La revolucion de los transportes
Cuestionarse sobre la identidad de una persona con un sesgo tan grande como el de su pertenencia a un país y a una cultura puede no ser tan conveniente ni útil como pudiera pensarse, porque cualquier respuesta posible ya ha sido -por la naturaleza misma de la pregunta- manipulada, y porque esta focalización tiende a eliminar las diferencias individuales entre personas, para convertirlas en una enorme masa uniforme e indistinguible. Preguntarse por la identidad mexicana es, quizás, tratar de encasillar y homogeneizar a gente tan distinta como, por ejemplo, un inmigrante de Los Ángeles, un campesino de Chiapas, un empresario de Monterrey, un narco de Durango, un estudiante de Guanajuato, un investigador que lleva años …ver más…
Podrían hacerse cuestionamientos similares a cada uno de los motivos dados por los que la gente se dice orgullosa de ser mexicana y, me atrevo a sugerir, los resultados seguramente nos llevarían a pensar que se trata de respuestas programadas, naturales (o más bien naturalizadas por un posible bombardeo desde mediático hasta educativo) y no cuestionadas nunca por los mismos entrevistados que han proporcionado dichas respuestas.
Como decía, se vuelve necesario mirar los discursos propuestos por las estructuras e instituciones dominantes del país, y no hay mejor momento para hacer un análisis al respecto que ahora, año del bicentenario. A través de estos discursos sabremos cuál es la identidad mexicana que se nos propone (o impone) y también cuáles son las realidades cotidianas de nuestro país que se pretenden dejar fuera, como no esenciales o no inherentes a nuestra condición de mexicanos.
Para mí no hay tal cosa como una identidad mexicana. Me atrevo a decir que gracias a la compleja red de intercomunicación global, los actos o creencias que nos definen también definen a millones de personas en distintos puntos del orbe; los paisajes mexicanos que se presentan en los spots televisivos no constituyen el entorno cotidiano de los habitantes de este país; los sucesos históricos promovidos por el discurso oficial no son estrictamente verdaderos y, por lo mismo, su incidencia en los mexicanos vivos puede ser, en