Neurotransmisores
Bajo la carpa: payasos, contorsionistas, trapecistas, funámbulos, magos, saltimbanquis, malabaristas, etc... constituyen un espectáculo que tan pronto nos hace sonreir como detener la respiración y permite que pasemos horas muy agradables.
Pero un circo también puede convertirse en un lugar macabro, más parecido a los estadios romanos que le dieron su nombre y en los que la muerte era el plato principal, que a un lugar donde niños y adultos puedan disfrutar de una diversión sana. Así ocurre en los circos en los que se utilizan animales.
Para empezar, muchas de esas criaturas son capturadas en estado salvaje y una vez separadas de sus familias y de su hábitat natural, su vida se convierte en una rutina cruel de cadenas, sufrimiento e intimidación. Son transportadas en vagones o camiones con mala ventilación y condiciones ambientales extremas. No se tienen en cuenta las peculiaridades de cada animal y da igual que sea un elefante africano o un tigre de Siberia, ambos soportarán temperaturas cuyo organismo no puede tolerar. Se les obliga a realizar números que jamás representarían en la naturaleza, en estado de libertad; si un oso va en bicicleta, si un tigre salta a través de un aro envuelto en llamas o si un elefante se levanta sobre sus patas, es porque son sometidos a una disciplina de dominación que incluye palizas, descargas eléctricas, mordazas, ayunos y toda una serie de acciones brutales disfrazadas bajo