José de Espronceda A una estrella
El hablante habla de sí mismo pero de manera melancólico. Con amargura y fatalidad dice en los últimos dos líneas del poema “entregado en los brazos del destino, ni me importa salvarme o zozobrar.” Lleno de remordimiento y de recuerdo de un época que ha terminado el hablante hace uso de las palabras de ¿qué pasa si…? a lo largo del poema, palabras como acaso, tal vez para que enfatice el carácter transitorio de los asuntos del alma, del corazón.
Al igual que la luz puede brillar también se puede apagar. “A una estrella” es llena con lloros, referencias de ilusiones, amargura, perdidas al igual que es lleno con los placeres de la vida cuando el amor era puro y su amante creó “eterna tu ventura.” La mezcla con las memorias, las finales y qué ya viene a pasar sirve para pintar una cuadra de la vida romántico—dulce, venturanza, triste, con amargura, de melancolía. Pero con esperanzas de que se pueda alcanzar incluso si por unos momentos, ese amor perfecto, luego va a hacerlo que vale la pena avivir y amar.
La luz enciende y apaga