Hitler: Hombre y circunstancia
Introducción
Adolfo Hitler
nació a las seis y media de la tarde del día 20 de
abril de 1889 en el pequeño poblado de Braunau, que
situado en las márgenes del río Rin formaba la
frontera misma entre Austria y Baviera.
La Europa en que
vino al mundo Hitler, la que
andando el tiempo
habría de destruir, daba una impresión de
estabilidad y permanencia en la época del nacimiento de
Adolfo.
La casa de Austria, la más antigua de las
poderosas dinastías europeas reinantes, que había
sobrevivido a los turcos, a la Revolución
Francesa y a Napoleón, era una garantía visible
de continuidad.
El emperador Francisco José había
celebrado ya el cuadragésimo aniversario de la
ascensión al trono y aun le quedaba mas de un lustro de
reinado.
Las tres repúblicas que Hitler
habría de destruir (Austria, Checoslovaquia y Polonia) no
existían aun. Cuatro grandes imperios (el de los
Habsburgo, el de los Hohenzollern, el de los Romanov y el
Otomano) reinaban sobre la Europa media y
Oriental. La Revolución
bolchevique y la Unión Soviética ni siquiera las
imaginaban los europeos. Rusia era todavía la de los
zares. En el verano del mismo año de 1889, Lenin, un
estudiante de 19 años, en conflicto con
las autoridades, huía con su madre de Kazan a Samara.
Stalin era el hijo de un padre zapatero remendón de
Tiflis, mientras Mussolini, de seis años, era a su vez el
hijo de un modesto herrero que vivía en la Romaña
desierta.
Se me ocurren muchas preguntas sobre este personaje
histórico. Creo que nunca llegaremos a saber si sus
actitudes eran
las de un cínico maquiavélico o las de una persona
poseída de pre conceptos, temores y
resentimientos.
Si como todos decían no tenia moral y era un
criminal, ¿ cómo pudo conquistar primero a los
alemanes y después a una parte considerable del mundo?,
¿ podría haberse Hitler
desarrollado en otro lugar que no fuese la Alemania de
esa época?. Tendremos que demostrar con este trabajo si su
accionar fue solo por la locura del poder
desmedido o por un miedo oculto que el albergaba profundamente.
Hiltler era una apasionado al siglo XIX y odiaba todo lo moderno,
pero ¿era esto tan así?.
Hitler, Hombre y
Circunstancia
Adolf era hijo de Alois Hitler y de Klara
Poelzl. Su infancia se
desarrolló entre un padre duro y pasional y una madre 23
años más joven que el marido, bondadosa y
prematuramente envejecida. Llega mas tarde el tiempo de las
decisiones: la muerte del
padre, la tuberculosis, mal
de familia que lo
inmoviliza durante meses en el lecho, el desaliento escolar y el
fracaso que nunca le permitirá obtener un certificado de
estudios, el malestar económico que se crea en esta
familia
burguesa y sobre todo, la decisión de partir a Viena para
realizar su vocación artística
inscribiéndose en la academia de Bellas Artes, a pesar de
que su madre estaba gravemente enferma.
Será reprobado en el examen de ingreso por dos
años consecutivos y no podrá ser admitido en la
facultad de arquitectura por
carecer de certificado de estudios. Inicia así un periodo
oscuro de vagabundeo y decadencia social, lejos de la familia y
con su madre muerta.
Hitler conservaba, aún en el fondo de aquel
abandono, los valores
propios de su clase: orden y decoro; le faltaba solo la disciplina que
un carácter intolerante y una educación descuidada
no le habían podido proporcionar. De esta lucha por salvar
la dignidad, al menos ante los propios ojos, habría
extraído una visión darwiniana de la vida, a la que
concebía como una lucha perpetua en la que triunfa el mas
fuerte y el mas astuto.
Estas terribles experiencias llenaron su vida de odio.
Él odiaba a Austria y cruzó la frontera hacia la
Alemania que
él tanto admiraba. Él escribió:
"Estaba convencido de que el estado de
Austria siempre obstruiría a todos los grandes Alemanes…
y apoyaría todo lo que estuviera en contra de Alemania… Yo
odiaba aquella mezcla de checos, polacos, húngaros,
servios, croatas y sobre todo a los siempre presentes
judíos. Me convertí en un fanático
antisemita."
El odio de Hitler hacia la pobreza, su
devoción hacia el legado germano y su odio hacia los
judíos se combinaron para formar las raíces de sus
doctrinas políticas.
Durante la Segunda Guerra
Mundial, en 1941, la Oficina de
Servicios
Estratégicas Unidos encargó al psiquiatra freudiano
Walter Langer un inusual y novedoso experimento: psicoanalizar a
Adolf Hitler de acuerdo con la información que sobre su persona
podía obtenerse entonces en su entorno, gracias al
espionaje. Las conclusiones de su informe
constituyen uno de los libros
más apasionantes que todavía hoy pueden leerse; su
titulo, "La Mente de Hitler ".
Al examinar las pautas de conducta del
Fò hrer, tal y como las observan sus
colaboradores inmediatos, Langer llega a la conclusión de
que no se trataba de una sola personalidad,
sino de dos y que se alternaban.
El templario Adolf era un individuo muy suave,
sentimental e indeciso que contaba con muy poco energía y
que nada deseaba tanto como mostrarse agradable y ser entretenido
y cuidadoso. Por el contrario, el soldado Hitler era una persona dura,
cruel y decidida, con una considerable energía que
parecía saber lo que quería y estaba dispuesto a
buscarlo y obtenerlo sin detenerse ante nada.
Hitler era un hombre de
pueblo, plebeyo de pies a cabeza, con ninguna de las características de la superioridad racial
que invocaba siempre. La oratoria era el
medio esencial de su poderío, no solamente sobre sus oyentes,
sino sobre su propio temperamento. Demostró siempre
recelos por la discusión y la critica, incapaz de razonar
fríamente, el solo hecho de que fueran puestos en duda sus
propias palabras, o los hechos establecidos por el, le sacaba de
quicio, no tanto como consecuencia de inferioridad intelectual
como porque las palabras e incluso los hechos, eran para el un
medio de comunicación racional y de análisis lógico, sino ardides para
provocar y manejar la emoción.
Hitler odiaba lo intelectual. En las masas
diría:
"El instinto lo domina todo y del
instinto nace la fe…. mientras la gente común de
mentalidad sana estrecha instintivamente sus filas para formar
una comunidad del
pueblo, los intelectuales siguen su propia ruta como gallina en
un gallinero. Con ellos es imposible hacer historia. No pueden
utilizarse como elemento de apoyo de una comunidad."
Uno de los secretos de su dominio sobre un
gran auditorio era su instintiva sensibilidad para captar
el estado de
animo de la multitud, un cierto olfato para adivinar las pasiones
ocultas, los resentimientos y los anhelos que bullían en
las mentes.
Uno de sus mas acerbos críticos, Otto Strasser,
escribió:
"Hitler responde a la vibración
del corazón
humano con la sensibilidad de un sismógrafo, que le
permite, con una seguridad que
ningún don consciente puede proporcionarle, actuar como
vocero que proclama los deseos más recónditos, los
instintos menos admisibles, los sufrimientos y rebeldías
personales de toda una nación. Adolf Hitler entra en una
sala, olisquea el aire; durante un
minuto tantea, se abre paso, capta el ambiente… y
de pronto estalla. Sus palabras van como flecha a su blanco, toca
cada llaga en el punto sensible, liberando a la masa
inconsciente, expresando sus aspiraciones mas íntimas,
hablándole de lo que ella deseaba que le
hablase."
La capacidad de Hitler para fascinar a un auditorio ha
sido comparada a las artes ocultas del brujo africano o del
shaman asiático. Otros la han comparado a la hiperestesia
de un médium y al magnetismo de un
hipnotista.
Se ha hablado tanto de a naturaleza
carismática de la jefatura de Hitler, que es fácil
olvidar al político cínico y astuto que
había en él. Esta mezcla de cálculo y
de fanatismo es la característica peculiar de la
personalidad de Hitler.
Cuando Hitler adoptaba racionalmente un camino a seguir,
se vapuleaba a si mismo apasionadamente en forma tal que le
permitía aplastar toda oposición y que le
proporcionaba la fuerza motriz
para imponer su voluntad a los demás.
Uno de los manejos habituales de Hitler fue jugar el
papel de
víctima, acusar a quienes se oponían a él u
obstruían sus planes, de agresión y malicia y pasar
rápidamente de un tono de inocencia ultrajada al de
atronadora indignación. Para el era siempre su
contrincante el culpable de todo, y a su vez denunciaba a los
comunistas, a los judíos, al gobierno
republicano español, a los checos, a los polacos y a los
bolcheviques por su conducta
intolerable que le obligaba a adoptar medidas drásticas de
autodefensa. Cuando Hitler era presa de la cólera
parecía perder todo control. Su
rostro parecía hinchado por la rabia, gritaba en forma
estentórea, escupía un torrente de injurias,
agitando salvajemente los brazos y golpeando la mesa o la pared
con los puños. De pronto, tan súbitamente como
había empezado, se calmaba, alisaba su cabellera, se
arreglaba el cuello de la camisa y continuaba hablando con voz
normal.
Esta explotación, premeditada y hábil de
su propio temperamento se extendía a otras peculiaridades
distintas de la ira. Cuando deseaba persuadir o ganar alguien
para su causa, era capaz de desplegar un carácter
encantador. Hasta los últimos días de su vida
conservó un don misterioso que resiste al análisis.
Otra variante de su personalidad
era la impresión de inteligencia y
de concentrada fuerza de
voluntad. Era el líder
que dominaba completamente todas las situaciones y que
conocía los hechos con tal seguridad que
asombraba a los generales y a los ministros a los que citaba para
darles ordenes.
Al representar este papel hacia
uso de su notable memoria, que le
permitía recitar complicadas ordenes de batalla,
especificaciones técnicas y largas listas de nombres y
datos sin
vacilar un momento.
Su rapidez de transición de un estado de
ánimo a otro era asombrosa: en un momento dado sus ojos se
arrasaban de lagrimas e imploraban y enseguida llameaban
coléricos u ofrecían el aspecto vidrioso de la
mirada del visionario perdida en el vacío. En realidad
Hitler, fue un actor consumado, con el genio histriónico y
oratorio necesario para identificarse plenamente con su papel y
convencerse de la verdad que estaba diciendo en el momento en que
lo decía. Tenia el don de los grandes políticos:
captar las posibilidades de una situación con mas rapidez
que sus adversarios.
Dilataba los acontecimientos hasta que no estuviera
íntimamente convencido pero una vez que se resolvía
actuar los hacia valerosamente, asumiendo considerables riesgos. La
sorpresa era la forma predilecta de Hitler, tanto en cuestiones
políticas y diplomáticas como en la
guerra.
No ha habido en la historia régimen
político que haya prestado jamas tan cuidadosa
atención a los factores psicológicos como la que
les dedico Hitler. Este era maestro en el arte de emocionar
a las masas, en sus mítines nada quedaba librado a la
casualidad, empleaba toda clase de trucos histriónicos
para inflamar la tensión emocional. Lograba el efecto
hipnótico de millares y millares de hombres desfilando en
orden perfecto, la música de bandas
compactas, el bosque de estandartes y banderas, las antorchas
humeantes y la cúpula de reflectores. La sensación
de poderío, de fuerza y de
unidad era irresistible y todo ello convergía en un
crescendo de excitación en el momento supremo en el que el
Fò hrer hacia su aparición. Por
paradójico que parezca la persona mas
afectada por aquellos espectáculos era el propio
Hitler.
Hitler se dio cuenta como nadie antes que el de los que
podía lograrse combinando la propaganda con
el terror. Porque el complemento del poder
atractivo de los grandes espectáculos era la fuerza
represiva de la Gestapo, de los S.S. y de los campos de
concentración, todo ello fortalecido por una propaganda
hábilmente orientada.
"La dictadura de
Hitler difirió de todas las que le precedieron en la
historia en un
punto fundamental: fue la suya la primera dictadura del
periodo contemporáneo de desarrollo de
la técnica moderna, una dictadura que
hizo un uso integral de todos los medios
técnicos para la dominación de su propio
país. Con el empleo de
medios
técnicos tales como la radio y los
altavoces, 80 millones de seres fueron privados de su independencia
mental. Así fue posible someterlos a la voluntad de un
solo hombre."
Para utilizar el formidable poder puesto
en sus manos, Hitler tenia una ventaja suprema y
extraordinariamente rara, carecía de escrúpulos.
Era un hombre
desarraigado, sin hogar ni familia, un
hombre que no conocía la lealtad, que no estaba vinculado
a tradición alguna, que no respetaba ni a Dios ni al
hombre.
Exigió el sacrificio de millones de vidas
alemanas para la sagrada causa de Alemania pero
el ultimo año de la guerra estaba
dispuesto a destruir al país antes que abdicar de su
poderío o de admitir su derrota.
Hitler tenía una desconfianza singular por los
expertos. Se obstinaba en permanecer indiferente ante la
complejidad de los problemas e
insistía, en que cualquier problema podía
resolverse solamente con que hubiese voluntad para ello. Schacht,
cuyos consejos se negó a escuchar y al que admiraba de
mala gana, dijo de él:
"Hitler encontraba con frecuencia
soluciones
asombrosamente simple a problemas que
a otros habrían parecido insolubles. Tenia verdadero genio
inventivo… Sus soluciones
eran generalmente brutales pero casi siempre
efectivas."
Decir que Hitler era ambicioso no expresa la intensidad
de la ambición de poder y del ansia de dominación
que le abrazaba. Era la voluntad de poderío en su forma
mas tosca y mas pura, la que no se identifica con el triunfo de
un principio, porque el único principio del nazismo eran el
poder y la dominación como tales. Durante mucho tiempo Hitler
logro identificar su propio poder con la recuperación de
la antigua situación de Alemania en el
mundo y en 1930 muchos hablaban de él
considerándolo un patriota fanático; pero tan
pronto como los intereses de Alemania empezaron a diferir los de
su propio interés,
desde el principio de 1943 en adelante, su patriotismo
apareció en su verdadero valor:
Alemania, como cualquier otra cosa del mundo, era solo un
vehículo de su propio poder, al cual era capaz de
sacrificar con la misma indiferencia con que sacrificaba las
vidas de los que enviaba al frente.
Está tan marcado el resentimiento de la actitud de
Hitler, que permite suponer que fue en sus primeras experiencias
recogidas de los días de Munich y Viena, antes de la
guerra, cuando
surgió su deseo vehemente de vengarse de un mundo que lo
había despreciado e ignorado. No menos impresionante era
su constante deseo de ser objeto de alabanzas. Su vanidad era
insaciable y la adulación más torpe la
recibía con la complacencia de un homenaje que le fuera
debido.
Hiler llegó a creer que él era un hombre
con una misión,
determinada por la Providencia, y por lo tanto excento de los
cánones de conducta de un
ser humano normal. Hitler representó su papel
"histórico- universal" hasta el último momento, que
fue terriblemente amargo. Pero esta fe lo había
deslumbrado y cegado ante lo que verdaderamente estaba sucediendo
y lo condujo a la arrogante sobre estimación de su propio
genio, que lo llevó a la derrota. El pecado que Hitler
cometió fue aquel que los antiguos griegos llaman hybris,
el pecado de orgullo, de fanfarronería trágica, de
creerse un ser sobre humano. Si alguna vez un hombre fue
destruido por la imagen que de si
mismo había creado, este hombre fue Hitler.
Con las dos únicas mujeres que Hitler
demostró mas que un simple interés,
fue su sobrina Geli Raubal y la mujer con
quien se caso el día antes de suicidarse, Eva
Braun.
La habilidad de tomar y sostener una superioridad
decisiva en la lucha por la existencia, Hitler la expresaba en la
idea de la raza, cuyo papel es tan
central en la mitología nazi como la clase en el marxismo.
"Todo la que la humanidad ha
alcanzado, ha sido debido al trabajo de la raza aria: fueron los
arios lo que establecieron el área de trabajo y erigieron
los muros de las grandes estructuras de
la cultura
humana."
La creencia de Hitler en la raza, podía ser
empleada tanto para justificar el derecho del pueblo
alemán a imponerse sobre seres inferiores tales como los
rústicos eslavos y los degenerados franceses, como el
derecho de los nazis, que eran los representantes de una
élite, seleccionados y probados en su lucha por el poder,
de gobernar sobre el pueblo alemán.
Lo que Hitler trataba de expresar en su uso de la
palabra raza, era su creencia en la desigualdad, tanto entre
personas como entre pueblos, como otras de las férreas
leyes de la
naturaleza.
Era apasionadamente contrario a las doctrinas igualitarias de la
democracia en
todos los campos, económico, político e
internacional. Para Hitler la debilidad de la democracia
radicaba en que engendraba irresponsabilidad dejando siempre las
decisiones a cargo de mayorías anónimas, evitando
así resoluciones difíciles e impopulares. Al mismo
tiempo el
sistema de
partidos, la libertad y
discusión y la libertad de
prensa minaban
la unidad nacional. Habitualmente decía el
Fò hrer que la discusión era
corrosiva. Aseveró un día a las Juventudes de
Hitler:
"Tenemos que aprender nuestra
lección. Una sola voluntad debe dominarnos, debemos una
sola unidad, fundirnos en una sola disciplina,
una sola obediencia, una sola subordinación debe
impregnarnos completamente a todos, porque por encima de todos
nosotros esta la nación."
Del mismo modo que Hitler asignó al ario todas
las cualidades y éxitos que él admiraba, así
todo lo que odiaba se personificaba en el judío.
Cualquiera que sea la dirección del pensamiento de
Hitler, tropezaba con la figura satánica del judío,
el judío es el chivo expiatorio universal. Una de las
frases favoritas de Hitler era:
"El judío es el fermento de
descomposición de los pueblos, a diferencia del ario, el
judío es incapaz de fundar un Estado e
incapaz así mismo de crear nada, solo es capaz de quitar
de robar o de destruir imbuido por el espíritu de la
envidia"
A traves de las leyes de
Nuremberg de 1935 y del pogrom de noviembre de 1938, hasta la
destruccion del Ghetto de Varsovia y los campos de muerte de
Mauthausen y de Auschwitz, el propósito de Hitler era
claro e indiscutible. Se trataba de exterminar a la raza
judía en Europa, empleando
el concepto
exterminio, no en un sentido metafórico, sino preciso y
literal. Cerca de 12 millones de personas, incluyendo a seis
millones de judíos, fueron exterminados en el terrible
suceso conocido como Holocausto nazi. La historia registra pocos
crímenes o acaso ninguno, de tal magnitud y cometidos tan
a sangre
fría.
La originalidad de Hitler no esta en sus ideas, sino en
la forma literalmente terrorífica con que puso manos a la
obra para convertir sus fantasías en realidades, en su
capacidad incomparable para arbitrar los medios con que
desarrollar la tarea. Las cualidades distintivas de su
conversación eran la astucia y la brutalidad, una
ignorancia enciclopédica y una vulgaridad insondable. Pero
esta grosería mental y moral, como la
insignificancia de su porte, eran cosas perfectamente compatibles
con la brillantez de sus dotes políticas.
Quienes trabajaron junto a él, cualquiera fuese
la opinión que ellos tuvieran respecto al hombre,
jamás subestimaron el ascendiente que Hitler era capaz de
ejercer sobre todos los que estaban en contacto con
él.
La prueba definitiva de este ascendiente la
encontraremos en las ultimas etapas de esta historia, cuando destruido
el prestigio del éxito, con las ciudades alemanas
convertidas en ruinas y ocupada la mayor parte del país,
esta figura, a quien su pueblo ya no veía ni oía,
fue todavía capaz de prolongar la guerra, a
traves de la etapa en que todo debía darse por perdido,
hasta que el enemigo llego a las calles de Berlín ,momento
en que Hitler decidió romper trágicamente el
hechizo. En 1945 Alemania se rinde incondicionalmente y en la
mañana del 30 de abril de 1945 Hitler se suicida junto a
su mujer Eva
Braun.
Pero los acontecimientos de los primeros años no
pueden comprenderse a menos que se reconozca que en el periodo de
1930 a 1940, en la cumbre de su éxito, el
Fò hrer logro persuadir a una gran parte
de la nación alemana que en él encontraría
un gobernante de cualidades sobrehumanas, un hombre de genio
enviado por la providencia para conducir a los germanos a
la Tierra
Prometida.
Conclusión
Como conclusión podemos decir que el motivo
central de la vida de Hitler y en la vida de las masa que lo
siguieron era el miedo. Hitler estaba evidentemente y desde muy
joven, bajo la presión de la angustia. Y nunca pudo
expulsarla.
Primero fue el temor austro- alemán de ser
racialmente oprimido, mas tarde, en Viena el temor del hijo de
una familia de clase
media a caer en la escala social.
Pero existió también el miedo de una
convulsión social mas amplia, cuyo aspecto mas visible es
resumido en la expresión revolución
industrial, el miedo a una era nueva y extraña
anunciada por un proceso
amplificado de emancipación.
Otras motivaciones del miedo pueden ser observadas mas
tarde, después de la primera guerra
mundial, en las masas pequeños- burguesas que se
sentían igualmente amenazadas de descender en la escala social,
mientras el sentimiento latente de vivir en una época de
grandes crisis era
confirmado por la visión de la revolución
que partiendo de Moscú, procuraba conquistar primero a
Alemania y después al mundo.
El éxito de Hitler se basó en buena parte
en la capacidad de emplear su gran talento retórico para
transformarse en el portavoz de esos temores y para transformar
la atmósfera de pánico en
agresión o por lo menos en un sentimiento de fuerza.
Él proclamaba conocer el camino de la salvación, la
manera de recuperar la honra y de estimular la grandeza. Hitler
creció en el papel del "salvador".
Puede ser verdad que un movimiento de
masas, fuertemente nacionalista, antisemítico y radical,
podría haber surgido en Alemania sin un Hitler. Pero en
cuanto se refiere a lo que realmente sucedió, las
evidencias no dejan duda alguna acerca de que ningún otro
hombre desempeño un papel remotamente comparable en la
revolución
nazi o en la historia del Tercer Reich como el desempeñado
por Adolf Hitler.
Desde la remilitarizacion de la Renania hasta la invasión
de Rusia, consiguió una serie de triunfos en la diplomacia
y en la guerra que le
proporcionaron una hegemonía sobre el continente europeo
solo comparable con la de Napoleón en el apogeo de su
fama. Si bien es cierto que esos triunfos no se habrían
podido conseguir sin un pueblo y sin un ejercito dispuestos a
servirle, fue Hitler quien aportó las dotes de dirección, el olfato para percibir las
oportunidades, la audacia para aprovecharlas. Sus equivocaciones
aparecen evidentes y su derrota inevitable, pero lo cierto es que
se necesitaron los esfuerzos combinados de las tres naciones mas
poderosas del mundo para quebrar su dominio sobre
Europa.
El que su carrera acabase en fracaso, el que su derrota
se debiese a sus propias equivocaciones, son cosas que no bastan
para invalidar el título de Hitler al calificativo de
grande. Esas facultades extraordinarias iban unidas a una
egolatría perversa y estridente, a un cinismo moral e
intelectual. Su carrera no constituye una sublimación sino
un envilecimiento de la condición humana y su dictadura de
doce años esta exenta de toda clase de ideales, salvo de
uno: el extender cada vez mas su propio poderío y el de la
nación con la que se había identificado a si mismo.
Se ha dicho con frecuencia que solo en Alemania habría
sido posible que subiese Hitler al poder. Se puede afirmar que en
el desarrollo
histórico de Alemania, se daban ciertas características favorables al desarrollo de
un movimiento de
esa clase.
Cuando se dice que los hombres hacen la historia, se
concentra toda la culpa en un solo hombre y consecuentemente, se
disculpa a la masa de seguidores y de aprovechadores.
Todo lo que es típico del nacional socialismo, todo
lo que lo distingue de otros movimientos fascistas es impensable
sin Hitler. Los hechos sin Hitler, sin el dinamismo y la inmensa
energía que él imprimía a todo, así
como desde el punto de vista moral del
nuevo y desconocido barbarismo que él trajo. Sin Hitler,
el nacional socialismo ni
siquiera seria un movimiento de
importancia semejante al del fascismo
italiano, habría permanecido como una fuerza secundaria,
como cualquier grupo
extremista, no seria mas que un fenómeno periférico
de la política.
Pero es preciso decir que no fue solo el pueblo
alemán el que durante la década del 1930
prefirió no enterarse de lo que estaba ocurriendo. Los
británicos y los franceses en Munich, los italianos socios
de los italianos en el pacto de acero, los
polacos que apuñalaron por la espalda a los checos por la
cuestión de Teschen, los rusos que firmaron el pacto nazi
sovietico para repartirse a Polonia… Todos ellos pensaron que
podrían librarse de Hitler por el soborno o que
podrían servirse de él para sus propias finalidades
egoístas. No lo consiguieron.
Hitler fue, a decir verdad un fenómeno europeo
tanto como un fenómeno alemán. En Alemania Hitler
destruyó muchas estructuras
superadas, liquidó las viejas clases. La modernidad que
creó, o cuyo camino preparó, no correspondía
a la imagen interna
que lo inspiraba. Le gustaban la antigò
edad clásica y el siglo XIX, pero para alcanzar sus
objetivos,
tenia que preparar el terreno de la modernidad. La
guerra de conquista que orquesto desde el principio, así
como la dominación de vastas áreas, exigía
tanto un nuevo hombre, liberado del burgués del siglo XIX,
como exigía también el estado
industrial; moderno, funcionalmente estructurado, que Hitler
detestaba. El no podía tener una cosa sin tener la
otra.
Hitler veía con absoluta claridad su
relación con Europa. Se
rebeló contra el sistema, no
precisamente en Alemania, sino en Europa, se rebelo contra el
orden burgues-liberal, que para él estaba simbolizado por
Viena, la ciudad que antaño lo había rechazado de
sí. Como sea, él destruyó tanto la vieja
Alemania como la vieja Europa. Pero también
consiguió que casi todos sus temores se realizasen.
Aceleró fuertemente la ascensión de la era
democrática e igualitaria contra la cual luchó con
desesperada energía, apresuro también el fin de la
división entre naciones gobernadas y naciones
esclavizadas, volvió posible la creación del
Estado de
Israel y acerco a
Europa a la Rusia soviética, la misma que quería
expulsar mas allá de los urales. Y finalmente, termino por
destruir el mundo burgués que había
simultáneamente odiado y admirado.
Su misión, la
misión
en que ni un solo instante dejo de creer, era destruir todo eso y
en ese propósito, el mas hondamente sentido de todos los
suyos, no fracaso.
Bibliografía
- Mein Kampf (traducción inglesa por James
Murphy. Londres 1935). - My New Order (Discursos de
Hitler 1922- 1941. Editado por el conde Raoul de Roussy de
Sales. New York 1941). - Hitler, Adam Bullock.
Autor:
Germán Daneri, 17 años.