Fermentación de la levadura saccharomyces cerevisiae y su efectividad en el procesamiento de distintos azúcares
La tremenda ignorancia de los primitivos sobre el mundo que los rodeaba hizo que volvieran su vista al cielo donde objetos desconocidos aparecían y desaparecían sin explicación alguna, influyendo grandemente sobre la vida de todo fueran seres humanos, animales, plantas u otras cosas. El culto al sol y a la luna fue el primero entre casi todos los pueblos de la remotísima antigüedad: druidas, chinos, aztecas, egipcios, japoneses, malayos, persas, hindúes, asirios, sumerios... etc. Al sol le sacrificaban animales y hasta hombres,
4 mujeres y niños con la idea de mantenerlo contento. Pero no solo la luna y el sol eran misterios para los primitivos: También lo era la vida misma, el nacimiento, los animales, los árboles, el aire, el fuego, los ríos... ¡La muerte!. No teniendo respuestas, el hombre inventó poderes sobrenaturales a todo cuanto lo rodeaba: el aire, las aguas, las piedras, los animales, los bosques, el fuego, la lluvia... y empezaron a nacer los dioses. “Todo lo que no conocemos es milagroso” dijo tácitamente Tácito viendo a la gente creer en los poderes sobrenaturales de los dioses que se habían inventado. En su busca de explicarse como ocurrían cosas que el no podía hacer, el hombre antiguo desarrolló la creencia en lo sobrenatural; en todas partes y en todas las tribus, el hombre creó dioses menores que el sol o la luna (su mujer), dioses locales que se convertían en invisibles, que volaban por los aires, que