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Pancreatitis Aguda




Enviado por cmartinezcano



     

    • EPIDEMIOLOGIA
    • ETIOLOGIA
    • PATOGENIA Y
      FISIOPATOLOGIA
    • PROCESO AUTOFAGICO
    • FENOMENOS
      HUMORALES
    • ANATOMIA
      PATOLOGICA
    • CLINICA
    • ESTADO ACTUAL DE LOS CRITERIOS PRONOSTICOS
    • EN LA PANCREATITIS
      AGUDA
    • PRONOSTICO
    • COMPLICACIONES
    • Sistémicas
    • Locales
    • TRATAMIENTO

    La pancreatitis aguda se caracteriza
    clínicamente por dolor abdominal acompañado de
    elevación de las enzimas
    pancreáticas en plasma, orina u otros fluidos
    orgánicos. Habitualmente su curso es leve aunque n o son
    raras las formas graves e incluso mortales. El proceso es
    resultado de la inflamación aguda del páncreas de
    diferente gravedad y que en la mayoría de los casos se
    resuelve con normalización anatómica,
    clínica y funcional.

    EPIDEMIOLOGIA

    La incidencia de la pancreatitis aguda parece
    haberse incrementado notablemente en los últimos
    años y en la mayoría de las series comunicadas en
    el mundo occidental se encuentra entre cinco y once casos por
    100.000 habitantes y año. Esta incidencia muestra amplias
    variaciones de unos países a otros e incluso, dentro de un
    mismo país, según el área considerada. Tales
    diferencias pueden estar influidas por falta de uniformidad en
    los criterios diagnósticos, por el interés
    puesto en su identificación así como por la
    distinta incidencia de los factores etiológicos sobre las
    poblaciones de referencia. También la diferente
    prevalencia de las principales causas de pancreatitis aguda
    explicaría la gran variación constatada en la
    distribución por sexos, cuya
    relación hombres/mujeres oscila entre 1/0,3 y 1/5,6 en
    función de las series consideradas, según sea el
    alcoholismo o
    la litiasis biliar la etiología más frecuente. En
    España,
    esta relación puede estimarse en torno a ½.
    Mayor uniformidad existe en la edad de presentación cuya
    media se sitúa alrededor de los 55 años,
    encontrándose la mayoría de los casos entre los 30
    y 70 años. No obstante, puede verse a cualquier edad
    aunque es rara en la infancia.

    ETIOLOGIA

    En la etiología de la pancreatitis aguda se
    han involucrado numerosos factores (tabla 1), aunque para muchos
    de ellos los soportes epidemiológicos,
    fisiopatológicos e incluso experimentales son confusos o
    carecen de suficiente solidez. La mayoría de los casos
    (60%-85%) se presentan en pacientes con litiasis biliar o con
    antecedentes de ingestión excesiva y habitual de alcohol. En un
    10% más se identifica alguno de los restantes factores
    etiológicos propuestos. Finalmente, en una
    proporción que oscila entre el 8% y el 24% de los casos no
    se encuentra ninguna explicación causal.

    Entre estas pancreatitis consideradas como
    idiopáticas, muchas veces recurrentes, es posible
    encontrar cada vez con mayor frecuencia alteraciones que permiten
    encuadrarlas dentro de las de origen biliar.

    La relación de la litiasis biliar y el
    alcohol con la
    pancreatitis aguda está claramente establecida, aunque se
    desconozcan los mecanismos íntimos por los que se activan
    las enzimas
    pancreáticas. La mayor o menor incidencia de una u otra
    causa responde con frecuencia al área geográfica o
    la comunidad a que
    pertenecen los enfermos considerados. Así, en EE.UU. y los
    países del norte de Europa suele
    dominar el alcoholismo,
    en Francia y
    Reino Unido se observa un ligero predominio de la litiasis
    biliar, mientras que en España, y
    sobre todo, en Sudamérica la litiasis constituye con mucho
    la causa más frecuente.

    Aparte de los datos
    epidemiológicos, la relación entre pancreatitis y
    litiasis biliar se soporta en una serie de datos
    constatados.

    Tras un episodio de pancreatitis aguda es posible
    hallar en las heces cálculos biliares de pequeño
    tamaño en un 84% a 94% de los casos, proporción muy
    superior a los encontrados en la litiasis biliar sola
    (aproximadamente 11%). Comparados con los enfermos operados
    únicamente por litiasis biliar, en los pacientes que han
    sido intervenidos de esta enfermedad tras sufrir una pancreatitis
    aguda se ha encontrado mayor incidencia de anomalías
    anatómicas en la vía biliar, cálculos
    comparativamente más pequeños y numerosos, y una
    frecuencia unas cuatro veces superior de reflujo de bilis hacia
    el conducto pancreático.

    Tabla 1

    causas de pancreatitis
    aguda

    Colelitiasis

    Abuso de alcohol (agudo
    y crónico)

    Postoperatoria (abdominal, by-pass
    aortocoronario)

    CPRE

    Traumatismos (sobre todo abdominales no
    penetrantes)

    Metabólicas

    Hipertrigliceridemia

    Deficiencia de CII
    apoproteína

    Hipercalcemia

    Insuficiencia renal

    Trasplante renal
    (multifactorial)

    Embarazo

    Pancreatitis hereditaria

    Infecciones

    Virus:
    parotiditis, hepatitis
    vírica

    Otros virus:
    Coxsackievirus, echovirus

    Ascaridiasis

    Micoplasma

    Salmonella

    Campylobacter jejuni

    SIDA (multifactorial)

    Fármacos

    Trastornos del tejido conectivo con
    vasculitis

    Lupus eritematoso
    sistémico

    Angeitis necrotizante

    Púrpura trombocitopénica
    trombótica

    Ulcera péptica penetrante

    Obstrucción de la ampolla de
    Vater

    Enteritis regional

    Divertículo duodenal

    Tumores pancreáticos: primarios o
    metastásicos

    Páncreas dividido

    Apoyados sobre estos datos, se ha
    invocado que el reflujo biliar producido por la
    impactación temporal o permanente de un cálculo a
    nivel del esfínter de Oddi pondría en marcha el
    proceso de
    autólisis pancreática. Sin embargo, esta teoría
    presenta ciertas objeciones y no parece que la bilis, salvo que
    esté previamente infectada, sea capaz de activar los
    cimógenos pancreático. Una hipótesis alternativa propone que,
    favorecido por el paso de cálculos a través de la
    ampolla de Vater, el reflujo del jugo duodenal hacia el conducto
    de Wirsung sería el responsable del inicio del proceso,
    debido a su contenido en enzimas y a su
    riqueza en bacterias.
    Tampoco esta hipótesis tiene respuesta para ciertas
    críticas. Finalmente, la teoría
    obstructiva supone que la emigración de los
    cálculos a través de la vía biliar produce
    un bloqueo transitorio del esfínter de Oddi o, por
    compresión extrínseca, de la porción final
    del conducto de Wirsung con aumento de la presión en el
    árbol pancreático. Tal hiperpresión
    favorecería tanto el paso de jugo pancreático al
    intersticio como hipersecreción pancreática, hechos
    que conjuntamente desencadenarían la activación
    enzimática. En cualquier caso, el mecanismo íntimo
    de la lesión celular está aún por
    explicar.

    Se han propuesto diferentes vías por las
    cuales el alcohol
    induciría la pancreatitis aguda:

    1. El etanol o sus metabolitos, fundamentalmente
      el acetaldehido, actuarían por acción
      tóxica directa sobre al célula
      pancreática.
    2. El alcohol
      provocaría hipersecreción, aumento de
      presión en el conducto pancreático por espasmo o
      edema del esfínter de Oddi e incluso por
      obstrucción debida a precipitados proteicos, mecanismos
      que causarían la disrupción de los conductillos
      pancreáticos y el paso de enzimas al
      intersticio glandular.
    3. Las alteraciones de los lípidos secundarias al alcoholismo
      darían lugar a altas concentraciones en el
      páncreas de ácidos grasos libres que
      lesionarían las células
      por acción tóxica directa.

    Entre las causas menos frecuentes (tabla 1) cabe
    destacar las llamadas pancreatitis secundarias, debidas a la
    manipulación quirúrgica o instrumental
    (pancreatografía y esfinterotomía
    endoscópicas) del área peripancreática o la
    vía biliar, que guardan una íntima relación
    patogénica con las causadas por traumatismos o heridas
    abdominales penetrantes. La incidencia de pancreatitis aguda es
    sensiblemente mayor en los enfermos con hiperlipoproteinemia tipo
    V que en la población general, hecho constatado
    también para los tipos I y IV, aunque en menor grado. La
    hipercalcemia, sobre todo la debida a hiperparatiroidismo, se
    reconoce también como causa de esta enfermedad. Es bien
    conocida la relación entre pancreatitis y ciertos virus, como el de
    la parotiditis epidémica o el coxsakie, que actúan
    por daño celular directo. Más discutible es la
    relación entre pancreatitis aguda y determinados
    fármacos, si bien parece claramente establecida para la
    azatioprina y los estrógenos, y con menor seguridad, con
    diversos diuréticos (tiacídicos, furosemida,
    ácido etacrínico), corticosteroides, sulfonamidas y
    otros fármacos de uso menos frecuente. Un conjunto de
    alteraciones yuxtapancreáticas (divertículos
    periampulares, pólipos, obstrucción del asa
    aferente, etc.) se han señalado como condiciones asociadas
    a pancreatitis aguda, para las que se invocan mecanismos
    similares a los indicados en la pancreatitis
    biliar.

    Estos mismos mecanismos serían los
    responsables de las pancreatitis recurrentes en los enfermos con
    páncreas divisum.

    PATOGENIA Y
    FISIOPATOLOGIA

    El páncreas posee un eficaz sistema
    autoprotector consistente en que las enzimas se
    sintetizan y depositan en los gránulos de cimógeno
    en estado
    inactivo, aislados del resto de las estructuras
    celulares por una membrana de fosfolípidos. Además,
    un sistema
    inhibidor, presente en la célula,
    jugo pancreático y suero neutralizaría las posibles
    activaciones de las enzimas proteolíticas. Por mecanismos
    insuficientemente conocidos, los distintos agentes
    etiológicos rompen el equilibrio
    entre la actividad proteasa y antiproteasa, superando la
    capacidad protectora natural y liberando
    tripsina.

    Cualquiera que sea la causa y el mecanismo celular
    íntimo, existen dos fenómenos sucesivos y
    encadenados que conducen al desarrollo de
    la enfermedad. Inicialmente se produce la activación
    intracelular de una proenzima proteolítica, el
    tripsinógeno, que induciría la activación
    intracelular de una proenzima proteolítica, el
    tripsinógeno, que induciría la activación
    del resto de los cimógenos
    pancreáticos.

    Recientemente se ha postulado que esta
    activación la producirían las hidrolasas
    lisosómicas al entrar en contacto con las proenzimas, una
    vez rotos los compartimientos celulares. Como consecuencia de la
    liberación de enzimas se llega a un proceso
    autodigestivo de la glándula que constituye la base
    fisiopatológica de la enfermedad. De forma
    simultánea, se activan una serie de sistemas
    humorales que dan lugar a las alteraciones
    extrapancreáticas, algunas de mecanismo patogénico
    poco definido (fig. 1).

    Figura 1

    Agente etiológico
    ?

    Activación del
    tripsinógeno

    Activación de los
    cimógenos

    Pérdida de la
    compartimentalización

    celular

    Activación de los

    sistemas
    humorales Efecto autofágico de las

    proteasas y lipasas

    Coagulación

    Complemento

    cinina-kalicreína

    Fenómenos
    inflamatorios

    y necróticos

    Pancreáticos y

    Fenómenos
    Peripancreáticos

    multisistémicos

    PROCESO
    AUTOFAGICO

    La tripsina inicia una reacción en cadena
    poniendo en marcha otras enzimas pancreáticas. En el
    proceso
    autofágico, la quimotripsina y la elastasa
    desempeñan un papel
    esencial, sobre todo esta última al hidrolizar las fibras
    de elastina del tejido conectivo, favoreciendo así la
    difusión del proceso proteolítico y colaborando en
    la destrucción de las paredes vasculares. A través
    de la necrosis grasa, la lipasa y colipasa generan ácidos
    grasos libres con efectos tóxicos sobre las células
    acinares; por otro lado, la fosfolipasa A facilita la
    destrucción de las membranas celulares y la necrosis
    parenquimatosa. El resultado de esta cadena es la
    coagulación y muerte
    celular, lesión vascular con desarrollo de
    hemorragias y fenómenos trombóticos y la posible
    extensión del proceso a las estructuras
    peripancreáticas. La necrosis de amplias zonas del
    páncreas y la grasa que lo rodea y, en muchos casos, de
    estructuras
    contiguas, se comporta de forma similar a una gran quemadura, con
    la consiguiente exudación y la pérdida de proteínas
    y líquidos. Este expolio de fluidos guarda relación
    con la gravedad del proceso y desempeña un papel decisivo
    en los trastornos hipovolémicos y el shock de las
    pancreatitis. La generación de ácidos grasos libres
    con acción citotóxica directa guarda
    proporción con la extensión de la necrosis grasa,
    hecho que se ha relacionado con la mayor mortalidad de la
    pancreatitis cuando incide sobre enfermos
    obesos.

    FENOMENOS
    HUMORALES

    La actividad proteolítica en suero,
    retroperitoneo y cavidad peritoneal ponen en marcha otros
    sistemas
    humorales como el del complemento, cinina-calicreína,
    coagulación y fibrinólisis, mientras que la
    fosfolipasa A favorece la liberación de histamina por los
    mastocitos. Las sustancias generadas, no todas bien conocidas,
    son fundamentales en el desarrollo de
    las complicaciones multiorgánicas que acompañan a
    las pancreatitis graves.

    ANATOMIA
    PATOLOGICA

    Se aceptan dos formas de pancreatitis aguda, la
    edematosa o intersticial y la necrótica, que constituyen
    en realidad fases sucesivas de la enfermedad difíciles de
    distinguir clínicamente. La etapa edematosa responde a una
    situación de menor gravedad que puede progresar o no hacia
    la necrosis. La necrosis se asocia a formas clínicas
    más graves tanto en el periodo inicial de la enfermedad,
    por su tendencia a presentar complicaciones sistémicas,
    como el más tardío por la mayor incidencia de
    complicaciones locales.

    En la forma edematosa o intersticial, el
    páncreas aparece de mayor tamaño y menor
    consistencia que lo normal. Histológicamente se observa
    edema intersticial con infiltración inflamatoria
    polimorfonuclear, así como necrosis de la grasa
    pancreática y peripancreática, generalmente en
    focos, que constituye el hallazgo más significativo. En
    esta forma, no existe necrosis ni hemorragia en el
    parénquima glandular. En la forma necrótica, el
    páncreas muestra
    áreas blanco-grisáceas friables. La esteatonecrosis
    glandular y periglandular es más intensa, se
    acompaña en la mitad de los casos de zonas de hemorragia y
    puede extenderse a estructuras
    anatómicas vecinas, como mesenterio, epiplón y
    vísceras contiguas. Microscópicamente, los
    fenómenos inflamatorios son mucho más intensos y
    las células
    acinares muestran aspecto esmerilado y necrosis coagulativa,
    destruyéndose incluso la estructura
    normal del parénquima. Los vasos muestran necrosis
    parietal y fenómenos trombóticos que ocasionan,
    secundariamente, áreas de hemorragia. El predominio de uno
    u otro tipo de lesiones, su extensión y
    localización en el páncreas es muy variable de unos
    casos a otros.

    CLINICA

    El dolor abdominal es el síntoma capital. De
    instauración súbita, se intensifica
    rápidamente hasta alcanzar su acmé en el plazo de
    unos minutos a una hora, para mantenerse casi invariable durante
    dos o tres días y disminuir después de forma
    progresiva. Es de carácter continuo y se localiza con
    preferencia (50% de los casos) en epigastrio, donde queda fijo o
    se irradia a uno o ambos hipocondrios, espalda o zona
    periumbilical. Sólo a veces el dolor adquiere la
    clásica distribución en cinturón. Durante su
    curso puede tener remisiones parciales espontáneas y, en
    general, se influye poco por la postura, los vómitos e
    incluso por los analgésicos de uso habitual. Los
    vómitos
    están presentes en más del 80% de los casos y suele
    haber detención del tránsito intestinal desde el
    comienzo del cuadro. Ocasionalmente puede haber diarrea,
    hematemesis, mareos o cuadros confusionales. El dolor puede
    faltar en un número variable de casos (de un 3% a un 8%),
    generalmente los más graves, y el cuadro clínico se
    ve dominado por los vómitos,
    síntomas de manifestaciones sistémicas, shock o por
    la descompensación cetoacidótica, sin causa
    aparente, en un diabético.

    Aunque no suele existir relación entre la
    intensidad del dolor y los hallazgos de la exploración
    abdominal, el dolor a la palpación en epigastrio es un
    hecho constante y con frecuencia se percibe sensación de
    ocupación o empastamiento a ese nivel o incluso una masa
    epigástrica en el 10% de los casos. La pared abdominal se
    percibe más o menos tensa, pero no blanda, a veces con
    defensa pero sin claros signos de reacción peritoneal. Los
    ruidos intestinales son escasos o están ausentes. La
    tercera parte de los enfermos presentan ictericia o rubicundez
    facial, relacionada esta última con la liberación
    de histamina y otras sustancias vasoactivas. En los casos graves,
    el compromiso hemodinámico es evidente, con
    hipotensión, taquicardia o incluso shock establecido. En
    los casos graves también están presentes la
    taquipnea, los signos de insuficiencia cardiaca, la
    confusión mental o la tetania, todo lo cual expresa el
    compromiso multisistémico. Las equimosis abdominales de
    localización periumbilical (signo de Cullen) o en los
    flancos (signo de Gray-Turner) son muy características, aunque no exclusivas, de
    la pancreatitis aguda. Traducen la extensión de la
    necrosis química
    al panículo adiposo subcutáneo a través de
    las fascias abdominales, pero son poco frecuentes (1% a 3% de los
    casos) y en general tardías, lo que merma su valor diagnóstico. También son
    manifestaciones tardías de la enfermedad las necrosis
    grasas subcutáneas a distancia, generalmente en
    extremidades inferiores, con aspecto similar al eritema nudoso o
    a la paniculitis supurada.

    ESTADO
    ACTUAL DE LOS CRITERIOS PRONOSTICOS

    EN LA
    PANCREATITIS AGUDA

    Comenzaremos esta presentación comentando
    el papel que
    juegan los factores pronósticos en la pancreatitis
    aguda.

    Las enzimas pancreáticas son útiles
    para el diagnóstico, pero, avanzado el proceso,
    pierden relevancia y no es posible hacer nada con ellas en
    términos de pronóstico, gravedad o
    resultados.

    En la actualidad, el diagnóstico se realiza en forma muy
    sencilla, a partir de la anamnesis.

    Normalmente se observan dos grupos de
    pacientes; el primero conformado por sujetos jóvenes, de
    aspecto delgado y que consumen alcohol y lo han hecho por lo
    menos durante diez años.

    Estas características nos ubica con certeza
    frente a una pancreatitis aguda alcohólica. El segundo
    grupo
    está compuesto por señoras de edad mayor;
    habitualmente excedidas de peso, que presentan una pancreatitis
    aguda causada por cálculos vesiculares.

    Esta clasificación se ajusta en el 80% a
    los pacientes portadores de pancreatitis aguda. Por lo tanto, una
    correcta anamnesis será un recurso de máxima
    importancia.

    Posteriormente se efectúa una
    determinación enzimática en sangre, ya sea de
    amilasa o lipasa, para arribar así al diagnóstico. Dentro de las 24 horas de
    iniciado el dolor abdominal se encontrará un aumento
    dramático de, por ejemplo, amilasa. De modo que el uso de
    enzimas pancreáticas servirá solo para el diagnóstico de la pancreatitis aguda. No
    hay diferencias significativas entre los pacientes con una
    pancreatitis aguda severa y los que presentan pancreatitis aguda
    leve; no obstante ello, sin duda, es muy importante y
    llamativo.

    Esta disminución no significa una
    mejoría, ya que no tiene implicancias sobre la evolución de la
    enfermedad.

    Si las otras enzimas son o no mejores que la
    amilasa para el diagnóstico de pancreatitis aguda, sigue
    siendo un interrogante. La tripsina, la carboxipeptidasa, la
    fosfolipasa, o la elastasa, son enzimas producidas por el
    páncreas. Al comienzo, no importa si se considera la
    amilasa o cualquier otra enzima. Ellas estarán todas
    aumentadas a nivel sérico, de modo que se puede elegir la
    que se tenga. No obstante, la amilasa, aún sigue siendo
    útil en todo el mundo. Ahora bien, si el paciente concurre
    a consulta al cuarto día y los niveles de amilasa han
    regresado a un rango normal, en ese caso la lipasa, lo mismo que
    la elastasa aún se encontrarán elevadas. De modo
    tal que si se ve al paciente tardíamente, con amilasa
    normal, para hacer el diagnóstico se puede tomar otra
    enzima con una vida media más larga. Esto no tiene, sin
    embargo, una gran relevancia clínica.

    Recientemente, con la introducción de
    técnicas de radioinmunoanálisis para la
    determinación de tripsina y elastasa séricas,
    enzimas que sólo se originan en el páncreas, se ha
    mejorado el diagnóstico de la pancreatitis aguda. No
    obstante, estos métodos
    tienen el inconveniente de que requieren un largo periodo de
    incubación de la muestra, lo que
    determina su escasa utilidad cuando
    existe una urgencia diagnóstica, hecho frecuente en la
    pancreatitis aguda.

    A nivel sérico, si se toma un incremento
    por dos, se observará que la amilasa no tiene una buena
    sensibilidad comparada con otras, pero ella es la que se
    encuentra disponible en todos los laboratorios del mundo y se
    puede afirmar que alcanza para hacer el diagnóstico de una
    pancreatitis aguda cuando el cuadro clínico es
    claro.

    Esta enzima se origina, además de en el
    páncreas en otros órganos, como las trompas de
    falopio, los ovarios, las glándulas salivales, el
    intestino, el pulmón, la próstata y el
    hígado.

    Por esta razón, procesos
    inflamatorios desarrollados en estos órganos pueden
    provocar elevaciones de las cifras de amilasa.

    Una vez establecido el diagnóstico, se debe
    realizar el pronóstico.

    PRONOSTICO

    En las series clínicas de enfermos no
    seleccionados, la mortalidad de la pancreatitis aguda está
    en torno al 10%,
    proporción que se duplica en aquellas que incluyen los
    casos detectados en la autopsia y que no se diagnosticaron en
    vida. No obstante, alrededor del 75% de los casos cursan sin
    complicaciones y se resuelven en poco más de una semana.
    Así pues, en cuanto a su evolución clínica cabe distinguir
    dos tipos de pancreatitis. Una leve, no complicada, cuya
    mortalidad es inferior al 3% y que se corresponde con la forma
    edematosa. Otra, la pancreatitis grave, correspondiente a la
    forma necrótica, con complicaciones sistemáticas y
    locales, que presenta una mortalidad del 40% al
    50%.

    Los factores que habla del pronóstico son
    dos que definitivamente se relacionan con él. Uno es la
    necrosis y el otro la infección. Ellos son los que deben
    ser pesquisados diariamente en el trabajo
    clínico, porque estos parámetros dirán si el
    paciente va o no a sobrevivir, si va a requerir cuidados
    intensivos o si será dado de alta del
    hospital.

    De modo que uno es un factor vinculado a la
    morfología, la necrosis, y el otro es la infección.
    Los pacientes con pancreatitis aguda edematosa intersticial,
    actualmente dejarán todos el hospital. Pero si estamos
    frente a una pancreatitis necrotizante, los portadores
    todavía presentan una mortalidad que varía entre
    10% y 30% de modo que estos casos son los que exigen una mayor
    concentración y cuidado.

    En el periodo '82-'92, fueron tratados en Ulm,
    bajo la dirección de Hans Beger; 904 pacientes con
    pancreatitis edematosa intersticial, falleciendo sólo 4 de
    ellos, de modo que la mortalidad en esta enfermedad está
    cerca de cero en la actualidad. Este es el motivo por el cual
    parece ser que es una patología leve. En el otro extremo
    nos encontramos con la pancreatitis
    necrotizante.

    Estos son en suma, los dos factores principales
    que importan actualmente y debieran ser considerados, la
    existencia de necrosis y la complicación con una
    infección. La severidad de la enfermedad está
    estrechamente vinculada con la morfología del
    páncreas durante el curso de la pancreatitis
    aguda.

    Figura 2

    pancreatitis aguda: mortalidad (1982 –
    1992)

    Pacientes Mortalidad

    Edematosa intersticial 904 4
    (0,4%)

    Necrotizante 226 28 (12,4%)

    Absceso pancreático 29 5
    (17,2%)

    Pseudoquiste posagudo 63 2
    (3,3%)

    1222 39 (3,2%)

    Departamento de Cirugía, Universidad de
    Ulm.

    Departamento de Gastroenterología, Universidad de
    Ulm.

    La forma de determinar si existe una pancreatitis
    necrotizante es clara en todo el mundo. La mejor técnica
    es la tomografía computada con contraste incrementado.
    Esta técnica ha sido inventada en Finlandia en
    1984.

    Cuando hay una pancreatitis aguda es imposible
    delinear el órgano y apenas se observa una sustancia poco
    homogénea, la cual sumado al cuadro clínico, nos
    permite presumir la existencia de la patología. No
    obstante, no podemos saber si este paciente presenta necrosis o
    no, porque se necesita disponer de medio de contraste dentro del
    sistema
    intravascular.

    Páncreas

    Para delimitar el tamaño de la cabeza y
    el cuerpo del páncreas, son muy útiles los puntos
    de referencia suministrados por la arteria mesentérica y
    el contraste en duodeno (D), que rodea al páncreas en su
    cara anterior y
    lateral.

    Se observa la aorta y la vena cava, las
    cuales han recibido contraste. También se ve la
    región del páncreas conteniendo sustancia de
    contraste. En esta región de la cola pancreática,
    donde el contraste llega solamente a la parte central de la
    glándula, se observa el comienzo de la necrosis,
    constituyendo una imagen muy
    típica. Habitualmente se desarrolla a partir de la
    cápsula hasta el centro del páncreas,
    diferenciándose el tejido necrótico del tejido
    vivo.

    Resumiendo, la tomografía computada
    implementada con contraste, es el mejor recurso disponible para
    la observación de la morfología
    pancreática.

    Es sin duda de mayor sensibilidad que la
    ecografía para necrosis pancreática, por cuanto la
    ecografía no ve el páncreas afectado por
    pancreatitis aguda tan severa.

    Finalmente, contamos con parámetros a nivel
    sérico para definir el pronóstico y podemos
    efectuar medición diaria que nos indique la severidad de
    la pancreatitis que porta el paciente. Disponemos de varios
    parámetros, aunque sólo algunos son relevantes
    clínicamente y pueden aplicarse en nuestra práctica
    diaria. Son:

    Figura 3: Pancreatitis Aguda

    INDICADORES DE NECROSIS

    Proteína C reactiva

    Elastasa (PMN)

    Interleukina 6

    NTF

    Fosfolipasa A2

    Péptido activado del
    tripsinógeno

    Factores complementarios

    Antiproteasas

    La Figura 3 representa un esquema publicado
    recientemente para correlacionar con la necrosis o severidad de
    la pancreatitis aguda: la proteína C reactiva, la elastasa
    de los polimorfonucleares, la interleukina 6, NTF alfa
    fosfolipasa, el péptido activado del tripsinógeno,
    etc.

    Un cirujano de nombre Mayer planteó la idea
    en 1984 sobre que la proteína C reactiva era un
    parámetro de utilidad. Hemos
    estudiado esto, confirmando que esta proteína es lo mejor
    de lo que se dispone actualmente, si es utilizada en forma
    diaria.

    Realmente es un hecho demostrado que la
    fosfolipasa A2 se correlaciona con el pronóstico,
    según datos publicados
    en 1989 en "Gastroenterology", donde se menciona su actividad
    catalítica. Lo mismo ocurre con la elastasa de los
    polimorfonucleares. Desgraciadamente y a pesar que muchos otros
    grupos
    confirmaron que la elastasa de los polimorfonucleares es un
    parámetro significativo, esa prueba no funciona en la
    rutina diaria.

    En cuanto a los péptidos activados de
    tripsinógeno, publicado en Lancet, se la consideró
    que era "la" prueba, y había en consecuencia que tenerla
    lo más pronto posible. Esto fue publicado en 1990 y no
    obstante la fecha, nada funcionaba con TAP, nadie tenía
    esta prueba, excepto algunos laboratorios
    especiales.

    Lesser y colaboradores publicaron sus datos en 1991.
    Estos son datos propios sobre interleukina 6, pancreatitis severa
    y pancreatitis leve. No cabe duda de que se puede usar esta
    prueba, pero desgraciadamente hasta ahora no está
    disponible.

    En resumen, se dispone de indicadores de
    severidad utilizables en la práctica diaria a partir de
    una muestra de
    sangre.
    Contamos con la proteína C reactiva que funciona en todos
    lados y un nivel de corte de 150 mg/litro, es algo que puede
    tomarse como una indicación altamente sensible de
    necrosis, de forma tal que este parámetro es atendible.
    Todos los demás han probado funcionar en condiciones
    específicas de laboratorio,
    pero no en la práctica clínica diaria al momento de
    estudiar a los pacientes.

    Se determina que el parámetro importante a
    tener en cuenta en segundo lugar frente a la pancreatitis aguda,
    es la infección. Si existe necrosis, entonces el
    pronóstico quedará determinado por la presencia o
    no de infección, dado que ella implica la
    indicación de cirugía.

    Muchos pacientes con pancreatitis necrotizante
    mueren por sobreinfección de la
    necrosis.

    En la década de los 70 y los 80, los
    pacientes morían por pancreatitis aguda apenas en la fase
    precoz de la enfermedad, porque sufrían de insuficiencia
    renal o respiratoria, o cardiocirculatoria. Se han perfeccionado
    los cuidados intensivos, de modo que los pacientes con
    pancreatitis aguda severa son derivados a unidades de cuidado
    intensivo, sobreviviendo a esta fase precoz de la enfermedad. La
    segunda fase se refiere al problema de la
    infección.

    Teniendo en cuenta que en la fisiopatología
    de la pancreatitis aguda severa, la fase precoz, la pancreatitis
    necrotizante, se caracteriza por la liberación de varios
    mediadores que determinan el síndrome de shock
    tóxico, que ocasiona falla de órgano, o pulmonar, o
    renal o cardiaco.

    Actualmente, estos pacientes sobreviven la fase
    precoz, porque reciben apoyo ventilatorio o incluso tratamiento
    de sustitución renal; pero luego, en la segunda semana de
    su patología, desarrollan
    infección.

    La infección bacteriana de la necrosis
    pancreática probablemente se inicia luego de la primera
    semana de la enfermedad. Las secuelas sépticas de la
    pancreatitis aguda son las responsables de todo lo que ocurre a
    estos pacientes, que mueren por una complicación
    séptica tardía luego de cuatro a seis semanas,
    incluso a veces después de varias intervenciones
    quirúrgicas.

    Por lo tanto, la indicación de
    cirugía, es la infección
    pancreática.

    En la revista
    Gastroenterology apareció un primer artículo donde
    radiólogos intervencionistas trataban la infección
    pancreática sin cirugía. De modo que podría
    ser que de aquí en adelante los procedimientos
    cambien.

    En la revista
    Gastroenterology apareció un artículo publicado por
    el Dr. Guido Tytgat que fue el creador de la teoría
    de que la reducción de la concentración intestinal
    de bacterias
    podría mejorar la evolución de la pancreatitis severa. Fue
    quien demostró que el tratamiento de ratas portadoras de
    pancreatitis hemorrágica con antibióticos les
    ofrecía una mejor sobrevida.

    Las bacterias
    halladas en la necrosis pancreática infectada fueron las
    siguientes: Escherichia coli, un gram negativo, un agente
    intestinal, y otras bacterias
    incluyendo estafilococo dorado en un 15% de los casos.
    Especialmente problemáticas son Pseudomonas, Klebsiella y
    Proteus, así como otros gram positivos, enterococos y
    anaerobios (Figura 4 )

    Figura 4: Pancreatitis severa aguda

    Tipo y frecuencia de bacterias
    halladas en

    pancreatitis necrotizante
    infectada

    E. Coli 26%

    Pseudomonas spp 16%

    Staph. Aureus 15%

    Klebsiella spp 10%

    Proteus spp 10%

    Streptococcus faecalis 4%

    Enterobacter spp 3%

    Anaerobios 16%

    Beger y colaboradores, Gastroenterology
    1986

    En el año 1986, el espectro bacteriano era
    predominantemente gram negativo y sin ninguna duda estas
    bacterias provenían del intestino. Si la infección
    constituye el riesgo principal,
    debemos, por lo tanto, monitorear en su búsqueda. Hay que
    encontrar la infección, hay que hacer el
    diagnóstico de necrosis infectada del modo más
    precoz posible, dado que estos pacientes pueden salvar su vida
    con una cirugía realizada a tiempo.

    En la década de los 70, varios grupos de
    investigación consideraban que los
    antibióticos no tenían ningún papel en la
    pancreatitis aguda. Durante los 10 ó 15 años
    posteriores, nadie habló de los antibióticos porque
    se decía: "no sirven para nada".

    ¿Por qué era esto así en la
    década de los 70? La respuesta es que los grupos que
    estudiaron el papel de los
    antibióticos en la pancreatitis aguda no escogieron los
    pacientes correctos para sus ensayos.
    Tomaron a todos los pacientes con pancreatitis aguda y, como es
    sabido, el 80 ó 90% de los enfermos con esta
    afección nunca van a desarrollar infección, porque
    no pasan a la necrosis.

    Por lo tanto, dentro de estos ensayos, los
    antibióticos nunca podían demostrar tener
    algún efecto beneficioso. De modo que es evidente, a
    partir de estos datos, que si uno realiza estudios con
    antibióticos en pancreatitis aguda, se debe seleccionar a
    los pacientes, escogiendo sólo aquellos con pancreatitis
    aguda severa que se tratan y se comparan con
    controles.

    El otro motivo por el cual estos estudios
    resultaron negativos, es que se eligieron antibióticos
    incorrectos. En estos ensayos de la
    década de los 70, los pacientes recibieron ampicilina, que
    es un antibiótico que no penetra al
    páncreas.

    Hemos estudiado varios antibióticos para
    verificar su acción en pancreatitis
    aguda.

    Los aminoglucósidos no penetran al
    páncreas humano. La penicilina, cefalosporinas,
    quinolonas, así como imipenem, muestran ser eficaces en el
    tratamiento de la pancreatitis aguda severa.

    Claudio Bassi, en el año 1991 usó el
    Imipenen, comenzando un estudio randomizado controlado en
    Italia,
    utilizando este antibiótico.

    Bassi randomizó a los pacientes que
    presentaban pancreatitis necrotizante severa aguda y trató
    a la mitad de de ellos con imipenem, y la otra mitad fueron
    randomizados para formar un grupo control sin
    tratamiento antibiótico. Pudo demostrar; por primera vez,
    que el tratamiento con antibióticos de pacientes con
    pancreatitis necrotizante permite bajar la incidencia de sepsis
    pancreática en un 30% en los controles a 12% en los
    pacientes tratados con
    antibióticos. Este fue el primer estudio que habló
    a favor del tratamiento de antibióticos.

    Finalmente, en 1995, se publicó un
    artículo en el Lancet, donde Sainio y su grupo
    randomizaron pacientes con pancreatitis aguda severa,
    dividiéndolos en un grupo control y otro
    con tratamiento antibiótico. Este último grupo
    recibió una cefalosporina de segunda generación y,
    una vez más, se pudo demostrar que la mortalidad
    disminuyó en forma significativa en el grupo que
    recibió antibióticos.

    Siete de 30 murieron en el grupo sin
    antibióticos contra uno de 30 en el grupo con
    antibióticos.

    Estos estudios han logrado que muchos pacientes no
    lleguen a cirugía.

    La cirugía utilizada en estos casos es la
    necrosectomía con lavado continuo o necrosectomía
    con algún otro tipo de procedimiento
    semiabierto o abierto con packing.

    Edward Brandley ha publicado un artículo en
    el American Journal of Surgery de 1991 y fue el primero en
    sostener que los pacientes con necrosis estéril, es decir
    no infectada, no requerían cirugía, pero sí
    aquellos infectados.

    Figura 5: Indicación de cirugía
    en pacientes con pancreatitis

    CLINICA – Abdomen agudo

    – Sepsis

    – Shock

    – Sin respuesta a los cuidados
    intensivos

    – Tratamiento mayor a tres
    días

    MORFOLOGIA – Necrosis extendida (mayor al
    50%)

    – Necrosis retroperitoneal

    – Estenosis de CBD, duodeno, intestino
    largo

    BACTERIOLOGIA – Necrosis
    infectada

    COMPLICACIONES

    Sistémicas

    Son de aparición generalmente temprana y
    expresan la implicación multisistémica de las
    formas graves de la enfermedad. El shock es generalmente debido a
    la hipovolemia causada por los vómitos y, sobre
    todo, al secuestro de
    líquidos en el tercer espacio (retroperitoneo por la
    inflamación pancreática y luz intestinal
    debido a su paresia). En su génesis contribuyen
    también las sustancias vasoactivas derivadas de la
    necrosis pancreática y la activación del sistema
    cinina-calicreína. Cuando aparece pasada la fase inicial
    de la enfermedad suele ser de origen séptico o
    multifactorial. La insuficiencia respiratoria es probablemente la
    complicación más frecuente y una de las más
    graves de la pancreatitis. Su patogenia es mal conocida y en ella
    se imbrican el desarrollo de
    cortocircuitos izquierda-derecha, la destrucción del
    surfactante pulmonar por las enzimas lipolíticas, sobre
    todo la fosfolipasa A, y la presencia de atelectasias o derrames
    pleurales. Su comienzo suele ser insidioso y en su
    detección precoz desempeña un papel fundamental la
    práctica de gasometrías seriadas. Tampoco es bien
    conocida la patogenia de la insuficiencia cardíaca, para
    la que se han invocado la presencia de factores con efecto
    inotrópico negativo. La insuficiencia renal es siempre de
    origen prerrenal y puede prevenirse o tratarse con éxito
    mediante una reposición adecuada de fluidos basada en el
    control estricto
    de la función renal y del balance
    hidroelectrolítico. La acidosis metabólica suela
    aparecer en los casos muy graves con fallo general
    multisistémico. Otras complicaciones, como la hemorragia
    digestiva, encefalopatía pancreática, tetania o
    graves trastornos de la coagulación, son menos
    frecuentes.

    Locales

    La infección de la necrosis
    pancreática y de las estructuras
    vecinas afectadas constituye la complicación con mayor
    mortalidad de la pancreatitis aguda, tanto por su gravedad
    intrínseca como por la elevada incidencia de sepsis que
    conlleva. Es detectable en alrededor del 20% de los casos en la
    primera semana de evolución y supera el 50% en la segunda. Se
    produce habitualmente por gérmenes emigrados desde el tubo
    digestivo y debe sospecharse ante la persistencia de
    leucocitosis, fiebre o dolor abdominal o cuando se asiste al
    deterioro progresivo del estado
    general. La TC es incapaz de distinguirla de la necrosis no
    infectada y su diagnóstico debe asegurarse mediante el
    estudio bacteriológico del material obtenido por
    punción aspirativa guiada por TC o
    ultrasonidos.

    El absceso pancreático es una
    colección de pus cercana al páncreas cuyo contenido
    en tejido necrótico es muy escaso o nulo. Suele aparecer
    más tardíamente en el curso de la enfermedad,
    generalmente pasadas las dos primeras semanas, con una incidencia
    que oscila del 1% al 4%.

    Se identifica bien por ultrasonidos y, sobre todo,
    por la TC, técnicas que contribuyen además a
    completar el estudio bacteriológico dirigiendo la
    punción aspirativa con aguja fina.

    El seudoquiste está constituido por una
    colección líquida estéril, rica en enzimas,
    restos de tejido necrótico y sangre,
    delimitada por una red de tejido de
    granulación y fibrótico bien
    definida.

    Aparece generalmente a partir de las cuatro
    semanas de evolución y debe distinguirse de las
    llamadas colecciones líquidas, mucho más frecuentes
    y precoces, que carecen de pared y se resuelven habitualmente de
    forma espontánea. Tanto la TC como los US son
    extremadamente eficaces para su diagnóstico, pero estos
    últimos constituyen el procedimiento de
    elección para seguir su evolución, debido a sus
    ventajas en coste, versatilidad y ausencia de radiación.
    La ruptura y la hemorragia constituyen graves complicaciones del
    seudoquiste, sobre todo la hemorragia que a veces es
    cataclísmica.

    Afortunadamente son complicaciones poco frecuentes
    y que pueden prevenirse mediante un seguimiento
    adecuado.

    Asimismo, los seudoquistes pueden sufrir
    sobreinfecciones secundarias, situación que no debe
    confundirse con el absceso.

    TRATAMIENTO

    Como ya se ha referido, alrededor del 75% de la
    pancreatitis aguda son episodios leves que evolucionan
    favorablemente con la única ayuda de medidas de soporte
    general. El tratamiento queda limitado al ayuno con
    reposición hidroelectrolítica adecuada y al
    tratamiento del dolor, para el que puede recurrirse a
    analgésicos como la pentazocina o la petidina, aunque rara
    vez son necesarios. Dichas medidas se mantienen hasta que el
    paciente se encuentre asintomático, momento en el que se
    iniciará la realimentación de forma progresiva y
    cuidadosa. En estos casos no han demostrado ninguna utilidad medidas
    como la profilaxis antibiótica inespecífica, la
    supresión de la secreción pancreática, la
    administración de inhibidores
    enzimáticos ni la aspiración gástrica. Esta
    última sólo está indicada en caso de
    vómitos
    reiterados o ileo paralítico, con el objeto fundamental de
    aliviar los síntomas.

    Además de lo mencionado para los casos
    leves, es necesario monitorizar las constantes
    hemodinámicas, los gases en
    sangre y el
    balance hidroelectrolítico. En estos casos, la
    depleción de líquidos puede requerir una
    rápida y cuantiosa reposición, asegurando
    después el mantenimiento
    adecuado de la volemia. Si es preciso, deben corregirse las
    funciones
    respiratoria y cardiaca con las medidas necesarias para
    garantizar una oxigenación lo más correcta posible.
    La nutrición
    por vía parenteral está indicada cuando es
    previsible un largo periodo de ayuno, situación casi
    habitual en la pancreatitis necrótica. Tampoco en las
    formas graves de pancreatitis han probado ser eficaces la
    administración de antiproteasas ni el
    intento de frenar farmacológicamente la secreción
    pancreática. En este último sentido, sólo la
    somatostatina administrada precozmente parece aportar ligeros
    beneficios que necesitan ser evaluados más extensamente y
    que no se han encontrado con su análogo el
    octreótido. A diferencia de los estudios previos con otros
    antibióticos, uno más reciente ha demostrado que la
    administración de imipenem disminuye
    significativamente la incidencia de sepsis en la pancreatitis
    necrótica y, aunque no parece afectar las tasas de
    mortalidad, justificaría su uso profiláctico en
    estos casos. Continúa controvertida la utilidad del
    lavado peritoneal en la pancreatitis grave, pues si los estudios
    iniciales no lograron demostrar beneficios apreciables, su
    aplicación durante periodos de una semana parecen
    disminuir la mortalidad secundaria a la formación de
    abscesos, aunque no la mortalidad global.

    Cuando se conoce la etiología debe
    procederse a su tratamiento, no sólo para evitar posibles
    recidivas sino también para incidir en el curso del
    episodio agudo. Esta conducta es de
    interés
    especial en el caso de la pancreatitis de origen biliar. Parece
    claro que el drenaje precoz de la vía biliar (primeras 48
    o 72 horas de evolución) por esfinterotomía
    endoscópica y la extracción de cálculos, si
    procede, disminuye la morbilidad general, la incidencia de sepsis
    y, probablemente la mortalidad de las formas graves. Sin embargo,
    un abordaje quirúrgico similar no es aconsejable debido a
    los malos resultados obtenidos.

    Tan pronto como sea diagnosticada, la
    sobreinfección de la necrosis pancreática y de
    estructuras vecinas debe tratarse quirúrgicamente mediante
    desbridaje y extirpación de las áreas afectadas. La
    misma conducta es
    aplicable en el caso de los abscesos. Para el tratamiento
    quirúrgico del seudoquiste debe esperarse a que su pared
    esté bien constituida, siempre que se pueda mantener un
    seguimiento estricto de su evolución que permita detectar
    la aparición de complicaciones. El drenaje mediante
    punción guiada por TC o por US es una alternativa
    válida tanto para el absceso como para el seudoquiste.
    Aunque ofrece peores resultados que la cirugía, puede ser
    empleado como primera opción
    terapéutica.

     

     

    Autor:

    cmartinezcano[arroba]roche.com.ar

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