1. La sociedad integrada, armónica o consensual
Esta concepción insiste por una parte en el carácter integrado de los conjuntos sociales y por otra, en los procesos que concurren a esa integración.
Así, la sociedad se concibe como una unidad armónica basada en un or­den moral. Esta armonía se construye sobre la base del consenso general que existe entre los miembros de la sociedad quienes comparten intereses armónicos también. En otras palabras, los miembros de la sociedad com­parten: valores y normas sociales en una forma consensual permitiendo la existencia de un orden social e institucional; la presencia del interés social sobre el individual y grupal; la acción cohesionada y el equilibrio perma­nente en la sociedad.
A su vez, los …ver más…

(Prologo, p. XXX).

"Es la constitución moral de la sociedad la que fija en cada instan te el contingente de las muertes voluntarias. Existe pues, para cada pueblo una fuerza colectiva, de una energía determinada, que impulsa a los hombres a matarse. Los actos que el paciente lleva a ca­bo y que, a primera vista, parecen expresar tan solo su tempera­mento personal son, en realidad, la consecuencia y prolongación de un estado social, que ellos manifiestan exteriormente. ... No es una metáfora decir que cada sociedad humana tiene para el suicidio una aptitud mas o menos pronunciada". El suicidio, 1897, (p. 326.)

En el texto anterior merecen mención varios aspectos importantes;
El individuo esta gobernado por una realidad moral que se Ie impone: la realidad colectiva o conciencia colectiva.
Los fenómenos de la vida social, entre ellos el suicidio, son fuerzas que determinan al individuo; se Ie imponen, no dependen de el.
El suicidio, como fenómeno social, depende de la constitución moral de la sociedad. En otras palabras esta moral se encuentra en la base de la so­ciedad, determinando los fenómenos que en ella ocurren.
Tomando nuevamente a Durkheim, como ejemplo, analicemos estos elementos a lo largo del siguiente fragmento: desde el momento en que los hombres forman una sociedad, por rudimentaria que ella sea, hay normas que presiden sus relaciones, y por consiguiente, una moral que si bien no se parece