Introducción
Un mundo feliz, novela del reconocido escritor inglés Aldous Leonard Huxley, fue publicada por vez primera en el año de 1932; es considerada por muchos críticos como su obra cúspide. Perteneciente al género de la ciencia ficción, está ambientada en una civilización futurista utópica.
Al examinar la forma y el contenido de una obra literaria no solo basta con leer la obra en sí. El análisis de una obra es en esencia el análisis del escritor, Borges dijo que lo que escribiría ya lo había hecho. Y al hacer ese examen mencionado, como no recalcar en la familia Huxley. Siendo, quizás, una de las familias más influyentes intelectualmente en la Edad Contemporánea, resulta más que adecuado una breve contextualización del núcleo familiar de nuestro reputado autor.
Su abuelo fue el biólogo Thomas Henry Huxley, férreo defensor de la Teoría de la Evolución de Charles R. Darwin; que contribuyó enormemente a la aceptación de la misma en Inglaterra. Su padre, Leonard Huxley, fundó aquella semilla literaria que moldearía más refinada, más cuidadosa, más simple el propio A. Huxley. Sus hermanos Andrew y Julian, compartirán idéntico interés por la ciencia; y representarían una gran influencia en las obras de Aldous. Es, entonces, apreciable la manera de cómo, a través de la inminente e innata atracción de su sangre a lo desconocido e innovador, se formaría la naturaleza y el espíritu de una suerte de profeta.
Una suerte de profeta; sí, eso es lo que es Huxley. ¡¿Pero cómo?! ¿Un profeta que yerra? No necesariamente; Huxley nos advierte que sus pronósticos de 1932, quizás, no demuestren todo lo que ha de suceder en la caprichosa época en la que viva el apreciado lector. Pero, sin embargo, explica la temática propia de Un mundo feliz; la temática no son los avances científicos y las modernas tecnologías que se desarrollan ni siquiera lo es el eminente futuro sea ora bueno, ora malo, ora utópico, ora distópico. No, la temática nada tiene que ver con lo anterior; la temática es en realidad una crítica acerba a la sociedades actuales y, yendo aún más lejos, es una crítica al propio hombre y a todas sus construcciones, mas no a las construcciones en sí.
Huxley se refiere a lo que él ha denominado como la última revolución. Revolución que será la más importante por encima de cualquier otra revolución; porque surgirá en el interior, en el alma, de cada individuo, porque se proyectará al problema de la felicidad. Pero, para ser realmente felices deberemos de abandonar nuestro libre albedrío, nuestras aspiraciones, decisiones, creencias, ilusiones; es decir, nuestras desgracias como se exponen en la obra. Abandonarlas a favor de una ciega felicidad, de un amor a nuestro destino, a lo que inevitablemente hemos sido predestinados.
Esta revolución solo será posible a través del uso de la ciencia, ciencia que implantará sin coerción alguna en lo más recóndito e ínfimo de las personas una única creencia; creencia que aunque sea disparatada no busca si no más que la completa dicha y goce de todos los individuos de la sociedad. En Un mundo feliz, la política no tiene cabida; la economía carece de importancia por cuanto los recursos abundan; la crítica al orden social es una obscenidad; las obscenidades dejan de serlo en cuanto no atenten con el orden preestablecido; la decencia, fidelidad y compromiso no son más que amargos recuerdos de un oscuro y pérfido tiempo. El objetivo es simple: la estabilidad.
A pesar de que parezca ridículo que en algún momento lleguemos a sentirnos felices haciendo algo que inevitablemente debemos hacer; a pesar de no tener que importarnos nada de la política y la economía. A pesar de aceptar hechos indecorosos y renunciar a nuestra lealtad y sentimientos. A pesar de todo, decía, una observación guiada por el autor nos muestra cuan cerca estamos de lo ridículo: Gobiernos totalizadores dominan las masas; la ciencia, siempre que no la dirijamos a nuestra propia autodestrucción con bombas nucleares o guerras armamentísticas, suministrará eficazmente los recursos necesarios para las siguientes generaciones; la ética ha sido deformada y su fruto es un hijo que se modela a antojo de la insaciable sociedad, y que no busca más que el escape de un cada vez más asfixiante encierro del hombre. ¿Es, pues, que nuestro mundo se transformará en la locura de Un mundo feliz? Quién sabe pero como dijo Huxley: Usted es quien paga con su dinero, y puede elegir a su gusto.
OBJETIVOS
Objetivo general
Analizar una obra literaria, mediante la aplicación de los distintos conocimientos aprendidos y habilidades adquiridas en el transcurso de la asignatura Expresión Oral y Escrita, con la finalidad de desarrollar y potenciar las capacidades analíticas, literarias y críticas en el estudiante.
Objetivos específicos
Identificar el contexto en el que se ha escrito una obra literaria.
Determinar el tema desarrollado en la obra mencionada.
Realizar conclusiones debidamente relacionadas con el tema y basadas en el análisis eficaz del contexto y el contenido.
ESQUEMA
Resumen
La futurista utopía de Un mundo feliz se desarrolla en un nuevo orden global conocido como el Estado Mundial, surgido como solución a la inestabilidad y caos que se presentó en la Guerra de los nueve años, alrededor del año 141 d. F. [Después de Ford]. En la Guerra de los nueve años, acaecida por consecuencia de una gran catástrofe económica, las potencias de ese entonces se vieron obligadas a decidir entre un dominio mundial o un inevitable e insalvable colapso. En el recién fundado Estado Mundial, uno de los principales aspectos que fue estrictamente regulado, y en cierta parte hasta restringido, fue la ciencia. Las personas se encontraban en una encrucijada, por una parte la libertad junto con la ciencia pero además acompañadas de múltiples desequilibrios y alteraciones; y por otro lado el gozo de una relativa situación estable pero desprovistos de la posibilidad de hondar más profundo en materias y conocimiento de lo que se les permitía. La opción fue la de gozar de una paz, aun a pesar del abandono a la ciencia; de esta manera, la realidad pasaba a no ser más que el resultado de lo que se disponía. Pero, pese a todo, había algo que prometía esta guisa de sociedad: la felicidad. El único modo de que alguien sea feliz es que ame realmente lo que hace; sin embargo, amor lo que se hace no es nada fácil para un individuo y ni se diga como labor de un gobierno. Fue ante esta dificultad que el nuevo orden implementado hizo uso de unas renovadas y transfiguradas ciencias y tecnologías orientadas al control de la reproducción humana, técnicas referentes a la sugestión denominadas en conjunto como hipnopedia, y a la producción de un eficaz sustituto inocuo del alcohol y de otras sustancias estupefacientes que se llamó soma.
Los seres humanos en Un mundo feliz no son libres de decidir sus destinos, sino que cada uno es predestinado a cumplir un rol específico en la sociedad. Son considerados como los elementos de una macroestructura, a similitud de una línea de ensamblaje de una fábrica. Y esta relación no es una coincidencia, porque los habitantes y el mismo Estado Mundial son herederos de un hombre en particular: Henry Ford, empresario estadounidense fundador de la Ford Motor Company, quien fue el primero en emplear de manera generalizada las técnicas inherentes al sistema industrial. Es, precisamente, el año en que fue creado el primer automóvil Ford cuando el calendario del nuevo orden tiene su origen; es decir, alrededor del año de 1908 d. C. Ford en Un mundo feliz ha llegado a representar todos los logros alcanzados por el imponente gobierno totalizador; su influencia es tal que se mezcla con vestigios de lo que alguna vez fue una religión, hasta como sustituir a la cruz cristiana por la famosa T de su clásico vehículo.
La historia transcurre, específicamente, en el año 632 d. F. El ingreso de una convención de unos jóvenes estudiantes alfa (Término que se usa para indicar el nivel social al que pertenece una persona) juntos a Thomas, director de Incubación y Condicionamiento al Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres nos revela una panorama general de cómo sucedían normalmente las cosas. El edificio de un color gris melancólico invitaba a los visitantes tristemente a su interior, un por debajo del nombre de la construcción se apreciaba un escudo en donde se veía inscrito el lema del Estado Mundial: Comunidad, Identidad, Estabilidad.
En el interior se observaba todo un complicado complejo de tecnología dedicado a realizar técnicas reproductivas, por aquí se veía a cientos de trabajadores enfrascados en sus labores de fecundación, por allá una cinta de longitud infinita transportando unos aún más infinitos tubos de ensayo, por acá unas extrañas máquinas vibradoras que producían estrepitosos sonidos. Las explicaciones por su parte corrían a cargo del director de Incubación y Condicionamiento, mientras que los estudiantes apresuradamente escribían ininteligibles signos que se correspondían a algo que por acaso ellos entendían.
Entre las técnicas reproductivas que se utilizaban estaba el método conocido como Bokanowsky, este consistía en la modificación del normal desarrollo de un embrión que por lo general se subdividía progresivamente en 2 células a las 30 horas, unas 16 al 3 día; sin embargo, usando las técnicas se podía obtener de un embrión no células que formarían parte de un futuro individuo sino células que formarían cada una de ellas un individuo distinto. Estos avances habían permitido obtener una marca límite de unas 96 divisiones por embrión, aunque el promedio solía ser alrededor de unas 72 células. Magistralmente se describen experimentos que alcanzaron marcas superiores a 16 000.
En el Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, los trabajadores según su predestinación se clasificaban como fecundadores, predestinadores, matriculadores, forradores, etcétera. Cada uno de estos se dedicaba a funciones específicas, un error en su labor y se originarían alteraciones irremediables y desestabilizantes para la sociedad.
Los individuos pertenecían a una de las siguientes categorías: Alfas, Betas, Gammas, Deltas y Epsilones. A su vez se subcategorizaban en más (+) o menos (-). Un Alfa era lo más cercano a lo que conocemos como una persona que tiene medianamente sus derechos y libertades, aunque en realidad como todos se encontraba limitado por las imposiciones sociales; los Betas, eran personas que tenían algunas libertades y privilegios pero menor a los de los Alfas; un Gamma era alguien destinado a trabajos físicos; los Deltas a semejanza de los Gamma se dedicaban a trabajos pero más duramente; los Epsilones, por último, eran los de posición social más baja y su labor era destinada a las actividades más difíciles, peligrosas y desagradables.
Entre los miles de empleados del Centro, se encontraba Henry Foster, el prototipo de un Alfa, que describía con precisión a los estudiantes los métodos que se aplicaban. Después de las descripciones hechas, el grupo formado por los alumnos y el director de Incubación y Condicionamiento abandonaron la Sala de Decantación y a Foster.
Su próximo destino, la Guardería Infantil: Sala de Condicionamiento Neo-Pavloviano, se anunciaba con un rótulo en la entrada tal como lo había hecho el edificio en su momento. Mientras estaban en la sala fueron espectadores del método Neo-Pavloviano, creado como herramienta para la sugestión.
Niños vestidos de color caqui, niños Delta, pasaban de un lugar a otro conforme se sometían a las diversas técnicas; en un instante se los hacía ver libros repletos de imágenes de flores y colores, y al otro instante se les sometía a descargas eléctricas con el objetivo de que asociarán el campo, los soles y las flores como algo que deberían odiar. De esta forma se podía controlar a las masas antes de que sea capaz siquiera de revelarse ante una injusticia o locura; se podía inducir pautas y sesgos en cada una de las clases sociales para que actúen de una manera determinada, con la finalidad de mantener el progreso y estabilidad del nuevo orden.
Además los niños ya no eran criados por sus padres, sino que eran enviados a Centros de Condicionamiento del Estado; en donde a parte del método Neo-Pavloviano, eran sometidos a una técnica denominada hipnopedia. La hipnopedia era un modo a través del cual se podía enseñar y sugestionar durante el sueño. El descubrimiento de este mecanismo fue de manera accidental, alrededor del 68 d. F, después de unos 23 años del diseño del modelo T. Una noche los padres de un niño, Reuben Rabinovich, dejaron encendida la radio; al despertar su hijo recitó exactamente un discurso de George Bernard Shaw, uno de los pocos escritores cuyos libros no habían sido prohibidos. Sin embargo, su hijo no tenía al menos ningún conocimiento de la lengua inglesa; este detalle llamó la atención de los investigadores y conforme se perfeccionó, pues, en algunos casos a pesar de recitar exactamente lo que se les inducía no entendía lo que decían, se generalizó su uso por el 214 d. F.
Posteriormente el grupo salió a inspeccionar a fuera, en el jardín, en donde se veía por aquí y por allá cientos de niños que corrían libremente sin ninguna restricción. Niños que jugaban a juegos tan extraños como uno llamado la Pelota Centrífuga; juegos que no podían ser inventados sino usaban tantos aparatos y tecnologías como el juego más sofisticado que existiese. Niños que desnudos, y en parejas, tríos o cualquier variedad de grupo, se dedicaban a realizar manifestaciones marcadamente sexuales e inclusive a verdaderas obscenidades, o atrocidades, si hubiesen estado en otro país que no fuese Un mundo feliz. Tal era el panorama que se observaba, y de entre los matorrales, sorpresivamente, salió una enfermera que traía a un niño que lloraba. La razón de llanto era que el niño se mostraba reacio a participar en los corrientes juegos eróticos, como se denominaba en conjunto a estas prácticas. Detrás de ellos apareció una niña que aseguraba que no había intentado lastimarlo como aseguraba el otro pequeño.
Ante el espectáculo que se les presentó el grupo de estudiantes fue informado por el director de Incubación y Condicionamiento que antes de que se estableciese el Estado Mundial, lo que en ese tiempo correspondía a la regla, en otro era reprimido y castigado. Al oír esto, los alumnos estallaron en risa; no podían imaginar cómo y porque se restringirían estos actos. Continuaron por el mismo derrotero, de la misma manera burlona y sarcástica para con la historia, hasta que una voz grave, frente a una pregunta referente al tema, anunció: Los resultados eran terribles.
Era nada menos que uno de los diez Interventores Mundiales del Estado Mundial, los Interventores eran Alfa-Doble-Más que eran los únicos que podían decidir el rumbo del nuevo orden. Su Fordería Mustafá Mond, Interventor Residente de la Europa Occidental, era como debía de ser un Alfa-Doble-Más: alto, fuerte, inteligente. Aunque se habían corrido rumores de que tenía ciertos libros prohibidos, el director de Incubación y Condicionamiento, Thomas, escuchó atentamente lo que comentaba. Una patraña es como calificó a la historia el interventor, una patraña que, sin embargo, debía de conocerse. Les explicó que alguna vez los niños nacían de su madre, eran vivíparos, una verdadera obscenidad en Un mundo feliz; que los individuos se agrupaban formando "familias", en donde se respiraba un asfixiante olor y se soportaba un intransigente cuidado ante cualquier acción; les mencionó que existía algo que se conocía como Romanticismo, que las personas se "casaban", que se llamaban mutuamente esposos; y, lo peor de todo, que se guardaban una ilógica fidelidad. Terminó su discurso con una sentenciosa frase: Lo cierto es que todo el mundo pertenece a todo el mundo.
Por otro lado, Lenina Crowne, una Beta-Más, conversaba con una de sus amigas, Fanny Crowne; cuyo apellido no era más que normal, pues, el número de nombres que se repartía era limitado. El tema de su discusión era la poca promiscuidad de Lenina durante los últimos tiempos; en particular, haciendo mención a que solo había salido con H. Foster. Como solución a tal dilema, Lenina decidió que podía aceptar la invitación de Bernard Marx, un Alfa-Más, para ir a una Reserva de Salvajes.
Bernard Marx no era lo que uno esperaría ver cuando se supone que es un Alfa-Más; más, aún, es inclusive casi todo lo contrario a un Alfa, se parece en cierto sentido más a un Gamma que a los de su misma clase. Pertenecía a la Oficina Psicológica, y era un verdadero excluido social a pesar de que no lo era en el aspecto más radical. Su aspecto era diferente al de los demás, era más bajo, menos fuerte y feo; debido, quizás, a esta circunstancia su personalidad se había formado muy introvertida, tímida y crítica con todo lo que se cruzará a su paso. El Estado Mundial no era la excepción; Marx todo lo criticaba, todo lo detestaba, había ciertamente un resentimiento con la sociedad por no aceparlo y ese era el motivo por el que debía no estar de acuerdo con nada. No salía generalmente con alguien, pues, nadie deseaba salir con él; solía preferir estar solo antes de estar con alguna persona; y era un enemigo de exponer sus asuntos a un nivel público. Había, empero, alguien con quien Marx si hubiese deseado salir, alguien con quien a través de su proximidad y relación podía reconciliarlo con todo; ese alguien era Lenina. ¿Qué si estaba enamorado Marx de Lenina? No hay manera de saberlo. Pero su odio aumentaba considerablemente cuando oía insinuaciones de otros hombres que habían estado con Lenina. ¡Ellos, que hablaban como si solo fuese carne, ellos unos idiotas! Marx deseaba realmente golpearles; deseaba expresar su rabia con el rostro de ellos; deseaba vengarse en parte de ellos, en parte de él. Sin embargo, había un impedimento: ellos eran más altos, más fuertes, más guapos. Jamás aceptaría nada que no lo aceptase y lo incluyese completamente; y quien sabe, quizás, jamás aceptaría nada que no lo aceptase y lo incluyese completamente como el individuo más importante: como una verdadera encarnación de la Perfección. Jamás lo aceptaría, ni siquiera al soma. Detestaba al soma, tanto como a los demás, sabía que era una estupidez; era un veneno que te sustraía de la realidad, manteniéndote joven pero acortándote la vida.
En el ascensor, mientras Bernard Marx se dirigía a sus labores, empequeñecido entre altos hombres y escondido en un rincón, despreciado; de sorpresa, apareció Lenina. Su entrada fue muy bien aceptada por todos los que se encontraban ahí; en varias ocasiones había salido con cada uno de ellos. Recordaba, por ejemplo, a George Edzel o a Benito Hoover poseedor de una gran cantidad de pelo. Buscó y encontró a quien buscaba: a Marx. Lo llamó, esto asombró a los que lo oyeron porque no entendían como Lenina pudiera buscarlo, al acercársele le dijo que aceptaba la invitación a la Reserva para Salvajes que le había hecho. El encuentro con Lenina puso a Marx muy nervioso, no podía expresar sus sentimientos para con ella frente a los demás; pero Lenina no tenía el tiempo ni el interés en discutirlo en privado, ya que inclusive el verdadero motivo por el que le hablaba era para demostrar que era promiscua y no solo estaba con Foster. Así que deteniéndose en la azotea lo abandonó, mientras a sus espaldas dejaba una serie de "halagos" como que era muy "neumática" y era una buena chica, para dirigirse a donde le esperaba, precisamente, Henry Foster en un helicóptero para ir a jugar Golf de Obstáculos.
Bernard sentía tal enfado por las oficiosidades que se las dedicaban a Lenina, que durante el resto del trayecto del ascensor se mostró más antipático de lo común. Decidió, al final, ir a visitar a su amigo Mr. Helmholtz Watson en la Casa de la Propaganda.
Mr. Watson, era un Alfa-Más, tenía un cuerpo esbelto, era agradable y guapo de rostro, lucía un cabello negro rizado; en resumen era un clásico Alfa, tenía muchas fanáticas que lo adoraban y lo definían como uno de los mejores. Al igual que su amigo Marx, había algo que lo diferenciaba de los demás y, quizás, ese haya sido la razón por la que los dos eran grandes amigos. Pero, también, al contrario que Marx, esa diferencia no era física sino intelectual. Su reflexión lo había hecho llegar a sentirse un individuo solo, que aunque no despreciaba al orden, lo criticaba constantemente de manera subrepticia. Mientras platicaban, Watson expresó su creencia de que ellos tenían algo más en su interior, algo que podía surgir y levantarse, un impulso de creación y cambio que solo esperaba salir. Y, a pesar de que Bernard comprendía de lo que hablaba, no le prestó atención; y, con cierto deseo de ostentación propia, le mencionó de su cita con Lenina, hecho que asimismo Watson atendió sin interés.
Lenina por su lado juega golf durante toda la tarde junto con Henry en el campo del Club de Stoke, al finalizar el día se dirigen al Club. Mientras están viajando observan como los cuerpos de todas las clases: Alfas, Betas, Gammas son incinerados y como sus residuos tiene el mismo valor sin importar nada. Lo anterior deja a L. Crowne un poco perturbada, pues, creé que las clases inferiores no deberían de ser igualmente de útiles que las de niveles más superiores. Foster le explica que todos los individuos son, en composición química, idénticos entre ellos; y enuncia uno de las sugestiones más arraigadas en su mente: Todo el mundo trabaja para todo el mundo.
Después, llegan al cuarto de Henry, donde ambos, con las debidas precauciones anticonceptivas, se dedican a una interrelación personal de carácter sexual.
Más tarde, Bernard cumpliendo con sus compromisos del Día de Servicio y Solidaridad, cuya asistencia es regular y secuencialmente todos los jueves después de uno sin asistencia, se dirige a la Cantoría Comunal de Fordson. En este servicio se forman grupos de doce personas cuyo objetivo es experimentar la presencia de su pseudo-Dios Ford, se cantan himnos como el Primer, el Segundo y el Tercer Himno de la Solidaridad. Marx, como es ordinario en su actitud, piensa que esto es una simple bobería y solo lo cumple para no ser excluido aún más de la sociedad. Al final de todos los actos, se canta un cántico final el Canto Orgía-Porfía con el que se cierre estas formalidades.
Los preparativos para el viaje a la Reserva para Salvajes ya estaban listos, pero Lenina no se sentía segura de sí debería ir con Bernard; pensaba que sería mejor ir con otros hombres a lugares como el Polo Norte o de compras por Nueva York. La razón de ello era que Bernard era una persona muy rara. Cuando habían salido por primera vez no había aceptado ninguna actividad que se desarrollase en público. Detestaba estar junto a otras personas, porque se sentía excluido, y más precisamente diferente. Después de tantas presiones aceptaría a asistir a la resolución de una llave de cuartos de final de un campeonato de lucha femenino; en este lugar, se encontrarían con varios amigos de Lenina, hecho que detestaba y no quiso hablar ninguna palabra con ellos. A su regreso por presiones de Lenina, Bernard desespera y decide hacer lo que todos consideran que es lo correcto; así que va a su cuarto y luego de tomar unas cuantas pastillas de soma se entrega violentamente a ella.
Al día siguiente, ambos se encuentran pero Marx actúa indiferente y le refiere que no era su intención tener intimidad; sino, que quería estar más cerca y que simplemente ella no le entendía. Aun así se dirige a validar su permiso para ir a la reserva con el director de Incubación y Condicionamiento, le presenta el permiso firmado por su Fordería Mustafá Mond para su verificación. Thomas lo observa, y justo al punto de firmar el documento, se percata de que se trata de una visita a una Reserva para Salvajes. Una Reserva para Salvajes es un lugar que debido a su inhóspito ambiente o a otros factores económicos, políticos o geográficos no ha sido civilizado. El director de Incubación y Condicionamiento le relata a Bernard que una vez él, también, había ido a una reserva junto a una joven muchacha Beta-Menos. Lamentablemente, mientras exploraban el territorio, la chica misteriosamente desapareció y nunca más la había vuelto a ver. Al darse cuente que le mencionó aspectos muy privados de su vida, como manera para desorientarlo, le amenaza con enviarlo a Islandia por su comportamiento insatisfactorio. Bernard, sin embargo, supone que lo que le dice solo son intimidaciones y no se convertirán en acciones verdaderas.
Así, pues, emprende el viaje junto con Lenina a la Reserva para Salvajes de Nuevo Méjico en lo que alguna vez fue Estados Unidos de Norteamérica. El Cohete Azul del Pacífico los llevó hasta Santa Fe, en donde se hospedaron en un cómodo hotel hasta el día de la salida a la reserva. Para ello, debió de obtener nuevos permisos del Guardián de la Reserva, un Alfa-Menos. Este les indicó que la extensión total era de aproximadamente unos 570 00 km2, divididos en cuatro sub-reservas. Posteriormente, Helmholtz Watson llamó a Bernard para informarle que Thomas está realmente decidió a buscarle un suplente a su cargo. A pesar de todo, se recupera, y se reúne con el guía para su excursión.
La excursión les permite conocer el pueblo de Malpaís, que estaba ubicado de manera caprichosa encima de un accidente geográfico. Mientras exploran el lugar, observan grandes cantidades de suciedad; basura desparramada por allá; restos de algún festín por aquí y algún otro animal muerto por acá. Esto es sorpresivo para Lenina, que estaba acondicionada para creer que la limpieza acercaba a la fordeza y era propio de las civilizaciones. Luego, observan a un viejo, con su piel arrugada, su falta de ánimo y su cada vez más creciente inercia, y un montón de enfermedades que lo acongojaban. También, se veía por otros lados a mujeres que obscenamente amantaban a sus hijos.
Después de ver esas barbaries, se hallaron frente a un ritual tipo religioso. Se encontraba un grupo de indios alrededor de una plaza, de la que se veían emerger esculturas de águilas y representaciones de crucifixiones. En medio de todo esto, se marcaba la forma de un indio que era sometido a latigazos por otro indio más corpulento y vestido, quizás, de manera especial. Finalmente, el indio maltrecho cayó y se extendió cuan largo era en el suelo; al instante, en el que los espectadores huían apresuradamente.
Solos quedaron Bernard y Lenina, interrumpidos de modo insospechado por un nuevo indio, por el modo en que iba vestido, pero en contraste con su piel blanca, sus ojos de color azul y sus cabellos que rozaban el color rojo del ocaso y el café del heno. El muchacho se presentó, y les explicó que su deseo era estar en el lugar del hombre que ha sido golpeado, porque de esa manera podía agradar a sus dioses: Pukong y Jesús.
El joven en cuestión se llamaba John, y los guio hasta donde se encontraba su madre. Cuando llegaron al lugar vieron a una asquerosa india muy fornida, su nombre era Linda; quien, besó y saludo a Lenina y Bernard a pesar de que ellos sentían repugnancia por su aspecto.
Linda les revela que su hijo había nacido en el pueblo de Malpaís, pero que ella venía del Otro Lugar y era una Beta-Menos y su padre se llamaba Tomakin. Bernard, en este momento, llegó a la conclusión acertada de que el padre de John era Thomas, el director de Incubación y Condicionamiento.
Posteriormente, Bernard y John pasean por el pueblo mientras conversan. John le cuenta cómo fue su niñez, lo que tuvo que soportar durante niño, lo duro que fue que le aceptasen a él y a su madre, y lo que aprendió. Recordaba que odiaba a todos los hombres que venían a ver a su madre, en especial odiaba a un tal Popé. Los detestaba porque consideraba que eran unos hombres malos, perversos, oscuros. Una vez, había encontrado a Linda atrapada por un grupo de tres mujeres que se quejaban debido al comportamiento promiscuo e indecente de ella; la tenían agarrada de las muñecas y los tobillos, y la golpeaban mientras le gritaban. Eso le enfureció y comenzó a llorar porque se dio cuenta de que la gente es mala, de que un niño no puede hacer nada, de que era pequeño y no podía ayudar a su madre. También, en una ocasión había intentado matar a Popé, tomó un cuchillo y entró a la habitación donde estaba, y, justo en el momento en que iba a dar el golpe más certero que esperaría dar en su vida, una mano fuerte y mugrosa lo detuvo. Era Popé, lo había detenido; su mamá se enfureció muchísimo y él lloraba por su incapacidad de cumplir su cometido. Los niños de vez en cuando solían cantar canciones ofensivas contra Linda; y se burlaban de John porque andaba con ropa rota, ya que su madre no era capaz de remedar un corte o agujero. Empero, sin embargo, Linda era una buena madre a su modo; le había enseñado a leer, algo que los demás niños ni siquiera sabían que existía; le explicaba cosas, que aunque no las definía de manera adecuada y profunda, despertaban su interés por el conocimiento y la naturaleza; y, sobre todo, porque le contaba cosas sobre el Otro Lugar. Le relataba como se tomaban medidas para la higiene y la limpieza en todos los lugares; le hablaba de cómo se usaban helicópteros que surcaban los aires para viajar velozmente de un lugar a otro; de cómo la gente se desempeñaba en sus funciones y de cómo eran todos muy felices.
Ante todas estas confesiones, Bernard, y considerando que puede ser una gran estrategia contra Thomas para evitar que lo envía a Islandia, decide invitarlo al Estado Mundial. John, el salvaje, acepta la invitación y la extiende para su madre; que con cierta resistencia Bernard la extiende a ella.
Después de la plática, Bernard viaja hacia Santa Fe para comunicarse con el Interventor Su Fordería Mustafá Mond con respecto a los permisos para regresar al estado con el salvaje, argumenta que puede ser un objeto de estudio para los encargados de las investigaciones. Su Fordería está de acuerdo con el proyecto, y le menciona que los trámites para los permisos ya se están arreglando, y que en poco tiempo podrán venir.
Por otro lado, John se queda en la hospedería de Malpaís al igual que Lenina. Lenina se había tomado unas cuantas pastillas de soma, y se había preparado para dormir una siesta con el objetivo de recuperarse de lo visto el día anterior. Durante su sueño, John la estuvo viendo, admirándola, y recitando uno que otro verso que se le ocurría; hasta que oyó un zumbido, que correspondía al helicóptero, y escapó de la habitación afanosamente.
Cuando llegó el helicóptero, Bernard, John, Lenina y Linda se dirigieron a Londres.
Londres lucía exactamente como lo habían dejado, el ambiente estaba repleto de sofisticadas tecnologías, se levantaban enormes edificios y los habitantes felices cumplían con todos sus labores. En Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres, en la Sala de Predestinación Social los Epsilones crecían controlados con sustancias extrañas y venenosas. En la Sala de Decantación, los niños eran sacados de los frascos que los contenían y expuestos por primera vez al mundo.
Pronto apareció la figura de Bernard Marx y se presentó a Thomas, director de Incubación y Condicionamiento. Ante tal aparición y anunciando que el comportamiento de Marx no era el que debería tener, que era un heterodoxo y que era un enemigo de la sociedad; Thomas anunció su despido.
Sin embargo, Bernard se defendió argumentando que tenía algo que mostrarle; y llamando a Linda, hizo que el director de Incubación y Condicionamiento quedará totalmente consternado. Aún más lo estaría cuando se enteraría que Linda había estado embarazada y le había dado un hijo. John, el salvaje, su hijo, se acercó a él y se arrodilló a sus pies. El suceso fue demasiado para Thomas, salió corriendo de la sala y, posteriormente, se supo que demitió de su puesto de trabajo.
La llegada del salvaje al Estado Mundial hizo muy famoso a Bernard, aprovechando que las personas querían conocer a John. Bernard experimentó un cambio radical en su vida, de pasar a una persona que criticaba a la sociedad a una que aceptaba y hasta la defendía. Las mujeres deseaban salir con Marx, porque era una manera de conocer más del nuevo visitante. Las conquistas comenzaron a sumarse diariamente, las cantidades de soma que usaba constituían gigantescos montones de droga, la libertad que se tomaba representaba hasta demasiado en Un mundo feliz.
Por otra parte, Linda había decidido volver a lo que ella alguna vez consideró como su vida, recurrió para ello al consumo excesivo de soma, a pesar de las recomendaciones de su hijo y el doctor Shaw.
Con respecto a su Fordería Mustafá Mond, el conocimiento de que Marx había comenzado a creerse verdaderamente un individuo importante e indispensable en el orden, lo enojo mucho.
Lenina, a petición de Bernard, había planeado una cita con John para ir a ver una película en el sensorama. La película trataba sobre una escena de rapto de una mujer Beta-Más por parte un negro condicionado que había sufrido un accidente y por tal motivo su comportamiento se había afectado. Al final, la joven es rescatada por un grupo de jóvenes Alfas que, más tarde, se convierten en sus amantes. Esta trama no le gusto al salvaje, así que se lo expresó a Lenina. La reacción extraña de John le sorprendió y lo comparó con Bernard. Y aunque intentó conquistarlo, no consiguió nada con él.
Sin embargo, el gran éxito de Bernard no llegó demasiado lejos porque durante una reunión en la que había invitado a reconocidas figuras y grandes personajes, incluyendo al Archi chantre Comunal de Canterbury, John decidió no presentarse. Esto ocasionó que todos los presentes lo consideraran como un traidor, porque había usado al salvaje para obtener popularidad y fama en su entorno. Bernard insistió hasta el último momento para que saliera, pero la respuesta fue siempre no; lo que hubiese sido uno de los momentos más grandiosos y excelsos de su existencia se convirtió en un montón de desprecios y miserias.
Linda, que también había asistido a la fiesta, tampoco no salió con ningún hombre de la velada; se sentía comprometida de alguna manera con John.
Más tarde, Mr. Helmholtz Watson, se reunió con Bernard y John. Les contó que, debido a la publicación de una obra que había sido censurada por contenido inapropiado, estaba amenazado de ser enviado a alguna isla como Islandia. Watson entabló una relación de mutua amistad, por sus similares ideologías y actitudes, con el salvaje. Esta relación no le agradó a Marx, y su recelo aumento cada vez más.
Lenina estaba realmente interesada por John, no entendía porque él no quería estar con ella. Sabía que le gustaba, porque siempre la estaba mirando de manera sigilosa y, cuando ella se daba cuenta, volteaba la cabeza y la ignoraba. Mientras conversaba con una de sus amigas, Fanny, le explicó su situación; Fanny le recomendó que debería hacer todo lo posible para obtener lo que quisiera. Debía hacer todo sin importar las razones e impedimentos que pusiera John, el salvaje, para evitarlo.
Así, pues, Lenina se decidió ir a donde estaba John. Este le abrió la puerta, inconsciente de las intenciones que tenía ella; venía vestida de una manera extraña, su intención era provocar una reacción en John. Sin embargo, el salvaje no hizo otra cosa que invitarla a pasar. Ya en el interior Lenina le declaró todos sus sentimientos y sus deseos; John, también, fervorosamente le expuso los suyos. La diferencia entre sus sentimientos era clara, Lenina estaba impulsada por la pasión y John, aunque no era exento de la pasión, su camino era dirigido por el amor.
Haciendo, pues, caso a sus sentimientos, Lenina comenzó a abrazarlo y besarlo. Su aspecto, al cabo de unos cuantos movimientos rápidos, era el mismo que el que había tenido cuando recién había nacido. John no lo soportaría, la empujó, trató de deshacerse de su presencia sin importar ninguna cosa.
Ella asustada se escondió dentro de un cuarto; intentaba salir pero no lo conseguía, pues, la estaba vigilando. Finalmente, una llamada realizada a John acerca de que su madre estaba en una mala condición, le permitió escapar.
La llamada condujo a John hacia el Hospital de Moribundos de Park Lane, edificio de unas setenta plantas adecuadamente decorado; específicamente a la sala 81 del séptimo piso, en donde se encontraba ya agonizante su madre.
Por todos los lados se veían filas larguísimas de camas con jóvenes personas, pero que en su interior estaban lentamente muriendo. En la número 20, sin embargo, una persona moría y no era joven, esa persona era Linda. Aún a pesar de las preguntas que hiciera el salvaje la contestación iba a hacer siempre la misma: Linda estaba condenada, no había solución. Pero al fin y al cabo, eso ero lo normal; todo el mundo estaba condicionado para acepar la muerte y no verla como algo malo sino como un simple proceso común a todos los individuos. Hasta los niños comenzaban a ver a la muerte como algo cotidiano, por aquí y por allá pasaban jugando grupos de niños; ora saltando por las camas, ora molestando a los enfermos, ora corriendo. Empero, John no era una persona del Otro lugar, el pertenecía a Malpaís, para él la muerte tiene tanto de misterio como de simpleza; tiene tanto de dolor como de alivio; tanto de locura como de apatía; tanto de desesperación y desesperanza como de acción y pasión. Linda, su madre, estaba ahí, postrada, ya casi muerta. Intentó que le reconociese, pero no lo consiguió; una y otra vez su figura se mezclaba con la de Popé. Ese maldito de Popé, pensaba John. Lo odiaba realmente, odiaba que estuviese con su madre; aun cuando eso era como se comportaba la gente civilizada. Le importaba nada lo que fuera civilizado o salvaje; madre, gritó, y la sacudía fuertemente en un último intento desesperado por hacer que lo reconozca. Fue inútil, el exiguo respiro que lanzó Linda fue señal de su muerte. Luego, nada más; solo sombras en el corazón de un hombre que no sabe ciertamente lo que sucede. Niños se acercan ¿A molestar? John los empuja, este es su sufrimiento.
Lo único que podía hacer era revelarse contra toda la sociedad que estaba construida. Sociedad que había destruido a su madre, que había limitado la libertad a so pretexto de su felicidad. Se dirigió lentamente hacia la sala principal, por cualquier lado podía observar las mismas caras, los mismos rostros, y sentía la misma repugnancia. ¡Oh, maravilloso nuevo mundo! Aun las palabras que había dicho hace poco retumbaban en su mente, pero ahora de una forma sarcástica. Tenía un objetivo muy claro, liberarlos de las cadenas que habían aprisionado a los habitantes del Estado Mundial. Se decidió exponer sus razones, a obligarlos a hacerle caso sin ninguna objeción.
Arrojó en el momento menos pensado una caja completa de soma que estaba siendo repartido para los trabajadores del hospital. Logró con esto conseguir su atención. Ellos habían dado su decencia, su libertad, sus valores y creencias a cambio de nada. Sus dificultades se arreglaban con soma, un veneno que les acortaba su vida. Estaba en un paroxismo de claridad, la multitud en un paroxismo de furia.
Una llamada, sin embargo, alertó a Helmholtz Watson y a Bernard Marx, que acudieron lo más rápido que pusieron al lugar donde se desarrollaban los incidentes. Helmholtz, cuando llegó y vio lo que estaba haciendo John, y el riesgo que corría, fue a su auxilio. Luchó, golpeó, y se abrió espacio a la fuerza. Marx, no era tan valiente como Watson, pero sus intenciones, aun así, eran las mismas. Afortunadamente, la policía llegó a tiempo y pudo controlar la situación. La revuelta acabó con el apresamiento de los revoltosos.
Fueron llevados al despacho de Su Fordería Mustafá Mond, Bernard había escogido el peor asiento que pudo encontrar para aplacar la ira del interventor. John, en cambio, se había decidido enfrentar o, al menos, permanecer impasible ante todo interrogatorio; sin embargo, al final, se había decidido a decir la verdad. Y así lo dijo, aceptó que no le gustaba la sociedad. Y le expresó sus razones a Su Fordería. El interventor le explicó que sería imposible construir una sociedad distinta que sea capaz de mantener su estabilidad; las personas eran libres de gozar de todo, no tenían restricciones, no sufrirían; las enfermedades no existían; todos tenían un papel fundamental, no había necesidad de algunos trabajos pero eran necesarios para evitar cambios; y, en cuanto a los libros, no los entenderían ¿Quién entendería a Shakespeare?, era la idea que vagaba por el ambiente de discusión. Finalmente, Su Fordería decidió enviar a Bernard y a Helmholtz a Islandia, aunque Watson prefirió ir a la isla Falkland.
Página siguiente |