Joaquin Gallegos Lara Cuento La Salvaje
¡La salvaje!
Viviña tenía ganas de conocerla. Se burlaba de todas las historias sin creerlas. Esta le daba el atractivo del incitante sexual. La salvaje raptaba a los hombres. Se los llevaba al monte. A tenerlos de maridos.
¡Los otros cuentos eran nada! El descabezao. La gallina e cien pollos. ¡El ventarrón del diablo! ¡Bah!
No temía a los muertos. En cuanto a los vivos los había probado. Cuando peleo con Toribio al machete. Por un pañuelo de Chaba. Le rompió las costillas i delante de todos que gritaban:
¡Cójanlo! ¡Cójanlo!
Lamio la negra hoja cubierta de coágulos.
Su ociosidad lo hacía vaguear. Acostumbraba irse a dormir al monte. I se iba a Guerta Mardita. Sin importarle una guaba la penaciòn del moreno que estaba …ver más…
A la madruga lo despertaron a gritos de pájaros que no conocía.
Empezaba a temer la montaña. Cuando clareo bajo al suelo a beber. El agua inmunda le dio asco. No había otra cosa. ¡I el susto de sed!
¿I la salvaje? Nada.
Cada vez creía más que era un cuento. Rompió el bejuco a machete. Se cansó. Pisaba con temor la hojarasca:
“Por si acá una rabo o gueso…” Avanzaría sin abrir camino. Deslizando su cuerpo ágil. Entre las enrevesadas atarrayas vejetales.-
Desayuno zapotes que sabían a yerba. Comió guabas i cauges.
Al mediodía, de un garrotazo mato un armadillo. Encendió una candela i lo asó en su misma concha.
Pensó que no pasaría otra noche como la anterior expuesto al capricho del tigre. Encendería fuego i pasaría despierto.
¿Cómo se durmió en tierra? Vino el sueño del olor agreste de las frondosidades de los arboles desconocidos? ¿Fue solo el cansancio?
Allí estaba. Caído como un tronco más. Rotas las raíces.
Tumbado de espaldas en las hojas secas. Inmóvil. I al despertar…
¡La salvaje!
Unos brazos. ¡Que brazos duros i blandos a lavez, como el caucho! Una boca. Un caimito succionante i pegajoso, que chupaba activo i de repente cesaba; se dejaba; parecía nada más que la pulpa dulce de una rara guanábana sin pepas.
I un peso encima. Se iba dando cuenta. Los pechos –era verdad lo que contaba- era redondos i tibios. A Viviña les recordaban los de una longa, criada en el pueblo i fuè suya.
Se notó echado de espaldas. Apoyados los riñones en una raíz de