El Miedo A Los Telegramas
Samuel Rovinsky
Mamá había llorado mucho la víspera del domingo. Mis hermanas parecían conocer la razón, pero yo no; y la verdad es que no tenían por qué comunicármela. En ese entonces, con mis seis años de edad, yo no contaba para las confidencias. Sin embargo, sospeché que las lágrimas de mamá tenían que ver con el telegrama que le había traído el cartero en la mañana. Cuando lo leyó, se fue corriendo al dormitorio con el papel apretado contra el pecho. Mis hermanas, que se encontraban haciendo sus tareas, se fueron tras ella. Pero yo no. Yo me quedé sentado, comiendo un par de huevos fritos con un enorme pan lleno de mantequilla y queso. No quería que se me enfriaran los huevos ni el humeante café con …ver más…
Apenas los vi, me entraron ganas de comprar un granizado; pero mamá no quiso porque se me podía manchar mi traje de marinero.
Grité tanto que me compraron una mazamorra, a cambio del granizado. Luego vi un grupo de chiquillos que pateaban una bola y quise irme con ellos; pero Gina me detuvo por el brazo, porque el avión llegaría pronto. Entonces, fuimos todos a paramos junto al hangar. Poco después, un señor gordo, que estaba junto a mí, señaló hacia el cielo y todos volvimos a ver en esa dirección. Por el paso entre dos montañas, como cayendo de las nubes, venía bajando el pájaro plateado.
Aterrizó por el fondo del llano, dando brincos en el zacate como si se tratara de un autobús de Sabana-Cementerio y, cuando estaba cerca del hangar, todos corrimos hacia él; pero no pudimos pasar más allá de los mecates de protección, que habían sido puestos después del accidente en que la hélice de un avión le partió la cabeza a una señora.
Cuando paró el motor, y la hélice dejó de girar, el guarda quitó el mecate. Yo quería ver a mi papá por las ventanillas redondas del aeroplano, pero la gente me tapaba; hasta que mamá me alzó.
El sol hacía brillar el cuerpo plateado y me lastimaba los ojos y yo sentí que iba a llorar, pero me hice visera con la mano y pude ver al señor Macaya que me saludaba desde la cabina. Papá nos decía siempre que el señor Macaya era el mejor piloto del mundo. Por eso yo dije que, cuando grande, sería piloto como