice de ocupación, por lo
cual la capacidad negociadora sindical se vigoriza. En ese mismo
año un cisma en la cúpula dirigencial obrera
desemboca en la división entre la CGT y la USA.
Está última ira perdiendo importancia, y ya a
principios de
la década del 40 contará con 14.000 afiliados,
frente a los 300.000 ceguetistas. El espectro será
completado con la presencia de los sindicatos
autónomos, cada vez más importantes.
Con el comienzo en septiembre de 1939 de la segunda guerra
mundial (de cuya injerencia nos ocuparemos más
adelante) el proceso de sustitución de importaciones toma
nuevo ímpetu. Y esto repercute en una mayor
ocupación obrera, que sin embargo no se condice con
mejoras salariales, lo cual generará un crecimiento de la
combatividad de las clases bajas (que se venía dando ya
desde 1936-37). El año 1942 marcará el punto
más álgido en la lucha, con una gran cantidad de
huelgas. Pese a este incremento, las reivindicaciones solicitadas
serán desoídas o mitigadas con tratos que no
contentarán a las masas proletarias. Finalmente, en 1943,
la conducción sufre una nueva crisis: la
escisión entre la CGT 1 (apolítica) y la CGT 2
(política, manejada por comunistas y
socialistas).
De esta forma accedemos al año 1943 con un
movimiento obrero que comienza a mostrar su disconformidad con
toda una década de manipulación y
marginación. Y estas expresiones empiezan a desbordar a
los principales adalides conservadores que miran azorados
cómo el propio monstruo creado se desbanda de su curso
normal. Las reivindicaciones estaban planteadas y faltaba que
apareciera alguien que se prestase a tomarlas en
cuenta.
2- La Revolución
de 1943. Expectativas en el movimiento sindical
La caída del gobierno de Castillo en manos de los
militares, el 4 de junio de 1943, fue recibida por el
sindicalismo con esperanzas de encontrar oídos a sus
reclamos, que venían acumulándose desde principios de la
década del 30’. Una vez producido el golpe de estado,
las tres organizaciones
representantes de los obreros, la CGT 1, la CGT 2 y la USA,
deciden dar su apoyo a las metas oficiales.
Pronto el régimen militar iba a demostrar que
estas expectativas eran vanas: el 10 de julio decide disolver la
CGT 2, lo que da comienzo a la persecución y
represión de dirigentes sindicales, en su mayoría
comunistas. Estos se convirtieron en el blanco político
del régimen debido a que eran el sector sindical que
denunció las prácticas autoritarias y fascistas de
los militares con mayor encono. No así actuó el
grueso de la dirigencia obrera, de corte socialista y
sindicalista, que decidió silenciar sus disidencias y
buscar la forma de entablar conversaciones con los representantes
gubernamentales.
La represión no llegó sólo a las
filas sindicalistas sino que fueron disueltos los partidos
políticos, como también la Acción
Argentina, que nucleaba a los partidos que pujaban por romper
relaciones con el eje. Además se intervinieron las
universidades y se estableció la obligatoriedad de la
enseñanza religiosa.
Sin embargo, iba a ser Perón quien producto de su
paso por el viejo continente antes de la guerra,
tendría el antídoto para saciar los sentimientos
aciagos de una clase poco tenida en cuenta en el panorama
político-social argentino. Una vez a cargo de la Dirección Nacional del Trabajo, el 27 de
octubre de 1943, luego bautizada Secretaria de Trabajo y
Previsión, dedicó su tiempo a
vincularse con los máximos dirigentes sindicales. Salvo
los dirigentes comunistas, perseguidos y hostigados, todos los
demás sindicalistas se reunieron en un clima
propicio.
En primera instancia los acercamientos que el gobierno
de la revolución realizó con los dirigentes
sindicales van a ser recibidos por estos con cautela. No
hacía pocos meses habían sido vapuleados por
medidas represivas. Por eso Perón, como representante del
gobierno en estas conversaciones, va a tratar de seducir a los
sindicalistas con promesas de próximas mejoras.
La relación entablada entre los sindicatos y
Perón no será bien vista por un importante grupo de
militares que se identificarán con la línea
más dura dentro del gobierno. Este cortocircuito se
reflejará en los sucesos del 1 de mayo de 1944. En esta
fecha las organizaciones
obreras deciden festejar el Día del trabajo y aprovechar
para manifestar sus quejas públicamente. Ante este hecho
el gobierno se divide entre los que prohiben tal convocatoria y
quienes, tras Perón y su segundo Domingo Mercante,
intentan apaciguar los reclamos obreros. Aprovechando estas
circunstancias, Perón va a dar un discurso en el
cual declarará formalmente el tiempo de la
justicia
social anteriormente prometido a los sindicalistas.
Específicamente anunciará una serie de medidas que
coincidirán con reivindicaciones mantenidas por la CGT.
Así quedará inaugurada una época de bonanza
para el movimiento obrero, expresada por múltiples
beneficios que se otorgarán a lo largo del año 1944
y 1945. Una medida de este cambió lo dan las cifras: entre
el año 1940 y 1943 se promovieron 7 leyes referidas
al ámbito laboral; mientras
que entre 1943 y 1946 la cifra se extiende a
1112.
El movimiento obrero obtendrá mejoras directas de
este viraje en la política estatal, como ser la
expansión de los servicios
médicos del sindicato
gracias a la ayuda financiera del gobierno y beneficios en las
normas sobre
accidentes de
trabajo y jubilación. También se extendió el
régimen de vacaciones pagas y accidentes de
trabajo. Pero uno de los puntos esenciales de las reformas se
centrará en las ventajas obtenidas en el ámbito de
las negociaciones colectivas. En los 15 meses posteriores a mayo
de 1944 se firmaron cerca de 700 contratos (que
contrasta con los 400 firmados entre 1941 y 1943)3.
Todos ellos supervisados por la atenta mirada de la secretaria de
Trabajo y Previsión.
En este sentido el Estatuto del Peón fue una de
las leyes que
tendió a resquebrajar la sólida posición del
capital por
sobre el trabajo en
el ámbito rural, el cual, hasta ese momento, había
permanecido exento a las luchas sindicales. Esta nueva
legislación permitía la entrada del Estado y el
sindicato en
la regulación de las relaciones entre los trabajadores del
campo y sus patronos; relación que tradicionalmente se
había construido a través de las pautas
establecidas por los segundos.
¿Cómo fue recibido por la dirigencia
obrera este conglomerado de medidas?
Siguiendo el análisis de Juan Carlos Torre4,
que creemos pertinente para la línea de nuestra investigación, se desprende que las filas
dirigenciales supieron aprovechar estos cambios con oportunismo.
Esto significa que si bien debían mantener cierta
dependencia ante el gobierno militar, y más
específicamente frente a Perón, no estaban
dispuestos a resignar la autonomía del movimiento. Esta
idiosincrasia bebía de las fuentes de la
vieja guardia sindical que veía en el mantenimiento
de su postura apolítica el principal bastión para
su integridad.
El acto para conmemorar el primer aniversario de la
Secretaría de Trabajo y Previsión, en noviembre de
1944, ilustra los sentimientos de los dirigentes obreros hacia la
política oficial. Allí, B. Celiz, secretario de los
trabajadores del azúcar,
sostuvo:
"Es la primera vez que en la historia del movimiento
obrero argentino se registra un homenaje de las organizaciones
sindicales a una repartición del Estado
¿Cómo es posible- preguntarán algunos- que
los sindicatos obreros, que tanto han luchado para mantener su
independencia
y que tan orgullosos están de ella, realicen hoy (este)
homenaje? (…) Nunca como ahora los trabajadores han tenido
tantas garantías del Estado para la acción sindical
en defensa de sus intereses económicos y sociales. (…)
Al influjo de las garantías del Estado (podemos)
contemplar un resurgimiento de la organización obrera. Cuanto más
poderosos sean los sindicatos, el proletariado disfrutará
de mejores condiciones de vida, de salarios
más elevados, viviendas más confortables. Todo ello
será posible porque tendremos instituciones
que nos defenderán de la voracidad
capitalista."5
La nueva política del régimen antes
señalada llevará a que las clases más
acomodadas de la Argentina comiencen a mostrar su desacuerdo con
el camino adoptado. Serán las asociaciones patronales las
primeras voceras de tal oposición, debido a que se
convertirán en las mayores perjudicadas con el avance
obrero sobre posiciones que antes no le era posible ocupar. Lo
importante para nuestro trabajo es señalar en qué
medida esta reacción fue fundamental para que el
sindicalismo dejara de lado sus vacilaciones políticas
y se decidiera a darle su total apoyo a Perón, y junto con
eso, primordialmente, llevar adelante el primer proyecto
partidario sindical en la Argentina. Principalmente porque
verán con temor esta nueva avanzada de las organizaciones
patronales, lo que prometía volver a tiempos de
infelicidad y explotación para el movimiento
obrero.
La primera gran demostración de oposición
al régimen representado cada vez más en la figura
de Perón, será el 16 de junio de 1945 cuando 319
entidades patronales den a conocer un "manifiesto de las Fuerzas
Vivas" en el cual se formalizará la protesta por la
legislación
laboral del gobierno. La proclama era encabezada por la Bolsa
de Comercio,
Cámara Argentina de Comercio, la
Industria y la
Producción, Bolsas de Cereales,
Cámara de grandes tiendas y anexos y Cámara de
Exportadores. El manifiesto patronal formula una severa condena a
la Secretaría de Trabajo:
"Las fuerzas vivas del país están
profundamente preocupadas y alarmadas ante el ambiente de
agitación social que daña la disciplina y
el esfuerzo productivo de la colectividad. El clima de
descontento se origina y es instigado desde las esferas oficiales
(…) Contra lo que nos oponemos es contra la creación de
un clima de sospecha, provocación y rebeldía, que
estimula el resentimiento y genera reclamos
permanentes"6
Esta proclama contribuyó en la
polarización de la sociedad,
generando un clima de resentimiento entre dos grandes grupos que en los
meses venideros iban a disputarse el poder en la Argentina,
desembocando en los hechos de octubre. Por lo pronto, esta
manifestación patronal provocó una rápida
reacción sindical que redobló la jugada realizada
por el capital.
Cuatro días después comenzaron a oírse las
voces sindicalistas, que culminaron en la concentración
del 12 de julio con el lema "en defensa de las mejoras obtenidas
por los trabajadores por intermedio de la Secretaría de
Trabajo y Previsión". El orador central, Angel Borlenghi,
mantuvo una actitud
desafiante en su discurso e
instigó al movimiento obrero a que "gravite en la
solución de los problemas
políticos, económicos e institucionales de la
República" y que lo haga con "absoluta independencia". El
camino hacia una solución política de los problemas
obreros comenzaba paulatinamente a construirse (y será
facilitada cuando en octubre el sindicalismo obtenga el derecho a
ejercer actividades políticas
a través de la ley
23.852).
A partir de estos sucesos de julio de 1945 comienza una
avanzada de las clases más acomodadas en contra de la
política del régimen militar. Esta
cristalizará en la marcha de la Constitución y la Libertad que
será encabezada por la oposición, en septiembre de
1945. El principal slogan de tal muestra de
descontento era el traspaso del poder gubernamental a la Corte
Suprema de Justicia. Pero
para comprender estos sucesos y los que se desarrollarán
en los próximos meses hay que tener en cuenta los
acontecimientos que se iban sucediendo en Europa– el fin de
la Segunda Guerra Mundial– y
cómo estos marcaron el desarrollo de
la política vernácula. Será el embajador de
los Estados Unidos en
la Argentina, Spruille Braden quien apoyará y
alentará toda causa que se identifique contra la figura de
Perón, quien según la visión del
Departamento de Estado norteamericano encarnaba los programas
fascistas que habían hecho sucumbir al viejo
continente.
La guerra que
venía asolando a Europa desde
septiembre de 1939 caló hondo en la política de
nuestro país. Siguiendo la tradición arraigada en
la Primera Guerra
Mundial, los mandatarios que estuvieron en el poder
mantuvieron la neutralidad. Esa decisión no fue objetada
por los Estados Unidos, que justamente llamó a tomar esa
actitud frente
a la confrontación. Pero esa postura cambió
radicalmente en cuanto el país del norte se
encontró dentro de la guerra por el ataque de Japón,
a fines de 1941. A partir de allí Argentina fue
constantemente presionada para que tomase partido por las
potencias antifascistas. Tanto fue así que
Norteamérica la excluyó del programa de
rearme para sus aliados, y también apoyo a la
oposición democrática al régimen conservador
a través de su embajada.
En el ámbito económico el cierre de los
mercados europeos redujo las exportaciones
agrícolas, sin embargo aumentaron mucho las ventas de
carne congelada y enfriada a Gran Bretaña. Como a su vez
disminuyeron las importaciones británicas, la Argentina
comenzó a tener saldos favorables con el Reino Unido. Ya
en 1939 se había convenido que las libras por los pagos
ingleses quedarían bloqueadas en ese país, y que al
fin de la guerra serían repatriadas. Esto significaba una
oportunidad inigualable para que el país pudiera impulsar
su desarrollo en el futuro. A su vez la industrialización
sustitutiva gozaba de un nuevo impulso, ayudado por la
aparición de países limítrofes necesitados
de los productos
industriales extranjeros. La industria
empezaba a lucir mecanismos propios que la convertían en
el pilar fundamental en donde apoyar los proyectos
nacionales en la posguerra.
Finalmente el gobierno militar conducido por Farrel
accedió en marzo de 1945 a declararle la guerra al eje
Berlín-Roma-Tokio (ya en
1944 se había roto relaciones con esos países, lo
cual generó el desplazamiento del general Pedro Ramírez,
jefe máximo del régimen, de parte de los oficiales
antinorteamericanos que lo sustituyeron por Farrel),
condición necesaria para formar parte de la
Organización de las Naciones Unidas
que se estaba constituyendo.
La liberación de París en agosto de 1944
será el hecho que reflejará en la Argentina el
rumbo que ya había tomado la conflagración.
Producto de
esto comienzan a revitalizarse los partidos
políticos, ayudados por un despertar social que
levanta las banderas del antifascismo.
Un punto que nos interesa recalcar para nuestro trabajo
es que la actitud frente al conflicto
bélico dividió las aguas políticas del
país entre los que abogaban por la ruptura de las
relaciones con las potencias del eje y aquellos que simpatizaban
con los ideales fascistas. Entre estos últimos se
encontraba gran parte del gobierno de la revolución,
dentro de los cuales hay que contar al coronel Perón. Y
esto fue utilizado por la oposición partidaria y
oligárquica como uno de los argumentos centrales en contra
de la nueva política promovida desde la Secretaría
de Trabajo y del Ministerio de la Posguerra, y por
extensión contra el movimiento obrero.
En este sentido es que cobra importancia la marcha de la
Constitución y la Libertad como
proceso que termina de sellar la alianza política en
contra del gobierno de la revolución, alianza que
excluía a los obreros. Este nivel de oposición
estaba representado por amplios sectores sociales, entre los que
se contaban todos los partidos políticos, las
universidades y los medios. Estos
reclamos pudieron salir a la luz, no
sólo por los propios intereses de un sector de la sociedad que se
contraponían a los encarnados por la política del
régimen, sino por la acción de Braden que
atizó los ánimos para que el presidente Farrell y
el coronel Perón cayeran ante las fuerzas
disidentes.
Lo que demuestra esta intervención foránea
en los asuntos internos del país es la
globalización que sufrió la política en
estos tiempos, que se movía al son de las noticias que
llegaban desde Europa.
La demostración contraria al régimen
militar contribuyó a tensar más la deshilachada
cuerda que pendía entre los sectores que iban polarizando
el marco político de la época. División que
se solidificó luego de los hechos de septiembre, debido a
la actitud gubernamental que apuntaló los controles
autoritarios ya característicos desde su asunción
para tratar de conservar el poder que se le estaba diluyendo poco
a poco. Entre ellos se cuentan la intervención de
facultades, el restablecimiento del estado de sitio y la
persecución de estudiantes que iba a exacerbar el odio de
este grupo social,
el cual tendría una función
central en los próximos meses de lucha.
La batalla contra el régimen estaba llegando a su
punto más crítico, pero para poder concretarse una
acción deliberada que horadase directamente sus fuerzas
hubo que esperar a que un sector de las mismas Fuerzas Armadas se
mostrase hostil a sus principales representantes,
específicamente el coronel Perón.
4- Del 8 al 17 de octubre:
La ineficacia opositora y el oportunismo sindical
La presión
ejercida por el grupo de oficiales de Campo de Mayo para que
Perón presente su renuncia hace efecto y el 8 de octubre,
el mismo día de su cumpleaños, el coronel dimite
ante el pedido del mismo presidente Farrel. Antes, las reuniones
de éste con el representante de los insurrectos, el
general Eduardo Avalos, jefe de la Guarnición militar
Campo de Mayo, habían dejado en claro que la
válvula de escape para que las tropas no marcharan sobre
la Casa Rosada era la indeclinable separación de
Perón de todo cargo público.
A instancias de los dirigentes sindicalistas más
cercanos a él (Luis Gay, sindicalista telefónico y
Cipriano Reyes, frigorífico, lo motivaron para que pidiera
permiso ante las autoridades para despedirse de los obreros),
Perón dio un discurso en la puerta de la Secretaría
de Trabajo en donde hizo un repaso de toda la obra que desde ese
organismo se había realizado en favor de los obreros.
Allí expresó palabras como "No se vence con
violencia, se
vence con inteligencia y
organización", "Les voy a decir
‘hasta siempre’, porque desde hoy en adelante
estaré con ustedes más cerca que
nunca"7. Hasta sugirió que "me
incorporaré a un sindicato y lucharé desde
abajo"8 para demostrar que serviría al pueblo
con todas sus energías. Creemos relevante este discurso en
el sentido de que contenía una tácita señal
hacia el movimiento sindicalista para que éste se
organizara para defender los logros conseguidos a través
de una lucha que ahora aparecía amenazada. Este mensaje
será afianzado por las palabras del nuevo secretario de
trabajo y previsión, Avalos, quien dejo claro que el Estado
pasaría a ser neutral en los conflictos
entre empleados y empleadores.
Luego Perón será encarcelado en la isla
Martín García, lo que mostraba que su carrera
política estaba llegando a su final. Mientras tanto el
gobierno se debatía en cómo iba a quedar conformado
el nuevo gabinete.
Paralelamente la inercia de la oposición va a ser
un factor fundamental para que los dirigentes sindicales se
encuentren con un as en la manga que posibilitará torcer
la historia a su
favor. Siguiendo el análisis de Félix Luna diremos que
la férrea posición opositora de pedir que sea
traspasado el gobierno a la corte, impedirá que pueda
hacer uso de una irrepetible oportunidad de neutralizar
políticamente al coronel Perón y a su base de apoyo
obrera. Según las palabras del historiador: "Esos hombres
formados en su mayoría en la dúctil escuela
negociadora del conservadurismo se tornaron rígidos
justamente cuando debían ser flexibles (…) desbordaron
de odio y desconfianza cuando debían acortar distancias
con el ejército (…)9". El estancamiento de
las fuerzas políticas disidentes permitió que el
movimiento sindical comenzará a tejer la red de contención
para ayudar a su benefactor caído en desgracia. Sin
embargo esto no se logrará sin desavenencias entre los
mismos cuadros dirigenciales, expresión de la
fragmentación que sufrían por esos
momentos.
Conocida la noticia del arresto de Perón la CGT
debatirá sobre la conveniencia de llamar a una huelga
general. El conflicto se
generaba porque algunos sindicalistas creían que hacer una
demostración de fuerza en
contra del arresto de Perón estaba fuera del ámbito
de interés
propiamente sindical. A su vez el principal representante de los
sindicatos autónomos, Cipriano Reyes, se reunió con
el secretario general de la CGT, Silverio Pontieri, en donde
quedaron marcadas sus diferencias. La conducción de la
central obrera no le perdonaba al díscolo dirigente de la
carne que en el pasado intentara mantener una posición
independiente en las negociaciones con el gobierno. Finalmente,
mientras en todo el país los sindicatos comenzaban a
movilizarse, la CGT decide llamar a una huelga general
para el jueves 18 de octubre. Salvo la Unión Ferroviaria
que estaba dispuesta a mantener conversaciones con los sectores
dominantes, el resto de los sindicatos, tanto los viejos gremios
como los nuevos industriales, apoyan la huelga decretada. Esto es
entendido por ellos como un contraataque a la ofensiva sufrida a
partir de los hechos que se desencadenan el 8 de
octubre.
Sin embargo, será Cipriano Reyes el hombre que
se ponga a la vanguardia del
movimiento de apoyo a Perón. A través de su
acción en los suburbios de Berisso y Ensenada
comenzará a gestarse la multitudinaria movilización
del 17 de octubre. El hecho de que la manifestación se
adelante un día de lo previsto por la CGT hizo suponer a
varios autores que ésta había sido
espontánea, perdiendo de vista todo el trabajo
organizativo que había montado el aparato sindical para
que ésta fuese llevada a cabo.
La importancia que para nosotros toma esta monumental
muestra de
fuerza de parte del movimiento obrero es que terminó de
decidir a aquellos sindicalistas indecisos de volcarse a la
política, quienes pensaban en la tradicional conciencia
apolítica sindical como uno de los elementos esenciales
para su supervivencia. Asimismo le insufló el aire suficiente
como para organizar un partido de neto corte sindicalista que
habría de defender los adelantos que se habían
conseguido en el pasado.
Los hechos acontecidos el miércoles 17 de octubre
de 1945 sellaron la suerte del gobierno de la revolución
que tuvo que acatar la solicitud de la multitud concentrada en la
Plaza de Mayo para que Perón les dirigiese la palabra. La
opción mantenida por el general Avalos de reprimir a las
personas que iban juntándose frente a la Casa Rosada no
fue escuchada por el presidente Farrel. Frente a la magnitud de
la movilización esto se tornó imposible de
realizar. La historia había dado un vuelco, y sería
el coronel Perón, quien había escapado de un
seguro
ostracismo, el que se ubicaría en el centro de la
política Argentina. A su vez el sindicalismo argentino
dará comienzo a su proyecto partidario, que tomará
forma el 24 de octubre con la fundación del Partido
Laborista.
5- La
formación del Partido Laborista: Expresión de la
autonomía obrera
El rasgo fundamental que caracterizó a este
proyecto sindical fue que intentó construir una
organización política verdaderamente
autónoma. Este paso fue casi obligado por las
circunstancias históricas que lo llevaron a arremeter con
ímpetu en las arenas políticas con el fin de
proteger los dos años de beneficios conseguidos. A su vez
la autonomía mantenida con respecto al Estado y la figura
de Perón será la columna vertebral en sus
años de vida. Para Susana Pont esto sería de gran
relevancia ya que "el movimiento obrero tenía
independencia frente al poder político y la tendría
frente al gobierno que había apoyado, el cual no
debería intervenir ni determinar la vida del movimiento
sindical"10.
Nadie mejor que el propio diario del partido, "El
Laborista", para expresar el sentir del sindicalismo ante la
opción que se le abría en el
país:
"Muchas personas se formulan la reflexión:
¿Para qué la creación de un nuevo partido
obrero? Refiriéndose al laborista. La respuesta es
sencilla: para que los mismos obreros puedan hallarse en
condiciones de defender directamente las conquistas alcanzadas
durante los dos años y medio de gobierno revolucionario y
que correrían el riesgo de
desaparecer si volviesen al poder los representantes de los
viejos partidos electoralistas que nunca o poco se ocuparon de la
suerte de los trabajadores"11.
El nuevo partido que nacía tomó como
ejemplo para su constitución al Partido Laborista
Británico (Labour Party). Este había
triunfado en las últimas elecciones celebradas en julio de
1945, dejando atónito a todo el mundo, ya que se
había vencido al prestigioso político conservador
Winston Churchill. Clement Attle fue su sucesor, a quien le
tocó ocupar la silla de Primer Ministro en la conferencia de
Postdam, en julio de 1945; cuando la guerra ya estaba en su
ocaso.
El Labour Party había estado en el poder en los
años 1924 y 1929 en los gobiernos de Mc Donalds, no
pudiendo dejar huellas importantes debido a las dificultades
económicas del momento. El programa
político del partido recién llegado al gobierno
sostenía un proceso de nacionalizaciones de las industrias
y servicios, y
un plan de reformas
que incluía conceptos de servicio
social garantizando al individuo una protección en todas
sus edades ("desde la cuna a la tumba"). Estas premisas
provenían de las ideas Keynesianas que comenzaban a estar
en boga.
La repercusión que está victoria laborista
tuvo en el resto del mundo queda reflejada en las palabras del
historiador Giuseppe Mammarella: "En el mundo la victoria
laborista fue acogida con reacciones diversas: con
satisfacción y esperanza por la izquierda europea y con
preocupación en Estados Unidos, donde se temía que
fuese el primer signo de una tendencia generalizada hacia la
izquierda que habría llevado a comunistas y socialistas al
poder también en los otros países de Europa
continental"12. Por esto no sorprendió que el 8
de mayo Estados Unidos cese con las ayudas económicas
promovidas a Gran Bretaña, ayudas que eran vitales para
llevar a cabo su plan quinquenal
de gobierno y que habían sido el principal sostén
del país europeo durante la guerra.
El hecho de que el Partido Laborista argentino haya
puesto la mirada en su par inglés,
es una muestra más del peso que los hechos acontecidos en
Europa tenían en estas tierras.
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