GOZAR, Y NO MORIRSE DE CONTENTO Gozar, y no morirse de contento, sufrir, y no vencerse en el sollozo: ¡Oh, qué ejemplar severidad del gozo y qué serenidad del sufrimiento!

Dar a la sombra el estremecimiento, si a la luz el brocal del alborozo, y llorar tierra adentro como el pozo, siendo al aire un sencillo monumento.

Anda que te andarás, ir por la pena, pena adelante, a penas y alegrías, sin demostrar fragilidad ni un tanto.

¡Oh la luz de mis ojos qué serena!: ¡qué agraciado en su centro encontrarías el desgraciado alrededor del llanto!

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El otro lo componen términos de carácter pesimista como morirse, sufrir, sollozo, etc. que son más numerosos, casi doblan a los anteriores, y apelan a la tristeza. Mediante estos dos bloques, el autor establece una serie de oposiciones estructurales que son las que dan el tono general del texto, y así enfrente gozos y penas a través de una elegante tensión que se prolonga a lo largo de todo el poema. En consonancia, las imágenes literarias responden a ese mismo juego de enfrentamientos entre ideas antitéticas que incluso se dan dentro de cada verso: Gozar y no morirse de contento, /sufrir, y no vencerse en el sollozo, y que se repiten en idéntico esquema en los vv. 4 y 5, en los cuatro del segundo cuarteto, así como en los dos últimos versos del poema. Destaca también por su originalidad el símil del verso 7: llorar tierra adentro como el pozo; y la paradoja: ¡qué agraciado (...)/ el desgraciado alrededor del llanto! Por lo demás, con un estilo apretado y denso, Miguel Hernández hace coincidir sus periodos sintácticos con los versos. Presenta sólo tres encadenamientos que, sin embargo, poseen gran importancia, al menos dos de ellos, el primero y el tercero, porque enlazan algunas de esas ideas antagónicas, y lo hacen dentro de dos exclamaciones en las que se encierra una parte fundamental del sentido de este poema: la que lleva a expresar la necesidad de preservar el ánimo tanto en la fortuna