Cuento la última sentencia
Había terminado la sentencia ya hace varios días, se negaba inconscientemente a firmarla, la volvió a revisar por enésima vez como no queriendo darla por finalizada, pues sentía que firmaba su propio finiquito. Buscó en el mismo maletín un lápiz de tinta con el que acostumbraba firmar y aprovechó de sacar el diario de esa mañana, para esquivar nuevamente aquella rúbrica final. En uno de los titulares, que curiosamente no estaba dedicado a la odiosa farándula o a la política de trincheras, informaba que Nelson Mandela o Madiba, como lo conocen en Sudáfrica, cumplía 92 años y aún se mantenía vigente para la comunidad mundial y para su propia vida. El nombre de Mandela lo hizo viajar en el tiempo. El doce de Junio de 1964, no fue necesario que el despertador sonara a las 6:00 de la mañana para sacarlo de su sueño; estaba muy ansioso porque era el primer día de trabajo como Secretario Titular del Juzgado de Letras. No tenía experiencia previa laborando en un Tribunal lo que explicaba gran parte de su nerviosismo. Logró dormir poco esa noche pero extremadamente a gusto en una pensión familiar que le resultaba suficientemente cómoda, encendió una radio Telefunken que estaba en el velador, después de unos instantes de típico chicharreo en que los tubos estuvieron suficientes cargados de energía y comenzó a escuchar las noticias de la Radio Chilena. Se enteró que el líder del Congreso